Cine en Casa
Crítica de “Enmienda 13” (Netflix), de Ada DuVernay: La esclavitud después de la esclavitud
A pocos días de su estreno mundial en la apertura del Festival de Nueva York, está disponible en Netflix este demoledor documental de la directora de Selma: El poder de un sueño que expone en toda su dimensión la estigmatización de la comunidad afroamericana, la represión institucional, las miserias del sistema carcelario y el multimillonario negocio detrás de las políticas de seguridad. Un film insoslayable y claro candidato a quedarse con el premio Oscar del rubro.
Solemos leer a muchos críticos de cine hablando de películas “importantes y necesarias”. Luego, al verlas, nos decepcionamos una y otra vez. Pues bien, considero que Enmienda 13 (13th) es, efectivamente, una película “importante y necesaria” ¿Se trata entonces de una obra maestra del documental? No. Si uno tuviera que analizarla en términos formales podría cuestionarle su estructura “televisiva” (con demasiado testimonio a cámara), su musicalización subrayada en los momentos más dramáticos, etc. Sin embargo, poco importa eso ante la contundencia y la inteligencia de la denuncia de este ensayo imponente.
El film arranca con un discurso en off de Obama en el que indica que Estados Unidos tiene el 5% de la población mundial, pero el 25% de todos los prisioneros del mundo. Sí, uno de cada cuatro personas que están privadas de su libertad en el planeta están “albergadas” en las cárceles de la mayor potencia. Durante los desgarradores 100 minutos del film se irán conociendo otras estadísticas aterradoras: En 1972 había poco más de 300.000 presos en ese país; en 2014, 2.306.000 ¿Y cómo se conforma la población carcelaria? Los afroamericanos, que son apenas el 6,5% de la población, ocupan el 40% de las celdas. Un informe reciente indica que uno de cada tres negros tiene serias posibilidades de ser condenado a prisión a lo largo de su vida.
Pero, si bien los números son importantes (reveladores) en Enmienda 13, DuVernay realiza un interesante recorrido histórico y sociológico con la ayuda de material de archivo y testimonios de intelectuales, políticos, asesores, lobbystas, periodistas y expertos en cuestiones tan diversas como historia o economía.
La película parte desde la abolición de la esclavitud en 1865 y llega hasta la actualidad. El título se refiere a la enmienda 13 que, si bien decretó que en Estados Unidos ya no podían existir más esclavos, ponía como excepción a aquellos que debían ser castigados por algún crimen. Y la tesis del film es ese: la criminalización, el encarcelamiento masivo, la explotación de los internos conforman las nuevas formas de esclavitud y sometimiento.
La directora expone cómo los presos negros fueron utilizados para reconstruir la economía del sur después de la Guerra Civil, cómo el clásico film The Birth of a Nation (1915), de D.W. Griffith, ayudó a estigmatizar a los negros como amenaza violenta; el surgimiento del Ku Klux Klan y la ola de linchamientos, ahorcamientos y matanzas masivas; la segregación legal, la lucha por los derechos civiles, la persecución por parte del FBI y un largo etcétera. Una clase magistral de historia de los Estados Unidos ¿Didáctica? Sí, y a mucha honra.
De “La Ley y el Orden” (administración Nixon) a “La guerra contra las drogas” (período de Reagan), a partir del aumento de las tasas de crímenes de los años '70, la crisis económica de los '80, el incremento de la pobreza y la desigualdad, el boom del crack y la comunidad afroamericana siempre como culpable y nunca como víctima. La realizadora incluye fragmentos de discursos de los distintos presidentes en los que justifican la escalada represiva mientras las estadísticas de presos empieza a crecer de forma vertiginosa: 357.000 en 1970, 514.000 en 1980, 759.000 en 1985, 1.179.000 en 1990.
Si bien DuVernay es más dura con los presidentes republicanos, no deja títere con cabeza. La política de Bill Clinto fue igual o peor que la de los mandatarios derechistas que lo precedieron y también es impiadosa con Hillary y Donald Trump, los dos candidatos actuales a suceder a Obama (quien queda bastante bien parado) en la Casa Blanca, aunque les da a los Clinton la posibilidad de reconocer los errores cometidos. La directora habla de un “genocidio”, denuncia el lobby de empresarios, políticos, abogados, legisladores y funcionarios judiciales (el 95% de los fiscales son blancos) para sostener el multimillonario negocio detrás de la construcción de cárceles y el beneficio privado del trabajo barato de los internos y las pésimas condiciones de confinamiento que sufren los presos y los inmigrantes ilegales. Hay algo de Michael Moore aquí, aunque sin un ápice de humor ni cinismo.
Con un impecable montaje, fragmentos de animación para la presentación de estadísticas, la utilización de letras combativas de hip hop como “separadores” y la inclusión de imágenes de archivo sobre los abusos policiales contra los negros y las posteriores revueltas callejeras en varias comunidades, Enmienda 13 ofrece un panorama tan amplio y abarcador como, en definitiva, desolador. La película se anticipa al cambio de rumbo en la política de seguridad (y carcelaria). El negocio pasa ahora por el control estatal en las propias comunidades. Los negros y latinos ya no son necesariamente encarcelados de a millones, pero llevan dispositivos electrónicos conectados a GPS para saber siempre dónde están. Una falsa sensación de libertad. Otro negocio millonario en sociedad con las grandes corporaciones.
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