Festivales
Críticas de la Quincena de Realizadores
Comentarios de varias de las películas de esta sección, ahora comandada por el crítico Edouard Waintrop, y con amplia presencia latinoamericana.
Luego de 25 watts y Whisky (y ya sin el fallecido Juan Pablo Rebella, su codirector y amigo), Stoll regala otra tragicomedia (árida al principio, encantadora al final) sobre tres personajes al borde del patetismo, pero que terminan resultando fascinantes y queribles, precisamente por la exposición de sus contradicciones y sus matices. Lejos del minimalismo "a la uruguaya", aquí pasan un montón de cosas (hay desde muertes hasta escenas de sexo) y el realizador saca buen provecho de ellas.
El eje de este triángulo es una alumna de colegio secundario que está a punto de egresar (en verdad, de perder el año por faltar siempre a clases). Mientras sus compañeros juntan dinero vendiendo rifas para el viaje a Bariloche, ella -penosa arquera de un equipo de handball- se dedica a explorar sus obsesiones sexuales. Por otro lado, están sus padres, divorciados pero con un régimen de visitas muy poco estricto y una dinámica bastante anárquica. El es un odontólogo medio torpe que juega el fútbol 5, se ocupa de las plantas y disfruta del cine clásico y los chivitos. Ella está dedicada a cuidar a su tía, moribunda en el hospital, donde conoce a un hombre que le lee libros y con quien iniciará una relación.
Entre escenas casi siempre inspiradas en las que conviven el humor asordinado y la angustia, Stoll nos sumerge en el universo íntimo de estos seres muchas veces ausentes, personajes que parecen estar a la deriva emocional hasta que -en el momento y de la forma más inesperada-surgen impulsos, irrumpen situaciones de gran intensidad (a veces, demasiado subrayadas por las canciones), que modifican -al menos por un rato- los estados de ánimo de los personajes.
Film sobre el paso de la adolescencia a la adultez con sus pequeñas miserias (ella le roba plata al padre y engaña al novio), 3 es, también, una impiadosa mirada a las relaciones familares, a la confusión, la incomunicación y los dilemas de estos tiempos en los que ya nada es lo que era (ni siquiera lo que parece).
-No (Chile), de Pablo Larraín. Calificación: 8 puntos
No soy fan de la obra previa de Larraín y había zonas de Tony Manero y Post Mortem que me incomodaron mucho. Por eso, una película como No -que poco tiene que ver con aquellas más allá de revisar el pasado reciente de Chile a partir de personajes "secundarios"- me parece un muy interesante vuelco en su filmografía y me permite reconciliarme con un director de indudable inteligencia y talento.
Este cuarto film de su carrera reconstruye el armado de la campaña por el "No" para el plebiscito que en 1988 convocó -ante la presión internacional- Augusto Pinochet con la idea de perpetuarse en el poder con un aval "democrático". El protagonista es René Saavedra (Gael García Bernal, en uno de sus mejores trabajos), un creativo que regresa al país y convence a la oposición de hacer publicidades "jóvenes, modernas, optimistas, alegres", con un jingle pegadizo, en vez potenciar las denuncias que los grupos de izquierda quieren hacer luego de tantos años de represión y silencio.
Con un look y una estétca concientemente "avejentada" (como si hubiese sido rodada en VHS o en U-Matic), con la idea de trasladarnos a fines de los '80 y "empatar" las imágenes de la película con las publicidades y los fragmentos de archivo de la época, No se sigue con interés y, por momentos, con fascinación. Tiene humor, tiene tensión, tiene drama y tiene suspenso. Quizás es un poco obvia y forzada la confrontación entre el personaje de Saavedra y el de su jefe en la agencia (que trabaja para la campaña del "Sí") y el conflicto de pareja del protagonista queda demasiado en segundo plano, pero son reparos menores frente a una película inteligente y provocativa, pero sin los caprichos ni los golpes bajos de la obra previa de Larrain.
-Sueño y silencio (España-Francia), de Jaime Rosales. Calificación: 7 puntos
Una familia mayoritariamente española radicada en Francia regresa a Cataluña para unas vacaciones y sufre un accidente automovilístico. La madre muere y la vida para los sobrevivientes cambia para siempre (el marido ni siquiera recuerda los hechos). Con esa premisa tan dura, el director de Las horas del día, La soledad y Tiro en la cabeza construye un film seco, de gran rigor y austeridad, rodado en blanco y negro (con algunas mínimas irrupciones de color), con actores no profesionales, con toma única y amplio espeacio para la improvisación, y construido con encuadres bastante extremos. El film puede resultar árido, áspero, de difícil acceso en términos emocionales (al menos, como lo suele plantear el cine mainstream), pero con su radicalidad, su experimentalidad y su falta de concesiones el cine de Rosales sigue siendo un faro necesario en el contexto actual del cine español.
