Críticas

Cine argentino en salas

Críticas de “Adiós a la memoria”, de Nicolás Prividera; “Caperucita Roja”, de Tatiana Mazú González; y “El apego”, de Valentín Javier Diment

Reseñas de tres valiosas novedades nacionales que llegan a las salas esta semana.

Estreno 04/11/2021
Publicada el 02/11/2021


-Adiós a la memoria
 (Argentina/2020). Guion, fotografía y dirección: Nicolás Prividera. Edición: Hernán Rosselli. Producción: Pablo Ratto (Trivial Media). Duración: 90 minutos. ★★★★✩

Tras M (2007) y Tierra de los padres (2011), Nicolás Prividera cierra la trilogía de ensayos documentales en los que repasa su historia familiar y la Historia del país con la memoria (y el olvido) como eje principal. 

Si M estaba centrado en el caso de su madre (Marta Sierra), desaparecida poco después del golpe militar de 1976, y Tierra de los padres se vinculaba con las víctimas de la violencia política, Adiós a la memoria tiene como “excusa” la figura del padre del cineasta.

Si la decisión de concretar el film surgió cuando Prividera se enteró de que su papá sufría de Alzheimer, cualquiera podría conjeturar a pura lógica que se trata de un desgarrador retrato de la degradación propia de una dolencia que genera un progresivo deterioro cognitivo, pero -si bien hay momentos de indudable intensidad emotiva- el director amplía los alcances de su film-ensayo para reflexionar sobre la construcción (y destrucción) de la memoria no solo en una persona sino a nivel social en tiempos de tantos estímulos e información que generan el efecto de anestesiar antes que de motivar.

Si el modelo de Tierra de los padres era John Gianvito, el de Adiós a la memoria es Chris Marker. La forma en que se mixturan materiales de los más diversos orígenes, formatos, texturas y estéticas con referencias políticas, cinéfilas, musicales y literarias hacen de este viaje intelectual y visceral un ejercicio exigente y una experiencia fascinante y emotiva a la vez.

Antes de ir perdiendo la memoria (es muy duro verlo cuando ya no recuerda a quien fuera de su esposa o ya no sabe cómo cargar el rollo de su Bolex Paillard, aunque todavía parece poder tocar un viejo piano), Prividera padre (un médico psiquiatra hipocondríaco, que vivió recluido y “en piloto automático” después de 1976, según lo describe el realizador) filmó entre las décadas de 1960 y 1980 horas y horas de home movies. Prividera hijo -que no ha tenido una relación precisamente cercana con su progenitor y le guarda cierto resentimiento por haberlo abandonado en varias oportunidades- recupera ese material y establece un “diálogo” con sus propias imágenes y su narración en off que por momentos un poco solemne y pretenciosa.

Adiós a la memoria es, por lo tanto, una reflexión sobre una relación padre-hijo que estuvo marcada por la distancia, el dolor y cierto rencor, pero es también un ensayo sobre las diferencias generacionales, sobre la forma de vincularse con la política (la militancia, la violencia) y con el pasado. Pero, en ese camino dominado por las diferencias, también encuentra numerosas e inevitables conexiones en las situaciones, ámbitos y detalles más inesperados (como tomar notas de manera compulsiva en cuadernos).

Prividera -que habla de sí mismo y de su padre en tercera persona como para mantener cierta distancia que él cree indispensable- incluye múltiples referencias (desde Casablanca hasta El conde de Montecristo, pasando por canciones como Que Reste-t-il de nos Amours?, de Charles Trenet; o Porque hoy nací, de Manal) cita a numerosos intelectuales (Baruch Spinoza, Wilhelm Reich, Antonio Gramsci, Francis Bacon, Albert Camus) y reivindica la figura de Louis Auguste Blanqui y la fallida experiencia revolucionaria de la Comuna de París en un film que escapa de los lugares comunes de las home movies y de los documentales sobre enfermedades para convertirse en un desafiante, incómodo, potente y provocador trabajo de dimensiones y alcances insospechados. De lo íntimo a lo sociopolítico. Para sentir... y pensar.





-Caperucita Roja (Argentina/2019). Guion y dirección: Tatiana Mazú González. Fotografía: Joaquín Maito. Edición: Josefina Llobet. Sonido: Julián Galay. Duración: 93 minutos★★★★✩

Tras ganar uno de los premio principales del FIDMarseille 2020 con Río Turbio, Tatiana Mazú González presentó en el festival platense otro notable trabajo que la consolida como una de las referencias ineludibles de la nueva generación (tiene apenas 31 años).

Si bien en Río Turbio ya había algunos elementos autobiográficos, se trataba de una apuesta mucho más experimental en lo narrativo, lo visual y lo sonoro. En Caperucita Roja también va de los personal (lo familiar) a lo social, pero con una búsqueda más sencilla y cristalina, aunque no por eso menos arriesgada y valiosa.

