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BAFICI 2025

Críticas de la retrospectiva de Jacques Rozier - #BAFICI2025

En este espacio se irán reseñando distintas películas que integran la retrospectiva dedicada a este director, uno de "los secretos mejor guardados" del cine francés, fallecido en 2023, a los 96 años.

Publicada el 03/04/2025

Jacques Rozier murió en junio de 2023, a los 96 años, siendo un desconocido para la gran mayoría y objeto de veneración por parte de la crítica y la cinefilia más radical. Junto a Jean Eustache, quien fue reivindicado tiempo antes, Rozier quedó como uno de los cineastas “malditos” surgidos en tiempos de la Nouvelle Vague. Recién en septiembre del año pasado se reestrenaron en salas francesas con copias restauradas cuatro de sus largometrajes, Adieu Philippine (1962), su obra más emblemática rodada en 1960 y estrenada en Cannes dos años después; Du côté d’Orouët (1971); Les Naufragés de l'île de la Tortue (1976), con Pierre Richard; y Maine Ocean (1986).

Estas cuatro películas y Fifi Martingale (2001), que casi no se vio en salas después de su estreno en la Mostra de Venecia, se presentan en el BAFICI junto a cortos como Blue Jeans (1958), la historia de dos jóvenes de juerga y "de levante" en Cannes que constituye una pieza insoslayable en la historia de la Nouvelle Vague con sus travellings por la Croisette y la rue d'Antibes; y Le Parti des choses: Bardot et Godard y Paparazzi (ambos de 1964), dos trabajos que Rozier hizo a partir de la figura de Brigitte Bardot y el rodaje de El desprecio / Le Mepris, de Godard.

Cineasta muy influyente en las carreras de, por ejemplo, Justine Triet, Claire Denis o Antonin Peretjatko (protagonista de otros de los valiosos focos de esta edición del BAFICI), Rozier tuvo una producción muy limitada: no solo Fifi Martingale casi no tuvo distribución sino que en 2007 dejó un largometraje inconcluso como Le Perroquet parisien. Celebrado y de alguna manera apadrinado por Jean-Luc Godard, Rozier comenzó con un cine libre, lúdico, juvenil y veraniego con algo del Eric Rohmer más descontracturado, pero luego fue mutando hacia obras más melancólicas, oscuras, pesimistas y angustiantes. Lo concreto es que el BAFICI permite la oportunidad única de (re)descubrir buena parte de su filmografía en impecables copias restauradas.


Jacques Rozier: D'une vague à l'autre (Emmanuel Barnault. Francia, 2024, 60'). ★★★½

Este documental de apenas una hora estrenado en Cannes 2024 constituye una muy buena síntesis y da algunas claves para luego lanzarse a ver las películas de la retrospectiva de Rozier. A partir de entrevistas al propio director (quien hace gala de un humor irónico e irreverente) y aportes de, por ejemplo, un tal François Truffaut (ofrece una clase maestra sobre el cine de Rozier a partir de un analisis de Du côté d'Orouët y su obsesión por evitar las elipsis y "contarlo todo en pantalla"), accedemos a la admiración temprana que le profesó Jean-Luc Godard (escribió maravillas sobre Blue Jeans), quien luego se transformó en su amigo y lo ayudó a producir varios proyectos; a su amor por el musical, a sus múltiples y no menos audaces trabajos para la televisión; por qué Adieu Philippine está considerada como la pieza más emblemática, más canónica, que mejor sintonizó el espíritu de la Nouvelle Vague, incluso más que Sin aliento o Los 400 golpes; y por qué tuvo tantos proyectos inconclusos o fracasos con estrellas como Pierre Richard (Les Naufragés de l'île de la Tortue ). Y cada vez que uno ve un ensayo cinéfilo francés no puede sentir más que envidia por la cantidad y calidad del material de archivo que se conserva. 


Adieu Philippine (Jacques Rozier. Francia, 1962, 111'). ★★★★½

Michel (Jean-Claude Aimini), un joven técnico de televisión no demasiado responsable, está a punto de ser convocado al servicio militar. En el set de una grabación coquetea con dos atractivas jóvenes (Yveline Céry y Stefania Sabatini), con quienes terminará yéndose de vacaciones a la isla de Córcega. No hay demasiada trama en su ópera prima (aunque se advierten las tensiones entre los universos de la TV y del cine), pero cada escena es más luminosa, lúdica y disfrutable que la anterior.

Rozier parece ir escribiendo en cada plano el manual de la Nouvelle Vague (actores no profesionales, la apropiación de locaciones reales, luz natural, diálogos con mucho espacio para la improvisación en busca del máximo realismo), pero sobre todo nos regala un film juvenil, veraniego, mutante, que fluye entre canciones, bailes y bromas con ligereza y encanto, que completa los bosquejos de su corto Blue Jeans y que de alguna anticipa parte del cine de Eric Rohmer.


Les Naufragés de l'île de la Tortue (Jacques Rozier. Francia, 1976, 140’). ★★★½

Turismo aventura llevado al extremo. Ese es el plan comercial que tiene y ejecuta Jean-Arthur Bonaventure (Pierre Richard), empleado de una agencia de viajes que termina llevando a un grupo de parisinos a una isla tropical supuestamente desierta con el objetivo de sobrevivir sin más recursos que los que ofrece la naturaleza. La épica pronto se convierte en un suplicio para estos burgueses urbanos y este remedo de Robinson Crusoe deriva en un naufragio de otro tipo. Una comedia desencantada, incómoda, agridulce, deforme y mutante (como todas las de Rozier), con grandes ideas y momentos muy inspirados, pero también algo derivativa, deshilachada y hasta un poco fallida. El film un fracaso comercial porque el público no se tragó a Richard -una estrella de la época- en un papel no demasiado empático ni gracioso como este.


Maine Océan (Jacques Rozier. Francia, 1986, 130’). ★★★★✩

Dos patéticos guardas de la empresa pública de ferrocarriles, una bailarina brasileña que no habla una palabra de francés, una abogada, un marinero demasiado temperamental. Un tren que marcha desde París hacia la zona costera, un juicio, unos bares con pescadores que beben y juegan a las cartas, varias escenas con música y baile. Con ese cóctel en apariencia ridículo e incompatible Rozier construye una comedia de enredos tan querible como encantadora donde hasta las escenas de peleas y a los gritos resultan simpáticas. Aunque el tono y el estilo son muy distintos, esta reivindicación de los placeres mundanos de la clase trabajadora con una mirada entre absurda y humanista me hizo recordar al cine del gran Aki Kaurismäki. Un disfrute y -como toda la retrospectiva- con una copia espectacular.



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