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Críticas de la competencia Encounters: “Coma”, de Bertrand Bonello; y “The Death of My Mother”, de Jessica Krummacher - #Berlinale2022
El incasillable director francés y la realizadora alemana presentraron sus nuevos trabajos en la segunda sección oficial.
-Coma (Francia/2022). Guion, música y dirección: Bertrand Bonello. Fotografía: Antoine Parouty. Elenco: Julia Faure, Louise Labeque y las voces de Laëtitia Casta, Gaspard Ulliel, Vincent Lacoste, Louis Garrel y Anaïs Demoustier. Duración: 80 minutos.
Todo comienza como una carta de amor a su hija Anna. Bertrand Bonello le cuenta que ella tenía 11 años cuando filmó Nocturama y ahora tiene 18 cuando concibe Coma, una película sobre estos tiempos pandémicos hecha con mínimos recursos (económicos), pero múltiples apuestas (creativas).
Artesanal, caleidoscópica, caótica, mutante, sensorial, experimental, existencialista, pesadillesca, angustiante, desencantada, imprevisible, Coma es una película sobre la dura adolescencia en épocas de COVID, pero también una historia de terror fantástico en los bosques o en los encuentros vía Zoom (como Host, de Rob Savage) y un ensayo intelectual en el que conviven desde Emil Cioran hasta Gilles Deleuze.
La protagonista es una adolescente (Louise Labeque) que, justo cuando tiene que empezar a volar, debe quedarse encerrada en el nido hogareño, en esa especie de limbo de tiempo y espacio al que obliga un confinamiento feroz. Su conexión pasa por algunos encuentros (online, claro) con amigxs, pero sobre todo por lo que ofrece Patricia Coma (Julia Faure), una influencer que tiene su canal de YouTube y que se convierte en referente de la joven.
Pero hay más: el director de El pornógrafo, Tiresia, De la guerra, L'Apollonide y Zombie Child apela a muñecas y muñecos Barbie (como el mediometraje Superstar: The Karen Carpenter Story, Todd Haynes), a animación 2D, a artificios como las típicas risas grabadas de una sitcom, a imágenes de cámaras de vigilancia, a la hipnosis y los sueños, al testimonio de un asesino serial, a referencias contemporáneas (desde Robert Pattinson y Kristen Stewart hasta Jeff Bezos), a la presencia recurrente del “Revelador” (un artefacto similar al viejo y querido Simon con las teclas rojas, verdes, azules y amarillas que había que tocar en secuencias que obligaban a un permanente trabajo con la memoria), a voces en off a cargo de figuras del cine francés (Laëtitia Casta, Gaspard Ulliel, Vincent Lacoste, Louis Garrel, Anaïs Demoustier), a pop italiano, a un humor negrísimo y a una exposición de catástrofes naturales provocadas por el cambio climático para construir un patchwork estilístico y un ensayo demoledor. El cine como gesto político y poético, como desgarradora e irritada mirada al mundo contemporáneo dominado por la soledad y la virtualidad.
-The Death of My Mother (Zum Tod meiner Mutter, Alemania/2022). Guion y dirección: Jessica Krummacher. Elenco: Birte Schnöink, Elsie de Brauw y Johanna Orsini. Duración: 135 minutos.
Las películas sobre los momentos finales de una vida, con toda la degradación física y emocional que implican, se han multiplicado en los últimos años: desde Amour, de Michael Haneke, hasta la reciente Vortex, del argentino Gaspar Noé. En este caso, la directora de Totem apela a recuerdos de experiencias personales para narrar con profundidad, rigor y minuciosidad el dolorosísimo adiós de una madre desde la perspectiva de su hija en un país que, como Alemania, mantiene prohibida la eutanasia (para colmo la mujer está internada en una institución católica).
En efecto, Juliane (Birte Schnöink) quiere ayudar a su madre Kerstin (Elsie de Brauw), de apenas 64 años, a morir con dignidad cuando no queda ninguna esperanza médica y los padecimientos se agigantan. Los doctores y las enfermeras también la respaldan, la apoyan, la ayudan y la contienen, pero la ley es terminante. Solo queda la opción de aplicar morfina para que la paciente no sufra demasiado. En los pocos momentos de conciencia de Kerstin, Juliane le habla, le lee, le canta Bella Ciao, la acaricia, la acompaña, mientras sus familiares y amigos le hacen el aguante como pueden.
The Death of My Mother es una experiencia extrema, angustiante, agotadora, desoladora. Son más de dos horas (la directora quiere que la película se extienda como se extiende esa ridículamente lenta despedida del mundo) e inevitablemente paradójica (desearle la muerte a un ser querido es desearle lo mejor), pero lo hace con una dignidad y una sensiblidad incuestionables. Un film austero, frágil y, a su manera, sin artilugios, artificios ni golpes bajos, conmovedor.
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