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Leonardo Favio: “Le tengo miedo a la desmemoria y a la provocación”

Esta entrevista fue publicada originalmente en el semanario La Maga del 26 de agosto de 1992.

Publicada el 28/12/2022



La recuperación y publicación de este reportaje forma parte de una instancia inicial del proyecto Grandes cineastas: 50 entrevistas, realizado con el apoyo del FONDO NACIONAL DE LAS ARTES (Beca Creación - Desarrollo de Proyectos 2022).



Por Diego Batlle y Jorge Belaunzarán

Leonardo Favio comenzó su carrera como actor y con sólo 18 años escribió el guion de Crónica de un niño solo, que recién pudo estrenar cuando cumplío 26. Tras el fracaso comercial de sus tres primeros films, se lanzó como cantante. Su vuelta al cine fue en 1973 con Juan Moreira. Esta película y Nazareno Cruz y el lobo (1975) se convirtieron en dos de las obras nacionales más exitosas de la historia. Tras 15 años sin filmar, prepara para mayo de 1993 el estreno de Gatica, el Mono. En estre reportaje el realizador de El dependiente habla, entre otras cosas, de su nuevo trabajo, el cine peronista, el poder de los medios, la cultura menemista, Raúl Alfonsín, la corrupción, su relación con María Julia Alsogaray y su pasado militante.



-¿Se puede hablar de un cine peronista?

-No sé si hay un cine premeditadamente peronista. Si existe, creo que no es útil. Para mí el peronismo es un acto de amor, es una mística. Es un hecho sabio y probado entre 1945 y 1952. Los resultados están a la vista. Es una actitud frente a la vida y el ser humano. Muchos tocan de oído con respecto al peronismo, especialmente los intelectuales del peronismo (como el Chacho Álvarez y los de la revista Unidos), que creen hablar del peronismo y no tienen la más remota idea de lo que es. Yo no hago un cine peronista, soy un peronista que hace cine. Estoy orgulloso del Dios que elegí y de mis orígenes. La expresión de mi cine es peronista, pero no porque me lo proponga sino porque nace de mis vísceras. Parto de la ternura para hacer cine, incluso de la ternura hacia el malo. Yo veo al ser humano frágil, capaz de bajar a las mayores barbaridades y de llegar a lo más bello por su fragilidad. Rara vez mis películas se van a escapar de un cine que no exprese un sentimiento peronista.


-Si su cine no es peronista, ¿cómo lo calificaría?

-Hago un cine nacional porque sería incapaz de narrar algo que no conozco. Mi cine tiene que ser narrado en Buenos Aires, si es posible sobre determinada gente del interior. No podría filmar en Córdoba, ni sobre cordobeses, porque su entonación, su picaresca, sus tiempos, son distintos a los míos. Me gusta lo nacional a partir de la cosa barrial; creo en la teología del barrio, en todo aquello que crea la gente. Todo esto es lo que motoriza mi cine.


-¿Qué piensa del cine de otros realizadores peronistas?

-Hay un cine militante, que es otra cosa. Yo lo respeto pero no lo sé hacer, no lo siento. No podría hacer un cine didáctico sobre la historia del peronismo en la Argentina. Me sentiría coartado, limitado. Prefiero hablar del peronismo, pero no filmar sobre él.


-A partir de esa concepción, ¿cómo se entiende Gatica?

-Gatica no se propone ser un cine peronista; no es una película premeditadamente peronista. Está enmarcada por el primer peronismo. Gatica es un producto de esa época, un hecho que no podría habrer surgido en otro ámbito. Gatica hoy no podría existir, con Lanusse no podría haber existido, porque él nace a la popularidad cuando las masas pasan a tener un rol protagónico, cuando los que tienen el poder lo dialogan con las masas; una comunicación entre el poder y el pueblo, que es perfecta y armoniosa. Gatica es la apretada síntesis de nuestro pueblo. Él emerge a la bullanguería, a la alegría, a sentirse acolchonado en una gloria que después sería efímera. Entonces está en todo su esplendor, en el amor, en su locura, en sus mentiras infantiles, en lo que en definitiva es nuestra gente. Hasta que cae. Y cuando cae, emerge nuevamente de esa muerte a través de la memoria popular, que es lo que nosotros rescatamos. Es lo que aún nos queda del peronismo. Es la historia de nuestro país.


