Críticas
Estreno en cines
Crítica de “Aún estoy aquí”, película de Walter Salles con Fernanda Torres
Nominado a tres Oscar (Mejor Película, Mejor Película Internacional y Mejor Actriz Protagónica), el nuevo film del director de Estación Central y Diarios de motocicleta se ha convertido en un fenómeno histórico en Brasil (más de cinco millones de espectadores), pero también en el resto del mundo con un masivo éxito comercial, de crítica, en festivales (premios en Venecia y Rotterdam) y otras múltiples distinciones: desde el Globo de Oro para Fernanda Torres hasta el Goya a Mejor Largometraje Iberoamericano.
Aún estoy aquí (Ainda estou aqui, Brasil, Francia/2024). Dirección: Walter Salles. Elenco: Fernanda Torres, Selton Mello y Fernanda Montenegro. Guion: Murilo Hauser y Heitor Lorega. Fotografía: Adrian Teijido. Edición: Affonso Gonçalves. Música: Warren Ellis. Distribuidora: UIP (Sony). Duración: 137 minutos. Apta para mayores de 13 años.
(Esta crítica se publicó durante la cobertura de la Mostra de Venecia 2024)
El director de Estación Central (1998), Diarios de motocicleta (2004), Linha de Passe (2008) y En el camino / On the Road (2012) presentó Aún estoy aquí y la emoción se apoderó del público de la Mostra de Venecia. Es que, como había sucedido dos años antes aquí mismo con Argentina, 1985, de Santiago Mitre (2022), a los méritos cinematográficos se suma la sensibilidad que despierta el recordar lo sucedido en las dictaduras militares que asolaron a (no sólo) América Latina. Esa sensibilidad, además, está más a flor de piel cuando en todo el mundo se advierte una corriente que pone en duda la virtud de la memoria y relativiza incluso el repudio y la crítica a los gobiernos de facto y sus criminales prácticas.
El año es 1971 y Brasil está sumido en una dictadura militar. Salles hace foco en lo acaecido al congresista Marcelo Rubens Paiva, desaparecido por el gobierno de facto y el impacto que ello tiene en su familia, que emprende el difícil derrotero de intentar descubrir la verdad de los hechos y hacer justicia. Marcelo Rubens Paiva aparece al principio del film, hasta su secuestro. El eje narrativo se centra en la figura de la esposa del desaparecido, Eunice Paiva, madre de cinco hijos, que nunca ceja en su lucha.
Se nota en el realizador la necesidad de contar esta historia, al tiempo que en los años que insumía su producción Brasil se acercaba peligrosamente a la situación vivida en la década de los 70 del siglo pasado. Sí, se trata de una “película importante”, de esas en las que el tema tratado puede nublar el juicio (más aún en el presente de nuestro propio país). Sin embargo, Salles tiene la elegancia de evitar excesivos didactismos o la reiteración de lugares comunes políticamente correctos.
Vibrante y conmovedora, con una interpretación sobresaliente de Fernanda Torres como Eunice Paiva, la película posee la virtud de hacernos vivir el sinsentido de la arbitrariedad absoluta, de transmitirlo sin imposiciones de sentido ni bajadas de línea. Vivenciamos la indignación y la frustración, la incertidumbre y la rabia, pero también nos emocionamos frente a esa madre que tiene que seguir sosteniendo a la familia, alimentando y educando a sus cinco hijos. Resulta particularmente emotivo el modo en que, pese a todo, también se defiende la alegría. Hay que continuar la lucha, pero no dejar de vivir en el camino.
Sobria y clásica en su deriva, la acción se centra más en la dinámica familiar que en el conflicto político. Es el impacto de la absurda violencia en esta familia burguesa, en su pequeño mundo, lo que desnuda la crueldad del gobierno criminal. Memoria, verdad, justicia. Los detalles de cotidianeidad de la familia no sólo reconstruyen un modo de vida perdido para siempre, sino que evidencian cómo el plan de las dictaduras ha funcionado en muchos aspectos.
Sin subrayarlo, la película nos golpea (también) al dejarnos contrastar los cambios producidos en torno al uso de los lugares públicos, las relaciones interpersonales, el compromiso y la solidaridad de los ciudadanos. Tampoco podemos dejar de pensar en que en Brasil, según nos confirman los títulos al final de la película, ninguno de los responsables fue llevado a juicio ni encarcelado. En ese sentido, resulta paradigmático (e inolvidable) el momento en el cual la familia golpeada, agotada pero de pié festeja el reconocimiento por parte del Poder Judicial de la muerte del padre.
El rol de los poderes públicos pero sobre todo de los medios es también puesto en litigio en la narración. La necesidad de hablarle a la comunidad, de dejar –al menos- constancia. Así dos momentos documentados en sendas fotos marcan el corazón de este potente y emotivo film: aquél en el que la madre y los hijos se resisten a poner cara de circunstancia (de circunspecta y triste seriedad) para la foto de una nota que saldría en el semanario Manchete y aquél de la sonrisa con lágrimas en los ojos para el festejo de la obtención del tan esperado certificado de defunción.
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