Críticas
Petróleo sangriento, de Paul Thomas Anderson
Con vocación revolucionaria
Ganador del premio al mejor director en el Festival de Berlín, el creador de Vivir del azar, Magnolia, Boogie Nights: Juegos de placer y Embriagado de amor construye su mejor y más ambiciosa película. A no confundirse con ciertas historias demagógicas y condescendientes que llevan la marca del Oscar (ésta tiene ocho nominaciones y seguramente ganará el de mejor actor para el gran Daniel Day-Lewis): se trata de un film descomunal, con corazón de gran guiñol, que apuesta a reinventar el cine y que materializa uno de los discursos más fúnebres y tóxicos que se recuerden.
La nueva película de Paul Thomas Anderson (el cineasta norteamericano más importante desde John Casavettes) nos lleva hasta el borde del abismo de lo que sería el mundo si no existiera el amor. Eso la hace una de las obras más terroríficas de todos los tiempos, pero no constituye el elemento nuclear de sus virtudes fílmicas. Petróleo sangriento es una obra maestra debido a su condición de film-compendio. Surcando las curvas y repliegues de su cuerpo amorfo, la película nos conduce a través de las laberínticas sendas de la historia del cine y del ser humano, acogiendo entre sus brazos asombrosos y desconcertantes hallazgos artísticos y, finalmente, dando a luz una experiencia completamente nueva. Pretender descifrar sus enigmas, mitigando su incontenible misterio, podría parecer un crimen contra el propio film. Aún así, lo que sigue es el intento, más impresionista que analítico, por dar forma al shock que la película ha producido sobre este crítico impresionable, enamoradizo y propenso al fanatismo.
Puede parecer injusto empezar el abordaje de la última película de P. T. Anderson desglosando las herencias de otros autores que planean en el film, sin embargo se revela como un ejercicio necesario para formalizar los términos del discurso crítico. En algunos casos, es la única manera de articular una descripción. Por ejemplo, no se me ocurre mejor manera de evocar la primera imagen del film, el plano de un perfil montañoso y rocoso (que se convertirá en leit-motiv visual) acompañado de un in crescendo musical, que remite a la representación y el peso simbólico del monolito de 2001: odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick. Y es que, por su ambicioso discurso filosófico, por su intermitente tono cínico y por su estructuración por capítulos, marcados por elipsis temporales, la película remite en varias ocasiones al filme de Kubrick (además de encontrar inspiración en El resplandor, 1980). Incluso en su concepción musical, la película ensaya modelos kubrickianos, surcando ampliamente los territorios de la sinfonía y la modulación orquestal, pero arrancando y finalizando en el seno de la contenida visceralidad de la pieza de cámara.
Siguiendo la senda de los ajustes de cuentas, cabe mencionar como referente del film el intenso y sensorial panteísmo que abrazó Flaherty al final de su obra, en la sublime Louisiana Story (1948). Durante todo el largometraje de Anderson planea el comentario crítico de la agresión del hombre sobre la naturaleza, universo que se elogia de forma poética gracias a un montaje arrollador y fluido, que guarda en sus compleja rítmica, ecos del arte de Terrence Malick. Buscando sincronías y disociaciones entre imagen y sonido, armonizando los acompasados desequilibrios en la composición, Anderson consigue dejar atrás el eco formal del cine de Scorsese, que le había acompañado, y ensombrecido, hasta el momento. Cabe mencionar también la menos evidente influencia de Robert Altman, del que Anderson se considera discípulo y a quien está dedicada la película. El toque Altman se encuentra soterrado en la relación del personaje protagonista, el Daniel Plainview de Daniel Day-Lewis, con su difuso entorno social e histórico, que recuerda al retratado en Del mismo barro (1971). Aunque si se piensa en el retrato de la forja de una identidad megalómana y de una ambiciosa empresa fundacional de carácter social, es obligado mencionar referentes como la obra de D. W. Griffith, El ciudadano (1941), de Orson Welles; Gigante (1956), de George Stevens o, esta vez sí, las películas históricas y biográficas de Scorsese, como El aviador (2004) o Pandillas de Nueva York (2002).