-Parece un sueño, no algo real...

-En mi pueblo había siete sastrerías y no daban abasto. El obrero se hacía la ropa a medida. No era magia. El cabecita siempre se vestía de azul y de vez en cuando usaba un traje gris. Daba la vuelta al perro en la plaza y vos veías que los sábados y domingos eran una fiesta. Salía con sus novias y sus trajes. Veías los bares alrededor de la plaza con las botellas de cerveza en las mesas, porque el orgullo del trabajador era que no le retiraran las botellas vacías. Entonces estaban las mesas llenas de botellas de cerveza. Era una etapa en la que fuimos felices. 


-¿Cómo fue el final de Gatica?

-Es como cuando en el '76 cayó el gobierno constitucional. Hasta ese momento yo era Gardel, Lepera, (Robert) Bresson, (Federico) Fellini y (Michelangelo) Antonioni juntos. Veníamos de Juan Moreira, que había batido todos los récords de recaudación de la Argentina, de Nazareno Cruz y el lobo (3.470.000 espectadores). Pero de golpe cae el gobierno de Isabel y, de las letras catástrofe que anunciaban las películas de Leonardo Favio, pasé a un minúsculo cuadradito que decía: "Hoy se estrena un filme protagonizado por Carlos Monzón y Gian Franco Pagliaro", porque estaba prohibido nombrarme. Cuando cae el gobierno de Perón, que Hugo del Carril va preso, Enrique Muiño va preso y torturado, empezaron a decir que Gatica no estaba en condiciones físicas ni psíquicas para seguir boxeando y que era vergonzoso lo que estaba haciendo en el interior. En realidad estaba boxeando y ganando todas las peleas por nocaut. Llega a Buenos Aires, le dedica su última pelea a Perón, que estaba en Panamá, lo llevan preso y le quitan la licencia de boxeador. Tiene que continuar haciendo exhibiciones en las que le cambiaban el rival cada tres rounds. Todo eso lo hundió en el alcoholismo y después le prohibieron hasta hacer exhibiciones. Termina enfrentando a Karadagian, que le quiebra una pierna, se saca el yeso y termina rengo. No obstante, no vas a encontrar ni una foto en la que Gatica no esté riendo. No lo quebraron nunca, no lo doblaron nunca. En la carta que le responde a Perón -a través de un amigo porque él era analfabeto y que no lo pongo en la película porque iba a sonar a ficción-, le dice que no necesitaba absolutamente nada, que estaba muy contento trabajando en el restaurante El Abrojito, que le manda muchos saludos y que lo único que quería, como el resto de los argentinos, era que él volviera para poder entrenar nuevamente y ser feliz. Representa la resistencia de nuestra gente a la humillación y la persecución que sufrió.


-¿Cómo vivió los primeros años de clandestinidad del peronismo?

-Después de los dos primeros gobiernos esa fue la etapa más bonita del peronismo. Fueron los años en que andábamos en las catacumbas. Nos reuníamos, teníamos capacidad para soñar. Te diría que uno de los momentos más plenos de mi vida fue desde el '76 hasta el '80, cuando tenía que entrar en el país por Chile. Iba a Mendoza, me juntaba con algunos compañeros. No estábamos en la politiquería ladrona ni en la rapiña. Siempre somos más peronistas y estamos más en el vuelo cuando nos persiguen que cuando somos gobierno.


-¿Hay otro exponente paradigmático del peronismo además de Gatica?

