Festivales

Las críticas de la competencia oficial (2)

Todas las reseñas publicadas durante la cobertura del festival para el diario La Nación.
Publicada el 30/11/-0001
1) Blindness / Ensayo sobre la ceguera (Brasil-Canadá-EE.UU.-Japón), de Fernando Meirelles

Para la apertura de su 61» edición, el principal festival del mundo eligió una coproducción internacional en la que participaron talentos provenientes de casi todo el mundo. Ensayo sobre la ceguera (Blindness es su título internacional), transposición de la novela del portugués José Saramago, es un ejemplo contundente de la creciente globalización de la industria cinematográfica y, también, de los alcances de su poder alegórico, ya que diversos análisis compararon aquí esta historia sobre las luchas de poder dentro de una suerte de prisión donde son encerradas las víctimas de una epidemia que provoca la pérdida de la visión con otras tragedias recientes, como las del huracán Katrina, las hambrunas de Somalia o los excesos en la guerra de Irak.

El film -recibido tras la función de prensa matinal en la sala Debussy con llamativa frialdad- fue financiado por una veintena de compañías e instituciones de todo el mundo, fue rodado en locaciones canadienses y en ciudades latinoamericanas como San Pablo y Montevideo, fue dirigido con diálogos en inglés por el brasileño Fernando Meirelles y fue protagonizado por actores de los más diversos orígenes: Estados Unidos (Julianne Moore, Mark Ruffalo y Danny Glover), México (Gael García Bernal), Brasil (Alice Braga), Canadá (Don McKellar, también responsable del guión) y hasta Japón (Yosuke Iseya y Yoshino Kimura).

Con la excepción de Ruffalo, todo el elenco acompañó ayer al director de Ciudad de Dios y El jardinero fiel en la multitudinaria conferencia de prensa y, algunas horas más tarde, en la tradicional caminata por la mítica alfombra roja y las escalinatas de la sala Lumière del Palais du Festival antes de la función de gala.

La película arranca con imágenes del habitual caos de tránsito en una urbe como San Pablo (en ningún momento del film hay referencias concretas temporales ni espaciales) y, en ese contexto, uno de los personajes (Kimura) pierde de manera súbita la visión. En pocos minutos, el virus se extiende de forma arrasadora y las autoridades militares establecen una rígida cuarentena que incluye el encierro -en condiciones infrahumanas- de todos los infectados. A ese ámbito sórdido y desolador llegan contingentes cada vez más numerosos y violentos. Entre ellos hay una mujer (Moore), la esposa de un oftalmólogo interpretado por Ruffalo, que es la única que no ha perdido la vista, ya que ha ingresado de incógnito para ayudar a su esposo. La creciente degradación física y psicológica desemboca en el caos más absoluto (humillaciones, violaciones, enfrentamientos y asesinatos), especialmente cuando un grupo liderado por un barman (Bernal) empieza a dominar la distribución del escaso alimento disponible y exige todo tipo de sacrificios a cambio.

Más allá del indudable profesionalismo (con un impactante diseño de producción de corte apocalíptico) y de los desafíos asumidos por Meirelles (hay gran cantidad de imágenes viradas casi al blanco, con leves sombras y mucho trabajo con el fuera de foco), la película resulta bastante obvia en su presentación de un universo sórdido y en su denuncia de la manipulación, la miseria y la precariedad de la sociedad contemporánea. Además, tampoco alcanza a transmitir los climas y la emoción que llevó a la novela original publicada en 1995 por el ganador del Premio Nobel a la consideración mundial.

2- Waltz with Bashir (Israel), de Ari Folman

Más allá del interés por su tema (las memorias del propio director sobre su participación como soldado en la invasión del ejército israelí al Líbano en 1982), lo que distingue a Waltz With Bashir es su propuesta artística, ya que se trata de un documental de animación (dos búsquedas aparentemente contrapuestas) en el que el director va registrando testimonios de sus viejos compañeros de ruta y luego va reconstruyendo (muchas veces con escenas oníricas y surrealistas) los excesos y abusos cometidos.

Denuncia antibélica (por momentos, algo explícita), retrato social de una época que cambió para siempre con el asesinato del líder libanés Bashir Gumayel, lograda incursión en la animación artesanal (conviven elementos en 3D, en 2D y en la simple tecnología flash), Waltz With Bashir renueva la forma en que el cine israelí reflexiona sobre su conflictivo pasado, aunque no se queda en un retrato complaciente y, por eso, termina con sus únicas imágenes de archivo: los cadáveres de las decenas de víctimas de la masacre en el campo de refugiados de Sabra y Shatila.

