Festivales
Críticas de la sección Autores
El apartado de los "grandes éxitos" festivaleros: 17 títulos de directores consagrados. No es lugar para descubrimientos, pero sí para reencontrarse con viejos (y no tan viejos) maestros.
-List (Corea del Sur, 29’), de Hong Sang-soo + Walker (Beautiful 2012) (China-Hong Kong, 26’), de Tsai Ming-Liang.
Arranqué la maratón marplatense con este extraordinario doble programa compuesto por sendos cortos (casi mediometrajes) de dos de los mejores directores en actividad. Hong Sang-soo toma algunos personajes, locaciones y elementos de su excelente largo In Another Country para narrar con ese talento sin ostentaciones, con ese poder de encantamiento, con esa facilidad única, con ese proverbial espíritu tragicómico, el encuentro de una madre y su hija con un famoso y seductor director de cine en un enclave playero. Lo de Tsai Ming-liang es mucho más austero, pero no menos interesante. En este encargo del Festival de Hong Kong filma a un monje (su actor-fetiche Lee Kang-Sheng) que recorre esa modernísima y aceleradísima urbe a paso de tortuga y enfundado en una túnica roja. Los contrastes son impactantes (las reacciones de la gente, también) en un trabajo con unos encuadres formidables. DIEGO BATLLE
-Gebo et l'ombre (Portugal-Francia), de Manoel de Oliveira
Podrá ser lenta, estática, demasiado teatral y hablada, con una estética demodé, pero… ¡qué placer ver la nueva película del “interminable” maestro portugués! Basada en la obra escrita por Raul Brandão en 1923, hablada en francés y construida con un puñado de largos planos fijos, nos regala además las actuaciones de los no menos legendarios Michael Lonsdale, Claudia Cardinale y Jeanne Moreau. Muchos años y talentos sumados. DIEGO BATLLE
-Vous n'avez encore rien vu (Francia-Alemania, 115’), de Alain Resnais
No serán los 103 años del prolífico Manoel de Oliveira, pero el mítico director de Mi tío de América, El año pasado en Marienbad y Conozco la canción -que ya anda por los 90 - es otro ejemplo de juventud eterna. Este patriarca de la nouvelle vague (su primera participación en Cannes fue nada menos que con Hiroshima mon amour, en 1959), presentó en la Competencia Oficial de ese festival Vous n'avez encore rien vu, acompañado por buena parte del “dream team” de intérpretes que tuvo en este film: Pierre Arditi, Sabine Azéma, Anne Consigny, Anny Duperey, Hippolyte Girardot, Denis Podalydes, Lambert Wilson y Mathieu Amalric (Michel Piccoli, ausente con aviso). Vous n'avez encore rien vu, enigmático título que surgió como un chiste en la mesa de montaje y finalmente quedó, es una adaptación muy libre de dos obras de Jean Anouilh (Eurydice y Cher Antoine). La impronta teatral (con su artificio y su énfasis en el texto) está muy presente en el film, aunque Resnais y su exquisito director de fotografía, Eric Gautier, dotaron a la narración de una ligereza y de un despliegue visual que se agradecen. La película arranca cuando cada uno de los actores (todos aparecen con sus nombre reales) recibe un llamado en el que se les informa que un director de teatro amigo de ellos ha muerto y ha dejado como pedido que viajen hasta su aislada y majestuosa casona para cumplir un último deseo. Allí se encuentran, entonces, estos notables intérpretes para ver un video con los ensayos de una puesta de Eurídice por parte de una compañía teatral joven y vanguardista. Pero ellos -que han participado en versiones anteriores- empiezan a interactuar con esas imágenes en un dispositivo lúdico que sirve para reflexionar sobre el cine, el teatro y la actuación, para analizar los mitos (de Orfeo y Eurídice, claro), y para indagar en temas esenciales como la vida y el amor más allá de la muerte. No es una película redonda (la propuesta se agota un poco y el recurso se repite demasiado), pero sí muy disfrutable. DIEGO BATLLE
