Columnistas
Caer en la pública (sobre “Las facultades” y la educación en el cine)
Por Griselda Soriano y Luciana Calcagno
El estreno del notable documental dirigido por Eloísa Solaas permite recomendar también otros films sobre la enseñanza.
Hay en Las facultades una mirada aguda, sensible y generosa para con una instancia aterradora para muchos estudiantes (y tortuosa, también, para muchos docentes): la del examen final oral. Son los menos aquellos que se encuentran cómodos con esa situación, cuando el sentimiento común de la mayoría -algunos ya recibidos, con el solo hecho de recordarlo- es simplemente pánico.
Pánico que lleva a pedir prórrogas, a dejar vencer materias e incluso a veces a recursarlas, cuando los finales son obligatorios. Es una instancia que tiene mucho que ver con lo psicológico y que está generalmente por encima de lo consciente.
Parte de la riqueza del documental de Eloísa Solaas consiste en detener la mirada en esa carga psicológica y lo que implica para todos los que participan de cada una de esas situaciones de examen. Y lo hace buscando la distancia justa y haciendo durar los planos hasta que la incomodidad se apodera del espectador (aunque el morbo lo obligue a seguir mirando), pero también cortando cuando la instancia evaluatoria se pone más densa y hay información que es mejor dejar fuera de plano, construyendo sentidos también desde el montaje.
Por supuesto, este minucioso retrato también contempla aquello que, a simple vista, parecería ser lo esencial de una evaluación universitaria: la puesta en juego del aprendizaje y la posibilidad de demostrar que esos saberes son, ahora, también propios.
La película abarca un amplio espectro de disciplinas y materias, cada una con su propia lógica, sus especificidades, sus reglas, su lenguaje. Esas son, también, las facultades: aquellas que cada alumno logra demostrar (o no) a la hora de enfrentarse con esos exámenes que representan pequeños o grandes hitos en su camino profesional.
A partir de la puesta en relación de estos universos muy diversos, el documental consigue iluminar también algo más complejo y a la vez más universal, que va más allá de los contenidos específicos de cada materia, y que tiene que ver con todo lo que implica sumergirse en un mundo nuevo para, con suerte, hacerlo propio y lograr salir del otro lado transformado. Y es que, como todos quienes hemos atravesado experiencias como las que retrata la película sabemos, aprender implica muchísimo más que la “simple” incorporación de contenidos.
Las evaluaciones muchas veces tienen más que ver con la actitud del alumno que con lo que uno haya realmente estudiado -y esto quienes hemos rendido finales lo sabemos bien-. A veces parece importar más saber cómo hacer para mostrar que se sabe que realmente saber; si se pueden combinar ambos factores, mejor. Y la narración y el personaje que cada alumno tiene que armarse no es solo retórica: recorre también la corporal, la actitud, los gestos. Esto se ve perfectamente en la película, que sabe dónde centrar la mirada: el recorrido de los cuerpos, la actitud que uno toma al estar nervioso e ir perdiendo una argumentación. Entre nuestros favoritos se encuentra el final de botánica , que termina mal. La actitud con la que la chica cierra su cartuchera resignada y se levanta para irse, la derrota que le atraviesa todo el cuerpo, que duele en todos los músculos: reprobar un final es también eso.
Y aprobarlo también es pasar por el cuerpo esas nuevas prácticas y saberes que, si todo sale bien, de ahí en adelante formarán, también, parte de nosotros. Y en esto varios de los momentos más notables de Las facultades son aquellos que tienen como protagonista al convicto que está estudiando Sociología. Rinde uno de los finales más magistrales que hayamos escuchado y, en este caso, también podemos ver en su cuerpo como se va envalentonando y creyendo su propia argumentación, armando todo un relato que lo deja conforme y erguido ante su docente, divertida y feliz, porque la felicidad de un docente ante un alumno que rinde un buen final, si bien lateralmente, también puede vislumbrarse en este documental.
Yendo de lo particular a lo universal, de lo intelectual a lo subjetivo, Las facultades construye un mosaico que da cuenta de una experiencia central para aquellos que hemos habitado y seguimos habitando, de un lado y del otro de las mesas de exámenes, las universidades públicas argentinas.
Aunque muchas veces lo olvidemos porque todos estamos, de alguna manera u otra, familiarizados con ellas, las experiencias de aprender y enseñar son, quizás, de las más complejas que una persona pueda atravesar en su vida. Es por eso que, para quienes se hayan quedado dando vueltas con el tema después de la película, sumamos aquí varias recomendaciones de otros documentales que, nos parece, pueden dialogar con Las facultades y ayudarnos a pensar también las múltiples formas en que el cine ha pensado y puede seguir pensando el mundo de la educación y todo lo que esta implica.
-High School (Frederick Wiseman, 1968) + High School II (Frederick Wiseman, 1994)
High School es la segunda película de Frederick Wiseman, la que siguió a su polémico y demoledor debut, Titicut Follies (1967). Con sus primeros trabajos, Wiseman fundaba sin saberlo el documental de observación, tan hijo de las posibilidades técnicas que nacían en la época como del deseo de mirar el mundo de otra manera: una cámara siempre atenta a los detalles, el uso de sonido directo, un trabajo de montaje monumental; en sus películas, todos los recursos están puestos en función de hacerse invisibles para dar lugar al mundo que retratan. No hay en ellas entrevistas, ni textos, ni voz over, ni música extradiegética, ni nada que ponga en evidencia el dispositivo.