3- Un conte de Noël (Francia), de Arnaud Desplechin

Con Un conte de Noël, el aquí reverenciado realizador de La sentinelle , Esther Khan y Reyes y reina ofrece otro ambicioso retrato coral sobre una familia tan caótica y disfuncional como, en definitiva, querible. El film arranca con la tortuosa descripción de un caso médico: la madre, interpretada por la gran Catherine Deneuve, necesita un trasplante urgente de médula ósea y el único donante compatible es el más díscolo de sus tres hijos (Mathieu Amalric), pero luego opta por una mirada más intimista sobre el reencuentro de los padres con sus hijos, nietos y una amplia galería de sobrinos, novios y amantes para los festejos de Navidad, ambientados en Roubaix, la ciudad natal de Desplechin.

Como en todo el cine de este director de 47 años, hay una sofisticada puesta en escena, lúcidas observaciones, diálogos muy trabajados, logradas actuaciones (además de Deneuve y Amalric aparecen Jean-Paul Roussillon, Emilie Berling, Chiara Mastroianni, Emmanuelle Devos, Melvil Poupaud y Anne Consigny) y una clara búsqueda por eludir el sentimentalismo y la sensiblería propia de ese subgénero, que conforman las películas de Navidad.

4- Three Monkeys (Turquía), de Nuri Bilge Ceylan

Tres monos, el más reciente trabajo del director turco Nuri Bilge Ceylan (Nubes de mayo, Distant y Climates), resultó una enorme decepción. No se trata de una película despreciable ni mucho menos (estamos ante un cineasta con sensibilidad, talento y vuelo propio), pero este melodrama sobre un triángulo amoroso con derivaciones policiales y vinculaciones con la política resultó demasiado obvio y alargado. Sin duda, el film menos logrado de una carrera que, hasta ahora, era incuestionable.

5- Linha de passe (Brasil), de Walter Salles y Daniela Thomas

El director de Estación Central y Diarios de motocicleta se reunió con Thomas (con quien ya había filmado Tierra extranjera ) para narrar las vivencias cotidianas de los integrantes de una familia de clase baja de San Pablo: una mujer soltera y embarazada, y sus cuatro hijos (un aspirante a futbolista profesional, un motociclista que reparte correspondencia y luego se dedica a los arrebatos, un evangélico que se gana la vida en una estación de servicio y un niño que está obsesionado con manejar un ómnibus y extraña la figura paterna). La primera mitad del film está muy bien construida, pero poco a poco los directores van cediendo a las convenciones y lugares comunes del film coral de denuncia social for export en la línea de Babel y de otros trabajos del mexicano Alejandro González Iñárritu. La recepción, de todas maneras, fue muy calurosa.

6- 24 City (China), de Jia Zhang-ke

Los aplausos fueron injustamente escasos tras la proyección de 24 City , nueva descripción de Jia Zhang-ke (ganador del Festival de Venecia con Still Life) de las profundas consecuencias sociales de los cambios en la política y la economía de su país. La película narra el desmantelamiento de la Fábrica 420, una industria estatal dedicada a la fabricación militar que tuvo su época de gloria, para la construcción de 24 City, un complejo de viviendas de lujo.

El film está ambientado en la enorme ciudad de Chengdu -ubicada muy cerca de la zona sacudida por el reciente terremoto que provocó miles de muertos- y está construido a partir de testimonios (algunos reales y otros ficcionalizados, con la participación de actores) de ex trabajadores de la planta que recuerdan el apogeo del proyecto y sus historias de vida ligadas a la Fábrica 420. Un minucioso retrato, tanto íntimo como social, con el sello de este gran director chino.

7- Serbis (Filipinas), de Brillante Mendoza

La selección en competencia de Serbis (Service), sexto largometraje que el joven director filipino Brillante Mendoza rodó en menos de cuatro años, es toda una audacia para una competencia oficial que, evidentemente, está buscando desde hace un par de años renovar los apellidos, apostar a las nuevas tendencias y a una mayor dosis de experimentación.