-No sé. Lo que sucede es que Gatica representa el sentimiento de la gente humilde que, sin intelectualidades, hace lo que le dicta el corazón. El que sabe por intuición dónde le duele más a la oligarquía: el burlarse de sus ostentaciones. ¿Qué podía tener Gatica? ¿Diez pares de guantes más? Pero como alguien una vez le dijo: "¿Che, yo con esta nariz podría ser boxeador?". Y le respondió: "La nariz la tenés, pero te hacen falta mis huevos y mi cabeza". Siempre tenía este tipo de respuestas. Gatica es un brochazo de lo que fue el sentimiento peronista, de la alegría, el vértigo, la inconciencia y la poca sagacidad para no prever lo que se venía. Eso es lo que muestro en Gatica. Que los enemigos no piensan, maquinan. Yo no estamos atentos a eso.


-¿Quiénes son los enemigos?

-Cuando veo a los medios obstinados en una crítica, en muchos aspectos bien hecha y en otros simplemente pagada, sin pensar en lo que puede llegar a acontecer, a mí me duele. Porque no hay sagacidad ni astucia.


-¿Qué es lo que puede llegar a acontecer?

-El otro día vino a la oficina un viejo compañero y empezó a recordar las viejas épocas. Me quedé pensando y mientras dormía tuve pesadillas acerca de la represión. No era una represión violenta en la que te cagaban a culatazos. Era un Buenos Aires totalmente silencioso con muchos camiones en las esquinas a los que la gente subía como ganado. Fue una sensación horrible. Le tengo miedo a la desmemoria, a la provocación, al llamado a la irreverencia, al rechazo compulsivo sin análisis de muchos hechos. Un ejemplo es la llamada corrupción. Corrupción siempre hubo: sin ir más lejos la que tuvimos con Alfonsín. Ellos prácticamente inventaron la corrupción y los negociados. Sin embargo, los silenciaron, salvo el caso de los famosos pollos. El árbol no dejaba ver el bosque porque el negociado no estaba en los pollos sino en tenerlos en el frigorífico, pero los boludos no lo vieron.



-¿Y qué pasa en este Gobierno?

-Si yo soy presidente y tengo a mi hermano como secretario y a mi tío como ministro y van en cana los dos; en vez de que la revelación del hecho delictivo juegue a mi favor, resulta que el corrupto soy yo, cuando en realidad los estoy poniendo en manos de la Justicia. Incluso hay silencios tendenciosos. A mí se me otorgó un préstamo -no un regalo- del Instituto por 420.000 dólares para una película que costó 1.500.000 dólares y demandó cuatro años y medio entre preproducción y realización. A una película normal que, como mucho, insume diez semanas de rodaje y a los tres meses la están exhibiendo, le dan 300.000 o 350.000 dólares. O sea que no fue ninguna locura lo que me dieron. Sin embargo, un diario (N. de la R.: se refiere a Clarín) saca "a Leonardo Favio le dieron... y un gran signo de interrogación", como diciendo que me dieron 20 palos verdes. Todo es desmañado, mal intencionado. Se imita a supuestos comunicadores sociales que son siniestros. Es una competencia por ver quién es más siniestro y son todos especuladores, ladrones.


-¿No se está poniendo la camiseta del peronismo?

-No. Siento un gran cariño por Alfonsín y te quiero aclarar que todo mi cine lo hice con los radicales. Pero lo que ocurre es que todo está podrido. Por parte de los gobiernos no hay talento suficiente para una respuesta inteligente. Del otro lado está la lucha de los medios (porque tampoco el culpable es el periodismo) por el poder y te hacen mierda por intereses que no tienen nada que ver con el bien de la comunidad. La sociedad es la que se come el garrón y se deja inducir. Porque estaba equivocado el general Perón cuando decía que los pueblos nunca se equivocan. Los pueblos inducidos al error se equivocan. Tenés la televisión, los diarios, las revistas, las radios, que son una máquina que está descomunicando y confundiendo. Te garantizo que está todo podrido y no hablo como un viejo boludo. En todos los estamentos está todo podrido. Te pongo un ejemplo de la ética, la moral que está manejando en estos momentos: yo voy a ir a la Asociación Argentina de Actores para que se haga un estudio profundo sobre las escuelas de teatro que hay en el país. Porque cualquier hijo de puta tiene una escuela y juega con los sueños de los jóvenes. Sé perfectamente que está lleno de tipos que lo primero que dicen es: "Desnúdense porque tienen que hacer escenas de amor para liberarse de no sé qué pelotudez" o para "expresar" el "yo interno" tienen que cagarse a puteadas. Son viejos pajeros que juegan con los sentimientos. 


