Columnistas
Carta a Hans Hurch, director del Festival de Cine de Viena
Un pedido de recomendaciones por parte del máximo responsable de la prestigiosa Viennale es una buena excusa para analizar el presente del cine argentino.
Nos pediste que te recomendáramos películas argentinas del último BAFICI para la Viennale. No es difícil hacer una lista, pero me resulta insatisfactorio. Finalmente, el gusto propio es tan bueno como el ajeno y tampoco sería la primera vez que una película nos entusiasma mientras que a ustedes no les parece digna de programarse y viceversa. Prefiero, en cambio, poner por escrito las consideraciones que siguen sobre el cine argentino de este momento, aunque más no sea para aclarar mis propias ideas al respecto.
Un crítico anuncia en el diario de hoy que este será el año más importante del cine argentino en varias décadas. Su opinión se apoya, sobre todo, en la diversidad que fue alcanzaNdo el cine local y que parece florecer ahora en mil flores, como solían decir los maoístas. Es que el llamado “cine independiente” o “nuevo cine” ha terminado por consolidarse en un conjunto de nombres que producen regularmente para distintos segmentos del público y del mercado. Algunas películas tienen una audiencia importante, otras se muestran en Cannes, Berlín o Venecia; muchos cineastas consiguen financiación del Estado argentino y de los coproductores europeos y logran cierta visibilidad en el circuito de los festivales internacionales. Otro grupo, finalmente, no tiene ningún tipo de apoyo y apenas logra, cuando tiene suerte, exhibirse en el BAFICI. Esta clasificación describe a grandes rasgos el cine argentino, pero también el de otras partes del mundo (Austria podría ser un buen ejemplo), donde hay películas para el gran público local, otras para los grandes festivales, un tercer grupo para los festivales menos famosos y un cuarto, más pobre y que difícilmente atraviese las fronteras nacionales, aunque tampoco tiene aspiraciones comerciales domésticas.
El nombre más importante en el primer grupo es Daniel Burman, que acaba de estrenar con gran éxito El nido vacío. Su películas anteriores se exhibieron en Berlín, donde ganaron premios importantes. Burman hace un cine profesional, orientado hacia el público de mediana edad y alto poder adquisitivo que asiste regularmente al cine. No he visto El nido vacio, pero el crítico que anuncia la bonanza del cine argentino la considera una gran película y lo mismo hacen su colegas. Otras películas (no son muchas) apuntan también al público desde un formato convencional pero sin perder la inteligencia, como por ejemplo Los paranoicos, de Gabriel Medina, que participó de la competencia del BAFICI.
Un segundo grupo está integrado por los cineastas que han logrado un prestigio internacional importante y que aspiran a competir en Cannes. Lucrecia Martel y Pablo Trapero lo han logrado este año, mientras que Lisandro Alonso participará de la Quincena de los Realizadores. Otras dos películas argentinas intervendrán en las secciones paralelas de Cannes y supongo que las verás allí para elaborar tu propio juicio. En mi opinión, la de Alonso confirma que es el autor más destacado de su generación, mientras que la película de Trapero es original, interesante y despareja. No he visto las restantes. Pero no hay duda de que estos tres nombres se han consolidado en estos años y consiguen no sólo competir contra los cineastas más famosos en el mercado global del prestigio sino también importantes coproductores de otros países (en la película de Martel interviene Pedro Almodóvar y en la de Trapero, Walter Salles, además de una empresa coreana, toda una novedad para el cine argentino).
Otros directores ocupan un escalón intermedio. No llegan a competir en Cannes y no consiguen el mismo grado de financiación, pero forman parte de ese universo del “cine de arte”, generalmente coproducido por el INCAA y los fondos europeos, y cuyo lugar de exhibición son los festivales. En ese grupo entra desde la prolija y algo insustancial La rabia, de Albertina Carri (que estuvo en Panorama de Berlín con su última película y luego se estrenó en Buenos Aires sin éxito alguno), hasta Unidad 25, documental “creativo” sobre una cárcel, sobreproducido en Argentina y España y que ganó el premio principal de la competencia argentina en el BAFICI. Lo más interesante de este cine híbrido, más frágil pero a veces más personal y auténtico que los grandes productos “de autor” orientados a Cannes, es en mi opinión Una semana solos, segunda película de Celina Murga, acaso el único film argentino del 2008 con contenido social, aunque sea una obra de cámara entre niños y adolescentes ricos que transcurre en un country, mientras que el mundo real presiona, por así decirlo, desde el fuera de campo. Si una curiosidad presenta el cine argentino de estos años es que parecen haber desaparecido las referencias a la situación política y económica que fueron comunes hasta mediados de la década.
