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Crítica de “Zeros and Ones”, de Abel Ferrara, con Ethan Hawke (Concorso Internazionale) - #Locarno2021
Ethan Hawke asume el lugar de Willem Dafoe y Harvey Keitel en esta delirante, alucinatoria y desencantada película del creador de El rey de Nueva York, Juegos peligrosos, El funeral, Mary, Tommaso y Siberia que tuvo su estreno mundial en la sección principal de la muestra suiza.
Zeros and Ones (Alemania-Reino Unido-Estados Unidos/2021). Guion y dirección: Abel Ferrara. Elenco: Ethan Hawke, Cristina Chiriac, Phil Neilson, Valerio Mastandrea, Dounia Sichov, Babak Karimi, Korlan Madi, Mahmut Sifa Erkaya y Anna Ferrara. Fotografía: Sean Price Williams. Edición: Leonardo Daniel Bianchi y Stephen Gurewitz. Música: Joe Delia. Duración: 85 minutos.
Antes y después del screener que nos enviaron desde la producción de la película para las críticas aparece Ethan Hawke hablando del proyecto, de su admiración por el trabajo de Abel Ferrara con Willem Dafoe durante la última década (aquí un especial al respecto que armamos en OtrosCines.com) y, en el segundo video que se muestra después de los créditos finales, el actor -que interpreta a JJ y Justin, dos hermanos gemelos, uno militar y otro revolucionario (o algo así)- habla de sus sensaciones contradictorias luego de haber visto el trabajo finalizado. Hawke contra Hakwe en (y fuera) de la pantalla.
Cualquiera podría considerarlo un mero recurso de marketing o incluso una artimaña para provocar y desconcertar, pero a esta altura de su vida (acaba de cumplir 70 años) y de una carrera tan caótica como estimulante a Abel Ferrara -uno de los directores más extremos, personales, inclaudicables y contestatarios del planeta cine- no le hacen falta golpes de efecto. Su filmografía habla por sí sola. Y, en ese contexto, Zeros and Ones surge como uno de los films más oscuros, anárquicos (y anarquistas) de su obra. Lo cual, está claro, ya es mucho decir.
Prepárense para leer comentarios irritados e indignados sobre este film. Es que, analizado desde una perspectiva clásica, es una película plagada de “des”: desatada, descarriada, desenfrenada, desbordada, deshilachada, despiadada y, sobre todo, profundamente desencantada.
Si Hawke se basó en la admiración por la dupla Ferrara-Dafoe, hay que indicar que su JJ en Zeros and Ones remite más al LT de Harvey Keitel en Un maldito policía / Bad Lieutenant (1992). JJ no es un detective sino un soldado y no deambula por las calles de Nueva York sino por las de Roma y el Vaticano, pero su angustia, su desazón y su dolor son prácticamente los mismos. La iconografía ferrariana regresa en todo su sórdido esplendor: iglesias católicas y templos musulmanes, tugurios nocturnos, homeless, organizaciones siniestras, prostitutas asiáticas acribilladas, drogas varias... Y aquí sumémosles desde millonarios rusos y los apuntados militares estadounidenses.
Si muchos hicieron analogías entre estos tiempos pandémicos y cuestiones apocalípticas, Ferrara se las tomó al pie de la letra: nadie filmó la era COVID-19 como él, con esa Roma nocturna de calles desoladas, personajes con tapabocas (¡ese beso con barbijos!), manos que se lavan a cada rato y alcohol en gel en múltiples planos.
Pero hay algo mucho más triste y estremecedor que el Coronavirus en Zeros and Ones y es la sensación de deterioro, degradación e implosión de la sociedad occidental. Por supuesto, hay una acumulación de simbolismos y una voz en off íntima, paranoica y desgarradora sobre las miserias existenciales y las injusticias de este mundo (no sería Ferrara sin ella), pero también un universo donde se cuestionan los excesos del poder económico y religioso.
Zeros and Ones es una película para los conversos, los que profesamos el culto cinéfilo de Abel Ferrara. Exige por momentos sacrificio y resignación, pero el resultado es la salvación. Para quienes lo encuentren un falso profeta, al menos este largometraje regala imágenes subyugantes: las calles y la arquitectura romanas filmadas desde drones, los juegos de filtros, pantallas pixeladas y efectos de “visión nocturna” cortesía de ese talentoso director de fotografía que es Sean Price Williams y la música ampulosa, magnética y alucinatoria de un viejo colaborador como Joe Delia. Sí, Abel Ferrara en estado puro.
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