-¿Y en el cine también hay corrupción?

-Las famosas universidades de cine cobran 350 dólares por mes, pero no luchan para que se establezca el impuesto al video que permita un respiro al cine. Porque así estamos condenados a muerte. Algunos dirán que Favio dice que todo tiempo pasado fue mejor. Yo te puedo asegurar que fue mejor. Nos reuníamos para hablar de poesía, de teatro, para discutir películas. ¿Qué carajo está pasando ahora?


-¿Los gobiernos de entonces promovían esos encuentros culturales?

-Pienso que sí, pero también brotaban espontáneamente. Creo que tiene que haber una orientación, un apoyo por parte del Gobierno, porque son nuestros mayores. Te guste o no te guste el término, son nuestros mayores. Por eso tienen la obligación de acolchonar la cultura. Porque te presentan el liberalismo como la panacea de la misma forma en que antes te presentaban al comunismo. Cuando yo decía "el comunismo es una mierda", porque estuve en la Unión Soviética y leí sobre el tema, me decían "turco fascista hijo de puta". Pasaron los años y ahí está la muestra.


-¿Por qué ya no se producen ese tipo de encuentros entre los jóvenes?

-Es la televisión que nos está matando, no está incomunicando, nos está creando un nuevo estilo de lenguaje. Tiene que haber un mínimo grado de control de los medios de comunicación, aunque te parezca fuerte lo que digo.


-¿Cómo sería ese control?

-No puede ser que todo pierda el misterio, el encanto. Todo el día están con que "te toco el culo, te arranco la teta". Yo no creo que uno haya luchado por la libertad para que otro me mande a la "reputa que me parió" por televisión. Está bien, como dice (Enrique) Pinti, que uno putee en la intimidad cuando te quemás con una plancha pero los medios de comunicación son para darte crecimiento. No es cierto que a mayor cantidad de vulgaridad, mayor acercamiento con la gente. Me encantan Pinti y (Antonio) Gasalla, me parecen tipos brillantes, pero cuando esa herramienta se le escapa a Pinti y la toma un tipo elemental, es peligrosa. La verdad es que Dios nos hizo para algo más bonito que para andar diciendo todo el tiempo "teta, culo, goma". No sé, quizás esté muy equivocado, muy viejo o muy boludo, pero creo que existe el pudor, la coquetería, todas esas cosas que hacen que el amor tenga mayor encanto. Yo no te digo mandar un ramo de flores, plagiarle un poema a Neruda y decir que es mío -cosas que también son lindas-, pero...


-¿Cómo evalúa la política cultural del menemismo?

-Yo diría que es menos bullanguera, pero se están haciendo cosas muy importantes, en forma casi silenciosa, porque la gente que debería manejar la información tiene muy poca habilidad. Pero se producen hechos culturales. Lo que pasa es que no hay una defensa a ultranza de eso que logró Guido Parisier (agregado actual: por entonces director del INCA, hoy INCAA) y los mismos intelectuales nos retraemos y no apoyamos.


-Sin embargo, hace pocos días hubo un importante acto en apoyo al impuesto...