El realizador de Masajista, Foster Child y Tirador (exhibida en el reciente Festival de Buenos Aires) narra en Serbis las tragicómicas vivencias de la familia Pineda, de los empleados y de los clientes de un enorme, viejo y decadente cine de Manila, dedicado a proyectar viejas películas eróticas en programas dobles. Con un ritmo avasallante (marca de fábrica del cineasta), largos planos-secuencia, que transmiten una sensación de urgencia y situaciones extremas que incluyen hasta osadas escenas de sexo explícito, Mendoza describe un universo tan sórdido como fascinante, un lugar con características y reglas propias que parece suspendido en el tiempo.

8- Gomorra (Italia), de Matteo Garrone

Otra incorporación de la competencia de Cannes de este año es el italiano Matteo Garrone (El embalsamador), que presentó con Gomorra una ambiciosa y sangrienta épica sobre la camorra napolitana. Muy bien filmada, aunque un poco larga (135 minutos), la película resulta una combinación entre El padrino, Buenos muchachos y Ciudad de Dios que muestra, a través de una gran cantidad de personajes (adultos, jóvenes y niños), la guerra brutal entre facciones y los negocios sucios (tráfico de drogas, desechos tóxicos, indumentaria) que provocan cientos de muertes al año y generan miles de millones de euros de ganancias. La película está basada en hechos reales y el coguionista y autor de la novela original (Roberto Saviano) vive desde hace años dentro del sistema de protección policial para aquellos que están amenazados por la mafia.

9- Le silence de Lorna (Bélgica-Francia), de Jean-Pierre y Luc Dardenne

Los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, dos veces ganadores de la Palma de Oro por Rosetta (1999) y El niño (2005), presentaron ayer en la competencia oficial El silencio de Lorna, una nueva demostración de su inmenso talento narrativo y de su sensibilidad para retratar la contracara social de la Europa poderosa y opulenta.

Recibida con aplausos, aunque con menos entusiasmo que sus trabajos previos, El silencio de Lorna tiene como protagonista a la joven del título (la actriz kosovar Arta Dobroshi), una albanesa que está enamorada de un compatriota suyo, pero que se casa con un muchacho belga adicto a la heroína (Jérémie Renier) sólo para obtener la nacionalidad, mientras trabaja al servicio de un gánster de la ciudad de Lieja con conexiones con la mafia rusa, dedicado a armar este tipo de matrimonios por conveniencia para que inmigrantes de Europa del Este consigan sus pasaportes. El film tiene varias vueltas de tuerca (algunas, bastante arriesgadas), pero se sostiene gracias a la habitual austeridad y rigor con que los directores suelen evitar cualquier exceso de sentimentalismo y la denuncia obvia. 

10- Changeling / The Exchange (Estados Unidos), de Clint Eastwood

Eastwood es uno de los cineastas más admirados en Francia y, si bien presentó aquí varios films durante su carrera e incluso fue presidente del jurado, nunca ganó la Palma de Oro. Aquí, más allá de la controversia que generó la designación de su amigo Sean Penn como cabeza del jurado de esta edición, muchos apuestan a que esta leyenda viviente podría conquistar uno de los pocos premios que aún le resta agregar a su vitrina.

Changeling está basada en un caso real que conmovió a la sociedad californiana a fines de los años 20 y tiene como protagonista a Jolie en el papel de Christine Collins, una madre soltera que deja en la casa a su hijo de nueve años para ir a trabajar como supervisora de una compañía telefónica y, cuando regresa, descubre que el niño ha desaparecido.

Este melodrama épico describe durante casi dos horas y media la infatigable lucha de esta mujer por descubrir la verdad; su enfrentamiento con las autoridades policiales encargadas de la investigación, que hasta la encierran por la fuerza en un hospital psiquiátrico para obligarla a abandonar su búsqueda; y su lucha mediática y judicial con la ayuda de un pastor (John Malkovich) hasta concluir con la reconstrucción de los juicios y el abordaje de temas delicados como la pedofilia y la pena de muerte.

Si bien Changeling no se ubica entre las mejores de su carrera, tiene la solidez narrativa, el rigor dramático y la mirada humanista que Eastwood ha cultivado en los últimos años de su carrera como director y sirve, al mismo tiempo, de vehículo para la reivindicación cinéfila, para la exaltación de los pilares y valores tradicionales de la democracia norteamericana en medio de un estado de violencia y de corrupción generalizada, y para que Jolie componga en pantalla a una heredera de las grandes heroínas de la historia del séptimo arte.

