Crítica de “Crónicas de una Santa Errante” y entrevista al director Tomás Gómez Bustillo

-El Festival South by Southwest (SXSW) de Austin, Texas, es uno de los más prestigiosos e influyentes del mundo (allí estrenó en 2022, por ejemplo, la ganadora del Oscar Todo en todas partes al mismo tiempo). No es una muestra en la que suela participar demasiado el cine argentino, pero en la edición 2023 tuvo su première mundial dentro de la sección Visions la muy auspiciosa ópera prima de este cineasta formado en Ciencias Políticas en Buenos Aires y en Dirección en el AFI Conservatory de Los Angeles. En este especial sumamos la reseña y una entrevista al realizador.
-Actualización 1: La película ganó en el SXSW el premio Adam Yauch Hörnblowér instituido en homenaje al integrante del grupo Beastie Boys y creador de la distribuidora de cine Oscilloscope Laboratories fallecido en 2012, que se entrega "en honor a un cineasta cuyo trabajo se esfuerza por ser totalmente propio, sin tener en cuenta las normas ni el deseo de conformarse".
-Actualización 2: Fue nominada a tres Independent Spirit Awards, los premios más importantes del cine independiente de los Estados Unidos.
-Actualización 3: Casi un año y medio después de su estreno mundial, la película llega a las salas comerciales de la Argentina.

Crónicas de una Santa Errante (Argentina/2023). Dirección y guion: Tomás Gómez Bustillo. Elenco: Mónica Villa, Horacio Marassi, Pablo Moseinco, Silvia Mackenzie, Noemi Ron, Silvia Porro, Hernán Bustamante y Dahyana Turkie. Fotografía: Pablo Lozano. Edición: Benjamín Tolentino. Diseño de producción: Doriane Desfaugeres. Diseño de sonido: Andres Velazquez. Música: Felipe Delsart. Producción: Gewan Brown, Amanda Freedman y Tomás Medero. Duración: 84 minutos. Salas: Gaumont (Sala 3), a las 15.45 y 20:45,  Cineblub Municipal Hugo del Carril - Córdoba, Espacio INCAA Atlas Flores (CABA), Espacio INCAA Cine Teatro Italiano - Lobos, Espacio INCAA Cine Gran Navarro, Espacio INCAA Cine Teatro Sociedad Italiana - Maipú, Bs. As., Espacio INCAA Unicen - Tandil, Espacio INCAA Sala Hispano - Rufino, Espacio INCAA Cine Teatro Victoria, Espacio INCAA Nuevo Cine Italia - Formosa, Espacio INCAA Lorenzo Kelly - Cipolletti, Espacio INCAA Centro Cultural José Hernández - Rawson, Espacio INCAA KM1460 Trelew, Espacio INCAA Sala Teatro de la Rosada - Puerto Madryn, Espacio INCAA Sala José Fernández - Caleta Olivia y Espacio INCAA Cine Auditorio Deseado - Puerto Deseado.

(Publicada originalmente el 13/03/2023)

El pueblo de Santa Rita debe su nombre a la figura religiosa del título, de quien había una estatua que desapareció de la iglesia hace tres décadas. En ese lugar trabaja Rita (Mónica Villa), que tapa lo que parece un vacío con pequeñas actividades como barrer y ordenar. Lo hace junto a un grupo de mujeres que nunca le reconocen su trabajo, como si fuera invisible. Y lo peor que le podría pasar a alguien deseosa de reconocimiento es justamente eso, que no la vean, que nadie le diga nada.

Mientras tanto, puertas adentro del hogar impera el tedio de una relación con su marido, un hombre que parece vivir en un mundo paralelo, alguien dispuesto a recrear una situación de la luna de miel o de intentar aprender guitarra, aunque no acierte dos notas seguidas. Las apariciones de ese hombre de pocas palabras, que se mueve sin que nadie lo note, dotan al film de un humor subrepticio, por momentos absurdo, que recuerda al de Aki Kaurismäki.



Todo cambia cuando Rita encuentra aquella estatua en una de las habitaciones de la iglesia: no es otra que su oportunidad para hacerse notar, para anunciar un “milagro” que le permita levantar la cabeza sobre la medianía pueblerina.

A partir de esa situación, Crónicas de una Santa Errante deja de lado esa suerte de costumbrismo rural que había abrazado para ingresar en un terreno distinto en el que conviven la ternura de una mujer deseosa de ser vista con una fábula casi navideña (hay algo de ¡Qué bello es vivir! en todo el asunto) y la irrupción de lo fantástico en un ámbito terrenal, como si fuera una de las últimas películas de Iván Fund. El de Tómas Gómez Bustillo surge, entonces, como un más que atendible debut en el largometraje.




ENTREVISTA AL DIRECTOR

-¿Cómo surge la idea de la película?

