Festivales
Balance de la Competencia Chilena
El 23º FICValdivia presentó este año una más que aceptable selección de cine local. Más allá de dos pequeñas gemas proyectadas fuera de concurso (Como me da la gana II, del mítico Ignacio Agüero; y El viento sabe que vuelvo a casa, de José Luis Torres Leiva) y de los dos films de la Competencia Internacional (Rara, de Pepa San Martín; y El cristo ciego, de Christopher Murray), la selección oficial nacional contó con seis títulos, cinco de ellos en estreno mundial.
Si hay una característica que definió a la Competencia Chilena de este año fue su fuerte sesgo político (y en muchos casos de denuncia). Si bien los jóvenes cineastas evitaron el discurso de barricada y jamás descuidaron los elementos dramáticos y artísticos de sus propuestas, los seis largometrajes expusieron una visión cruda y amarga sobre el estado de las cosas: el conflicto mapuche (Mala junta), la falta de respeto a la diversidad sexual (El Diablo es magnífico), el aborto (7 semanas), las heridas aún abiertas que dejó la dictadura pinochetista (Venían a buscarme), la violencia institucional contra mujeres de condición humilde (Pastora) y las duras condiciones de vida de los pewenches (Pewen-Araucaria) conformaron un panorama amplio, diverso y en varios aspectos valioso del Nuevo Cine Chileno modelo 2016.
El Pudú a Mejor Película fue para Mala junta, ópera prima de Claudia Huaiquimilla que narra las historias de vida de dos quinceañeros de distintos orígenes, familias escindidas y duras existencias que se conocen en el sur del país (la trama transcurre en un pueblo cercano a Valdivia) en medio de un violento conflicto entre el gobierno y la comunidad mapuche por un reclamo de tierras. En el arranque del film Tano comete un robo y, tras ser apresado, es enviado a vivir con su padre como última oportunidad antes de ser encerrado en un instituto de menores. Cheo, por su parte, es un joven mapuche que vive con su madre, una de las líderes de la comunidad, y es víctima de bullying y segregación en el colegio secundario. Entre ambos muchachos se irán estableciendo algunos lazos de amistad, mientras el contexto (no sólo escolar, sino también por la represión policial, las presiones de la asistente social, las profundas diferencias generacionales y las típicas angustias adolescentes) es cada vez más desgarrador. Construida con solidez y convicción, resulta bastante más que un simple panfleto con vocación políticamente correcta.
El Premio Especial del Jurado fue para El Diablo es magnífico, de Nicolás Videla (codirector con Camila Donoso de Naomi Campbel: No es fácil convertirse en otra persona), desbordante tragicomedia sobre las vivencias de Manu (Manu Guevara), trans treintañero que, luego de pasar una década en Francia, decide volver a Chile. Rodada en plan “cine guerrilla” en las calles de París, fue una de las películas más aplaudidas de esta edición en sus dos proyecciones a sala llena con amplia presencia de la comunidad LGBT. Bailes desaforados y caminatas por la ciudad, viscerales monólogos a cámara, encuentros sexuales fugaces, salidas nocturnas, relaciones un poco más duraderas y hasta una brutal golpiza que recibe son algunas de las experiencias de Manu en un film-manifiesto exuberante, audaz, desprejuiciado y con un extraño lirismo.
La sexualidad es también el eje de 7 semanas, ópera prima de Constanza Figari, sobre Camila, una joven estudiante de danza contemporánea que, poco después de irse a vivir con su novio, descubre que está embarazada. Su pareja, su madre, su suegro, su profesora y compañeras de baile, todo el mundo está feliz con la noticia. Ella no se anima a decir mucho, pero el malestar, la incomodidad se empieza a percibir en el rostro y en el ánimo de esta chica de 23 años. ¿Qué hacer? ¿Cómo decirlo? Las contradicciones íntimas y los prejuicios sociales sobre el aborto son aspectos que la directora trabaja con honestidad, sensibilidad y sin golpes bajos.
Otra película conmovedora es Venían a buscarme, documental autobiográfico de Álvaro de la Barra, hijo de dos líderes del grupo guerrillero MIR asesinados a la vuelta del jardín de infantes al que asistía cuando era apenas más grande que un bebé. Lo que hace el director/protagonista es reconstruir la historia personal, de sus padres, del Chile de Allende y de la sangrienta dictadura pinochetista. Su exilio en Francia y Venezuela, su vida con distintos familiares (su tío hizo de padre sustituto), los secretos y mentiras acumulados durante años, los reencuentros con viejos compañeros de lucha del MIR y el rescate de las pocas fotografías íntimas de sus progenitores son parte del relato. Un viaje al pasado en busca de la identidad perdida en un documental riguroso y bien construido, sin alardes técnicos ni narrativos, pero hecho con el corazón.
Pastora, de Ricardo Villarroel, propone dos películas en una. La primera es un documental contemplativo sobre el duro trabajo de las pastoras de llamas y alpacas de origen aymara en el desolado altiplano andino chileno (a más de 4.000 metros de altura), pero también es en su trasfondo (con varios testimonios en off) la reconstrucción del caso de una mujer sentenciada a una largo período de prisión por la muerte de uno de sus hijos, al que dejó por un rato mientras trabajaba y aparentemente fue atacado por animales salvajes. La exposición de las precarias condiciones de vida en la región pone en duda los argumentos de muchos que estigmatizaron y luego condenaron a la protagonista.
La principal decepción fue [Pewen] Araucaria, de Carlos Vásquez, que era el único título de la selección que ya había tenido un amplio recorrido por festivales europeos, incluido un premio en el prestigioso Cinéma du Réel. La película se divide en dos (con una estructura de relato enmarcado). En el comienzo y al final vemos a un joven poeta, que aparentemente viene de un largo luto y se asienta de forma precaria en una casa ubicada en la tierra ancestral de los pewenches. Pero el corazón del film es el retrato que hace de dos hermanos de los pueblos originarios que se dedican a sacar piñones de las araucarias, actividad que les implica treparse a troncos altísimos y que le ha costado un duro accidente a uno de ellos. Este híbrido mantiene cierto interés durante algún tiempo, pero se queda en el registro de una rutina y de unas historias de vida que no alcanzan demasiada profundidad ni intensidad.
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El diablo es magnifico, buenísima cuando alguien es capaz de contar su propia vivencia sin ningún tipo de vergüenza lo encuentro un logro, aparte contar que Manu es mi prima lo aplaudo mucho, mas.
Como cansan las películas inspiradas en los izquierdistas podridos de la década del setenta en sudamerica, vayansen a Cuba y dejen en paz a la sociedad.