-Fogo (México-Canadá), de Yulene Olaizola. Calificación: 7 puntos
La realizadora de Intimidades de Shakespeare y Victor Hugo y Paraísos artifíciales cambia por completo de estilo e incursiona en ese registro tan impreciso entre el documental y la ficción, entre lo puramente observacional y la manipulación de la acción para describir con un tono melancólico, elegíaco, los últimos días de unos habitantes de una pequeña isla canadiense. El ferry está por dejar de llegar al lugar, las condiciones de vida no son las mejores y tanto el clima como la geografía son por demás inhóspitos. Unos pocos se niegan a dejar el lugar, pero muchos están por abandonarlo de forma definitiva. El film registra en apenas una hora la belleza triste del lugar y propone un registro sobre la cotidianeidad de la zona y de su gente. Una película sobre el adiós a un lugar, a un tiempo, a una forma de vida.
-La noche de enfrente (Chile-Francia), de Raúl Ruiz. Calificación: 7 puntos
No es una película “emotiva”, pero al final de la función mucha gente lloraba. Es que la ausencia de Ruiz ya se empieza a sentir. No creo que La noche de enfrente se ubique entre los mejores trabajos de su carrera, pero este film póstumo tiene algo de testamentario con su acumulación de las múltiples obsesiones e intereses (cinematográficos, literarios, musicales, filosóficos, etc.) del gran director chileno. La vida de una persona (de niño, de adulto y de anciano) y la vida más allá de la muerte, las fábulas, los grandes personajes de la historia, los sueños, los mitos, el humor absurdo, el thriller, el artificio… Todo eso (y mucho más) está condensado en este film-despedida ¡Adiós, maestro!
-Infancia clandestina (Argentina-España-Francia/2012), de Benjamín Avila. Calificación: 7 puntos
Luego de un prólogo ambientado en 1975 que arranca con imágenes "convencionales" y termina con animación (un recurso que luego se repetirá) para narrar el intento de asesinato por parte de un comando de la Triple A contra un matrimonio de militantes montoneros, la película salta hasta 1979. En plena euforia post-Mundial (y en plena escalada represiva), los protagonistas vuelven de un exilio en Brasil y Cuba en el marco de la "contraofensiva". Juan (Teo Gutiérrez Moreno) ya tiene una hermana menor (todavía una beba), pero él ingresa a la primaria del barrio con el nombre falso de Ernesto (por el Che, claro). Con sus padres (Natalia Oreiro y César Troncoso) y con su simpático tío (Ernesto Alterio) viven en la clandestinidad, recluidos en una casa que es también lugar de reunión de la célula y de acopio de material "revolucionario". El acepta las condiciones, pero cuando se enamora de una chica que hace gimnasia artística en la escuela su sensibilidad aflora y su sentido de la obediencia se desmorona. Lo mismo ocurre en el entorno familiar cuando llega por única vez al lugar su abuela (Cristina Banegas) para festejar su cumpleaños.
El film plantea la tensión permanente entre el compromiso de los militantes y el disfrute y la posibilidad de vivir situaciones felices en la intimidad familiar. Es que aflojar, relajarse, puede resultar en un desastre seguido, por qué no, de muerte. La idea de narrar la historia desde el punto de vista de un chico no es nueva en el cine latinoamericano (Kamchatka, El año que mis padres se fueron de vacaciones, Andrés no quiere dormir la siesta, El premio), pero aquí el realizador de Nietos -que incorpora al relato unos cuantos elementos autobiográficos- trabaja la doble lógica: la de Juan/Ernesto, con sus deseos (su iniciación sexual) y sus miedos; y la mucho más cerrada de los guerrilleros. La película -más allá de algunos lugares comunes de esta suerte de "subgénero"- se maneja casi siempre con rigor y credibilidad, con crudeza pero también con sensibilidad para constituirse, en definitiva, en un más que atendible retrato (más humano que político) sobre aquel período sangriento de la historia argentina que todavía tiene unas cuantas heridas abiertas.
-La Sirga (Colombia-Francia-México), de William Vega. Calificación: 6,5 puntos
Hace unos años, el de William Vega hubiese sido un debut consagratorio. Es que se percibe en él un gran dominio de los distintos aspectos de la puesta en escena, un notable sentido estético, de la construcción de climas (también de la composición del plano, del encuadre, del movimiento de cámara, de la marcación actoral). Pero con eso -que no es poco- hoy ya no alcanza para ofrecer algo distinto, personal. Este film cautiva desde lo formal, pero en muchos pasajes repite algo así como “los grandes éxitos de las coproducciones internacionales pensadas para el circuito festivalero”. Tiene algo de pintoresquismo local, una pizca de perversión sexual que no termina por desatarse, un sustrato de tensión sociopolítica, cierto minimalismo tamizado con virtuosismo, y un largo etcétera que el lector puede imaginar. Algo similar a, por ejemplo, otro film colombiano reciente bien recibido en festivales como El vuelco del cangrejo (N. de la R. Después de escribir este texto me entero que provienen de la misma productora).
