Críticas
Estreno en cines y en streaming
Crítica de “El mal no existe”, película del japonés Ryûsuke Hamaguchi (MUBI)
Luego de la consagratoria Drive My Car, el director de Happy Hour, Asako I & II y La rueda de la fortuna y la fantasía presentó en la Mostra de Venecia 2023 (donde ganó el Premio de la Crítica y el de la crítica internacional FIPRESCI) una pequeña, austera y delicada fábula que plantea las contradicciones entre tradición y el progreso, el campo y la ciudad. A casi un año de aquel lanzamiento, se estrenó primero en 11 salas argentinas y desde el viernes 25 de octubre en la plataforma de streaming MUBI.
El mal no existe / Evil Does Not Exist (Aku wa sonzai shinai, Japón/2023). Guion y dirección: Ryûsuke Hamaguchi. Elenco: Hitoshi Omika, Ryo Nishikawa, Ryuji Kosaka, Ayaka Shibutani, Hazuki Kikuchi y Hiroyuki Miura. Fotografía: Yoshio Kitagawa. Edición: Ryūsuke Hamaguchi y Azusa Yamazaki. Música: Eiko Ishibashi. Distribuidora en cines: CDI Films. Duración: 106 minutos. Salas (primera semana): 11 (Atlas Patio Bulrich, Belgrano Multiplex, Cinépolis Recoleta, Cine Arte Cacodelphia, Cine Lorca, Showcase Norte, Cinema Paradiso de La Plata, América de Santa Fe, Cine Arte de Córdoba Dino Mall Alto Verde de Córdoba y Cines Del Centro de Rosario). En streaming: MUBI (desde el viernes 25 de octubre de 2024).
(Esta crítica se publicó originalmente en la cobertura del Festival de Venecia 2023)
Muchas veces las expectativas determinan la primera impresión respecto de una película. Comienzo por señalar lo mucho que me interesa y conmueve todo lo que hace Ryûsuke Hamaguchi (aquí nuestro especial sobre el director), para quien el 2021 fue un “año de gracia”. Con todo lo que se puede decir de su obra, haber dado a luz ese año La rueda de la fortuna y la fantasía (que tuvo su première mundial en la Berlinale, donde ganó el Gran Premio del Jurado) y Drive My Car (presentada en el Festival de Cannes, donde obtuvo las distinciones a Mejor Guion y el de la crítica FIPRESCI), constituye una vara demasiado alta incluso para el propio Hamaguchi.
Para colmo el también director de Asako 1 y 2 no deja de hacer cosas para caernos aún mejor. Inesperadamente, se hizo presente en la previa de la proyección en Venice Classics de la copia restaurada en 4K de Chichi Ariki / There Was a Father (Yasujiro Ozu, 1942), hermoso trabajo que permitió añadir a los poco más de 70 minutos hasta ahora conocidos de una copia en 16mm existente en Japón una veintena más recuperada de otra en 35mm hallada en Rusia. Comprometido y profundo, habló sobre el cine de Ozu y sobre esta película en particular durante unos 15 minutos, escapando de sus obligaciones como director de una película presentada en la Competencia Oficial y demostrando conocimiento y pasión. ¿Cómo no amarlo?
En fin, esta larga introducción es casi una disculpa de mi parte porque entiendo que El mal no existe no está a la altura de esas dos obras mayores presentadas en 2021. Y ello no es porque esta pequeña fábula carezca de méritos. Al contrario, hay algo mucho más despojado y minimalista que la distingue. Un despojamiento que es una búsqueda relacionada con lo que cuenta. Takumi y su hija viven en Mizubiki, un pueblito no muy lejano de Tokio. Llevan una vida tranquila, bucólica, con un devenir ligado a los ciclos de la naturaleza. Ese “estado de naturaleza” se ve afectado ante el avance de un proyecto para establecer en la zona un “glamping” (camping + glam).
El prólogo que nos introduce en la naturaleza del lugar, con una secuencia en la que los árboles y el viento ocupan el espacio físico y sonoro, culmina en la presentación de los personajes en una extensa audiencia pública en la que los lugareños expresan sus observaciones críticas sobre el proyecto. La plácida sucesión de planos y contraplanos no oculta la magnífica representación del conflicto subyacente. La tensión entre las partes se plantea en términos que eluden las posiciones terminantes o absolutas. ¿Quienes presentan el proyecto entendieron la postura de su contraparte o sólo quieren engañarlos para seguir adelante cómo sea? Para salir del atolladero, proponen a Takumi trabajar para ellos.
La construcción de los personajes y los diálogos, el diseño sonoro y los pequeños detalles nos llevan a la dimensión actual de aquel conflicto atávico que estaba ya en el cine de Ozu, como es la tensión entre la tradición y el progreso, el campo y la ciudad. Fábula pequeña, resulta pertinente el acompañamiento adjetivo a través de esa estética despojada, más cercana a las búsquedas del cine más independiente. Nostálgica y oscura, la vuelta a la naturaleza parece plantear un posible regreso a ese estado de naturaleza, un nuevo y triste punto de aparente equilibrio.
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