En High School, Wiseman da sus primeros pasos en el que será el gran tema de su obra, las instituciones, y se interna, como el título indica, en una secundaria estadounidense para retratar el costado más foucaultiano del trabajo sobre los otros: el que tiene que ver con el control y el disciplinamiento. Corre el año 1968 (con todo lo que esa fecha implica si hablamos de estudiantes y relaciones entre generaciones) y la guerra de Vietnam presiona desde el fuera de campo hasta que Wiseman la deja entrar en el momento preciso y nos recuerda la dimensión política que tienen siempre sus retratos. Veintiséis años después, Wiseman continúa su exploración en un mundo y una escuela muy diferentes en la mucha menos vista High School II, donde el foco ya no está en el disciplinamiento sino en su contraplano optimista: el potencial liberador de la educación.
-Ser y tener (Nicolas Philibert, 2002)
Si en su primera High School Wiseman se centra en el control que imponen las instituciones educativas, Nicolas Philibert elige, en cambio, focalizar en el costado profundamente humano de la educación y el aprendizaje. Philibert se instala en una escuelita rural francesa en cuyas aulas conviven alumnos de diferentes edades para describir, con la distancia justa, el trabajo minucioso de su maestro a lo largo de todo un año.
Philibert posa su mirada, sobre todo, en el oficio de enseñar: en las tareas cotidianas del señor López, en su activo ejercicio de la escucha, en las múltiples maneras en que, gesto a gesto, construye con sus alumnos una relación basada en la entrega y la confianza. Lo hace cómo lo hace el señor López: poniéndose a la altura de esos pequeños, pero no por eso menos activos estudiantes, para así ayudarnos a entender qué implica también para ellos ese proceso de aprendizaje. Sin golpes bajos ni estridencias, con una sensibilidad a la altura de su protagonista, Philibert filma uno de los documentales más conmovedores sobre todo lo que implica aprender y enseñar y uno de los más hermosos retratos que se hayan hecho de un auténtico maestro.
-Reach for the SKY (Choi Woo-young y Steven Dhoedt, 2015)
En Reach for the SKY, los exámenes cobran un peso mucho más terrible: el documental se centra en la preparación de varios alumnos para rendir el Suneung, el examen de ingreso universitario que paraliza a Corea una vez por año; un rito de pasaje salvaje, a la medida de un mundo meritocrático. En un contexto atravesado por las jerarquías, los exámenes determinan de una vez y para siempre las posibilidades de éxito profesional de esos futuros estudiantes, y se convierten en una onda expansiva que no solo los afecta a ellos sino también a sus profesores, sus familias, los medios de comunicación y la sociedad toda.
Reach for the SKY muestra la versión extrema de otra de las tantas caras posibles de la educación: la de transformarse en una competencia despiadada que comienza cada vez más temprano y que puede marcar a fuego (y no necesariamente para bien) el destino de aquellos a los que les abre las puertas y, sobre todo, de quienes quedan afuera.
-At Berkeley (Frederick Wiseman, 2013)
Y, para terminar con estas recomendaciones, volvemos a Wiseman. En el film Wiseman se instala esta vez en Berkeley, la prestigiosísima universidad californiana, continuando con sus inmersiones en las más diversas instituciones. At Berkeley despliega un enorme mosaico que incluye a alumnos, profesores y autoridades, en toda su complejidad, y que comprende clases de lo más diversas, experimentos de laboratorio, y hasta ¡un musical sobre Facebook!
Pero si hay un tema que subyace a todo el film es el problema del financiamiento (o, más bien, el desfinanciamiento) de la educación pública -aun con lo extraterrestre que resulta, para quien lo contempla desde la Argentina, el concepto estadounidense de educación pública-.
Una vez más, Wiseman pinta un retrato de una institución en crisis y, sin necesidad de subrayados, eleva una crítica contundente sobre un conflicto que nunca, pero nunca, dejará de ser fundamental.
Tanto en Las facultades como en el resto de los documentales acá mencionados, podemos ver diferentes puntos de vista sobre distintos aspectos del mundo de la educación, desde miradas más cercanas a lo institucional y la disciplina que implica el trabajo sobre los otros hasta observaciones sobre el aprendizaje, la enseñanza, la docencia y el vínculo entre docentes y alumnos, el peso social que pueden cobrar las instituciones educativas en los contextos más diversos y, por supuesto, la precaria situación mundial de la educación pública. Pero en todos estos retratos diversos hay algo en común: el lugar donde estudiamos nos atraviesa, nos forma en el sentido más profundo del término y tiene mucho que ver con el relato que luego nos armamos sobre el mundo y sobre nosotros mismos.
Sobre las autoras: El Club de las Cinco nació en julio de 2017 como un proyecto de cinco periodistas, entre críticas de cine y editoras, que buscaban una excusa para hablar de lo que más les gusta. Una vez por semana, entre picadas y vino, Luciana Calcagno, Micaela Berguer, Sol Santoro D'Stefano, Maia Debowicz y Griselda Soriano se reúnen alrededor de una mesa a discutir sobre películas y series con una mirada analítica pero desprejuiciada, seria pero entretenida, informada pero no aburrida.
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caer en la pública? la mayoría de los que estudiamos cine y anexo lo hacemos en las privadas. la micromilitancia esta vigente mas fuerte que nunca en años electorales, que se mejoren chiques. besis
Como caído en la educación pública y como docente de la Universidad de Luján no puedo dejar de felicitarlas por el artículo. Debo decir que las universidades también han producido programas educativos y documentales. El 1º de agosto no deben perderse el estreno de un documental que se llama ESCUELA BOMBA, generado desde el Departamento de Educación de la Universidad de Luján, sobre la tragedia de Moreno, donde no hubo gente que cayó en la educación pública sino trabajadores que murieron en ella por una cadena histórica de negligencias.
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