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Críticas de “Limonov: The Ballad”, de Kirill Serebrennikov; y “The Apprentice”, de Ali Abbasi (Competencia Oficial) - #Cannes2024
Reseñas de dos acercamientos biográficos a personajes controvertidos (el poeta y político ruso Eduard Limonov y un tal Donald Trump) que se presentaron en la disputa por la Palma de Oro.
Limonov: The Ballad (Italia-Francia-España/2024). Dirección: Kirill Serebrennikov. Elenco: Ben Whishaw, Viktoria Miroshnichenko, Tomas Arana, Corrado Invernizzi, Evgeniy Mironov, Andrey Burkovskiy, Maria Mashkova, Odin Lund Biron, Sandrine Bonnaire, Céline Sallette y Louis-Do De Lencquesaing. Guion: Pawel Pawlikowski, Ben Hopkins y Kirill Serebrennikov, basada en la novela Limonov: The Outrageous Adventures of the Radical Soviet Poet Who Became a Bum in New York, a Sensation in France, and a Political Antihero in Russia, de Emmanuel Carrère. Fotografía: Roman Vasyanov. Edición: Yurii Karikh. Música: Massimo Pupillo. Duración: 137 minutos. En Competencia Oficial.
Si hay un personaje “de película”, ese fue, sin dudas, Eduard Limónov (1943-2020), quien -como sostiene el subtítulo del libro del francés Emmanuel Carrère en el que este film está basado- fue “un poeta radical soviético que se convirtió en un vagabundo en Nueva York, una sensación en Francia y un antihéroe político en Rusia”. Todas esas facetas están retratadas, con mayor o menor profundidad, pero siempre con más hallazgos que traspiés, en el nuevo largometraje del director de Leto (2018) y Petrov’s Flu (2021).
Luego de un comienzo un poco confuso y con unos cuantos saltos temporales en los que se expone la siempre conflictiva y contradictoria relación con su Rusia natal, Limonov: The Ballad encuentra sus mejores momentos, su corazón, en la descripción del período que el poeta (por entonces desconocido y sin un centavo, en plan Charles Bukowski y la Generación Beat) pasó en Nueva York entre 1974 y 1982. Allí, en medio de una apasionada y tortuosa relación con la poetisa y modelo Elena Shchápova (Viktoria Miroshnichenko), vivió experiencias extremas en los ámbitos más sórdidos de esa ciudad (el encuentro sexual con un fornido hombre negro es de lo mejor de la película). En el terreno visual también es la década más lograda, ya que el personaje de Limónov (imponente interpretación de Ben Whishaw) se fusiona con locaciones reconstruidas en estudios e imágenes de archivo de la época en las zonas más densas y turbias de Manhattan. El look, claro, es siempre analógico y muy granulado.
Luego llegaría su radicación en París, donde publicó decenas de libros y se convirtió en una celebridad, y su regreso a Rusia tras la Glásnot y la Perestroika, donde formó partidos extremistas que lo convirtieron en una figura muy incómoda y le valieron un par de años en una prisión de Siberia acusado de terrorismo. En ese sentido, hay décadas que casi se pasan por alto (por ejemplo, buena parte de los años '80) y se condensan en un collage que se resuelve en un único plano secuencia.
La decisión de filmar toda la película en inglés (eso sí, con acento ruso) es bastante molesta, sobre todo al inicio. Como contrapartida o compensación, Serebrennikov regala unos cuantos pasajes de enorme intensidad con el viejo axiona de sexo, drogas (más mucho alcohol) y rocanrol (hay versiones de clásicos de Lou Reed solista, de la Velvet Underground y Tom Waits, entre otros). Por supuesto, la película resulta en muchos pasajes caprichosa, en otros algo complaciente o incompleta, pero jamás deja de fascinar con su espíritu punk y su “walk on the wild side”. Serebrennikov, como Limónov, es un cineasta incómodo y desconcertante. Cannes, en un gesto arriesgado en estos tiempos de guerra, no cedió a las presiones y eligió para la Competencia Oficial a la película de un director ruso sobre un artista ruso. No se trata de un gesto menor.
The Apprentice (Canadá-Dinamarca-Irlanda/2024). Dirección: Ali Abbasi. Elenco: Sebastian Stan, Jeremy Strong, Maria Bakalova, Martin Donovan, Catherine McNally, Charlie Carrick, Ben Sullivan, Mark Rendall, Joe Pingue, Jim Monaco, Bruce Beaton, Ian D. Clark, Valerie O’Connor. Guion: Gabriel Sherman. Fotografía: Kasper Tuxen. Edición: Olivia Neergaard-Holm, Olivier Bugge Coutté. Música: David Holmes, Brian Irvine y Martin Dirkov. Duración: 140 minutos. En Competencia Oficial.
Tras el estreno oficial en Cannes, el equipo de abogados de Donald Trump salió de inmediato con los tapones de punta contra la nueva película del director de Border: Sentí algo hermoso y Holy Spider, acusándola de ser “pura basura” y “difamación maliciosa”, y amenazando con acciones legales. También surgieron cuestionamientos dentro de los financistas del film y críticas mayormente adversas en varios medios de relieve.
Sin embargo, con todos los problemas y carencias que pueda tener el proyecto, se trata de un film valiente y valioso, una sátira política con nombres y apellidos, sin maquillajes ni eufemismos, lo cual ya es toda una audacia para los tiempos que corren.
The Apprentice no es sobre el Trump político sino sobre el joven que, de la mano del no menos controvertido lobbysta de derecha Roy Cohn (Jeremy Strong el Kendall Roy de Succession), su mentor y hasta cierto punto padre postizo, fue ascendiendo hasta convertirse en millonario primero producto de audaces inversiones inmobiliarias y -muchos años después- en presidente de los Estaos Unidos.
El film arranca en 1973, cuando un Trump de 27 años interpretado por Sebastian Stan es poco más que un playboy que trabaja en una compañía constructora a la sombra de su padre Fred (Martin Donovan). Abbasi, a partir de un guion escrito por el periodista Gabriel Sherman, va mostrando las diferentes facetas y característica de la personalidad altiva, caprichosa, negadora, manipuladora, racista, vulgar y soberbia del protagonista, que luego se casará con Ivana (Maria Bakalova) e iniciará un raid de negocios apelando a todos los recursos (no siempre cristalinos) a su alcance. La construcción de la Trump Tower, el avance sobre los casinos de Atlantic City, sus encuentros con Andy Warhol y la irrupción de la era del HIV-SIDA son algunos de los aspectos que se desarrollan en las casi dos horas y media de metraje.
Con una estética (incluso en la elección de colores y texturas) que nos transporta a aquellos años '70 y '80, con varios pasajes sarcásticos que resultan entretenidos, y alguna que otra escena predestinada al escándalo (como una violación a Ivana), The Apprentice resulta un interesante acercamiento a aquellos inicios, a ese ascenso meteórico que lo convertiría en un referente de los negocios, en un nuevo Michael Corleone y mucho después del período que describe la película -ya sabemos- en figura mediática y más tarde en referente principal dentro de la política para casi la mitad de los estadounidenses.
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