Críticas

Cine argentino en salas

Crítica de “Linda”, película con Eugenia “China” Suárez, Julieta Cardinali y Rafael Spregelburd + Entrevista a la directora Mariana Wainstein

En este especial sumamos la reseña del film, que tuvo su estreno mundial en la sección Discovery del Festival de Toronto, y una charla con la cineasta realizada precisamente en el marco de la muestra canadiense.

Estreno 19/09/2024
Publicada el 17/09/2024

Linda (Argentina-España/2024). Dirección: Mariana Wainstein. Elenco: Eugenia "China" Suárez, Julieta Cardinali, Rafael Spregelburd, Minerva Casero, Felipe Otaño y Agustín Della Corte. Fotografía: Marcos Hastrup. Edición: Miguel Colombo. Música: Manu Moreno. Sonido: José Caldararo. Distribuidora: Star Distribution (Disney). Duración: 100 minutos. Apta para mayores de 13 años.



CRÍTICA DE LA PELÍCULA

Linda (Eugenia "China" Suárez) es convocada para reemplazar a su prima, quien debe ausentarse temporalmente de su trabajo como empleada doméstica. Así, llega a una casa de clase alta en una elegante zona residencial de Buenos Aires. Linda es quien viene de afuera y con su belleza hegemónica y personalidad enigmática desconcierta a los miembros del hogar, generando una atracción que desacomoda el frágil equilibrio de la falsa armonía familiar. Nada volverá a ser como antes una vez que la extraña abandone el ecosistema.

La historia transcurre en los días previos a la fiesta de aniversario de los dueños de casa, Luisa (Julieta Cardinali) y Camilo (Rafael Spregelburd). La cámara sigue a Linda en el devenir de sus tareas mientras interactúa con los distintos integrantes de la familia, incluyendo a los jóvenes de la casa, Matilda (Minerva Casero) y Ceferino (Felipe Otaño). La dinámica con cada uno de ellos varía, pero la atracción sexual no excluye a ninguno de los habitantes.

Mariana Wainstein construye hábilmente un clima opresivo en el espacio menos pensado permitiendo que la tensión crezca sutilmente hasta la noche de la celebración, donde las apariencias parecen estar a punto de estallar.

Linda es atravesada por temáticas como los prejuicios, la desigualdad social y de género, el deseo femenino y el patriarcado, con una mezcla de suspenso, erotismo, humor inteligente y destacadas interpretaciones actorales.




ENTREVISTA A LA DIRECTORA MARIANA WAINSTEIN

-¿Cómo llegaste al cine?

-Escribo desde muy chiquita. Siempre me incliné mucho hacia el arte, mis papás me anotaron en una escuela de arte cuando era niña. Siempre estuvo en mi cabeza. Fui a Diseño de Imagen y Sonido de la UBA. Yo sabía que quería dirigir, pero en Argentina para una mujer hace unos cuantos años no era muy simple. Y la verdad es que fui creciendo en el ambiente, trabajando siempre en dirección, escribiendo mis cosas aparte y poco a poco empecé a autoproducirlas. Siempre muy para adelante y muy enérgica y sabiendo que quería hacer eso. Hice un primer corto al que le fue muy bien y eso me abrió puertas. Se llama Error 404, recorrió festivales, ganó un premio Cóndor. Y eso de alguna manera era como un antecedente interesante. Justo ese año también quedó seleccionado otro de mis cortos en Historias Breves. Ahí se empezó a activar un circuito que estuvo buenísimo. Siempre muy a pulmón. Además soy guionista. Escribí tres series: División Palermo, Planners y Barrabrava. Y reescribí una cuarta que es la que se estrena dentro de poco y que también dirigí, que es El mejor infarto de mi vida, una ficción sobre la historia de Hernán Casciari. Va a estar en Disney+ y son seis capítulos.


-¿Cómo surge la idea de Linda?

-Surge de la posibilidad de hablar de lo que son las dinámicas familiares con algo disruptivo. Es un tema que me fascina porque hay mucha identificación, es lo que vemos todo el tiempo y lo que yo mamé. Tengo padres psicólogos y hay algo de la dinámica familiar que me resuena desde que soy bebé y los comportamientos, las interacciones, la terapia de familia, la pareja, los hijos. Me interesa cómo funcionan las familias y los lazos entre sus integrantes. Y, sobre todo, porque soy una directora muy de los personajes. Me agarro mucho de los personajes y busco que tengan volumen, que tengan capas. Las familias para mi son un tesoro porque permiten justamente eso: interacciones de personajes con mucha historia, con un montón de tela para entretejer. Lo que sucede acá es que está el condimento sexual de esta mujer que llega a despertar un cambio y a poner un poco en evidencia el vacío que había en esta familia y del cual no eran muy conscientes, o sí, pero ya muy acostumbrados. Y ahí se mueve algo, se da vuelta lo que ya estaba establecido y a mí me gusta que haya un personaje que no sea el bueno que llega, sino que haya como algo ambiguo en el personaje de Linda, donde te encontrás con una mina que hace uso de su belleza cuando quiere y, por otro lado, usa esa belleza como escudo ante lo que no quiere. Va dosificando ese poder según lo que le pasa con cada uno. Entonces ahí hay algo de las relaciones que me parece muy interesante con el condimento de lo sexual. Me parece que está buenísimo hablar de la sexualidad femenina y la sexualidad de Matilda, la chica que nunca tuvo un orgasmo y de repente redescubre un montón de cosas que le pasan por lo que siente por ella, pero hay algo como lo predigitado de esa vida que se da vuelta y que permite que la familia tenga contacto con lo que realmente desea. Y eso puede ser un quilombo. Entonces a mí me parece un ambiente perfecto para generar toda esa tensión, esos climas y trabajar estos personajes.


