“Meditaciones de cine”: las películas fundamentales, según Quentin Tarantino

Por Diego Conesa
El venerado director combina en su flamante libro vivencias y anécdotas con ensayos y críticas de películas y autores fundamentales desde fines de la década de 1960 hasta principios de la de 1980.

Uno de los grandes atractivos de Meditaciones de cine (Cinema Speculation), libro editado por Reservoir Books, es la manera desprejuiciada en que Quentin Tarantino alterna y combina sus diversas voces y perspectivas para analizar las obras y los protagonistas de una década que lo marcó como espectador y como autor. En sus textos se entremezclan el espectador apasionado que puede endiosar y denostar sin complejos, el guionista brillante, el director, el ensayista, el personaje verborrágico divertido y puteador, el crítico lúcido y severo hasta con los más intocables, el cinéfilo que despliega todo su conocimiento sobre peliculas, autores y géneros, la celebridad que nos revela anécdotas desconocidas a partir de sus conversaciones con los protagonistas, y el Quentin que se abre para contarnos sus vivencias en las salas de cine.

En El pequeño Q ve grandes películas, primer capítulo de este viaje por el cine de los años '70,  encontramos el germen, las causas, las circunstancias de origen de nuestro héroe. En este comienzo revelador, Quentin nos sienta al lado de su butaca a sus siete años para transmitirnos sus recuerdos y emociones viendo películas “de adultos” en las salas de cine. Esta costumbre de sus padres, que no tenían reparos en llevar al pequeño Tarantino con ellos al cine a ver todo tipo de films, moldearon al futuro cinéfilo y más adelante al autor: “...El mero hecho de enumerar las descabelladas imágenes violentas que vi de 1970 a 1972 horrorizaría a la mayoría de los lectores”. Sin embargo, QT se encarga de desdramatizar y de aclarar sin ningún dejo de sarcasmo, que la película que más lo perturbó por aquellos años no fue Harry el sucio ni El Padrino sino Bambi.

Para continuar este viaje, Tarantino elige un reducido grupo de films para titular cada capítulo del libro. El criterio no parece ser “las mejores películas de los '70”, sino un recorrido muy personal, a veces antojadizo, que le permite hablar de lo que quiere en cada caso: el panorama de un género, actores emblemáticos, películas que lo marcaron, los entretelones de la industria, la ética artística, el lenguaje cinematográfico, grandes directores de todos los tiempos y realizadores a los que cuestiona sin piedad. Cada capítulo es en cierta forma el puntapié -a veces casi una excusa- para disparar un espiral de conexiones con otras películas, actores, directores y géneros, ubicándonos en el contexto social, cultural, y artístico de la época. Este es uno de los aportes más ricos del libro, elevando el análisis por encima de lo estrictamente cinematográfico y personal para meternos en el “clima de época” y así comprender las razones y el impacto de una obra en su tiempo.

Con esta estructura, el autor le dedica el primer capítulo a Bullit (Peter Yates, 1968) para hablar del icónico Steve McQueen y del género de películas de acción, y luego uno a Harry el sucio (Don Siegel, 1971), en el cual aborda la obra de su director, la figura de Clint Eastwood y el impacto en el público y en la crítica de este título emblemático. Algunos de los pasajes más fascinantes e inspirados del libro son los dedicados a Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), en los que QT combina hechos, jugosas anécdotas, y análisis en varios niveles de esta obra maestra, de sus protagonistas y del contexto que la hizo posible.

Hay momentos del libro en los que Tarantino “cierra el plano” para ir bien al detalle, para relatarnos películas escena por escena, en los cuales se pone algo intenso, como lo hacen algunos de sus personajes, como un amigo entusiasmado que solo quiere contarnos la maldita película. En otros momentos “abre el plano” y allí se pone mucho más interesante, desplegando todo su conocimiento para brindarnos clases magistrales de cine que escucharíamos durante horas, como lo hace en el capítulo más apasionante del libro titulado El nuevo Hollywood en los setenta: los autores contestatarios de después de los sesenta frente a los movie brats.

Hay también un par de capítulos “picantes” en los cuales leemos al Tarantino crítico, con muy pocas pulgas, sumamente inspirado y por momentos ensañado con dos tótems intocables: Paul Schrader y Brian De Palma. Luego de hablar de Schrader de manera elogiosa en varios momentos del libro, en el capítulo dedicado a su película de 1979 Hardcore: un mundo oculto le cae con todo:

“.. Cuando el cineasta Schrader toma estas decisiones absurdas uno se pregunta qué ha sido del crítico de cine Schrader…..”, “... Lo culpo por esgrimir la misma excusa cobarde que utilizan muchos directores de fiascos después del hecho consumado: los estudios grandes y malos me obligaron…”

Los capítulos dedicados a analizar y en gran parte a denostar la carrera de Brian De Palma se encuentran entre los más interesantes y entretenidos: “.... por tanto cuando Polanski abdicó el trono, Argento señaló el camino, y Truffaut y Chabrol demostraron que existía un mercado y un público para los homenajes a Hitchcock, el joven Brian inició su carrera como director de género de terror…”

En los restantes capítulos el libro hace foco en Deliverance: La violencia está en nosotros (John Boorman, 1972), La fuga (Sam Peckinpah, 1972), En contra de la organización / The Outfit (John Flynn, 1973). Daisy Miller (Peter Bogdanovich, 1974), Tormenta arrolladora / Rolling Thunder (John Flyn, 1977), La taberna del infierno / Paradise Alley (Sylvester Stallone, 1978), Fuga de Alcatraz (Don Siegel, 1979), y Carnaval del terror / The Funhouse (Tobe Hooper, 1981) en el cual analiza el cine de terror de la época, y repasa la errática carrera del director de El Loco de la Motosierra: La Masacre de Texas (1974), que QT define como una película perfecta.

Samurai de reserva. En agradecimiento a Kevin Thomas es el capítulo dedicado a la crítica cinematográfica en sus peores y sus mejores versiones. Más allá de que aquí se encarga de “atender” a varios críticos de los grandes medios, este ensayo es en definitiva un reconocimiento y un sentido agradecimiento a este crítico “de segunda línea” que desde sus artículos influyó y guió al joven Quentin en su recorrido cinéfilo. Quizás algo de esto tenga que ver con la próxima y última película que va a filmar antes de retirarse de la dirección que estará dedicada a la historia de un crítico de cine.

A lo largo del libro vamos descubriendo a un Tarantino atravesado y fuertemente influido por aquel cine “de los setenta” y sus protagonistas, pero quizás con mayor fuerza se nos revela un Quentin marcado por la experiencia y la felicidad de aquellas proyecciones de cine con un amplio público popular, disfrutando de las risas, los abucheos, los aplausos, los gritos y los silencios compartidos en una sala. Una de las frases más íntimas del libro expresa esta síntesis entre el espectador y el artista popular: “A partir de ese momento, en mayor o menor medida, me he pasado la vida entera yendo a ver películas y haciéndolas, en un esfuerzo para recrear la experiencia de ver una película de Jim Brown recién estrenada un sábado por la noche, en un cine con público negro en 1972.”