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Cannes 2014: Mi Top 10

En una edición en la que el gran cine brilló por su ausencia, nuestro columnista revisa diez de los momentos más destacados: de Lisandro Alonso a Godard, de Xavier Dolan a Mathieu Amalric…

Publicada el 06/06/2014

Publicado el 6/6/2014

10- En la infame Grace de Mónaco encontré uno de los planos más fascinantes de Cannes 2014. Se trata del desproporcionadamente prolongado plano detalle de los ojos llorosos de Nicole Kidman (como Grace Kelly), momento en el que resulta imposible no confundir el vía crucis de la antigua princesa de Mónaco con el de Kidman, la reina de Hollywood que arruinó su carrera a golpe de bisturí y malos proyectos. En su grosera búsqueda de una épica intimista, el plano me recordó lejanamente a una escena de Tres colores: Azul, en la que Krzysztof Kieslowski pegaba literalmente la cámara al rostro de Juliette Binoche en busca de un gesto revelador de la tragedia interior del personaje. Hay algo intrínsicamente revelador en el hecho de mirar tan de cerca un rostro.

9- Cannes 2014 fue el festival de los gruñidos. Dos personajes se encargaron de convertir esta voz gutural en una suerte de fetiche expresivo. Por una parte, el Mr. Turner al que dio vida Timothy Spall en la película de Mike Leigh parecía estar luchando por batir el record de gruñidos-por-película que todavía ostenta el Clint Eastwood de Gran Torino. Mientras tanto, el Tommy Lee Jones del western The Homesman convirtió el gruñido en la perfecta expresión de un laconismo bañado de nihilismo. Lo singular de este último caso es que la desdeñosa actitud del personaje fue sufriendo una transformación a lo largo de su historia, tiñéndose de compasión y ternura a medida que se desarrollaba la relación con su melancólica partenaire, una notable Hilary Swank.

8- Hace tiempo que Naomi Kawase arrastra su estilo como una suerte de estigma. Resulta doloroso recordar el tiempo y el número de películas que han transcurrido desde su obra maestra, Shara, de 2003. Su nueva película, Still the Water, supone un pequeño repunte en su carrera, pero no deja de poner de manifiesto que algo falla en su cine. Resulta difícil intentar argumentar analíticamente una cuestión tan subjetiva como la merma de eficacia evocadora de un estilo: en este caso, parece bastante obvio que Kawase perdió la mesura poética que le permitía evitar tanto el hermetismo como los subrayados. En sus últimas películas, desde El bosque del luto, la japonesa no ha dejado de reincidir en su mundo de símbolos panteístas (ciclos vitales que se apagan y reciclan; ausencias que se materializan en la naturaleza), pero lo que antes era un océano de sugerencias, ahora parece un campo minado de alegorías más bien banales. Así con todo, Still the Water contiene dos grandes escenas. La primera está protagonizada por unos padres que disfrutan de la complicidad de su hija a lo largo de un tiempo narrativamente muerto. Y luego está la prodigiosa secuencia de la agonía de unos de los personajes principales. Un fallecimiento que aparece rodeado de unos bellos rituales ejecutados por ancianos. La escena alcanza altas cotas de magia, pero Kawase termina arruinando el momento con unos funestos subrayados dialogados.

7- Mi gran decepción de Cannes 2014 fue Maps to the Stars, el irreconocible film de un David Cronenberg convertido en todo un Todd Solondz: todo crueldad, misantropía y vulgar compasión. Debería matizar que no se trata de una mala película, pero sí de una penosa mancha en la prodigiosa carrera del director canadiense. Concebida como un teatro de la miseria hollywoodense, con personajes de cartón piedra a los que resulta muy fácil incendiar, Cronenberg se divierte generando espacios de excentricidad en una historia muy simple. Uno de esos paréntesis de extrañamiento llega de la mano de un fragmento del poema Libertad, de Paul Eluard, que es utilizado como enigmático leit-motiv: un síntoma de la demencia que corroe a los personajes. Desconociendo si el uso de dicho poema fue idea de Cronenberg o del guionista Bruce Wagner, lo considero el mayor hallazgo del film.

Fragmentos de Libertad (Paul Eluard) recitados en Maps to the Stars:

En mis cuadernos de escolar
en mi pupitre en los árboles
en la arena y en la nieve
escribo tu nombre.
(...)

En la carne que me es dada
en la frente de mis amigos
en cada mano que se tiende
escribo tu nombre.
(...)