-Ralph el demoledor (Estados Unidos, 101’), de Rich Moore
La mano de John Lasseter ya se está notando en la producción animada de Disney, cada vez más alejada del clasicismo y la tradición. De hecho, este film de Moore (Futurama, Los Simpsons) tiene algo de Toy Story (los personajes “desechados”), aunque también bastante de un simpático ejercicio nostálgico. Ralph, el villano de un videogame durante 30 años, está harto de su lugar marginal, de ser siempre despreciado y humillado. Así, decide cambiar de juego tratando de modificar su destino, pero no será tarea fácil. Si bien por momentos el vértigo (bien de videojuego) puede abrumar un poco, el trabajo de animación (3D) es prodigioso y bien vale apreciarla en versión subtitulada para disfrutar de las voces de talentos como John C. Reilly o Jane Lynch. Sin dudas, el gran disfrute mainstream del festival. DIEGO BATLLE
-In the Fog (Bielorrusia, Alemania, Rusia, 128’), de Sergei Loznitsa
Este virtuoso y vistoso largometraje del bielorruso Loznitsa (que ya había competido en Cannes hacía dos años con My Joy) describe las desventuras de dos partisanos en plena Segunda Guerra Mundial, cuando casi todos sus compatriotas apoyaban a los alemanes y la policía local arrasaba con la resistencia. Para colmo de males, uno de ellos queda herido y tienen a su cargo a un vecino que podría o no ser un traidor (la idea es fusilarlo, pero ni siquiera eso pueden concretar). Construida con 72 planos secuencia de una maestría pocas veces vista, la película -más allá de su esa morosidad y solemnidad tan de la escuela soviética- regala 127 minutos de gran cine. DIEGO BATLLE
-Laurence Anyways (Canadá-Francia, 161’), de Xavier Dolan
El muy esperado tercer largometraje del joven cineasta canadiense Xavier Dolan (Yo maté a mi madre y Los amores imaginarios) relata la historia del Laurence del título (Melvil Poupaud), un reconocido escritor y docente universitario que -aun cuando sostiene durante mucho tiempo una feliz relación con su novia (Suzanne Clément)- siente que quiere ser mujer. Esa decisión lo llevará a una profunda crisis íntima, con su pareja, con su rígida madre (excepcional trabajo de la gran Nathalie Baye), con el mundo académico y con la sociedad en general. La acción está ambientada entre fines de los '80 y fines de los '90. El cine de Dolan -que tiene algo del de Pedro Almodóvar y Wong Kar-wai- es siempre exagerado, caprichoso, arbitrario, exhibicionista, pero al mismo tiempo bello, intenso y sin miedo al ridículo. Cada plano del film es una verdadera obra de arte, aunque en la acumulación de tantas cuidadas imágenes y de hermosas canciones el resultado no siempre es tan logrado. Con elementos de la publicidad, del videoclip y de la estética pop, Dolan construye un ambicioso (casi tres horas) entramado visual para un melodrama desbordante, que por momentos irrita y en otros, fascina. Con el sello inconfundible de este enfant-terrible que, con sólo 23 años, no conoce de límites y parece ir siempre por más. Por todo. DIEGO BATLLE
-Blancanieves (España-Francia, 104’), de Pablo Berger
La representante española al Oscar tiene que competir, lamentablemente, con la fama de El artista, una película que utilizó similares estrategias estilísticas: muda, en blanco y negro, y con intertítulos. Este film es muy diferente en sus influencias (y menos obsesivo en sus formas), apostando hacia un expresionismo más oscuro y tenebroso (especialmente en la primera parte), aunque en la última se vuelve un poco más liviano y menos interesante. Es una adaptación del cuento de hadas a la España de los años ’20, y en el universo de la tauromaquia. Aquí, un famoso torero queda parapléjico en la faena y su esposa muere al parir a la pequeña Carmen, quien crece con su abuela, ya que la nueva mujer de su padre (encarnada por Maribel Verdú) no quiere saber nada con ella. Al morir la abuela (Angela Molina), la niña va a vivir con su madrasta, pero es tratada como la sirvienta del lugar. Lo que sucede después sigue al cuento famoso pero de maneras inesperadas que no tiene sentido revelarlas aquí, en especial quiénes son los siete enanitos. Una extraordinaria primera parte (cuando Carmen es niña) se resquebraja un poco en la segunda, con ella ya adulta. Sin embargo, sigue siendo un ejercicio de mucha mayor resonancia emocional e imaginación que su famosa hermana mayor francesa. DIEGO LERER