Espero que hayas tenido paciencia como para leer hasta aquí. Porque ahora viene lo que creo más interesante para la Viennale, el cine argentino más independiente, marginal, off o como se quiera llamarlo, que pocos festivales del mundo tienen la voluntad y el valor de exhibir. Este grupo se diferencia de los anteriores por un aspecto básico: está producido sin dinero o, por lo menos, con un presupuesto ínfimo, incomparable con el de las otras categorías. No está orientado al rédito comercial, pero tampoco hacia el circuito del prestigio. Estas películas obedecen a necesidades personales, no tienen financiación del Estado ni de coproductores europeos y, por lo tanto, no han sido aprobadas por los comités que orientan ese cine cada vez más homogéneo y predecible que hoy recorre los festivales. Estas películas respiran libertad y desafían el gusto del público, pero también el de los críticos y de los programadores. Hacen pensar que tal vez estemos mirando el cine equivocado y que las nuevas tecnologías permiten que el cine haya comenzado finalmente una mutación que recién comenzamos a advertir.
Hubo en el BAFICI cinco películas que, aunque muy distintas entre sí, rompen el molde preestablecido y uniforme del cine de festivales. Paso a nombrarlas:
Historias extraordinarias, de Mariano Llinás. Un film de cuatro horas, con miles de historias, cincuenta actores y docenas de locaciones, pero producida a un costo mínimo, de modo totalmente artesanal. Esta especie de “superproducción pobre”, llena de ideas y de energía, fue la sensación del BAFICI, la película que entusiasmó a los críticos argentinos aunque fue totalmente ignorada e incomprendida por los extranjeros. Una hipótesis es que ese desconcierto de los visitantes se debe a la omnipresente voz en off, que necesitaría tal vez de un doblaje. Pero me gustaría conocer tu opinión al respecto.
Resfriada, de Gonzalo Castro. El director es un escritor y editor, autor de una excelente novela. La película, casi documental, trata sobre el mundo editorial y literario independiente y se propone como una tesis sobre el cine. Castro cree que este debe ser un arte absolutamente unipersonal, como la literatura. Por eso hizo todo, desde el guión hasta la cámara, desde la edición hasta el diseño del afiche.
Llavallol, del grupo Tierra en trance. Como si fuera el complemento de Resfriada, esta es la obra de un grupo, sin un director que firme la película. Pero también es el retrato de un mundo enrarecido, ausente de las ficciones habituales en el cine argentino. En este caso, de una pareja de marginales perdidos en la droga y en el suburbio. Es otra película misteriosa, frágil, completamente difícil de encasillar.
Cómo estar muerto / Como estar muerto, de Manuel Ferrari. Ferrari es uno de los directores de A propósito de Buenos Aires, obra colectiva que se exhibió en la Viennale 06. Con otras dos películas también vistas en la Viennale, La prisionera y El hombre robado, integra un grupo de films que tienen como origen la FUC, la escuela de cine en la que han estudiado la mayoría de los nuevos directores. Pero este es un subgrupo más intelectual, muy preocupado por la belleza de las imágenes y una visión de Buenos Aires y de la Argentina contraria a la tradición. Se puede decir que las películas de este grupo constituyen la primera escuela estética que produce el nuevo cine argentino.
süden, de Gastón Solnicki. Esta película pertenece al grupo por el tema y la producción marginal pero, a diferencia de las anteriores, es más impersonal y circulará seguramente por muchos festivales. Es un documental muy cuidado, muy preciso, sobre los ensayos de un concierto de Mauricio Kagel, el músico contemporáneo (y cineasta) a su vuelta a la Argentina después de 40 años de ausencia.
Y eso es todo por ahora.
Un abrazo
Quintín
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¿Y a vos la FUC cuánto te paga por decir "la primera escuela estética que produce el cine argentino", o "subgrupo más intelectual"? Los planos vacíos y sin sentido hacen que esa supuesta belleza sea tan idiota.
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