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Crítica de “Suburbicon: Bienvenidos al Paraíso”, de George Clooney, con Matt Damon y Julianne Moore
Este guión de los hermanos Coen resulta demasiado caricaturesco en su descripción de las peores miserias de la sociedad estadounidense de la década de 1950.
Suburbicon: Bienvenidos al Paraíso (Suburbicon, Estados Unidos-Reino Unido/2017). Dirección: George Clooney. Elenco: Matt Damon, Julianne Moore, Oscar Isaac, Glenn Fleshler, Alex Hassell, Marah Fairclough y Megan Ferguson. Guión: Joel Coen, Ethan Coen, George Clooney y Grant Heslov. Fotografía: Robert Elswit. Música: Alexandre Desplat. Edición: Stephen Mirrione. Diseño de producción: James D. Bissell. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 105 minutos. Apta para mayores de 16 años.
Tras Confesiones de una mente peligrosa, Jugando sucio, Buenas noches y buena suerte, Secretos de Estado y Operación Monumento, George Clooney dirigió una película que bien podrían haber filmado Joel y Ethan Coen, autores del guión original. Es que todo en esta historia basada en hechos reales y ambientada en un suburbio de clase media en 1959 (el tono, el diseño, el sentido alegórico, el humor negro) remite a la obra de los creadores de Fargo. El problema es que Clooney se queda con los peores aspectos (la obviedad, el artificio) y pierde la ironía, la acidez y la capacidad de sorpresa de los hermanos.
Suburbicon es un exitoso emprendimiento inmobiliario que parece salido de una pintura de Norman Rockwell. Hay muchos interesados en sumarse a ese proyecto precursor del concepto de country: un barrio semicerrado con casas similares y espaciosas, con servicios y sin violencia del afuera. Allí vive el financista Gardner Lodge (Matt Damon) con su esposa y su cuñada (ambas interpretadas por Julianne Moore) y su hijo Nicky (Noah Jupe), pero la armonía del lugar se derrumba tras un asesinato y cuando una familia afroamericana se instala en el terreno de al lado. Los vecinos organizan asambleas y luego pasan a la acción directa. Mientras tanto, Gardner intenta cobrar un seguro de vida, pero la visita de un incisivo representante de la compañía aseguradora (Oscar Isaac) amenaza el objetivo. Son los mejores pasajes de un film, que remiten a clásicos del cine negro como Pacto de sangre.
El film cuestiona varios aspectos de la sociedad estadounidense (el racismo, la paranoia, el individualismo, la ambición desmedida, la hipocresía y la doble moral) y, si bien no es difícil trazar paralelismos con la era Trump actual, esta vez Clooney cede a la tentación de la metáfora obvia con un resultado que está al borde de lo caricaturesco. La acumulación de miserias y bajezas humanas, la explosión de violencia extrema y la moraleja subrayada la convierten en una película por momentos manipuladora e irritante.
(Esta crítica fue publicada en el diario La Nación del 23/11/2017)
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