-La noche de enfrente (Chile-Francia, 110’), de Raúl Ruiz
No es una película “emotiva”, pero al final de la función en el Festival de Cannes mucha gente lloraba. Es que la ausencia de Ruiz ya se empieza a sentir. No creo que La noche de enfrente se ubique entre los mejores trabajos de su carrera, pero este film póstumo tiene algo de testamentario con su acumulación de las múltiples obsesiones e intereses (cinematográficos, literarios, musicales, filosóficos, etc.) del gran director chileno. La vida de una persona (de niño, de adulto y de anciano) y la vida más allá de la muerte, las fábulas, los grandes personajes de la historia, los sueños, los mitos, el humor absurdo, el thriller, el artificio… Todo eso (y mucho más) está condensado en este film-despedida ¡Adiós, maestro! DIEGO BATLLE
-The We and the I (Estados Unidos-Francia-Gran Bretaña, 103’), de Michel Gondry
Un grupo de estudiantes de un colegio secundario del Bronx termina el ciclo lectivo y se sube a un colectivo del transporte público. Allí, en ese ámbito cerrado pero al mismo tiempo en permanente movimiento, los adolescentes interactuarán durante la siguiente hora y media de maneras muchas veces graciosa; otras, violentas (el bullying parece ser una de las cuestiones que más interesan a Gondry); y, finalmente, emotivas. Película ultraindependiente con jóvenes actores no profesionales (toda una respuesta a su anterior The Green Hornet), la narración es al principio algo anodina y reiterativa, pero va ganando en interés en su segunda mitad. Un experimento por momentos satisfactorio, pero también algo menor. DIEGO BATLLE
-Journal de France (Francia, 100’), de Claudine Nougaret y Raymond Depardon
Este documental fue, en realidad, dirigido por Nougaret, sonidista de Depardon. Lo que sí realizó el gran fotógrafo y cineasta son los materiales originales que ocupan buena parte del metraje. Porque este “Diario de Francia” cuenta dos cosas y una de ellas es una revisión que Nougaret hace de cosas filmadas por Depardón que permanecían inéditas, centradas especialmente en sus viajes en los años ’60 a zonas del mundo en conflicto. La otra, es un viaje actual en el que Depardon recorre Francia en una minivan sacando fotos en lugares muy particulares en los que combina lo antiguo con lo moderno en un mismo plano. Tomando en cuenta esa mayor “convencionalidad” del relato respecto a las películas dirigidas por Depardon, se trata de un muy buen film que sirve para conocer más al mítico fundador de la Agencia Gamma. DIEGO LERER
-Dark Horse (Estados Unidos, 86’), de Todd Solondz
Me gustaron mucho Welcome to the Dollhouse y Happiness. De allí en adelante, no sé si Solondz se empezó a repetir o si yo me empecé a cansar de su sistema, pero su cine empezó a interesarme cada vez menos. Cada tanto hay momentos que me recuerdan por qué me gustaba -como el que abre esta película-, pero al rato vuelve el otro -el cineasta de la humillación, el de la crueldad y la burla fácil, el impiadoso que castiga-, y se me acaba la risa. Me podrán decir -y yo me lo decía a mí también- que él es parte de esos burlados, que se identifica con esos losers a los que maltrata en sus películas, pero ese es un análisis que se puede hacer hablando con él o conociéndolo. La risa que surge al