Críticas
Familia Lugones, de Paula Hernández
Una tragedia argentina
De poemas memorables al suicidio recurrente en varias generaciones, del anarquismo al conservadurismo nacionalista, de la tortura policial a la vanguardia sesentista, la relación con el Che Guevara y la militancia montonera. Todo eso y mucho más forma parte de la vida de los Lugones, una familia muy poco normal, pero siempre fascinante y representativa de la ciclotimia de un país.
Paula Hernández, la directora de la exitosa Herencia y de la recientemente rodada Lluvia, construye un retrato con varias líneas y registros narrativos (todos interesantes por separado aunque por momentos demasiado dispersos e inconexos entre sí), que termina imponiéndose por sobre sus desniveles gracias a la fascinación que produce la recuperación de las muchas veces increíbles anécdotas de vida de las distintas -y muy disímiles- generaciones de los Lugones.
Por un lado, Hernández filma una historia de ficción ambientada en el presente, la de dos adolescentes (Martín Piroyansky y Nahuel Perez Biscayart, dos de los mejores actores de la nueva generación) que parten al Tigre en plan de minivacaciones gasoleras. Allí, descubrirán primero y se irán obsesionando después con la leyenda, con el sino trágico, con las múltiples facetas de los Lugones. Los poemas memorables, las pasiones amorosas, los derroteros políticos y, claro, su relación con la muerte (y especialmente con el suicidio). Los dos talentosos actores hacen que cada escena se disfrute al máximo, pero el tono casi irónico del comienzo (con un prólogo en la línea de los trabajos de Mariano Llinás que muestra imágenes de la sala Leopoldo Lugones del San Martín o de la avenida Lugones) se va desdibujando y, paulatinamente, la trama ficcional va perdiendo metraje e interés en detrimento de lo que termina siendo el eje del film: los testimonios a cámara.
Este recurso hoy tan denostado por el documental "de autor" encuentra aquí varios momentos reveladores y hasta emotivos. Los testimonios de intelectuales y periodistas como Horacio González, Noé Jitrik, María Pía López, Felipe Pigna, Ricardo Ragendorfer, Osvaldo Bayer, Julia Constenla y Horacio Verbitsky, entre varios otros, van trazando un perfil de las distintas generaciones de los Lugones y, con ellos, de las diversas etapas de la Argentina: la "conversión" de Leopoldo del anarquismo al nacionalismo más conservador; el paso de Polo por la policía, donde inventó la tortura con picana eléctrica; las experiencias de la magnética Piri como artista vanguardista y luego como cuadro montonero hasta su desaparición en 1977; y la tragedia -una vez más- de Alejandro, un poeta romántico que, al igual que su bisabuelo, se suicidó en el Tigre aunque bastante más joven: apenas 20 años.
No tiene sentido adelantar aquí las riquísimas anécdotas ni los análisis históricos y sociopolíticos que recorren la hora y media de metraje. Para eso está esta segunda entrega del proyecto Vidas cotidianas, coproducido por el Centro Cultural Caras y Caretas y el INCAA. Un retrato revelador y al mismo tiempo devastador. Un espejo que refleja una imagen que no siempre es gratificante, pero sí resulta contundente y necesaria. La imagen de un país. La argentinidad al palo.
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