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Toronto 2016: Críticas de lo nuevo de Jonathan Demme, Adrian Sitaru, Walter Hill, Kelly Reichardt, Lav Diaz, Ben Wheatley, Rebecca Zlotowski y más

Primera entrega (11 reseñas) de la cobertura del extraordinario festival canadiense.

Publicada el 16/09/2016


-Justin Timberlake + The Tennessee Kids (EE.UU.), de Jonathan Demme ★★★★★

Disculpen la ignorancia, pero creo que nunca había prestado atención a un tema musical de Justin Timberlake. Sólo su innegable gracia en la gran pantalla me llevó a dejar de lado cierto prejuicio a la música que hace. Estaba equivocado en eso de no prestarle atención. En lo que no estuve errado es en que Jonathan Demme filmando un espectáculo musical es un maestro absoluto y que esto iba a valer la pena... El magnetismo de JT cantando y bailando se ve agigantado por una puesta de un espectáculo (la despedida de la gira 20/20 Experience Tour en Las Vegas) que, si en vivo debe llamar la atención, en la enorme pantalla de un cine IMAX y con las decisiones del director de Totalmente salvaje (también, recuperada y restaurada, parte de la programación del TIFF) se transforman en una experiencia única. No me vengan a decir que próximamente podrá verse en la plataforma online que produjo esta obra. Esta es una película para ver en la pantalla más grande posible y a todo volumen.




-The Fixer (Rumania-Francia), de Adrian Sitaru ★★★★★

El mismo año que presentó Illegitimate en la Berlinale, Sitaru llega con esta fábula moral al Festival de Toronto. El director de Hooked (2008) y Domestic (2012) sabe partir de los pequeños detalles para llegar a donde quiere, pero sin olvidar en ningún momento que lo más importante es, justamente, el cuidado de aquellos pequeños detalles. Es por eso que esta historia vista a través de los ojos de unos periodistas que desean entrevistar a la menor que ha sido víctima de tráfico y abuso en Francia y vuelve a Rumania, efectivamente plantea un dilema ético, pero no por eso transforma a los personajes en meros instrumentos para la construcción de una metáfora. El lugar común de ver al cine de un país determinado como si se tratara de un género cinematográfico demuestra su error en esta edición del TIFF: la mirada más cercana a la explotación que siempre caracteriza a Mungiu (acá se dio Graduation, que había pasado por el Festival de Cannes) y la magnífica Sieranevada, de Cristi Puiu (película definitiva sobre los conflictos familiares), poco tienen que ver con la mirada de Sitaru. En el medio de una situación incómoda, fea, tensa, el director encuentra belleza en una imposible interpretación musical en un restaurante. Como sucede en esa escena con el protagonista, que impone algo de jazz y savoir faire en una interpretación básica, casi circense, Sitaru no cae en la misantropía aun cuando pueda ser salvaje (como en el momento en que la entrevista se concreta). Todos tienen sus motivos, y no todos resultan simpáticos (pero sí atendibles).




-Asura: The City of Madness (Corea del Sur), de Kim Sung-soo ★★★★½

Si de cine de género se trata, Corea del Sur ha dicho presente en Toronto con este thriller de espionajes cruzados en el que la referencia a la trilogía de Infernal Affairs se impone. Sin embargo, ese diálogo tiene más que ver con lo temático que con lo  formal, ya  que aquí la  influencia de Michael Mann y Fuego contra fuego es quizás lo que surge de manera más directa y explícita (quizás esto suceda en general con las películas de policías y ladrones surcoreanas más que con las filmadas en Hong Kong). Las complicaciones en las que se ve envuelto el personaje central (detective de la policía) por haber cedido a participar de actividades ilícitas en virtud de la necesidad de hacerse de fondos por el cáncer terminal que sufre su mujer, se van enrareciendo y multiplicando para culminar con un festival de persecuciones, tiros y mucha sangre. La película se toma su tiempo para crear tensión, dar profundidad a los personajes y no quedarse en el mero disfrute pirotécnico (aunque, por cierto, tampoco  reniegue de él).