-Pero no con la fuerza que debería tener. A Parisier lo hemos dejado solo. Y para desacreditarlo dicen que tiene cuatro botellas de contrabando. Siempre fue un hombre de gran fortuna. Yo conocí al papá, gente que siempre estuvo metida en el espectáculo de una u otra manera. Unos judíos divinos. Este tipo pone nada más que amor y huevos en esta tarea que está haciendo y le están cagando hasta la familia. Él sigue empeñado en esta lucha, pero no le damos el apoyo que necesita porque luchar contra los medios es jodidísimo.. ¿Cómo te metés contra los canales de televiisón? Yo tengo miedo, después no me van a sacar nada de Gatica, me van a olvidar o me van a oscurecer. El impuesto era muy importante porque de cuatro miserables millones de dólres que está teniendo el Instituto por año, iba a pasar a percibir 26. Es un hecho revolucionario.


-¿Y qué piensa sobre la política cultural en general?

-Yo creo que se están provocando cosas. Los teatros están a full. Ahora el hecho cultural concreto lo tiene que provocar uno. Yo no puedo, a través de una ordenanza, hacer que la gente escriba un poema. Yo, desde el Gobierno, puedo apoyar al cine, organizar el Teatro Colón, nada más.


La nota original en La Maga.


-En un reportaje concedido a la revista Somos usted afirmó que "su amiga" María Julia Alsogaray lo llamó después de la tragedia de Ezeiza. Usted está referenciado como un personaje del campo popular, mientras que ella actualmente es una de las funcionarias más cuestionadas el Gobierno. ¿Cómo se entiende esa relación?

-Es muy simple. A María Julia la conozco desde hace muchos años. Antes de iniciar Juan Moreira, Pepe Parada estaba buscando productores por ese lado. No se incorporó ese sector, pero quedó una amistad. Me encantó visitar a los Alsogaray, porque son una familia de gran calidez. No soy enemigo ni combato a las personas sino a lo que esas personas representan. Nunca podría comulgar con su forma de ver la vida, la gente y el país. Sin embargo, como seres humanos, Álvaro, la madre, los hermanos y ella son encantadores y reconocer la parte buena de la gente que está en la verdad totalmente de enfrente, sino del medio, también es ser grande. De ahí nace una gran amistad con Julita. Cuando ocurre lo de Ezeiza ella me llama para saber qué había pasado. Me dice: "Primero te envidié, me hubiera gustado participar de esa alegría, pero quiero que sepas que nos ha dolido mucho la situación y lo que ocurrió". El hecho de que María Julia haya sido incorporada al Gobierno se explica con que Perón siempre convocó a la gente que técnicamente está capacitada para determinado rol. Que muchos no le correspondieran o lo traicionaran es otra cosa. Eso es lo que no le dicen a la juventud. La política la dictamina el Presidente y lo importante es el objetivo final. Mi compromiso de cristiano y peronista es con la comunidad. Y como soy muy místico creo en los milagros. Si San Pablo, que mataba a los cristianos, construyó el cristianismo, tengo que creer que una persona que hasta ayer pensaba de una determinada forma, hoy quiere pensar de otra para quedar en la memoria de la gente.


-Pero es una funcionaria que tiene abiertas varias causas judiciales por, entre otras cosas, presunta malversación de fondos públicos.

-Son presuntas. A mí también me abrieron causas judiciales. Esperemos que dejen de ser presuntas y se confirmen o se desechen.


-Por momentos habla como un político. ¿Tiene algún proyecto concreto en ese terreno? 

