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Críticas de Competencia Oficial: “Timestamp”, “La cache”, “Dreams (Sex Love)” y “O último azul” - #Berlinale2025
Reseñas de cuatro films estrenados en la disputa por el Oso de Oro, que terminó ganando el noruego Dag Johan Haugerud con Dreams (Sex Love).
Timestamp (Strichka chasu, Ucrania, Luxemburgo, Países Bajos, Francia/2025). Dirección: Kateryna Gornostai. Con Olha Bryhynets, Borys Khovriak y Mykola Kolomiiets. Duración: 125 minutos. World premiere. ★★★½
El tiempo pasa y la guerra continúa. La guerra sigue y la vida, en cierta manera, también. Esa podría ser la idea de Timestamp, el documental de Kateryna Gornostai que, a partir sobre todo de una puesta en escena observacional y de una estructura que le permite mostrar diversos lugares y experiencias, se centra sobre todo en el día a día de las escuelas durante la guerra en Ucrania. La película viaja por diversos lugares, algunos más lejos del frente y otros más cerca, y así van planteándose algunas diferencias. Se trata de abordar, en cierta manera, cómo se puede seguir en un contexto en el que la humanidad se ha visto puesta en duda.
Así, a lo largo de Timestamp, vemos cómo se siguen celebrando fiestas, se sigue jugando, se sigue estudiando, pero también hay avisos de ataques aéreos, hay edificios que han sido bombardeados, hay chicos y chicas que aprenden a manejar las armas.
Timestamp prescinde de cualquier elemento que pueda generar un discurso excesivamente dirigido: aquí no hay entrevistas, ni tampoco discursos oficiales. Todo surge de la observación de la vida en los colegios. Y es ahí, precisamente, en las imágenes, que va emergiendo la mirada crítica e hiriente de la normalidad trastocada.
La cache / The Safe House (Suiza, Luxemburgo, Francia/2025). Dirección: Lionel Baier. Con Dominique Reymond, Michel Blanc, William Lebghil, Aurélien Gabrielli y Liliane Rovère.Duración: 90 minutos. World premiere. ★★★✩✩
Basada en una novela de Christian Boltanski, La cache reúne, como en un cóctel que entra bien pero que es poco sofisticado, algunas de las tradiciones más dispares del cine galo. De entrada, la película del suizo Lionel Baier se sitúa en un contexto fundamental dentro de la historia de Francia: aquel mayo de 1968 que fue una promesa de futuro. La decisión central de Baier es la de dejar lo que sucedió en las calles fuera de campo: en un ruido, en un comentario, en el humo que entra por la rendija de la puerta de un edificio. En cambio, lo que se observa es otra cosa: la vida de una familia eminentemente confinada en su departamento. Ahí permanece un niño, en la casa de sus abuelos, con sus dos tíos, mientras sus padres se ven envueltos en la revuelta estudiantil.
Baier juega con un estilo esencialmente pop, de colores vistosos, de escenografía y atrezzo de la época. Juega por ejemplo con el artificioso fondo urbano que se observa desde el coche en el que se desplaza la familia. Y también con una voz en off que evidencia que todo es una narración. A partir de aquí, la idea es la de establecer un vínculo con el pasado, un puente entre aquel Mayo del '68 y la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial.
Como decía, la película, aunque es suiza, quiere revolotear en torno a lo francés y de hecho cuenta con un Michel Blanc que borda al abuelo entrañable y asustadizo. La cache también es francesa en el tono: quizá le gustaría ser el cine pop del Godard de los años '60; pero a ratos tiene más de comedia costumbrista gala.
Dreams (Sex Love) (Drømmer, Noruega/2024). Dirección: Dag Johan Haugerud. Con Ella Øverbye, Selome Emnetu, Ane Dahl Torp, Anne Marit Jacobsen. Duración: 110 minutos. Premiere Internacional. Ganadora del Oso de Oro. ★★½
La trilogía del noruego Dag Johan Haugerud, cuya andadura se inició hace un año con la primera parte, Sex, presentada en la sección Panorama del mismo Festival de Berlín, y cuya segunda entrega, Love, se vio en la Mostra de Venecia, puede ser considerada algo así como un fenómeno de festival (y hasta qué punto eso es bueno, no lo sé).
