Festivales
La vuelta al mundo en 40 películas (Nota 2 de 4)
Segunda entrega de la cobertura exclusiva, esta vez con reseñas de los más recientes trabajos de dos argentinos (Lisandro Alonso y Matías Piñeiro), el chileno Cristián Jiménez, el portugués Pedro Costa, el coreano Hong Sang-soo y los estadounidenses Hal Hartley y los hermanos Safdie, entre varios otros.
Publicado el 23/9/2014
Las primeras 10 reseñas se pueden leer aquí
11- Goodbye Mommy, de Severin Fiala y Veronika Franz ★★★✩✩
Austria parece ser el territorio perfecto para este tipo de terror. En una casa alejada de un pueblo que no conocemos viven dos hermanitos mellizos con su madre. Pero ese personaje esquivo y silencioso, que se la pasa durmiendo con la cara vendada, ¿es realmente su madre? La frialdad en el trato, esa casa que parece de revista de decoración, la desconfianza mutua, la sospecha de que esa persona no es quien dice ser van generando un clima que en la primera mitad de la película (producida por Ulrich Seidl) inquieta y funciona a la perfección. La necesidad de encontrar una explicación y la vuelta de tuerca sobre el final terminan minando la suerte de un film que prometía mucho más.
12- Guidance, de Pat Mills ★★★½
Mills dirige, es responsable del guión y también protagoniza esta comedia que es su primer largometraje en solitario. Egresado de la Universidad de Ryerson, en Toronto, donde tienen su sede las trasnoches de la sección Midnight Madness del festival, esa multiplicidad de funciones se le ha dado más que bien. Pocos recursos económicos, pero una buena idea disparadora del humor (un tipo que nunca ha hecho nada en su vida porque se quedó en él efímero éxito que tuvo de adolescente en una tira televisiva decide inventarse un currículum para cubrir una plaza como consejero estudiantil), buenos personajes secundarios y un tour de force que por momentos se parece al monólogo interno del protagonista. La versión masculina de Malas enseñanzas, con idénticas cargas de exceso e incorrección, pero con algo menos de ñoñería sobre el final.
13- Heaven Knows What, de Benny Safdie y Joshua Safdie ★★★½
En una Nueva York lejana a la estampita que usualmente vemos, los hermanos responsables de The Adventures of Slater’s Friend, John’s Gone, The Black Balloon y Lenny Cooke nos acercan una historia de amour fou entre junkies. Basada en las experiencias personales de Arielle Holmes, ella se pone en la piel de Harley, una versión ficcionalizada de sí misma. Aquí no hay charme ni eufemismos, la crudeza de los sentimientos y la desesperación existencial beben de los Dardenne tanto como de Cassavetes o Philippe Garrel. El grano de la imagen y el continuo movimiento de la cámara tienen que ver con la expresión de las sensaciones de Harley. Visceral creo que es el calificativo que mejor le va a esta dura propuesta.
14- Hill of Freedom, de Hong Sang-soo ★★★★✩
El Hill of Freedom del título (algo así como “monte de la libertad”) es el nombre del bar donde se encuentran (o no) los protagonistas. Sabemos que el bueno de Hong difícilmente se acerque a algo que tenga el contenido de pretensión o de aparente denuncia que parece esconder ese título. Es otra sutil referencia en relación con su universo en el que los bares y restaurantes, las charlas regadas con mucho alcohol, son eso que se parece tanto a la vida. Un japonés viaja a Seúl para reunirse con la mujer que sigue amando frente a la falta de respuesta a las cartas que le envió. Allí se aloja en un modesto bed & breakfast y la trama sigue, sin respetar la cronología, sus encuentros con los lugareños y los recuerdos (algunos del futuro) de su amor ¿perdido? Sin llegar a la perfección de la hermosa Oki’s Movie, Hong siempre cumple: 66 minutos de placer garantizados.
15- Horse Money, de Pedro Costa ★★★★★
¡Qué mal le va el título internacional a esta película! Digamos entonces Cavalo dinheiro, que continúa el camino de Ossos, No quarto da Vanda y Juventude em marcha. Ventura sigue descendiendo en el ascensor de Centro histórico, adentrándose en las entrañas de la abstracción sin perder por eso el filo en la mirada sobre el Portugal actual. Los cantos libertarios de la Revolución de los claveles desembocaron en una realidad intolerablemente injusta. Tanto que Ventura transcurre la película literalmente temblando, al borde del colapso tras una vida de trabajo duro y pobreza desde que viera el mundo en su Cabo Verde natal. El intento de recuperación tiene lugar en un destruido hospital por el que deambula y lo enfrenta con una realidad ominosa, al que la paleta de colores virados al sepia deja poco espacio para la esperanza.