ver a sus personajes es pura y exclusivamente una risa de superioridad. Aquí cuenta la historia de un treintañero que vive con sus padres, trabaja en la empresa familiar y no he hecho nada con su vida, que se enamora de una depresiva que le da bola, básicamente, porque no tiene ni fuerzas para decir no a nada. Le va mal, claro, una y otra vez, con todo, y él sigue para adelante, tanto en el mundo real como en el que se imagina, como si nada pasara, sin registrar que el mundo le da vuelta la cara, y esperando algún grado de simpatía del espectador a partir de una pintura desagradable del resto de los personajes. No la hay -es cierto, Solondz no victimiza a sus perdedores, los hace merecedores de su “loserdom”- con el protagonista. Tampoco empatía. Es un imbécil rodeado de otros imbéciles a quienes les pasan cosas imbéciles para los que creemos no ser tan imbéciles nos matemos de la risa con lo imbéciles que son los demás. Eso, creo ahora, resume la película. No hay reflexión sobre el tema (la había en Storytelling y, hasta un punto, en Life During Wartime). Aquí, es como si quisiera volver al humor cruel de su primer cine, pero le salen una serie de chistes malos. Un buen elenco y algunos momentos ingeniosos sueltos por ahí, la levantan de tanto en tanto, pero el chiste sigue siendo el mismo de siempre, en su costado más básico, y ya mucho no se sostiene. DIEGO LERER
-For Love's Sake (Japón, 134’), de Takash Miike.
Artefacto de la cultura pop japonesa, esta mezcla de drama, thriller, comedia, film de acción, animación y, fundamentalmente, musical, es tan inasible e imaginativo como podrían suponer, y más viniendo de Miike. Lo cierto es que esta historia acerca de una suerte de delincuente juvenil pendenciero y la chica “de alta sociedad” que lo ama y lo sigue pese a todos los problemas en los que la mete, arranca de manera brillante y atrapante, como una explosión de energía, gracias a escenas de acción y números musicales que parecen extraídos de algún videoclip extravagante de los ’80. Pero con el correr del tiempo (el film dura 134 minutos) se va volviendo un poco reiterativo y se torna agotador. Sus excesos continuos (al final, más de violencia que… de música y baile) le dan siempre al film vuelcos inesperados y grotescos, lo mismo que la aparición de nuevos y aún más bizarros personajes, pero no hay suficiente material aquí que sostenga el interés por tanto tiempo. DIEGO LERER
-Pietà (Corea del Sur, 104’), de Kim Ki-duk
Conocido por su poética escabrosa, por su propensión a expresarse a través de la violencia y por su debilidad por los relatos morales (en su mayor parte moralistas), Kim Ki-duk se adentra en Pietà en los entresijos de un barrio marginal de Seúl. Allí vive un joven sin escrúpulos que trabaja como cobrador para un despótico prestamista. El muchacho no tiene problemas a la hora de dejar inválidos a los clientes de su jefe para sacar provecho de sus seguros. Impera la inhumanidad, pero entonces aparece la madre del chico, que lo abandonó al nacer, y así el joven psicópata se convierte en un Edipo en busca de redención. “Con Pietà, quería hablar del capitalismo extremo y de cómo desvirtúa las relaciones humanas”, explicó Kim Ki-duk. Así, utilizando todo tipo de imaginería cristiana -de la flagelación a la piedad del título- el director coreano construye una película que bascula entre la crueldad más atroz y el sentimentalismo más cursi. De hecho, la narración de Pietà utiliza los mecanismos psicológicos de un niño de parvulario. “¿Qué es el dinero?”, pregunta el hijo. “El principio y el final de todas las cosas”, responde la madre. Y con este nivel de sutileza, sella el trágico despertar moral de su protagonista. MANU YAÑEZ MURILLO
Sobre The Land of Hope, de Sion Sono, hay un comentario aquí
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