11- Two Lovers (Estados Unidos), de James Gray

James Gray, uno de los pocos directores que han presentado todas sus películas en la competencia oficial (estuvo aquí con Cuestión de sangre, La traición y Los dueños de la noche), sorprendió con un cambio de género -del thriller al drama romántico- que le valió una respuesta bastante dividida. Two Lovers parte de varios tópicos tradicionales del drama romántico (una familia judía de Brooklyn, un triángulo sentimental, personajes de treinta y pico que se comportan como adolescentes tardíos y excesos propios del amour fou ) para luego trascenderlos y complejizarlos. El film tiene como protagonista a Joaquin Phoenix, a esta altura una suerte de álter ego del guionista y director, como un muchacho de tendencia suicida que se autodefine "bipolar", divide su atención entre el amor pasional que siente por una conflictuada vecina (Paltrow), que a su vez mantiene un affaire con un abogado casado y que en principio sólo lo quiere como amigo y confidente, y una simple y querible joven judía (Vinessa Shaw) por la que apuestan sus intrusivos familiares. Una historia sensible y honesta que muestra una nueva faceta en la siempre interesante filmografía de James Gray.

12- La mujer sin cabeza (Argentina), de Lucrecia Martel 

El cine sutil, climático, virtuoso, profundo y decididamente anticonvencional de Lucrecia Martel no está pensado para la mirada superficial ni concebido con la habitual demagogia de muchas películas que buscan conseguir, como sea, la adhesión inmediata, la emoción directa y el aplauso fácil. Pero incluso sabiendo de las muy diversas reacciones que la directora salteña suele generar, hasta los productores de La mujer sin cabeza se asustaron cuando algunos pocos acreditados silbaron durante la proyección de prensa de anteayer y, todavía más, cuando algunos cables de agencias de noticias internacionales, como EFE o DPA, lo amplificaron injustamente citando un "abucheo masivo" que no fue tal.

Lo cierto es que, si bien la recepción que se podía palpar a la salida de la sala Debussy era dividida, también lo es que varios de los críticos más prestigiosos del mundo (desde J. Hoberman hasta Kent Jones) y los enviados de importantes medios, como Silvana Arantes, de Folha de Sao Paulo, defendían con entusiasmo esta arriesgada nueva propuesta de Martel. Y, más allá de la inevitable polémica, queda claro que este tercer largometraje de la directora salteña es absolutamente coherente y consecuente con las búsquedas de La ciénaga y La niña santa, y que su creadora no ha dejado en el camino ni un milímetro de su talento.

Cada plano de La mujer sin cabeza es una obra de arte en sí mismo, un deleite visual, una reflexión llena de significado sobre las posibilidades expresivas del cine, una virtuosa interacción entre múltiples texturas de imagen y capas de sonido. Hay muy pocos autores, no sólo en la Argentina sino también en el resto del mundo, capaces de alcanzar semejante dimensión.

Como ya había ocurrido también en 2005, cuando compitió por la Palma de Oro con La niña santa, varios periodistas, especialmente de medios de la industria, como Variety y Screen International, cuestionaron la falta de una narración más clásica que resuelva de forma satisfactoria cada uno de los enigmas que se plantean. Por eso, algunos hablaron de regodeo esteticista y se sintieron frustrados por la manera en que Martel redondea este thriller psicológico sobre Verónica (excelente trabajo introspectivo, lleno de matices y de contradicciones íntimas de María Onetto), una odontóloga que cree haber atropellado a alguien con su auto y que tras el choque, queda en estado de shock, confusa, frágil, disociada de la realidad, casi ausente pese a que continúa con su vida cotidiana y sus relaciones afectivas.

13- Che (España-Estados Unidos-Francia), de Steven Soderbergh

Che, que en todo el mundo se estrenará como dos películas separadas (El argentino, sobre la revolución cubana, y Guerrilla, sobre la trágica experiencia boliviana), se exhibió aquí de manera conjunta, con un intervalo que incluyó un reparador refrigerio a cargo de la producción (los periodistas bautizaron las bolsitas con comestibles que se entregaban a cada espectador "la cajita feliz del Che").

Lo mejor que puede decirse de Che es que se trata de una nueva demostración del profesionalismo de un cineasta increíblemente prolífico y diverso como Soderbergh. La película se sigue con bastante interés, está bien narrada, tiene una producción cuidada, no cae en importantes errores históricos ni en demasiadas licencias propias de las biopics hollywoodenses, evita los golpes de efecto, las frases grandilocuentes y la exaltación elegíaca, pero al mismo tiempo le cuesta salir de una medianía general, de una corrección que por momentos resulta casi intrascendente.

