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Crítica de “Chernobyl”, notable miniserie de HBO
Una de las sorpresas del año. No solo por su calidad artística sino porque nadie (ni siquiera la propia cadena) esperaba semejante éxito de crítica y público.
Cuando HBO anunció el año pasado su upfront para 2019 (estuve allí) Chernobyl apenas aparecía mencionada. No solo porque el énfasis estaba puesto en el regreso (y la despedida) de Game of Thrones sino porque nadie daba demasiado por esta miniserie realizada en coproducción con la compañía británica Sky Television. Tan poco confiaba HBO en las poco más de cinco horas de Chernobyl que ni siquiera las programó en simultáneo con los Estados Unidos (como sí hace con todas las novedades de los domingos). Así, en América Latina se vio siempre con cuatro días de retraso (de hecho, el último episodio recién se emitirá el próximo viernes) y hoy figura segunda en audiencia dentro de las plataformas de HBO solo detrás de, claro, el final de GoT.
El primer obstáculo que hay que superar a la hora de apreciar Chernobyl es que está hablada en inglés. Para mí resulta tan ridículo ver a unos personajes soviéticos hablando en un idioma que no es el suyo como el plan B, que suele consistir en que lo hagan con un “acento ruso”. Una vez aceptada esta decisión artística, la miniserie escrita por Craig Mazin a partir de múltiples fuentes literarias, periodísticas, documentales y científicas (la principal fue Voces de Chernobyl, de la ganadora del Nobel Svetlana Alexievich) tiene sobrados motivos para el elogio, empezando por el elenco, la reconstrucción de los hechos, la ambientación de época (esas pesadas estructuras de concreto, esa gama de tonos grises, esos monoblocks sin gracia) y, claro, la atrapante narración a cargo del director Johan Renck, un veterano de mil batallas en el terreno de los videoclips (habitual colaborador de Madonna) y la TV (varios episodios de Breaking Bad y muchas otras series).
En los cinco episodios hay de todo: el antes, el durante y el después de la explosión en la planta nuclear en Ucrania ocurrida el 26 de abril de 1986, que desató el mayor desastre radioactivo de la historia. La miniserie, de inevitable estructura coral e impronta documentalista (más allá de sus múltiples licencias artísticas), tiene como héroes trágicos a Valery Legasov (Jared Harris), el físico nuclear que lideró las acciones de contención tras la catástrofe; Boris Shcherbina (Stellan Skarsgård), dirigente del Partido Comunista que luchó contra la burocracia para conseguir los medios necesarios para evitar que las pérdidas humanas fueron aún mayores (según las cifras oficiales rusas hubo apenas 31 muertos, pero los cálculos más creíbles hablan de hasta 93.000 víctimas directas e indirectas y 300.000 desplazados); y un personaje puramente ficcional como la Ulana Khomyuk de Emily Watson que representa a todos aquellos científicos que -de una u otra manera- lucharon por desnudar la cruda verdad contra todas las presiones.
Chernobyl es un exponente de cine catástrofe con excelentes momentos de suspenso y tensión, es un melodrama sobre los dilemas éticos y morales (cómo sobrevivir en medio de una acumulación de mentiras, negaciones, silencios y/o persecuciones) y, en el último capítulo, un thriller judicial con la resolución de los hechos, la búsqueda de los responsables y las decisiones finales de cada personaje y el accionar de las estructuras represivas del Estado.
Esta magnética, hipnótica miniserie nos devuelve esa fascinación por los desastres (en este caso, por imprevisión, impericia, tozudez y omnipotencia humana), pero también nos enfrenta todo el tiempo a decisiones extremas (incluso varias veces teniendo que optar por el mal menor, por el sacrificio de unos pocos para el beneficio de muchos) y a la desintegración ya no solo de un reactor y de parte de una planta nuclear sino de todo un sistema basado en el uso abusivo del poder, la burocracia, el ocultamiento y la manipulación. En ese sentido, fue el propio Gorbachov quien admitió que la tragedia de Chernobyl fue determinante para la caída -apenas cinco años más tarde- de la Unión Soviética. El principio del fin...
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La vi anoche, me pareció un tanto naif y con veta política. Los rusos que limpiaron el techo no eran voluntarios, eran obligados: 90 segundos en el techo de la planta o un año en Afganistán. Falta el laboratorio donde guardan los fetos con malformaciones que si esta en documentales. Varios mineros murieron durante la excavación, eso no está, se hace referencia al calor pero el gran problema al excavar era tragar accidentalmente granos de arena radioactiva. El termino biorobot fue un invento de la prensa no de los científicos rusos. El tema de los judíos me pareció fuera de lugar. Excelente la ambientación pero le falta profundidad.
Me falta ver el 5to., pero de todas formas, creo que ese suspenso y tensión que tiene el 1ero. de los capítulos va decreciendo. Pero escribo para comentar algo que llega a molestar mucho más que el inglés en los diálogos (peor aún es esto de poner en ruso a los personajes que salen en la tele o en los altoparlantes) y es el trazo grueso en la crítica al comunismo/sovietismo que va in crescendo capítulo a capítulo. Siento que el trato a varios de sus personajes es parecido al que se hacía de los nazis en series viejas de tv como ?Combate?. Siento que ya está claro con el inicio formidable del primer cap. que estamos en una situación en donde hay burocracia, persecución e injerencia fuerte de la KGB. Pero parecen empeñados en resaltar todo el tiempo lo corruptos/torpes/groseros que son los miembros del PC y que hasta ese sentimiento de ?mirar? con cierto desprecio se derrama también a otros personajes (como por ejemplo los mineros o el ministro de minería). Creo que la miniserie sería mucho mejor si hubiese existido sutileza en sus guionistas y realizadores.