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Con Better Call Saul, Vince Gilligan apuesta fuerte por el humor negro
Se estrenaron los dos primeros episodios de esta precuela/spinoff de Breaking Bad con un personaje secundario de aquella serie, el abogado Saul Goodman, devenido ahora protagonista. El comienzo es por demás auspicioso.
Publicado el 11/2/2015
Mientras en los Estados Unidos Better Call Saul se exhibe por ACM todos los lunes (aunque el debut fue un domingo, justo después de The Walking Dead, para aprovechar el altísimo rating de la serie de zombies), aquí la nueva creación de Gilligan (ahora con el guionista estrella Peter Gould como socio principal) se exhibe por Netflix, con un capítulo nuevo cada martes.
Hacer una “crítica” con apenas dos episodios es ridículo e injusto porque soy de los que consideran que hay que darles tiempo a las series para que crezcan, se desarrollen, demuestren todo su potencial. Por eso, tomemos esta columna apenas como un comentario general sobre el inicio de una propuesta que generaba enorme expectativa.
Para quienes vimos (y disfrutamos) Breaking Bad el personaje de Saul Goodman (el versátil Bob Odenkirk) es por demás conocido, pero para aquellos que se acercan a Better Call Saul “vírgenes” deberán saber que era el tragicómico abogado, il consigliere de Walter White (Bryan Cranston), el profesor de química que cocinaba y vendía metanfetamina.
Better Call Saul arranca con un prólogo en blanco y negro con Saul trabajando tras la muerte de White en un negocio de comida rápida (uno de los tantos guiños a los seguidores de Breaking Bad). Luego, vemos a este miserable hombre viendo en un viejo VHS sus hilarantes publicidades de “Better Call Saul”.
Y de allí nos remontamos a seis años antes, que es cuando transcurre la serie, con Saul todavía usando su nombre real, Jimmy McGill, y sobreviviendo a duras penas como defensor oficial en casos menores. Entre crecientes deudas, amenazas de desalojo y en una de las oficinas más horribles del planeta, nuestro antihéroe intenta sin suerte conseguir algún cliente y hasta se engancha en estafas como las que hacen dos muchachos que andan en patineta y se lanzan contra los autos para fingir accidentes y reclamar luego compensaciones económicas. Las consecuencias, claro, serán terribles.
Con la velocidad de Después de hora, el humor negrísimo y absurdo de los hermanos Coen y la siempre apuesta corrosiva del sello Gilligan, Better Call Saul va regalando diversas conexiones narrativas (como una violenta escena en el desierto de Nueva México) y de personajes (como el psicopático traficante Tuco Salamanca que interpreta Raymond Cruz) con Breaking Bad. Las comparaciones son odiosas, innecesarias y a esta altura todavía injustas, pero el arranque es por demás prometedor. Las dudas ya quedaron atrás. Saul no será Walter, pero el universo creativo de Gilligan está más vivo que nunca.
Otra reseña de la serie por Pablo Manzotti en nuestro blog OtrosCines/TV
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<p>Ayer vi el episodio 3 y me convenció todavía más, va encontrando su perfil, diferenciado de Breaking Bad. Muy buena serie. Larga vida al gran Gilligan.</p>
<p>De acuerdo 100%, o casi. Porque a mi me costó engancharme al principio con Breaking Bad, mientras que estos dos episodios de Better Call Saul me resultaron de lo más entradores. Es un tipo patético pero muy querible a la vez, cosa rara lograron.</p>