Caperucita Roja es la historia de cuatro generaciones de mujeres de una familia, pero la esencia es recuperar las vivencias de la abuela Juliana, quien tuvo de niña una vida extremadamente dura en el monte y una granja de España antes de romper con un sino inevitablemente trágico para huir y radicarse en la Argentina en busca de una vida mejor. Largamente octogenaria, la encantadora anciana (y brillante en el arte de la sastrería) va charlando en tono confesional sobre todo con sus nietas Sofía y Tatiana, aunque también recita poemas, canta viejos temas y ofrece una acumulación de recuerdos dominados en muchos casos por el dolor.

Atentas a la vida de su abuela, las jóvenes recuperan combativas canciones de la época de la República y contrastan la existencia en un principio sometida y resignada de Juliana con el discurso empoderado de las jóvenes, parte de la avasallante marea verde que lucha por consolidar y ampliar los derechos de las mujeres.

Suerte de péndulo entre la admiración y el amor que sienten por la abuela y la búsqueda por romper con siglos de relaciones impuestas por el patriarcado, Caperucita Roja es un ensayo sobre los encuentros y las diferencias generacionales. Un retrato hilado, bordado con sensibilidad, humor, inteligencia y rigor. Contra todos los lobos de este mundo.





-El apego (Argentina/2021). Guion y dirección: Valentín Javier Diment. Elenco: Jimena Anganuzzi, Lola Berthet, Germán de Silva, Marcela Guerty, Marta Haller, Andra Nussenbaum, Elvira Onetto, Edgardo Castro y Luis Ziembrowsky. Fotografía: Claudio Beiza. Edición: Martín Blousson y Valentín Javier Diment. Dirección de arte: Federico Mayol. Música: Gustavo Pomeranec. Distribuidora: Cinetren. Duración: 102 minutos. Desde el jueves 4 de noviembre en el Gaumont (Av. Rivadavia 1635), a las 19.30 y 22 (primera semana); y los sábados de noviembre, a las 22, en el MALBA (Av. Figueroa Alcorta 3415)★★★½

Tras ganar la competencia Noves Visions de la 54ª edición de Sitges - Festival Internacional de Cinema Fantástic de Catalunya, se estrena la nueva película del director de La memoria del muerto y El eslabón podrido que se centra en la cada vez más intensa relación que se va estableciendo entre dos mujeres opuestas entre sí.

Por un lado está Carla (Jimena Anganuzzi), que carga con un embarazo de más de cuatro meses producto de una violación y a quien en la primera escena vemos avanzar trastabillando en medio de una tormenta. Por otro, aparece Irina (Lola Berthet), una médica que suele hacer abortos clandestinos pero en este caso se niega a practicárselo por lo avanzado del proceso de gestación. En cambio, le propone darle refugio hasta que el bebé nazca y luego venderlo a un matrimonio adinerado. Desesperada, sin demasiada contencion ni alternativas superadoras, Carla termina aceptando.

Tras ese inquietante prólogo, avanza este film ambientado en los años '70 (aunque bien podría transcurrir en los '50), rodado casi íntegramente en blanco y negro, que navega en las aguas del terror gótico, el melodrama romántico y el thriller erótico sobre las diferencias de clase y los códigos compartidos con aires de La ceremonia, de Claude Chabrol; y elementos propios del cine de Fassbinder y Almodóvar.

Sexo, sangre y venganza conforman el tríptico principal de esta película que se basa -sobre todo- en la química entre las dos protagonistas (los personajes masculinos a cargo de Germán de Silva, Edgardo Castro y Luis Ziembrowsky solo orbitan alrededor de ellas y tienen una dimensión psicológica bastante más limitada), que va desde las tensiones iniciales hasta la relación casi endogámica y simbiótica que se va profundizando posteriormente. El resultado es un film tenso y denso, por momentos ominoso y pertubador, con varios pasajes logrados desde lo narrativo, visual e interpretativo.


 

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COMENTARIOS

  • 7/11/2021 8:23

    Después de filmar el documental "M"(2007) contando la historia de su madre Marta Sierra, que fue desparecida en la última dictadura cívico-militar en Argentina y "Tierra de los padres" (2011), donde aparecían reflexiones sobre la historia de la violencia política del país, el talentoso director Nicolás Prividera (nacido en 1970) decide contar a historia de su padre, un médico psiquiatra que tenía pasión por el cine y filmaba varias horas de su vida familiar hasta que, con el transcurso de los años, después de la desaparición del amor de su vida, será víctima del Mal de Alzheimer hasta su muerte. La película no es sólo un relato conmovedor y angustiante sobre la enfermedad sino un ensayo político donde el eje será la batalla que en todo ser humano existe entre la memoria y el olvido. A lo largo de sus comentarios y reflexiones dirá que es imposible que exista la memoria sin olvido y que su padre decidió olvidar ¿y la sociedad argentina qué decide recordar y qué decide olvidar? Prividera toma la decisión de relatar la historia en tercera persona hablando de un hijo y de su padre, para mantener cierta distancia, haciendo un esfuerzo enorme para filmar una relación atravesada por la historia del país completando lo visto en sus dos películas anteriores. Aunque muchas de sus reflexiones hay que procesarlas y eso hace que el necesite ver más de una vez esta película "Adiós a la memoria" es de esas película intensas que no merecen pasar al olvido aunque la decisión de qué recordar y qué olvidar se encuentra en cada uno (9/10)

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