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FIDBA 2024: Crítica de “A queda do céu” (Película de apertura) y entrevista a los directores Eryk Rocha y Gabriela Carneiro da Cunha
Por Ezequiel Boetti
En diálogo con OtrosCines.com, los cineastas brasileños hablan de su más reciente film estrenado en la Quincena de Cineastas del último Festival de Cannes y elegido para la inauguración de la 12ª edición del Festival Internacional de Cine Documental de Buenos Aires.
RESEÑA DE A QUEDA DO CÉU
A queda do céu (Brasil-Italia/2024) Dirección y guion: Eryk Rocha y Gabriela Carneiro da Cunha. Con las participaciones de Davi Kopenawa, Justino Yanomami, Givaldo Yanomami, Raimundo Yanomami, Dinarte Yanomami, Guiomar Kopenawa y Roseane Yariana. Fotografía: Eryk Rocha y Bernard Machado. Edición: Renato Vallone. Sonido: Marcos Lopes. Duración: 110 minutos. Film de apertura del FIDBA 2024.
Estrenada en la Quincena de Cineastas del último Festival de Cannes, la película comienza un plano fijo de casi 10 minutos en el que se ve a un grupo de personas de todas las edades acercándose lentamente a la cámara munidas de armas de fuego, arcos, flechas y recursos y bajo el liderazgo de Kopenawa. Ya allí queda claro el carácter rugoso de un relato poco concesivo, así como también el norte artístico –y, por ende, ético– de acompañar a la comunidad a lo largo de un periodo muy particular como la fiesta Reahu, celebrada en honor del gran chamán, respetando una lógica temporal muy distinta a la impuesta por el frenetismo urbano.
La ocasión sirve para que el líder trace un diagnóstico de alerta ante el avance de la depredación del entorno como consecuencia de ubicar al lucro por sobre la armonía de la naturaleza, el gran cuco presente a lo largo de todo el relato. Lo que no quiere decir que sea un film de denuncia. Es, más bien, uno que prioriza la construcción profunda del punto de vista de la comunidad.
De una indudable potencia visual, cortesía de su registro inmersivo, y con un notable trabajo sonoro, A queda do céu propone un collage observacional de monólogos, actividades cotidianas, postales de la celebración y conversaciones radiofónicas, único punto de contacto con el resto de mundo y entre las comunidades. Si por momentos se trata de una película reiterativa, se debe a que a Rocha (hijo de Glauber) y Carneiro da Cunha no les interesa “occidentalizar” nada de los que muestran. Por el contrario, lo suyo es respetar el ADN de un modo de vida ajeno a casi todo.
ENTREVISTA CON LOS DIRECTORES
Antes de ser el título de este documental observacional-etnográfico dirigido a cuatro manos por Eryk Rocha y Gabriela Carneiro da Cunha, A queda do céu fue el nombre del libro desarrollado durante 30 años por el chamán y líder comunal Davi Kopenawa Yanomami y el antropólogo francés Bruce Albert. Tanto la película como el libro ofrecen un viaje hacia las entrañas de una comunidad nativa que intenta conservar sus tradiciones, incluyendo una cosmogonía que pone su centro en la relación con la naturaleza, en medio de contexto donde el “hombre blanco” va ganando terreno para quedarse con las tierras.
“El deseo surgió del libro y de la relación que teníamos con él. Es un libro hermoso que trae consigo no una, sino muchas películas. La cosmología yanomami es extremadamente audiovisual. Operar con el sonido, la imagen y los sueños son tecnologías sofisticadas del chamanismo yanomami, pero también son tecnologías del arte y, más específicamente, del cine. Nuestro primer deseo fue centrarnos en la tercera parte del libro, en la que Davi gira el espejo hacia nosotros mismos, el pueblo napë (blanco, no indígena) para decirnos desde una perspectiva geopolítica y chamánica quiénes somos”, cuentan los realizadores sobre el film que el 1º de octubre se verá en el marco de la apertura del 12º FIDBA, que se realizará entre el 1 y 6 de octubre en 7 sedes de la ciudad de Buenos Aires.
-¿La idea siempre fue registrar la fiesta Reahu, o eso apareció una vez que estaba el proyecto en marcha?