-Hay otras cuestiones que se cruzan. El tema del otro, el diferente, el deseo, la ruptura de estereotipos...

-Hay algo para mí que era muy interesante y delicado, que es que ella es una persona hermosa, hegemónica, en un rol en que no se supone que sea hegemónico, entonces ese prejuicio les choca porque hay una contradicción que se les arma y una incomodidad porque es muy hermosa y es la empleada. Y a mí me me gustaba jugar con esto porque es la chispa que empieza a generar esta incomodidad. En cada uno de una forma muy distinta. Para mí era elemental ese uso de la belleza desde un lugar de poder. Y cómo en realidad está el prejuicio de la familia de creer que pueden manejarla por el rol que tiene. Es un tema delicado, pero que me parecía muy lindo por lo menos visibilizar y ver qué le pasa a la gente con eso. Por eso, digo que la película es incómoda, porque más allá de la incomodad sexual y las tensiones, habla de este tema. Matilda, la hija, desde un lugar bueno de alguna manera, tratando de empatizar con ella, le dice "sos muy linda para ser empleada doméstica, podrías estar casada con un millonario en un yate", como esa idea de lo que significa la belleza y en realidad la belleza te puede llevar a lugares o no, pero las realidades son las realidades. Entonces a mi todo ese universo de la belleza me parecía muy interesante atravesarlo y ver lo que provoca.



-¿Cómo fue el proceso de elección del elenco y el trabajo con los intérpretes?

-A mí lo que más me gusta es el trabajo actoral. Yo siento que las películas se cuentan a través de los personajes y que está casi todo ahí, en el trabajo que uno hace con el tono del personaje y esa fue la búsqueda número uno. La elección del casting tuvo que ver con intentar primero contar con actores que tengan mucho margen de actuación para probar un montón de cosas, y que yo considero que son muy buenos y que iban muy bien con el physique du role. Hubo un trabajo físico con la China para trabajar a Linda desde las posturas, desde cómo caminaba, que sea fría. Me la imaginaba como una heladera, alguien que no terminás de leer qué le está pasando, y que se impone. Eso es físico. Ella habla muy poco en la película, pero transmite mucho. Y todo eso fue muy buscado desde el tono. Yo en eso soy muy exigente porque me interesa mucho la sutileza.


-La casa de la familia es amplia, con ventanales, jardín y, sin embargo, se siente una atmósfera opresiva ¿Cómo lograste ese clima y con esa sutileza?

-Era la búsqueda, el contraste de la plata, la amplitud, pero que te sientas metido en algo de donde no podés salir. De hecho, casi toda la película transcurre dentro de la casa, tiene muy poco afuera. Desde el principio hablamos con el director de fotografía para trabajar la casa. Tenía muchos ventanales y nos permitía muchas capas de profundidad y también poder mostrar todo el tiempo como que alguien espía, porque a Linda la están espiando constantemente. Entonces la casa permitía todo eso. Fue muy buscada esa locación y después, desde la cámara y los planos, y las puestas, la premisa fue trabajar juntos cómo mostrar todo lo opresivo. Y también esta diferencia abismal en esta misma casa enorme, los cuartos, las escaleras, los vidrios, y el sucucho donde duerme la empleada doméstica, que es un metro cuadrado. Como una cosa también marginal y que es así. Ya está establecido y está naturalizado, como si fuera un objeto más de de la casa, pero es una persona. Por eso también me gustaba que ella se considere como una habitante más de la casa, que se meta en la pileta, que coma todo el tiempo. Y eso también es gracioso, porque ella naturaliza qué puede hacer. Se hace un licuado y va a tirarse al sol a tomarlo y uno diría que está trabajando, pero vive en la casa, entonces, ¿qué significa?, ¿no puede vivir?


-¿Cómo fue la experiencia de estrenar en el Festival de Toronto?

-Cuando la película quedó seleccionada, fue una sorpresa inmensa. Sobre todo porque este festival es una puerta enorme a un montón de ojos. Para la película, para conocer, para estar metido en el mundo del cine. Creo que este tipo de cosas traccionan el intercambio con otros países, entonces la verdad que es importante. Hubo devoluciones muy lindas. Todo eso es hermoso. Pero me parece que lo más importante es la llegada de películas argentinas. En este momento hay un boicot muy grande al cine en Argentina, entonces demostrar que sigue habiendo posibilidades y que seguimos moviendo las aguas para que internacionalmente alguien nos escuche… Eso me parece muy importante.



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