16- Jauja, de Lisandro Alonso ★★★★★
Otra ya vista en Cannes. O, para ser exactos, dos veces: antes de Cannes (microcine en privada para la prensa) y en la sección Un Certain Regard del festival francés. Esta tercera visión, con una calidad de imagen que nos corta la respiración, nos lleva a recomendar a todos estar muy atentos para poder ver esta gran película en una buena sala. Jauja va a estar indudablemente entre lo mejor que pueda verse en cine este año. Pantalla cuadrada y un viaje en el tiempo a través de los sentidos. Un devenir hipnótico que nos lleva de algún lugar de la Patagonia en los tiempos de la conquista del desierto a la Dinamarca actual. No tiene demasiado sentido profundizar en un intento de describir la trama. Jauja se aleja de las imposiciones narrativas que el cine heredó de la novela decimonónica. Y no porque plantee un clima onírico o surrealista, la lógica causa-efecto sí tiene cabida en el mundo de Alonso. Sólo que de una manera diversa a aquella a la cual nos tiene habituados el cine que usualmente ocupa la enorme mayoría de nuestras pantallas.
17- La princesa de Francia, de Matías Piñeiro ★★★★½
Una nueva shakespereada del director de Todos mienten, tras Viola y Rosalinda. Y decir que es la mejor de esta "trilogía" no es poca cosa. A sus habituales mujeres, Piñeiro suma un aparente protagonista masculino. Decimos aparente, porque estar en el centro de la escena no es lo mismo que ser el centro de ella. Como de costumbre, quienes llevan la acción, quienes empujan la trama, son las mujeres. Las cinco chicas que rodean, desean, buscan y manejan a Víctor, cual las ninfas al sátiro en el cuadro de Bouguerau que sirvió de inspiración al realizador. Con una arquitectura del espacio que importa una búsqueda formal que se aparta de las anteriores shakespereadas (caracterizadas por un acento puesto en el cuerpo, a través del constante uso del primer plano), Buenos Aires, o parte de ella, también forma parte del universo del director, que comparte sus días entre esta ciudad y Nueva York. ¡Ah, sí…! La obra de Shakespeare en cuestión es Penas de amor perdido. Pero ya sabemos que lo de Piñeiro no tiene nada que ver con el lugar común del teatro filmado.
18- La sapienza, de Eugène Green ★★★★½
Aunque en el catálogo del festival se haga referencia al Viaggio in Italia, de Roberto Rossellini, sólo la idea de un viaje a ese país por parte de una pareja en crisis se relaciona con aquel icónico film. En el universo del director de Le monde vivant se hacen más patentes los diálogos con Aki Kaurismäki, Roy Andersson o hasta Martín Rejtman que el antes referido. Más que la historia en sí misma, que opera casi como un macguffin, interesa el tono en que se relata: la forma en que se desgranan los diálogos, por ejemplo, dice más que su contenido. De la rivalidad entre los famosos arquitectos italianos Borromini y Bernini al actual encuentro del protagonista y su esposa con dos jóvenes hermanos (el varón estudiará arquitectura), la deriva nos lleva a reflexionar sobre la importancia de la pasión en la vida, en el amor, en la creación y en el trabajo. Green tiene la inteligencia de construir diálogos muy explicativos y hasta didácticos y ponerlos en boca de sus personajes de una manera en la que conservan su profundidad y ganan en ironía frente a eso mismo que se está diciendo.
19- La voz en off, de Cristián Jiménez ★★★½
En los últimos años hemos sido testigos de una explosión del cine chileno en los festivales del mundo. Jiménez había paseado su anterior Bonsái por el Festival de Cannes y lo cierto es que esta nueva película lo encuentra en mejor forma. El universo siempre es el de la clase media acomodada de ese país, y así como en ella se evidencia esa pertenencia que la acerca al Primer Mundo, el peligro de estas realizaciones es la de quedarse en el intento de reproducción de fórmulas probadas en el Norte, a las que sólo se añade un poco de color local. Algo de eso es lo que pasaba con Bonsái y que La voz en off evita con mayor elegancia. La deriva familiar, la separación de los padres, el regreso de una hermana de Paris, todo forma parte de una trama que uno podría imaginarse en Nueva York, pero que esta vez sí es bien chilena.
20- Ned Rifle, de Hal Hartley ★★★★✩
Hace mucho que nos costaba reencontrarnos con el autor de obras como La verdad increíble (que tuvo su estreno mundial en este festival en 1989) y Trust. La sensación de que se repetía a sí mismo, de que no tenía nada nuevo para decir, nos acompañaba al dejar la sala tras la visión de sus últimas películas. Una vez más con Martin Donovan dando vueltas, por supuesto, Ned Rifle es posiblemente su producción más lograda de mediados de los años ‘90 para acá. El protagonista del título vivió toda su niñez con una familia sustituta, ya que su madre se encuentra en prisión en relación con un crimen cuyo verdadero responsable pareciera ser su padre. Así que este joven que aprendió a no mentir, a vivir cerca de Cristo, al alcanzar la mayoría de edad visita a su madre y decide matar a su padre. En el camino se encontrará con su tío poeta y una fan que lo acosa, que tiene -además- algún tipo de relación con su historia vital que conviene no adelantar. Sólo los personajes que imagina Hartley pueden decir con convicción los perfectos diálogos que construye el director y guionista.
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