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Crítica de “¿Quién mató a los Puppets?”, de Brian Henson, con Melissa McCarthy, Elizabeth Banks y Maya Rudolph
Contracara perfecta de la inocencia de Los Muppets, esta comedia negra, deforme, sexual y grotesca resulta decididamente provocativa.
¿Quién mató a los Puppets? (The Happytime Murders, Estados Unidos/2018). Dirección: Brian Henson. Elenco: Melissa McCarthy, Elizabeth Banks, Maya Rudolph, Joel McHale, Cynthy Wu, Leslie David Baker, Jimmy O. Yang, Colleen Smith, Pamela Mitchell, Mitch Silpa, Brian Palermo, Drew Massey y Dorien Davies. Guion: Todd Berger y Dee Robertson. Fotografía: Mitchell Amundsen. Música: Rupert Gregson-Williams. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 91 minutos . Apta para mayores de 16 años.
¿Quién mató a los Puppets? podría haberse llamado “El lado B de los Muppets”. Las famosas marionetas muestran las garras en esta comedia con altísimas dosis de humor sexual e incorrección política, ubicándose bien lejos del amiguismo y la voluntad colectivista de la rana Kermit, la cerdita Piggy, el oso Fozzie y el resto de la troupe de felpa.
Dirigida por Brian Henson, uno de los hijos de Jim (creador de los Muppets), ¿Quién mató a los Puppets? es un film noir retorcido y deforme que transcurre en los bajos fondos de Los Ángeles, donde los puppets conviven en un mismo plano con los humanos, pero con categoría de ciudadanos de segunda. Ellos son perseguidos y siempre sospechados de delitos, marginados y mirados con desprecio.
En ese contexto sobresale la figura de Phil Phillips, quien supo ser el primer puppet policía pero cayó en desagracia luego de un operativo fallido. Dedicado desde entonces a la investigación privada, recibe en su estudio a una mujer con una carta amenazante que lo encarrilla en una investigación cuya primera posta es un local de pornografía. Allí se rueda una película protagonizada por una vaca y otra por una perrita que latiguea a su dueño, en la que resulta la secuencia más divertida de todo el film.
Allí se produce un supuesto robo que en realidad tiene como objetivo eliminar a uno de los actores de una vieja sitcom familiar protagonizada por puppets y humanos. Con los miembros de aquel programa cayendo uno tras otro como moscas, Phil deberá trabajar junto a su ex compañera Edwards (Melissa McCarthy). A partir de ahí, el film se convierte en una buddy movie, ese subgénero de parejas desparejas obligadas a unirse en pos de un objetivo en común.
McCarthy tiende a absorber las películas en las que participa. Aquí, en cambio, se pone al servicio de un film con una búsqueda cómica basada en un exceso casi grotesco. El humor sexual está a la orden del día, con numerosos chistes relacionados con genitales, fluidos y hasta vello púbico, en el que quizá sea el homenaje más gracioso a Paul Verhoeven que se haya rodado. Muy difícil que una película con ese referente no sea buena.
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