-Certain Women (EE.UU.), de Kelly Reichardt ★★★★½

Nada le queda mejor a la directora de Old Joy (2006) y Wendy & Lucy (2008) que las pequeñas historias que se instalan en el lado menos brillante de los Estados Unidos. Claro que tampoco el asunto es hundirse en la oscuridad y lo ominoso, sino acercarse a esos seres que tratan de sobrellevar como mejor pueden cierta triste medianía, un continuo devenir de inconvenientes que los empujan fuera de los bordes del sistema. Incluso su western Meek's Cutoff podría decirse que responde a esos parámetros. Esta vez la estructura formal es más heterogénea, siguiendo con elegancia la deriva vital de varias mujeres, cuyas historias en principio nunca se cruzan. Una abogada que, por ser mujer, no puede despegarse de determinados roles atávicamente impuestos incluso por sus clientes; una madre de familia que  lucha por construir la casa que desea, demostrando quién lleva los pantalones en la familia; y una profesora -también abogada- que da clases para adultos y se encuentra con que una de sus alumnas se engancha demasiado con ella. Que esos roles estén interpretados por Laura Dern, Michelle Williams y la siempre perfecta Kristen Stewart, por supuesto, suma a la experiencia, pero el tempo, el recorte de ese mundo, la manera en que los abruptos pasos de una a otra historia construyen un continuo cargado de sensibilidad y empatía es lo que termina por conformar un regreso de esta directora a su mejor forma.




-(Re)Assignement (EE.UU.), de Walter Hill ★★★★✩

La última película del director de The Warriors (1979) y 48 horas (1982) fue unánimemente destrozada por la crítica especializada estadounidense. Otra vez están equivocados. La lectura lineal, el quedarse en la superficie, el no bancarse determinadas ironías, seguramente deja afuera a quienes no conciben nada intermedio o mutante entre el cine comercial y el autorismo. El director que alguna vez dijo que todas sus películas son en verdad westerns, vuelve -de alguna manera- a este género para narrar la venganza de un hombre que es sometido a una operación inesperada por una demente médica interpretada por Sigourney Weaver. Es ella desde un hospital psiquiátrico, con una camisa de fuerza, la que cuenta la historia que vemos en pantalla. Casi como una respuesta (o un chiste) relacionado con las acusaciones de misoginia que  ha recibido durante toda su carrera, en esta película todos los  personajes fuertes, los que toman las decisiones y llevan la trama son, de alguna manera, mujeres. Orgulloso espíritu clase B, mucho humor y una tonalidad rojinegra que nos remite a los años 80. ¿Cómo es que estas películas ya  no se estrenan en nuestro país?





-My Entire High School Sinking Into the Sea (EE.UU.), de Dash Shaw ★★★★✩

Dash Shaw viene del mundo de la historieta, del comic (o de la novela gráfica, como parece imponerse que debe decirse en estos tiempos). Ese origen puede explicar el desparpajo con el que el universo de la escuela se encuentra con el género catástrofe en esta película de animación. Los dibujos de trazos firmes, los personajes claramente esbozados y los fondos para nada realistas tienen que ver con cierto ánimo expresionista, pero también con la propia mirada del realizador, que en ningún momento abandona la lógica high school aunque lo que estemos viendo sea, literalmente, el hundimiento de una escuela en el océano, con múltiples muertes, mutilaciones, etc. La libertad absoluta y el disfrute compartido se nota también en las figuras que se sumaron a la fiesta, poniéndole la voz a los personajes principales. Allí están Jason Schwartzmann, Maya Rudolph, Lena Dunham y Susan Sarandon, por ejemplo, para dar testimonio de lo dicho. Hermosa fiesta no apta para prejuicios.



-The Age of the Shadows (Corea del Sur), de Kim Jee-woon ★★★½

Al director al que conocimos en algún BAFICI con The Foul King (2000) le basta con su oficio y capacidad de narrar, con su habilidad para jugar con los géneros corriendo un poco los  límites, para dotar de algo de alma a esta surperproducción surcoreana que representa a su país en la lucha por el Oscar extranjero. Lo que en otras manos podría haber quedado en esas lustrosas reconstrucciones de época a la que el mainstream asiático es tan afecto, en las del director de A Bittersweet Life (2005, posiblemente su mejor película), The Good, the Bad, the Weird (2008) y I Saw the Devil (2010) se transforma en una obra en los que los destellos de deformidad resultan ser lo más interesante. Es cierto que este posiblemente sea su film menos logrado (sólo Doomsday Book, de 2012, podría disputarle ese lugar) y que la desilusión es mayor si se piensa que el director pudo incluso cumplir con éxito su "experiencia hollywoodense" con el neo-western El último desafío, protagonizado por Arnold Schwarzenegger (único título del realizador que se estrenó comercialmente en nuestro país). Ambientada en la década de 1920, durante la ocupación japonesa, la película gana en la acción y en el thriller con foco en la resistencia coreana, en los momentos en los que la tensión y la violencia logran romper con el estatismo decorativo seguramente impuesto por los estudios para este tipo de producto.