Y por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para conocerte
para cantarte
Libertad



6- Una de las películas más esperadas de mi Cannes 2014 era Saint Laurent, del siempre interesante Bertrand Bonello ¿Cómo abordaría el director de L'apollonide (Souvenirs de la maison close) la vida del mítico diseñador de moda francés? Al poco de empezar la película, se materializó en pantalla uno de esos momentos 100% Bonello. Pantalla partida. A la derecha, una serie de modelos bajan sinuosa y sensualmente por una escalinata; intuimos que lucen diseños de diferentes colecciones. Mientras tanto, a la izquierda, se nos bombardea con un agresivo collage de imágenes del Mayo del ‘68, Vietnam, las manifestaciones en favor de los derechos civiles en Estados Unidos… Un torrente sensorial y de significados que, poco a poco, a medida que se extiende el prolongado y lánguido nudo del film –centrado en las adicciones sentimentales, alcohólicas y narcóticas del protagonista–, se va disolviendo en una intrigante y nunca del todo lograda exploración del tedio.

5- Los hermanos Dardenne volvieron a dirigir una magnífica película. Deux jours, une nuit no es una de sus mejores obras, pero su urgencia y serena militancia la convierten en un film importante. No se topa uno todos los días con una película que sabe explorar de forma honesta el conflicto abierto entre la vertiente más miserable del capitalismo y la solidaridad como el último refugio de la dignidad humana. Aquí, la clave está en la transparencia. Sin demasiados subrayados (hay algún pequeño rasgo de maniqueísmo en la conclusión del relato) y sin mayor afectación dramática de la que requiere en sí cada situación, los Dardenne retratan la odisea de una mujer que, arrastrada por una indecente política empresarial, puede conservar su puesto de trabajo en una fábrica si convence a la mitad-más-uno de sus compañeros para que renuncien a una paga extra que recibirán si ella pierde su puesto. Construida a partir de los breves encuentros que tiene la protagonista con sus compañeros, la película tiene varios momentos de esa majestuosa transparencia, como aquel en el que un tipo le confiesa acongojado a la heroína (excelente Marion Cotillard): “Espero que ganes, pero para mí sería una catástrofe”. La encrucijada personal como catástrofe social.

4- Nada más empezar la proyección de La chambre bleue, adaptación de la novela homónima de Georges Simenon que dirigió Mathieu Amalric, me invadió una sensación incómoda: la impresión de que estaba ante un producto puramente exhibicionista. Y es que la película se nos presenta como un vendaval de artificios formales: cuerpos escindidos, brutales fueras de campo, saltos de eje, falsos raccords, miradas a cámara… Una celebración de la heterodoxia fílmica que, en un principio, apunta a una celebración un poco excesiva, gratuita, de la sensualidad fílmica. Así, debatiéndome entre la fascinación y el escepticismo, decidí suspender todo juicio y dejarme llevar por el film. Valió la pena. El profundo extrañamiento por el que apuesta Amalric toma sentido cuando descubrimos que estamos ante una película que explora la impenetrabilidad de lo real y la inexistencia de la objetividad en el arte. Planteada como un sutil vaivén de puntos de vista –en ocasiones, los diferentes puntos de vista de un mismo personaje–, La chambre bleue es un pequeño y humilde laberinto en el que vale la pena perderse. En un momento determinado, un personaje verbaliza la misteriosa esencia del film: “La vida es diferente cuando la vives y cuando regresas a ella (a través de la memoria)”.

3- En Adieu au langage de Jean-Luc Godard, el hermetismo del maestro francés se volatiliza en unas cristalinas escenas en las que la cámara observa de tú a tú a un perro. Este can es el protagonista subterráneo de una película que aborda la decadencia del mundo moderno (se relaciona el auge de la televisión con la victoria de Hitler en unas elecciones democráticas), la crisis de una sociedad atrapada por sus “ogros” táctiles (smartphones) y el poder igualador de la mierda (Godard recrea al pensador de Rodin defecando). En un Cannes dominado por la crueldad, la llana simplicidad con la que Godard mostró a un perro retozando en la nieve se erigió en una rotunda enseñanza sobre el valor de la belleza en el cine.