Hasta aquí, todo parece guardar un cierto orden y coherencia referencial. Sin embargo, la película empieza a volar libre cuando emprende su vertiente más experimental, asociada principalmente a la construcción de una narrativa fílmica apoyada en resortes subjetivos (algo que el director ya había ensayado con éxito, pero de menor alcance, en Embriagado de amor, 2002). De un modo sintético, podría decirse que la película de Anderson se comporta como un ente vivo, un objeto orgánico que expulsa instintivamente de su interior a todos los personajes que perturban su estatuto de abismo sin amor. Más allá del estudio de un personaje, la película, en todas sus vertientes, asume la personalidad de Plainview/Day-Lewis. El film avanza cerrándose sobre sí mismo, respondiendo de forma rotunda a los elementos amenazadores (personajes, fugas narrativas, erosiones producidas por un azar construido) mediante una potente fuerza centrípeta que permite que por encima de su irregular línea dramática, siempre perviva la idea clara de un rumbo definido.
Petróleo sangriento pone en crisis la idea de film “abierto” o “cerrado”, porque mientras la trama se rebusca y dispersa, la película empuja hacia adelante con fuerza. Apariciones súbitas como la del supuesto hermano del protagonista (Kevin J. O’Connor), además de las desapariciones y apariciones del líder de la “Iglesia de la tercera revelación” (Paul Dano) o del hijo de Plainview (Dillon Freasier), parecen desvíos en el curso de la narración, pero cuando el hilo parece a punto de perderse el film reajusta su destino, imponiendo su severa repulsa hacia todo signo de compasión y afecto, además de memoria. Se impone así el gesto y la presencia física de los actores sobre la psicología, y tanto el relato como la imagen son sometidos a un proceso de depuración.
No es algo completamente nuevo. La que más lejos había ido sobre la senda del film-organismo fue Claire Denis en su sensacional El intruso (2004), en el que adquiría una subjetividad propia ligada a la del personaje interpretado por Michel Subor. Pero Anderson lleva este planteamiento conceptual aún más lejos mediante la riqueza de recursos estilísticos, sobre todo gracias al juego propuesto entre imagen y sonido. Denis penetraba en la identidad de Subor pegándose a su piel, recorriendo en suntuosos planos cercanos el cuerpo del personaje. Anderson diversifica las estrategias de aproximación, del primer plano del rostro contenido y furioso de Day-Lewis al plano medio, expresivo y anclado en la presencia, para luego mostrar una larga y diversa paleta de planos generales en los que el hombre se funde con el rocoso entorno, mientras las rítmicas composiciones de Jonny Greenwood (miembro de la banda Radiohead) inciden en el pulso cardíaco del personaje. En este mismo sentido, algunas de las mejores secuencias de la película nos muestran a los personajes en la distancia mientras escuchamos sus palabras como si estuviéramos adheridos a sus cuerpos (efecto que encuentra su compensación dramática en la representación silenciada de la sordera de H. W., hijo de Plainview).
En esta descomunal película, con corazón de gran guiñol y vocación revolucionaria, Anderson materializa uno de los discursos más fúnebres y tóxicos que se recuerden en el cine. Su visión de la ambición humana ligada a empresas financieras, de la perversión de una fe sumida en procesos esquizoides y de la formación de una sociedad podrida desde sus raíces (la comunicación entre padre e hijo), es oscura como el oro negro que emana del interior de los pozos de Plainview. Una interpretación subterránea de la historia del ser humano, sin lugar para el recuerdo de un esplendor perdido, sin horizonte de esperanza, sólo el odio como propulsor básico de la historia y la culpa como azote de la poca conciencia restante (fuerzas ya muy presentes en la película Magnolia -1999-, del mismo director, aunque en aquélla la redención ocupaba un protagonismo similar al de la culpa).