-The Woman Who Left (Filipinas), de Lav Diaz ★★★½

La ley de Murphy se aplica también a los festivales, en lo que a galardones se refiere. Una norma que podría enunciarse al respecto debería decir: "Todo gran director al que se lo ignore en las premiaciones por sus mejores películas será reconocido por sus obras menores". Es que, tras una seguidilla de obras maestras (o casi) como Norte, The End of History, From What is Before y Lullaby to the Sorrowful Mistery, la Mostra de Venecia sí hizo de una vez por todas justicia, pero con la película equivocada. No porque se trate de una obra totalmente fallida, pero sí por cuanto claramente no está a la altura de las antes citadas. Si las más de 8 horas de Lullaby... presentadas en la Berlinale de este año pasaban volando y dejaban al espectador con ganas de más, dando cuenta de una habilidad para narrar, para descubrir siempre una nueva historia dentro de cada historia, las "acotadas" 4 horas de The Woman Who Left se sienten como tales. Claro que hay muchos momentos geniales en esta particular historia de venganza de una mujer que estuvo 30 años en la carcel por un crimen que no cometió, pero también hay algo de confusión en el ir y venir de la narración y de los múltiples personajes. Lo mejor es el retrato de las mujeres y esos pequeños momentos en que la voluntad de sentido no resulta tan evidente: un grupo de personas escuchando un cuento o una pequeña epifanía musical.




-Free Fire (Reino Unido-Francia), de Ben Wheatley ★★✩✩✩

Podría pensarse que, en este caso, al menos no nos encontramos con ese aire pretencioso que tenía High Rise (2015), pontificando sobre "el estado del mundo". Como en Kill List (2011) y Sightseers (2012), lo que predomina aquí es la ironía y el humor. O, al menos, la intención de encontrarlo. Está claro que Wheatley no es Guy Ritchie; pero en este caso ese pareciera ser el espejo en el que intenta mirarse (si la imagen que pretendía encontrar en el reflejo era la de Tarantino, definitivamente no lo logró). La compraventa de un cargamento de armas en un galpón abandonado y las traiciones cruzadas entre los protagonistas generan un festival de tiros y sangre, llevados a un extremo que poco se preocupa por el verosímil. Ese no es el problema. Lo que no termina de funcionar es, justamente, el humor. Es tal la actitud canchera y sobradora que la sensación más reiterada durante la casi totalidad del metraje del film se parece más al desagrado que a la de la liberadora alegría de la risa.




-Frantz (Francia), de François Ozon ★½

La heterogeneidad, la posibilidad de acercarse a distintos temas, formas y géneros sin perder el tono es una de las cualidades más destacables de Ozon. Casi siempre hay algo interesante en su films, incluso en sus pequeños divertimentos, en sus obras menos ambiciosas. Bajo la arena, 8 mujeres, El refugio, Potiche, Ricky y Joven y bella pueden dar una idea de la amplitud de registro de este realizador que hace dos años presentó aquí mismo su -para mí- obra menos lograda hasta el momento: Une nouvelle amie. Frantz profundiza la caída, ya que, además, suma cierto aire pretencioso, de pretendida importancia (temática y formal) que molesta aún más en este director no demasiado afecto a la sutileza. Melodrama de posguerra (la primera Gran Guerra), la narración va de Alemania a Francia, estirando los límites del verosímil y alternando el color y el blanco y negro para marcar (subrayar) la carga emotiva de determinados momentos. En esta oportunidad los descansos para el humor no parecen tener que ver con la distancia o la ironía sino con un involuntario resultado de este pastiche. 




-Planetarium, de Rebecca Zlotowski ★✩✩✩✩

Quizás Grand Central (2013) haya sido un agradable malentendido, una excepción, en la filmografía de la directora de Belle épine (2010). Es que es difícil de entender qué es lo que quizo hacer la realizadora en este pastiche tan reluciente como malogrado, para el que  contó con las presencias estelares de Natalie Portman, Lily-Rose Depp y Louis Garrel. Como en la última película citada, las mujeres buscando su identidad ocupan el centro de la escena. Que esa escena sea la de Paris de los años ’30 no ayuda demasiado para que podamos tomarnos en serio a estas hermanas espiritistas que, entre otros giros caprichosos de la trama, terminan probando suerte en el mundo del cine. Mucha decoración art décó, mucha referencia a la cultura de esa época... en fin que aquella cierta tendencia del cine francés sigue dando muestras de que no piensa despedirse del todo de las pantallas.


 

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