2- El de Xavier Dolan suele ser un cine narcisista, autocomplaciente y exhibicionista. Irregular en esencia y visceral por naturaleza, hasta el momento Dolan había regalado, como mucho, algunos momentos de genio surrealista y de arrojo melodramático. Mommy supone un paso adelante en su carrera, un giro kamikaze que, a primera vista, parece irrepetible. Concebido como un tour de force sin pausa ni puntuación, Mommy parece una película de John Cassavetes inyectada de lisergia emocional: el formato vertical –al estilo fotografía de pasaporte– parece concebido para filmar rostros, faces. Imaginen un típico melodrama materno-filial danés, con todas sus dosis de patetismo y violencia (física y psicológica). Pero, entonces, imaginen que el director, en lugar de mirar a los personajes por encima del hombro, se ponga a su altura, los abrace con genuina desesperación y construya un minúsculo oasis de dignidad para ellos. Así podría definirse la imperfecta Mommy, la película con el momento más alucinante de todo el festival. En uno de los pocos pasajes de sosiego emocional, Dolan comete la imprudencia de fabricar un meloso videoclip con el Wonderwall de Oasis de fondo. A Dolan le importan un pimiento los posibles recelos de melómanos y cinéfilos: sus mejores cualidades como cineasta son la arrogancia, la temeridad y una cierta ingenuidad, que le permiten o empujan a realizar locuras como ensanchar (literalmente) la pantalla para reflejar un momento de éxtasis emocional. Un momento ridícula y explosivamente sublime.



1- Jauja, de Lisandro Alonso, fue la única gran película que vi este año en Cannes. Su nueva obra me ratifica en la idea de que es el más grande de los cineastas latinoamericanos del siglo XXI. Además, lo más gratificante y esperanzador de Jauja es que supone una interesante evolución del universo de su director. Un paso (adelante o hacia el infinito) que, intuyo, tiene mucho que ver con el trabajo colaborativo de Alonso con sus compañeros de viaje. Imagino que trabajar con actores no profesionales permitía a Alonso aislarse creativamente, hecho que le posibilitó confeccionar un cine rabiosamente personal. La presencia de Viggo Mortensen –un tipo culto y cerebral– en Jauja, de la que además es productor, se extiende más allá de los límites de su cuerpo. La determinación de sus gestos, el modo en que anda a caballo, su capacidad para evocar un estado de extravío existencial… Todo ello dota al film de un aura casi mítica. Y luego está el magnífico guión de Alonso y Fabián Casas. A pesar de que el halo de work-in-progress sigue vivo en Jauja, estamos ante una película cuya estructura hace pensar en la métrica poética. Su giro central está perfectamente dispuesto, las rimas delicadamente organizadas –tanto las del film consigo mismo, como las que conectan la película con The Searchers de John Ford o con la literatura de Joseph Conrad–. Y, sin embargo, el misterio está por todas partes. Para decirlo llanamente, Jauja es una de esas películas que provocan largos debates a la salida de la proyección: conversaciones plagadas de especulaciones fruto del espíritu polisémico del film. Por mi parte, diría que el momento que más recordaré de Cannes 2014 será aquel en el que la película revela su enigma esencial a través de la voz de uno de sus personajes: “¿Qué hace que la vida funcione y avance?”.

COMENTARIOS

  • 6/06/2014 20:56

    <p>Pablo, ambas escenas son terriblemente imp&uacute;dicas. La de Grace de M&oacute;naco, adem&aacute;s, es grosera, aunque tambi&eacute;n fascinante. En este caso, creo que mi valoraci&oacute;n de la escena de Kieslowski carece de importancia (es sensacional).</p> <p>Saludos</p> <p>Manu</p>

  • 6/06/2014 11:27

    <p>\"En su grosera b&uacute;squeda de una &eacute;pica intimista, el plano me record&oacute; lejanamente a una escena de Tres colores: Azul, en la que Krzysztof Kieslowski pegaba literalmente la c&aacute;mara al rostro de Juliette Binoche en busca de un gesto revelador de la tragedia interior del personaje...\" No entiendo bien Manu, &iquest;lo de Kieslowski fue grosero tambien o estaba bien en ese caso? No resulta clara tu idea. Muy buen analisis. Saludos</p>

  • 6/06/2014 11:07

    <p>Si decepcionaron tanto Cronenberg y Kawase qu&eacute; se puede esperar de los dem&aacute;s... En fin, como siempre digo cuando las pel&iacute;culas de Cannes se ven en el resto del a&ntilde;o resultan de lo mejor en cartelera, pero quiz&aacute;s all&iacute;, vi&eacute;ndolas en estreno mundial, con la acumulaci&oacute;n de funciones y las altas expectativas, decepcionan un poco. Vale la pena volver a verlas y revalorizarlas, me parece. Como siempre, un placer leerte Manu.</p>

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