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Crítica de “Criaturas nocturnas”, de Fritz Böhm, con Bel Powley, Liv Tyler y Brad Dourif
Un nuevo exponente de terror que supera a la media del género gracias a su abundancia de ideas y búsquedas.
Criaturas nocturnas (Wildling, Estados Unidos/2018). Dirección: Fritz Böhm. Elenco: Bel Powley, Liv Tyler, Brad Dourif, James Legros, Mike Faist, Troy Ruptash, Frank Deal, Charlotte Ubben, Patrick M. Walsh, Bhavesh Patel, Kelly Lamor Wilson y Brian Donahue. Guion: Fritz Böhm y Florian Eder. Fotografía: Toby Oliver. Música: Martina Eisenreich y Paul Haslinger. Distribuidora: BF Paris. Duración: 92 minutos. Copias: 58. Apta para mayores de 16 años.
Los primeros 15 minutos de Criaturas nocturnas son de lo mejor del año. Todo comienza con el primer plano de la boca de un adulto contándole a una nena la historia de los Wildlings, unos seres peludos y de uñas largas que acechan afuera y se comen a los chicos. Con ese argumento –y el picaporte electrificado- el hombre, al que la chica llama “papi”, la mantiene encerrada durante años. Cuando lega a la pubertad, le inyecta drogas para retardar la maduración física: pocas veces el terror más comercial llega a tal nivel de sadismo y perversión. Pero después la película rumbea hacia otro(s) lado(s).
La larga secuencia inicial culmina con el intento de suicidio de él y la posterior liberación de ella. Toda una vida encerrada en una habitación tiene sus consecuencias, como por ejemplo que no sepa qué es una mamá ni mucho menos qué es la menstruación. Anna (Bel Powley) queda a cargo de la sheriff del pueblo, Ellen (Liv Tyler). De allí en adelante, y durante sus buenos minutos, la película abraza el relato madurativo mostrando el ingreso de Anna a la vida social y amorosa, para luego reingresar en la esfera de un terror si se quiere más “social”, con la transformación de ella en la criatura del título y la idea del peligro a la otredad como gran eje.
Criaturas nocturnas tiene ecos de otra película con el término criatura en su título (Criatura de la noche: Vampiros) y también de la saga Crepúsculo, con toda una subtrama romántica con el hermano menor de Ellen. Así de amplio es el marco de referencias de este film tan ambicioso como falto de temor al ridículo.
Hay mil cosas para achacarle, desde la inexplicable velocidad madurativa de Anna (que pasa de no entender nada a comprender todo en un 15 minutos) hasta una pulsión por acumular situaciones y vueltas de guión en cada escena o esos flashback que rompen con el punto de vista. Pero el realizador alemán Fritz Böhm se las ingenua para construir un film original (siempre dentro del panorama semanal de estrenos, desde ya), atrapante y entretenido. Las sutilezas y profundidad psicológica habrá que buscarla en otro lado.
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