-El suegro de Davi falleció durante la preparación de la película, así que la ceremonia Reahu se nos presentó cuando Davi y la comunidad de Watorikɨ nos invitaron a filmar. Era algo que no habíamos ni podíamos haber planeado. Fue un Reahu muy especial porque el fallecido era precisamente el hombre a quien Bruce Albert llamaba el tercer escritor del libro. Fue quien que le mostró a Bruce todo lo que sabía sobre los yanomami y responsable de la iniciación chamánica de Davi. También los presentó a los dos y entendió que esta amistad sería una herramienta para “hablar con los blancos”.
-Yanomami es, además de chamán, un “portavoz” de los pueblos originarios, es decir, alguien en quien conviven las tradiciones comunitarias con una faceta si se quiere más “política”: sus discursos, su rol de referente hacia otros sectores. ¿Cómo definirían a Yanomami?
-Responderemos a esta pregunta más como un ejercicio de imaginación que tratando de llegar a alguna definición, porque nos parece que un pueblo es algo que está vivo, en permanente transformación y más allá de las definiciones. Pero podemos sugerir una posible descripción de lo que serían para nosotros los yanomami: aquellos que sueñan lejos. Davi tiene un diagnóstico muy preciso sobre los napë. Dice que somos los que dormimos mucho, pero sólo soñamos con nosotros mismos.
-La película está íntegramente filmada en el corazón de la comunidad y ofrece registros muy íntimos de sus rituales. ¿Fue difícil que ellos se abrieran a mostrar esas situaciones? Más allá de la buena voluntad y el respeto de su parte hacia sus tradiciones, ustedes no dejan de ser parte de la “gente blanca” que ellos critican…
-Trabajamos durante cuatro años principalmente con Davi Kopenawa y con la Hutukara Associação Yanomami (coproductora de la película) antes del rodaje, además de con Bruce Albert y muchos otros socios yanomami. Ha sido una relación construida con el tiempo, y por eso llegamos a la fiesta con la confianza necesaria para que algo se abriera. No llegamos con un guion hecho ni con un proyecto estético predefinido. Nos invitaron a una fiesta que celebraba la vida de un gran hombre yanomami y que enviaría su alma al mundo de los muertos. Filmar esta ceremonia fue como estar invitado a esta fiesta todos los días. Nos dejamos llevar por la fuerza, la energía y la vitalidad de los yanomami, y el lenguaje de la película nació de esta relación, de este encuentro. Hubo cosas que no nos invitaron a filmar, ni siquiera a ver.
-Ellos estaban dispuestos a participar, entonces...
-Sí, es importante señalar que la película es un deseo no sólo nuestro, sino también de Davi y de la comunidad. Estábamos mirándonos. Hay una escena emblemática en este sentido. Es la que Justino, un anciano, nos cuenta la historia de su vida y su encuentro con los blancos, y al final nos pregunta sobre nuestro deseo de filmarlos y si realmente seremos aliados de él y sus nietos. Esta escena es el corazón de la película: un tema histórico y político transformado en cine. El tema de Justino está en la película, es de la película y va más allá de ella. Creemos que éste es uno de los temas más importantes de nuestro tiempo.
-Eryk dijo en una entrevista que filmó Cinema Novo (en 2016) “para tratar de comprender mejor a su país hoy en día” y que, más allá de que el punto de partida sea el Cinema Novo, pensaba que era una película sobre el presente. ¿Esas ideas aplican a A queda do céu?
-En los últimos años, se han mostrado en todo el mundo muchas imágenes de los yanomami sufriendo, en lo que ha sido otra grave crisis sanitaria y humanitaria. La película también trata estos temas, pero también tiene imágenes del poder y la belleza de los yanomami. La película trata sobre una relación innegable entre los yanomami y los napë (nosotros, los blancos). Así que no se trata sólo de mostrar la lucha y la cultura yanomami, sino también la cultura de destrucción y explotación que prevalece entre aquellos a los que Davi llama con precisión “gente de los productos básicos”. Son estas visiones del mundo, de la imagen y del cine las que están en debate, Davi sabe perfectamente cómo nombrar a las personas que quieren robar el bosque a los yanomami y las huellas que estas personas y su sistema económico han dejado en el tierra. El deseo entonces es que la cultura yanomami sea vista como una cultura viva, contemporánea y floreciente, pero también que la cultura Napë se vea a sí misma desde una perspectiva chamánica y contracolonial.
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