Petróleo sangriento nos conecta a las más altas instancias de la belleza artística, con su virtuosismo formal como bandera (Anderson sigue siendo el gran maestro del plano-secuencia), aquí más moderado y equilibrado que en el pasado, y con la promesa de otras revoluciones por llegar bajo la firma de este autor imprevisible. Sólo cabe recordar que Anderson tiene treinta-y-siete años y que no ha rodado todavía ninguna escena de “sexo con amor”.
Sólo el tiempo será capaz de esclarecer el valor real de esta película monumental. En este momento, todavía bajo la influencia de su impacto, tan sensorial como intelectual, Petróleo sangriento se antoja un bache imposible de ignorar en el curso de la historia del cine norteamericano. Abriendo las puertas a nuevas formas de percepción, de la mano de una narración vertebrada en la fuga, Paul Thomas Anderson sigue fijando la mirada en la compleja naturaleza del ser humano, convirtiendo el cine en un arte todavía más importante.
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(Publicada originalmente en la columna Desde Europa de este mismo sitio).
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La pelìcula me parecio excesiva en su metraje. Aùn asì, en el momento en que podìa provocar hastìo en el espectador retoma con situaciones dramàticas contundentes que lo pone en tensiòn nuevamente; esta inquietud està dada por una banda de sonido pocas veces vista. Y quizàs esa forma de narraciòn sea lo novedoso de la pelìcula.Sòlo una escena valga para ejemplifica lo dicho: cuando Daniel observa la bola de fuego, y la càmara acertadamente acerca en primer plano los ojos extasiados del protagonista. Despuès de tener un dialogo con su ayudante màs interesado en las jugosas ganancias, que en la salud de su hijo. La actuaciones estuvieron correctas, aunque en algunos momentos algo exageradas (caso del predicador).
Muchas cosas se podrían decir de la última joyita de PTA, pero no quería dejar de señalar que desde Vampiros de Carpenter, no disfrutaba tanto como cagan a sopapos a un cura (léase religioso fundamentalista y despiadado). Aunque el curita de Carpenter, pese a ser asotanado, era bastante piola.
Película compleja si las hay, hace mas de una semana que la vi y todavía me sigue dando vueltas por ahí, escurridiza, molesta, intratable. ¿Cómo se puede empezar a abordar siquiera una película de tal magnitud? ¿De qué modo? ¿Cómo hicieron ustedes? Debe ser bastante difícil mantener una película de estas características siempre a nivel, y si bien, hay escenas mas o menos logradas (desde el aspecto técnico es una verdadera monstruosidad, una película hermosamente terrible, fíjense sino en la música), creo que sin dudas, y según lo veo, estamos ante una de las películas del año. Cineastas como P.T. Anderson nos confirman que la revolución iniciada en los 70' por Coppola, Scorsese, y demás cineastas, aún no se perdió en la nebulosa de Hollywood, es una batalla que todavía se está peleando.
Esta película solo demuestra como PT Anderson perdio todo su "estilo".<br /> <br /> Me parecio una película aburrida, realizada en piloto automatico.<br /> <br /> Cronenberg tiene el talento de sintetizar mucho en un solo plano: EJEMPLO: el plano de el coche de Viggo Mortensen arrimandosé a la moto heredada de Naomi Watts.<br /> <br /> En esta película no existe nada por el estilo... es sinceramente un bodrio.
Sinceramente, P.T Anderson me resulta insoportable.<br /> Sus películas son eternas, duran tres horas al pedo.<br /> <br /> A Petróleo Sangriento le sobran muchos minutos, se empieza a ir por las ramas y hacia el final empiezo a sentir que es una pesadilla.<br /> <br /> A este hombre le falta poder de sintesis.<br /> La actuación de Day Lewis me pareció espantosa, completamente sobreactuada, tan visceral y pasional al pedo. No me emociona por gritar y hacer que se le marquen las venas en el cuello. Tipica actuación a-lo-oscars.<br /> <br /> Sinceramente, la crítica religiosa me parece muy poco jugada, trillada.<br /> <br /> en fin Aburrida, solemne, y superficial... 100% olvidable.
