Columnistas
Nuestro cine por hacer
Por Pablo Chernov, productor y docente
Algunas ideas sobre cómo (re)pensar las películas en estos tiempos de ataques constantes y con un INCAA intervenido y prácticamente inactivo.
Una parte de mí -pequeña, pero ruidosa-, piensa que hay que desensillar hasta que aclare, esperar que el presente se diluya dejando un sedimento amargo. Y, a partir de ese momento, regresar a la actividad audiovisual, a producir cine. Pero no me lo termino de creer.
Nuestro sector viene dando una batalla en distintos frentes: la calle, el Congreso, los festivales, en charlas, aulas y en la propia realización de las cada vez más escasas películas nacionales. Es difícil enfrentar a un enemigo nuevo. O, más que nuevo, enmascarado en el fetiche de lo nuevo. Porque, si algo caracteriza a los esquemas neoliberales es que no se les cae una idea.
Me interpela de forma cotidiana la incógnita sobre cómo hacer películas hoy en Argentina. Se lo pregunta esa otra parte de mí, la que piensa que sí debemos avanzar de alguna manera con nuestra actividad.
Si el sector que gobierna actualmente el país opera sin un velo protector; es decir, sin vergüenza, sin reprimir lo que verdaderamente piensa -pero sí reprimiendo violentamente a los que resisten sus propuestas-, me pregunto qué debería hacer el cine para contrarrestar dicha táctica. En otras palabras, cómo combatir desde lo propio cuando el otro cambia las reglas del juego: habría que desarrollar una contrainteligencia cinematográfica.
Hoy tenemos un INCAA intervenido, proscripto. Un organismo que solo es funcional al poder vigente, completamente desnaturalizado, que no tiene nada que aportar al sector cinematográfico, a su verdadera razón de ser. La preclasificación de proyectos está clausurada desde hace casi un año, mientras que la única propuesta son algunos concursos abiertos cuando finalizaba 2024. Se trata de convocatorias más bien patéticas, mal organizadas, económicamente insuficientes, con jurados que además deben trabajar ad honorem, una suma de elementos que se sienten como un castigo.
Las autoridades deben creer que tener al INCAA con respirador artificial equivale a desactivar al cine nacional (y no están muy lejos de acertar), pero bien sabemos que el Instituto, en la práctica, es un mecanismo de financiación y regulación de la actividad cinematográfica, no el cine propiamente dicho.
Desde ese otro lado llegan mensajes que buscan desalentar, bombardear nuestra confianza: el cine es para unos pocos; a ser producido solo por grandes empresas (muchas de ellas extranjeras); es mejor dedicarse a otra cosa; las películas deben ser exitosas económicamente. Entonces, nuestro juego debería responder a estos ataques, cerrar esas bocas estrenando película tras película. Con logros y fracasos, pero principalmente con amor y furia, porque de eso también está hecho el cine.
Seguramente las películas que hagamos en los próximos tiempos serán más pequeñas, ajustadas. Hay que decirlo: hace años que esto es así, vivimos una pauperización sostenida. Nos adaptaremos, saldremos del lugar de la víctima para tomar posiciones más activas. Será más difícil vivir del cine (nunca fue fácil), se harán más películas en colaboración donde varias personas aporten dinero, recursos o know how, algunos técnicos que trabajen con plataformas podrán darse el “lujo” de participar en una película argentina. Muchas personas, también, se dedicarán a otra cosa. Pero todo esto pasará.
En lo personal, siempre tuve dos o tres proyectos conviviendo en diferentes etapas: desarrollo, producción o lanzamiento, una dinámica que sostuve durante años, pero ahora debo luchar por producir algo pequeño, modesto. Películas como llamas débiles, esas que apenas alumbran en una noche ventosa.
Pero hace poco me excité con una idea, con un proyecto nuevo. Todavía no sé bien cómo hacerlo, seguramente no gane dinero y me llevará un par de años. Pero esa idea -es solo una idea- me da alegría. Porque puede ser una película como yo entiendo a las películas: un proyecto donde se pone en juego algo propio. Ahora, el desafío es pensar qué película haremos, cómo será este proyecto en particular, quienes serán los personajes y las locaciones que habitarán.
Primero la idea, después la jugada, decía un gran ajedrecista. Recién ahí saldremos a buscar la financiación como hicimos siempre: fondos de ayuda nacionales e internacionales, mercados, socios fuera y dentro del país. Todo menos presentar el proyecto ante el INCAA. Es una realidad difícil y triste de asimilar, cuando tu propio Estado te expulsa.
Nuestro próximo gran desafío -más complejo y colectivo-, será cómo conectar la voluntad y el deseo de hacer una película con la recuperación de nuestra industria que hace tiempo viene siendo diezmada.
Si las películas deben hacerse en una economía de guerra, así será. Lo importante es encontrar una idea que nos entusiasme lo suficiente como para romper el letargo en el que nos quieren sumergir. En una coyuntura tan oscura cualquier destello es un fogonazo.
COMENTARIOS
-
SIN COMENTARIOS
DEJÁ TU COMENTARIO



COLUMNISTAS ANTERIORES
Por Julio Raffo
Nuevo aporte de nuestro columnista experto en legislación cinematográfica.
Diego Batlle y Manu Yáñez analizan la película ganadora de la Palma de Oro y una de las favoritas de la temporada de premios en la cobertura hecha desde el Festival de Cannes 2024.
-Diego Batlle y Manu Yáñez analizan la más reciente película de la talentosa directora italiana de Corpo celeste (2011), Las maravillas (2014) y Lazzaro felice (2018).
-La quimera (La chimera) se estrena en los cines argentinos en Enero 2025.
Diego Batlle analiza en nuestro canal de YouTube el nuevo film del director de Llámame por tu nombre y Desafiantes.