-No. Me di cuenta de que no hay que confundir popularidad con cualidad. Yo no tengo capacidad política. Lo mío es la canción, el cine y punto. Puedo opinar y votar, como cualquiera, pero hasta ahí llegó mi amor. Me sentás en la Cámara de Diputados y yo puedo hacer tantas cagadas que me echan a los cinco minutos. Cada uno sirve para lo que sirve. Y también tengo que ser muy meticuloso y muy medido en lo que diga, porque soy un asiduo concurrente a la pelotudez. No vayas a creer que no he hecho muchas boludeces en mi vida. Yo sé quién soy y por eso tengo que tener cuidado, porque puedo sembrar la confusión. De economía lo único que sé es que tiene que haber un reparto de la cosa y para que esto suceda tiene que haber algo que repartir. Yo no creo que Carlos (Menem) se levante todas las mañanas y mientras hace gimnasia piense: "Cómo voy a cagar a la gente, cómo voy a cagar a la gente. Ya sé, los voy a cagar por este lado". No creo. Pero tampoco tenemos que olvidarnos que hace tres años estábamos con las escopetas para que no vinieran a chorear el mercadito. Hoy en día, mal que mal, podés programar tus cosas con tu platita. Estas cagado de hambre, no hay fábricas, la salud está como el culo, los maestros también, pero estamos así desde hace muchos años.


-En los medios apareció publicado que usted se agarró a puñetazos con Fernando "Pino" Solanas. ¿Cuál fue el motivo?

-No he tenido ninguna pelea con Solanas. No sé de dónde nace eso, ni cuál es el motivo. Tuve una simple discusión con él. No tengo tiempo, ni físico, ni interés intelectual ni edad como para tener peleas acaloradas. Fue una discusión circunstancial como la que puedo tener con cualquiera.


-¿No será porque tomaron caminos políticos distintos?

-Pero ese es un problema de él. Yo quiero ser rey de Londres, pero tengo una serie de inconvenientes con el papeleo. Cada uno tiene derecho a aspirar a lo que quiera. Yo no tengo el "peronómetro". Si viene alguien y me dice: "Yo soy del Partido Comunista", está bien, me parece que está un poco desactualizado. Bárbaro, tomemos unos mates. Yo ya no discuto, escucho.


-¿Por qué esa actitud tan pasiva?

-Los hechos de la cultura pasaron a ser de gente meramente soñadora, de místicos, de gente aferrada a los maderos. Por eso cada vez me conmueve más la gente que se maneja en ese ámbito, especialmente cuando enfrento rostros que conocí jóvenes y frescos y ya no lo son. Ellos, a pesar de todo, persisten y creen. Yo, en cambio, pienso: "Ya me hubiera suicidado hace rato". Cuando ves gente joven no te sorpende porque el joven siempre tuvo alma de marinero, pero cuando ves gente que aparentemente había quedado en el camino organizando actos culturales, me pregunto: "¿No seré yo el que perdió el navío y son ellos los que están en la realidad?".


-¿Pero no tiene la remota esperanza de que esos días de alegría que atribuye al primer peronismo reaparezcan?

-No es una esperanza remota. Sé que van a volver a existir porque la vida va para adelante. Yo me cuido, tomo agua, no tomo alcohol, no fumo, pero la lucha contra la naturaleza es al pedo. Voy para adelante, que en este caso es ir para atrás. Antes era ético y normal tener un esclavo. Eras un buen tipo si no le pegabas en la cara. Nadie se avergonzaba. Llegará un momento en el que no ser solidario será insólito y absurdo. Va a pasar esta etapa y va a comenzar otra. Como en Europa, donde todos están guarnecidos. Lo que siempre va a quedar es la duda del hombre sobre lo que uno es y sobre la pretensión de Dios. Por eso es que se suicidan los suecos. Ellos envidian nuestra inseguridad. Porque no se pueden dar el lujo, ni siquiera, de ser vagos. Sos vago y te pagan un sueldo; entonces te cagaron.


Aclaración: las fotos de la nota original no están disponibles en buena calidad por lo que fueron reemplazadas por otras con el objetivo de acompañar el texto, que sí se transcribió en su totalidad.


Otros textos de esta serie de entrevistas:

Adolfo Aristarain con Federico Luppi en 1997

Jean-Luc Godard en 2001

Hou Hsiao-hsien en 2001

Steven Spielberg en 2016

David Cronenberg en 2014

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