Críticas
Cine argentino en salas
Crítica de “Belén”, película de y con Dolores Fonzi
Cinco días antes de su estreno internacional en la Competencia Oficial del Festival de San Sebastián previsto para el martes 23 de septiembre y varios meses antes de su llegada al streaming (se trata de una producción de K&S Films para Amazon MGM Studios que desembarcará en la plataforma de Prime Video), se lanza este jueves 18 en los cines de la Argentina la potente reconstrucción del caso de la joven tucumana que pasó 881 días en prisión acusada injustamente de haber asesinado a su bebé.
Belén (Argentina/2025). Dirección: Dolores Fonzi. Elenco: Dolores Fonzi, Camila Plaate, Laura Paredes, Julieta Cardinali, Luis Machín, César Troncoso, Sergio Prina, Ruth Plaate y Lili Juárez. Guion: Laura Paredes y Dolores Fonzi, con la colaboración de Agustina San Martín y Nicolás Britos, basado en el libro Somos Belén, de Ana Correa. Fotografía: Javier Juliá. Edición: Andrés Pepe Estrada. Música: Marilina Bertoldi. Sonido: Leandro De Loredo. Producción: K&S Films (Leticia Cristi, Matías Mosteirín y Hugo Sigman). Distribuidora: Digicine. Duración: 105 minutos.
En esta Argentina polarizada y pendular, Homo Argentum fue tomada por el mileísmo (y hasta por el propio presidente de la Nación) como su principal estandarte en el campo de la batalla cultural. En ese sentido, Belén puede ser vista como un exponente del otro extremo de la grieta: una reivindicación del feminismo, del progresismo y de las disidencias que hasta hace un par de años podría haber sido parte del status quo, pero que hoy surge como una película poco menos que contracultural.
Y justamente porque hay posiciones ideológicas tan cristalizadas e irreductibles, los mismos sectores conservadores que aclamaron a la comedia episódica con Guillermo Francella despreciarán sin miramientos (¿sin mirarlo?) al film de y con la realizadora de Blondi. Y viceversa: quienes formaron parte de la Marea Verde se quedarán con la emoción a la hora de celebrar Belén desde una postura militante.
Hecha la introducción del caso, y tratando de despojarme lo más posible de prejuicios y condicionamientos políticos (que uno igual siempre los tiene), hay algo que tengo muy en claro: Belén es en términos estrictamente artísticos una buena película; Homo Argentum, no. Los 108 minutos concebidos por Dolores Fonzi habilitan un análisis cinematográfico que es imposible de realizar en la acumulación de torpes y mediocres viñetas que propuso la dupla Cohn-Duprat.
No sé si a esta altura alguien desconoce los pormenores del caso Belén (el nombre real que se mantuvo en secreto para preservar su identidad es Julieta), pero sin caer en spoilers se pueden dar algunas claves: el 24 de marzo de 2014 una joven por entonces de 24 años llegó a la guardia del hospital público Juan Bautista Alberdi de San Miguel de Tucumán con fuertes dolores abdominales. Mientras era atendida, la policía irrumpió en el lugar y se la llevó detenida, acusándola de haberse practicado un aborto (en un baño ubicado en un ala lejana del nosocomio se encontró un feto desechado). Luego de permanecer dos años en prisión y con una defensora pública que no hizo ni un mínimo esfuerzo por denunciar la acumulación de errores (horrores) procesales, fue condenada tras un juicio oral a 8 años por homicidio agravado por el vínculo.
Esa síntesis es la misma que hacen Fonzi y su coguionista (y coprotagonista) Laura Paredes en el prólogo de Belén, para luego concentrarse en los esfuerzos de la abogada Soledad Deza (la propia Fonzi) y su entusiasta y variopinto equipo de colaboradoras por desmontar las mentiras e inacciones de la Justicia y concientizar a una sociedad conservadora como la tucumana (el caso Belén es reconocido además como uno de los que más influyeron en la explosión de la Marea Verde, cuya capacidad de movilización y lobby fue fundamental para la posterior aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo). El largo, intrincado proceso -no exento de ocultamientos, presiones, amenazas y violencia explícita- hasta llegar a la apelación ante la Corte Suprema provincial será el corazón de un relato que combina thriller judicial, drama carcelario, conflictos familiares y cine militante con algunos bienvenidos toques de humor incluso dentro de lo trágico del tema principal.
Con una estructura que en varios aspectos remite a la de Argentina, 1985 (véase análisis por separado), Belén se sostiene sobre todo por la intensidad de las actuaciones y una llamativa sobriedad, al menos hasta la media hora final en la que -casi de forma inevitable para este tipo de propuestas- surgirán desde la epopeya solidaria de las movilizaciones masivas llenas de consignas hasta los alegatos finales contra los desmanejos de la Justicia, la hipocresía de los medios y la violencia institucional, pasando por un cierre en el que se escucha la inmensa voz de Mercedes Sosa entonando Cuando tenga la tierra y se ven imágenes de archivo de la propia Deza (a esta altura un lugar común dentro de las biopics).
Pero, más allá de ciertos clichés del género, lo que más “ruido” me hizo es el desnivel dramático entre la Deza de Fonzi y la Belén de Camila Plaate. Mientras la abogada recorre el camino del héroe (o, mejor, de la heroína), casi como si fuera una épica propia del Hollywood clásico, con muchos minutos en pantalla dedicados al apoyo de su familia (Sergio Prina es su marido y tienen dos hijos) y a su tarea profesional, poco y nada sabremos de Belén (las apariciones de su madre y de sus otros familiares son absolutamente tangenciales). El trabajo de Plaate está muy bien, pero su personaje, su contexto social, su pasado y sus experiencias carcelarias también hubieran merecido el mismo desarrollo y profundidad con que está retratado el noble y valiente trayecto recorrido por Deza.
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