TODAVIA IMPACTADO POR EL FILM, ME CUESTA JUZGARLA COMO CLASICO DEL CINE PORQUE PARECE IR MAS ALLA. DESDE 2001 ODISEA DEL ESPACIO NO ME SENTIA TAN LANZADO HACIA EL INFINITO, TAN APLASTADO POR UNA ESTETICA QUE ESCAPA A LA COMPRENSION, TAN HECHIZADO Y DOLORIDO, SERA PORQUE ANDERSON COMPRENDE COMO NADIE EL PODER DEL CINE: SUS IMAGENES, SU MUSICA (GRACIAS J. GREENWOOD), SU INDEPENDENCIA DE TODA REALIDAD...
las criticas de films siempre son subjetivas: a veces hasta se denostan peliculas solo por el tema que tratan.<br /> Petroleo sangriento es una pelicula descomunal, de esas que decantan con el paso del tiempo. Desde el punto de vista tecnico y de direccion no hay nada que se le pueda objetar. <br /> Gran pelicula, impactante, hipnotica, ejemplar.
No voy a opinar sobre el crítico, puede escribir lo que quiera.- Pero qué publicidad fenomenal ha tenido este film igual que su actor.- La vi anoche (muy influenciada por la crítica de Battle en La Nación) y fue una enorme decepción.- Es una película muy falsa, grandilocuente para impresionar al espectador y a la crítica, es una lástima que hayan comprado este producto.- Es lenta y aburrida.- De ningún modo es una obra maestra, está hecha para hacernos creer eso.- Day Lewis nunca me gustó como actor (salvo en La edad de la inocencia), sobreactua siempre y aquí hace el mismo personaje que en Pandillas de Nueva York, con un final caricaturesco.- Seguramente les darán los oscars, pero yo prefiero seguir viendo películas de Cronenberg, David Linch, Burton, Jarmusch, por nombrar algunos excelentes directores y no simuladores de supuestas obras maestras.-
Excelente la critica de Manuel Yañez Murillo. Realmente<br /> la prosa que tiene este critico es magnifica. Con ref. a la peli de P.T. Anderson, es fascinante en todos sus rubros (Daniel Day Lewis esta impresionante), tiene unos planos secuencia subyugantes y la musica del integrante de "Radiohead" es espectacular. Por ahi suena exagerado, lo que pasa es que vi el film ayer en NUCLEO, y todavia estoy impactado por la potencia de sus imagenes.<br /> Saludos,<br /> Mauricio Gasparini
Maravillosa pieza narrativa que conjuga con con una crítica que contempla distintas ópticas, lo que no es usual en la crítica cinematográfica. No vi la película todavía, pero más allá de que coincida total o parcialmente con Yañez Murillo, que no lo conocía, lo felicito, y lo tendré en cuenta en lo sucesivo.
Roque, si querés criticas "amenas" lee las de Clarin, o a Adolfo Martinez en La Nacion. Yo me quedo con la semiología de Yañez.
Estimado Roque: no sé lo que es divertido o aburrido para vos, pero a mi los textos de Yañez Murillo me gustan mucho, son profundos, rigurosos y al mismo tiempo muy personales. Ojalá en las universidades se escribieran textos así en análisis semiológico o lo que sea. Felicitaciones a Manuel, un gran crítico.
Que crítica aburrida, parece un trabajo estudiantil de semiología.
Un texto muy jugado, muy sentido, muy honesto y valiente. Me gustan los críticos así, que se exponen, aún cuando una pueda no estar de acuerdo. Pero, en este caso, Petroleo sangriento también me parece una masterpiece, una de las grandes pelis de los últimos (muchos) años. Felicitaciones por el texto y espero que nadie se pierda esta película, que creo va a dar para debatir mucho en este sitio.