La historia de Alicia, una joven que escapa de un mundo de violencia y carencias y recala en una isla donde vive su único familiar, un tío seco y huraño que regentea un decadente hotel, tiene tantos hallazgos visuales como cálculo en su "dramaturgia". Se nota que estuvo demasiado pensada, tironeada, pero que al mismo tiempo Vega y su equipo poseen una solvencia incuestionable en todos los terrenos. Sólo hace falta, entonces, que se saquen la presión y el peso de tantos coproductores y fondos de ayuda para que dejen aflorar el talento y la creatividad que evidentemente tienen.
-The We and the I (Francia-Estados Unidos), de Michel Gondry (película de apertura). Calificación: 6 puntos
Un grupo de estudiantes de un colegio secundario del Bronx termina el ciclo lectivo y se sube a un colectivo del transporte público. Allí, en ese ámbito cerrado pero al mismo tiempo en permanente movimiento, interactuarán durante la siguiente hora y media de maneras muchas veces graciosa; otras, violentas (el bullying parece ser una de las cuestiones que más interesan a Gondry); y, finalmente, emotivas.
Película ultraindependiente con jóvenes actores no profesionales (toda una respuesta a su anterior The Green Hornet), la narración es al principio algo anodina y reiterativa, pero va ganando en interés en su segunda mitad. Un experimento por momentos satisfactorio, pero también bastante menor.
-The King of Pigs (Corea del Sur), de Yeun Sang-Ho. Calificación: 5,5 puntos
No me convenció esta ópera prima coreana con estética de animé (el director suele trabajar con los japoneses) sobre dos amigos que se reúnen en una cena y recuerdan sus experiencias de 15 años antes como compañeros de la secundaria, cuando formaban parte de los "cerdos", un grupo de alumnos acosados y vejados hasta niveles insólitos de sadismo por los "perros", líderes de la dinámica escolar. Como me ocurrió con la mexicana Después de Lucía -película ganadora de Un Certain Régard que también retrata el bullying-, la explicitud de las imágenes me pareció muy cercana al regodeo y al mismo sadismo de los "chicos malos". La animación -bien casera y artesanal (el film costó 100.000 dólares)- tiene algunos hallazgos en sus detalles, pero tampoco es demasiado creativa. Esperaba disfrutar del género "una de high-school coreana", pero me fui defraudado.
Y, además, la reseña de No, del chileno Pablo Larraín, escrita por Diego Lerer y publicada originalmente en Micropsia:
Es raro cuando un director cambia tan radicalmente de una película a la otra. No vi La fuga, pero en general me dijeron que era bastante convencional y no muy buena. Tony Manero y Post Mortem fueron por el lado “arty” y lograron consagrar a Larraín como autor en grandes festivales como Cannes y Venecia. Lo suyo parecía ser un cine seco, duro, con intención de atosigar al espectador metiéndolo en historias bastante tremendas. Acá pega otro vuelco y hace una película más clásica, basada en una obra teatral que, si bien sigue analizando la historia política de Chile a partir de personajes “secundarios”, tiene una estructura casi hollywoodense.
Si no fuera por haber elegido rodar en U-Matic o algo parecido, para darle al film un look ochentoso acorde a la época y a los materiales de archivo con los que trabaja, podría ser una película de George Clooney, digamos, sobre un proceso político (un colega también la comparó con El juego de la fortuna/Moneyball y algo de eso hay). La película está bastante bien y cuenta lo que pasó cuando Pinochet perdió el plebiscito sobre su continuidad en 1988, a partir de la historia de un joven publicista (Gael García Bernal) que crea un jingle y una campaña publicitaria sorpresiva (por lo pop y optimista que era, raro en el contexto) que ayudó al “No” a ganar.
Es interesante su mirada política sobre Chile, sobre cómo la política es un producto de consumo como cualquier otro, y sobre cómo, en el fondo, izquierda y derecha se parecen mucho más de lo que aparentan. Lo que sigo sin tener muy en claro es cuál de todos estos cineastas es Larraín. Habrá que usar el término “ecléctico”, parece… DIEGO LERER
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Excelente cubrimiento, y te recuerdo que tal vez el parecido entre la SIRGA y EL VUELCO DEL CANGREJO obedezca a que son de las misma productora, Contravía Films. Esperamos mucho de este film que augura un buen momento para el cine colombiano en manos de jóvenes cineastas como Mendoza, Vega y Navia ¡