-Se juntaron varias cosas. La primera es la crianza católica que tuve. Vengo de una familia súper creyente con un hermano mayor que falleció cuando mi vieja estaba embarazada de mí, y crecí con un altarcito para él en casa. Mis viejos siempre nos decían que nuestro hermano nos cuidaba desde el cielo, que le podíamos rezar y él iba a estar protegiéndolos. Recuerdo tener 7 años y sentir que estaba como un espíritu en mi cuarto. Y no era algo que me diera miedo, sino que lo veía como algo normal: "Así como mañana tengo que ir al colegio, ahora viene el espíritu de mi hermano y lo saludo". Si bien después me fui alejando del catolicismo, la línea difusa entre lo mágico y lo real me sigue fascinando. Esa es la fuente de inspiración más potente, más personal.


-¿Y cuáles fueron las otras?

-Bajo esa crianza católica, fui varias veces a misionar a un pueblo bonaerense que se llama Antonio Carboni, donde filmamos la película. Seguí yendo incluso después de haber dejado la religión institucionalizada porque había desarrollado mucho cariño por la gente. Siempre sentí que era un lugar muy especial, muy mágico. La gente nos recibía muy bien y para mí era un segundo hogar. Aquel realismo mágico y este amor y fascinación por Carboni se juntaron cuando estaba terminando mi posgrado en dirección, y ahí apareció la idea de hacer una película sobre un fantasma que deambulara por este pueblo.


-Algo interesante del personaje de Rita es el misterio que la envuelve. ¿A qué se debe su manera de actuar? ¿Aburrimiento, deseo de trascender, fe, un poco de todas…?

-Hay muchos matices. Por un lado, sí, es una persona claramente religiosa que se apega a los modos institucionalizados de la fe católica. Pero también es humana y, como tal, tiene debilidades e inseguridades, como las ganas de ser reconocida y admirada. Durante gran parte de la película su objetivo es ser admirada por parte de las otras señoras de la capilla y por el padre Eduardo, el líder religioso que más pesa. Más allá de la fe, la incentivan esas ganas de ser protagonista, de ser reconocida por su talento y esfuerzo, como si buscara ser santificada en vida.


-¿Cuánto aportó Mónica Villa para esa caracterización?

-Eso viene desde el guion, pero también del talento de Mónica, que le dio unos matices que no hubiera podido imaginar, como esa sutileza que crea ese misterio al que te referís. Se entiende un poco por dónde va la cosa, pero como es un ser humano complejo no siempre son claros sus objetivos ni intenciones.



-El guion propone varios momentos de humor solapado, cortesía principalmente del marido de Rita. ¿Qué rol juega lo cómico en la película?

-Hubo un giro importante en el guion, porque al principio lo había encarado desde un punto de vista de "cine de autor", muy serio. Creo que había algo de recién egresado que quería mostrarle al mundo que era digno del respeto que se la da a los autores. Para ser franco, con la ayuda de la terapia pude distanciarme de esa intención tan egoísta y darle un abordaje más lúdico que me permitiera encontrar el humor en lo mezquino que es uno en lo que se refiere a la admiración de los demás. Es una búsqueda totalmente inútil, pero uno la hace igual. Me parecía que había mucho potencial para la comedia, pero sé que mi gusto cómico no pasa tanto por el diálogo. Admiro mucho a Jacques Tati, a Chaplin, a Keaton... comediantes que usan más el espacio, el arte o el vestuario para crear situaciones desde lo físico y no lo puramente literal. También me gustan Roy Andersson y Apichatpong Weerasethakul, que tienen un tono de comedia muy sutil. De ahí también nacen las ganas de que la película se construya desde lo lúdico y no desde lo serio.


-En los últimos años hubo varias películas que apostaron por la irrupción de un “fantástico lo-fi”, sin subrayados ni grandes aspavientos. ¿Cómo trabajaste esa mixtura de tonos?

-Ese "fantástico lo-fi" es una búsqueda muy específica e intencional. Tiene que ver con lo que decía del realismo mágico. Para construirlo tenía que resaltar lo mundano y reducir el impacto estético y narrativo de los elementos mágicos, ya sea con planos más abiertos o a través de la música y el montaje. No quería que cambiaran esas cosas cuando aparecía lo mágico; quería que todo se mantuviera más frío, casi indiferente. Ese límite difuso me parece interesante porque es cercano a la experiencia cotidiana. La separación súper nítida entre lo real y lo fantástico está muy trabajada en el cine, pero no tanto esa línea más difusa. Pienso, por ejemplo, en Hombre mirando al sudeste o Zama, que tienen algo muy particular relacionado con lo argentino y con mi crianza.


-El cine argentino está más vinculado a los festivales europeos que a los norteamericanos. ¿Qué significa para vos y el resto del equipo participar del SXSW?

-Estrenar en SXSW me parece un lujo. Es un festival muy grande que me da la posibilidad de presentar una historia argentina ante un público que quizás no esté tan acostumbrado a eso. Por otro lado, si bien es verdad que las películas nacionales suelen vincularse más con los festivales europeos, ésta es distinta en su construcción porque fue coproducida con Estados Unidos. Desde ese punto de vista, tiene mucho sentido un estreno en esa muestra. Eso no quita que, ojalá, la película pueda seguir viajando y tener en algún momento un estreno en Europa.

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