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Cómo es “El comandante Fort”, la serie documental sobre Ricardo Fort (Star+)
Este miércoles 25 de enero llegan al streaming las cuatro partes de este retrato que aborda desde muy diversas perspectivas y enfoques la figura del excéntrico y mediático millonario fallecido en noviembre de 2013, a los 45 años.
El comandante Fort (Argentina/2023). Showrunner: Patricio Álvarez Casado. Dirección: Patricio Álvarez Casado, Marcelo Burgos, Federico Luis Tachella, Nicolás Goldbart y Azul Lombardía. Guiones: Patricio Álvarez Casado, Juan José Becerra, Tamara Tenenbaum y Nicolás Miguelez. Productora: 20/20 Films. Las cuatro partes estarán disponibles en Star+ desde el miércoles 25 de enero.
Desde hace ya muchos años (diría décadas) no veo ni un minuto de televisión abierta. Por lo tanto, jamás miré Showmatch ni ningún programa de chimentos que comentan el devenir de la farándula autóctona, así que mi conocimiento de ese universo se remite a algún tweet que contenga algún video con un recorte de unos pocos segundos de una declaración o una discusión mediática. Jamás me interesó la figura de Ricardo Fort, pero sí me generó curiosidad este documental para ver cómo abordaron esa figura tan singular y popular en una producción pensada para el streaming.
Lo primero que me llamó la atención es la presencia entre los guionistas de escritores de talento como Juan José Becerra (en el primer episodio) y Tamara Tenenbaum (en el segundo), aunque en principio me costaba entender qué podían tener en común esos universos literarios tan diversos. La respuesta queda muy clara cuando se aprecian los distintos capítulos, ya que -si bien tienen algunos elementos en común como la preponderancia casi absoluta de materiales de archivo de esa época- las temáticas que abordan y los enfoques que tienen son muy disímiles.
La primera parte (titulada El mediático, codirigida por Patricio Alvarez Casado y Nicolás Goldbart, de 62 minutos de duración) es como una introducción al mundo Fort y, en ese sentido, ofrece una mirada didáctica y panorámica que la torna un poco elemental. De todas maneras, hay un juego con la voz en off (a cargo del actor Claudio Rissi, con frases del tipo “Bienvenidos a las profundidades del comandante Fort”) que pretende -con suerte dispar- convertir al relato en una especie de fábula, aunque no termina de ser demasiado irónica (tampoco del todo celebratoria).
Se reconstruye en principio la historia del abuelo Felipe, quien llegó a los 12 años en un barco desde Barcelona y luego crearía la famosa fábrica de chocolates (FelFort se fundó en 1912), de su hijo Carlos (quien muere en 2007) y de los tres nietos: Eduardo, Jorge y, claro, Ricardo, quien con casi 40 años hereda una enorme fortuna que empezará a dilapidar con un único objetivo: la fama.
A través de múltiples testimonios (amigos, familares, parejas, abogados, custodios, personal trainers, periodistas) y de su diario personal cuya existencia se desconocía, nos vamos acercando a la figura pública (su vida era un reality permanente por lo que está filmado cada segundo, o casi), a una intimidad en la que se descubren ciertas miserias, traumas, obsesiones, dolores y maltratos hacia sus “gatos” (modelos que lo acompañaban a toda hora), hasta llegar al ícono popular, al “santo digital", a esa figura que aún hoy se puede ver en estampitas y en stickers de WhatsApp.
Lo que resulta evidente al seguir la serie es que Fort tenía muy en claro el cuerpo que quería tener (fue toda una “creación”, una construcción artificial mediante decenas de operaciones) y el personaje que quería crear (el millonario excéntrico, carismático y caprichoso hasta lo despótico). Fue un precusor de los YouTubers y los influencers antes de que todo eso explotaran las redes sociales, un menemista consumado, un habitué de la Miami más glamorosa, un tipo afecto a la ostentación (volaba en aviones privados, andaba en Rolls Royce, usaba largos tapados blancos y estaba obsesionado con los Rolex), un gay que admiraba a Madonna y a Lady Gaga, y encontraba en la disco Esperanto consumiendo champagne francés su lugar en el mundo, alguien que buscaba la belleza absoluta, el físico perfecto (todos andaban en cuero) y la adoración generalizada.
Aunque hay por momentos una mirada concesiva y hasta reivindicatoria de Fort, también se expone su decadencia, se muestra como el personaje “se comió” a la persona, se insinúa un entorno complicado (“un nido serpientes”) y no se esconden los enojos, los insultos, los ataques de angustia y los malos humores.
Tras esa necesaria introducción, me interesaron bastante más los temas y enfoques del segundo episodio (Libre, de apenas 37 minutos, codirigido por Patricio Alvarez Casado y Azul Lombardia), ya que allí aparecen desde su ex pareja Gabriel Ryds hasta James Davis (aka Elaine Lancaster), una drag queen que lo conoció en la desaforada Miami gay de 1992. Aquí el tema de la obsesión por el físico perfecto alcanza ribetes entre desopilantes y patéticos con las participaciones de David Vance, fotógrafo de cuerpos masculinos; y de Omar Lebus, cirujano plástico. También aparecen imitadores, dobles, émulos y fans que se presentan al casting de una obra sobre la vida de Fort que supervisa José María Muscari. Más adelante en la serie entrarán en escena sus hijos Felipe y Marta, su hermano mayor Eduardo y Gustavo Martínez, su pareja más emblemática.
Más allá de la estructura clásica de surgimiento, apogeo, declive y muerte (muy temprana en este caso), la serie gana cuando escapa del sensacionalismo y se sale de la fórmula, cuando denuncia la crueldad del star-system y del ecosistema mediático, cuando explora submundos que en principio pueden parecer secundarios o anecdóticos pero que en la sumatoria ayudan a entender las diversas facetas y múltiples matices de un personaje que en pantalla o sobre el escenario era pura energía y glamour, pero que en la trastienda, en la intimidad, en su cuerpo y en su alma escondía deseos, ansiedades, compulsiones, dolores, angustias y secretos.
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