Ahora es el turno de Dreams (Sex Love), que funcionó en cierta manera como síntoma de la tónica general de la Sección Oficial de esta edición del festival. En ella, Haugerud pone en escena la historia del descubrimiento del primer deseo, el de Johanne (Ella Øverbye), una adolescente que comprende lo que es el enamoramiento primero leyéndolo en un libro y luego con la llegada de una nueva maestra a su escuela.
Dreams se divide en dos partes: en la primera, describe el proceso de embelesamiento de la joven, que va dejando un registro escrito y narrado en off de lo que le va sucediendo; la segunda, se centra en las reacciones de los adultos (la madre, la abuela y finalmente la maestra) ante lo que la joven escribió.
La película resulta de una literalidad problemática. Dreams (Sex Love) es una película sobre el deseo, pero que en ningún momento se atreve a indagar precisamente en esa frontera entre lo anhelado y lo sucedido, entre lo que una vive y lo que observan los demás, entre lo que se proyecta en la fantasía y lo que se materializa entre los cuerpos. Hacia el final de la película, de hecho, hay una escena crucial, en la que la madre Johanne habla con la maestra. Ahí, en lo que creyó, comprendió o experimentó la profesora hay un terreno incierto por explorar, pero parecería que a Haugerud esto no le interesa, pues lo imaginado o lo sugerido queda soterrado bajo la literalidad. Su película trata sobre un nudo (una estudiante enamorada de una profesora, lo que sucedió o no detrás de la puerta del apartamento de la adulta, único momento de sugerencia suspendida); pero este se revela como inocuo.
Decía que Dreams (Sex Love) podría ser entendida como un síntoma de ciertas películas de la competencia, pues ha habido muchas que han querido abordar la distancia entre la realidad y la fantasía: desde la alemana What Marielle Knows –una comedia sobre una niña que es capaz de sentir y escuchar todo lo que sus padres experimentan cuando están sin ella– hasta La Tour de Glace –donde es el cuento el que ocupa el lugar de la fantasía–. Si atendemos a esta premisa, hay dos películas que han abordado la frontera entre lo real y lo fantástico, lo imaginado o lo proyectado, que han resultado excelentes: la argentina El mensaje (porque en ella se confía plenamente en ese espacio de la duda y de la imaginación) y Blue Moon (porque aquí se cree verdaderamente en el poder de la palabra como vehículo para el deseo).
O último azul / The Blue Trail (Brasil, México, Chile, Países Bajos/2025). Dirección: Gabriel Mascaro. Elenco: Denise Weinberg, Rodrigo Santoro, Miriam Socarrás y Adanilo. Guion: Gabriel Mascaro y Tibério Azul. Fotografía: Guillermo Garza. Edición: Omar Guzmán y Sebastián Sepúlveda. Música: Memo Guerra. Duración: 86 minutos. World Premiere. Ganadora del Premio Especial del Jurado. ★½
Al comienzo de O último azul, la última película de Gabriel Mascaro, un avión sobrevuela el cielo exhibiendo una pancarta en la que se puede leer: “El futuro es para todos”. El eslogan encierra una premisa: estamos en una suerte de futuro imaginado, en el que el Estado se hace cargo de la gente mayor, trasladándolos a una colonia. Qué sucede exactamente en ese destino es algo que la película no termina de resolver; sino que es solo una excusa para filmar el viaje de Tereza, una mujer de 77 años que no desea otra cosa que escapar de la estructura estatal para disfrutar de una pretendida libertad.
Aquí nos topamos con el primer problema de la película: el embrollo ideológico que ostenta, pues lo que se presenta como una defensa de la gente mayor termina siendo un alegato neoliberal en favor de la libertad como única estrategia política.
Pero aquí no se trata solamente de lo que se dice, sino del cómo. Y Mascaro opta por una propuesta de trazo grueso, en la que lo distópico se define mediante una pancarta, en la que se establece un simbolismo torpe entre los ancianos y los judíos de la Alemania nazi (a Tereza le ponen un adorno en la puerta, como señalando que esa es la casa de una persona mayor), en la que la sororidad es solamente entre mujeres de la misma edad, y en la que la droga es solo un artilugio narrativo y no la posibilidad de elaborar lo visual desde lo lisérgico.
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