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Crítica de “Guardaespaldas” (BBC / Netflix)
Récord de público durante su exhibición en el Reino Unido, esta miniserie de seis episodios va de más a menos y -a pesar de su impecable factura- deja un sabor agridulce.
No sé muy bien por qué, pero todo lo que llega desde Inglaterra (sobre todo de la BBC) tiene un “plus” en la crítica de series. Es como si fuese un sello indeleble de prestigio y con la veneración prácticamente asegurada. Es cierto que, si uno analiza la producción de ese origen, encontrará un promedio de calidad superior a otras factorías, pero la idea de aceptar con absoluta condescendencia que toda producción británica es excelente o muy buena de antemano resulta no sólo complaciente sino incluso peligrosa.
Este prólogo viene a cuento del lanzamiento de Guardaespaldas (Bodyguard) en Netflix, un mes después de ser exhibido por la BBC el último episodio con récord de audiencia en la última década. No es que esta creación del showrunner Jed Mercurio (Bodies, Critical) sea una propuesta fallida (tiene sus méritos formales y una narración marcada por el suspenso y la tensión), pero sí está construida con unos cuantos golpes de efecto, trucos de guión, “sorpresas” ingeniosas y resoluciones algo caprichosas y demagógicas que dejan una sensación algo decepcionante.
Los primeros dos episodios están muy bien en la descripción de los protagonistas, el planteo de los conflictos y los detalles del universo que aborda (internas entre la policía y los servicios de inteligencia, la lucha por el poder dentro de un gabinete), siempre desde la perspectiva del guardaespaldas del título.
Uno podría definir a la miniserie como una mixtura entre el día a día de David Budd (Richard Madden), un torturado ex combatiente en Afganistán e Irak con una vida familiar bastante precaria (su esposa lo está dejando), que tiene esos aspectos algo ridículos que Rodrigo Moreno describió tan bien en la película El custodio, una veta romántica -el protagonista inicia un affaire con la poderosa Ministra del Interior, Julia Montague (Keeley Hawes), a la que tiene que proteger- que bien podría ser la de Kevin Costner y Whitney Houston en la casi homónima El guardaespaldas, una mirada sobre las manipulaciones políticas propia de House of Cards, y una descripción de la creciente paranoia y descenso a los infiernos en la línea de La conversación, de Francis Ford Coppola.
La primera secuencia -ambientada a bordo de un tren- es prodigiosa y el último episodios es, claramente, el peor de los seis con un final poco convincente. Así, de más a menos va una miniserie que tiene algunos buenos condimentos del thriller psicológico, político y de acción, pero cuyos motivos para haber conseguido semejante éxito de audiencia no siempre hay que buscarlos en sus hallazgos artísticos sino en elementos que evidentemente sintonizan con estos tiempos de Brexit y amenazas terroristas.
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Faltó que fueras más explícito y señalaras que ese giro que involucró a la esposa-célula durmiente fue muy criticado en el país de origen de esta ficción. Resulta tan vacuo, prejuicioso y estereotipado que no deja de ser la clásica ecuación que manejan estas series paranoicas: musulmán igual a gente remorocha y terrorista en potencia. ¡Felicidades BBC!
La verdad es que después de los tres primeros capítulos Me quedé con ganas de un poco más de la relación entre ellos y el último capítulo me pareció tediosamente largo, aburrido y predecible
La verdad es que arranca muy bien la mini serie, en especial sus primeros 3 capitulos. Grandes interpretaciones con un guion muy solido con personajes muy bien construidos. Pero considero que a partir del giro dramatico mas inesperado y sin querer spoilear, todo empieza a decaer y llega a un happy ending muy exagerado para los conflictos que se generaron a lo largo del relato.