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Crítica de “Ficción privada”, de Andrés Di Tella (Sección Zabaltegi Tabakalera) - #67SSIFF
El director de Prohibido, Montoneros, La TV y yo, Fotografías y 327 cuadernos continúa indagando en la historia de su propia familia que es, también, un recorrido por parte esencial de la historia del siglo XX.
Andrés Di Tella ha mechado en distintos momentos de su amplia y diversa filmografía varios diarios audiovisuales en los que aborda cuestiones de índole autobiográfica. Tras La TV y yo o Fotografías, construye en Ficción privada la que probablemente sea la más personal, visceral y confesional de su carrera. Luego de la muerte de Torcuato, hace poco más de tres años, sintió que era tiempo de reconstruir parte de la historia de su padre y, más precisamente, la relación con su madre Kamala, una mujer muy especial nacida en la India.
En menos de 80 minutos, Di Tella arma un documental con múltiples ramificaciones, alcances, connotaciones y búsquedas que van hacia el pasado, pero también hacia el futuro (en la primera parte aparece compartiendo la investigación con su hija Lola) y que apela por momentos a elementos más propios de la ficción, ya que son dos actores (Denise Groesman y Julián Larquier) quienes leen (sienten) las cartas que durante más de tres décadas se enviavan Torcuato y Kamala, mientas que completa el panorama un maestro del director como Edgardo Cozarinsky, quien conoció a los padres de Andrés y se integra también a las lecturas y las reflexiones.
Ficción privada es un rompecabezas fílmico, un patchwork estilístico que combina correspondencia privada, viajes actuales (el ejercicio de volver hoy a lugares que fueron emblemáticos para los distintos integrantes de la familia en distintas etapas), imágenes fijas y en movimiento recuperadas de los archivos, fragmentos de otras películas en las que padre e hijo tuvieron encuentros en cámara. Y no sólo eso: el director apela en el comienzo de la película a fotos de otras familias que fueron descartadas y que él recupera como forma de imaginar decenas de historias de vida posibles, darle sentido a imágenes anónimas, desgastadas por el tiempo y el olvido.
De lo íntimo a lo universal, de las historias mínimas de sus seres queridos a una mirada más abarcativa sobre el siglo XX: un kibutz en Israel en 1952, un recorrido por Madras en la India, un regreso a Hampstead en Londres. Viajes. Trenes. Las utopías socialistas. La intelectualidad como forma de enfrentar los mandatos familiares ligados a cuestiones empresariales. De todo eso está nutrido este film hecho desde las entrañas, desde el dolor y la ausencia. Porque el cine puede ser un antídoto contra todo eso. El arte como hecho catártico, como exorcismo, como tributo y, quizás, también con un bienvenido poder curativo.
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Otra muy buena película de Andrés Di Tella. A diferencia de FOTGRAFÍAS (2007) donde nos contaba la historia de Kamala su madre nacida en la India ahora el acento está puesto más en su conocido padre Torcuato que falleció en el 2016 pero también habla de sus vaivenes en la relación con su madre. En esta película arriesga más mostrando escenas ficcionales y recurre al testimonio valioso del director Edgardo Cozarinsky para retratar la historia de amor entre un hombre y una mujer que eligieron exiliarse de su entorno familiar. Sin un sólo golpe bajo Di Tella construye una película emotiva y profunda, (8/10)