En la multitudinaria conferencia de prensa de ayer, Soderbergh estuvo acompañado por la productora Laura Bickford, por el guionista Peter Buchman, por el consultor histórico Jon Lee Anderson y por parte del multinacional elenco: el puertorriqueño Benicio del Toro (que encarna a Ernesto Guevara), el cubano Jorge Perugorría (Joaquín), el mexicano Demián Bichir (Fidel Castro), el brasileño Rodrigo Santoro (Raúl Castro), la colombiana Catalina Sandino Moreno (Aleida Guevara), el chileno -nacido en Venezuela- Santiago Cabrera (Camilo Cienfuegos) y la alemana Franka Potente (Tania). En cambio, no pudieron viajar hasta la Costa Azul otros actores que aparecen en ambos relatos, como Unax Ugalde, Joaquim de Almeida, Eduard Fernández, Jordi Mollà, Lou Diamond Phillips ni Gastón Pauls (que interpreta a Ciro Bustos), única presencia argentina en el film, además del tema Zamba de Valderrama, con interpretación de la gran Mercedes Sosa, que acompaña las imágenes finales.

Los disímiles orígenes de los intérpretes y la velocidad con que se filmó esta coproducción mayoritariamente franco-española hicieron que los acentos (incluido el de Benicio del Toro) poco tengan que ver con la forma en que se habla en Cuba, la Argentina o Bolivia, pero -más allá de este tipo de detalles y del inevitable didactismo- Che es una película irreprochable desde su aspecto formal.

La primera parte está contada a través de varias líneas temporales que abarcan el período 1955-1964. El relato salta de forma constante de la planificación en México de la invasión de la isla por parte del Che y Fidel Castro (1955) a la larga batalla librada contra la dictadura de Fulgencio Batista (1956-1959) y el discurso ante las Naciones Unidas que el por entonces ministro de Industria dio en Nueva York en 1964.

El segundo film arranca en 1965, con la renuncia de Guevara a sus cargos políticos en Cuba, y luego reconstruye de forma minuciosa y con una narración más clásica la fallida experiencia revolucionaria en Bolivia, que terminó con su captura y fusilamiento en octubre de 1967.

14- La frontière de l'aube (Francia), de Philippe Garrel

El caso de Philippe Garrel es paradigmático de la vieja lucha cinéfila que Francia sufre desde la irrupción de la nouvelle vague. Mientras los defensores de la línea impulsada por la revista Cahiers du Cinéma exaltan el cine de este director, los opositores se dedican a fustigarlo. Así, se entiende que la proyección de La frontière de l'aube -primer film de Garrel que es elegido para la competencia oficial de Cannes en sus cuatro décadas de carrera- haya terminado con una guerra entre aquellos que la ovacionaban y otros tantos que la abucheaban.

Rodada en blanco y negro -como la mayoría de las películas de Garrel-, se trata de una trágica historia de amor con elementos fantásticos que describe la relación pasional entre Carole (Laura Smet), una bella y popular actriz casada con un director que prácticamente la ha abandonado para radicarse en Hollywood, y Francois (Louis Garrel, hijo del director), un fotógrafo al que conoce durante una sesión de retratos. Carole empieza a sufrir crecientes trastornos psíquicos y termina suicidándose. Tras ese prólogo, la acción salta un año y ahora Francois inicia una relación con Eve (Clémentine Poidatz). Todo parece marchar bien hasta que irrumpe un fantasma que no es otro que la muy celosa Carole. Una película extraña y fascinante con el sello inconfundible del creador de Inocencia salvaje y Los amantes regulares.

15- Adoration (Canadá), de Atom Egoyan

El canadiense Atom Egoyan (Exótica, El dulce porvenir ) presentó Adoration , un ambicioso y pretencioso drama coral que vincula la tragedia familiar de un adolescente que ha perdido a sus padres en un accidente automovilístico con el terrorismo globalizado y los efectos nocivos de las nuevas tecnologías. Uno de los films menos logrados de una competencia oficial que, de todas formas, ha tenido hasta ahora bastantes más hallazgos que decepciones.

16- Entre les murs (Francia), de Laurent Cantet

El festival suele reservar para los tramos finales de la competencia por la Palma de Oro unas cuantas sorpresas. En la penúltima jornada de la sección oficial, apareció una de ellas. Se trata de Entre les murs , notable cuarto largometraje del director francés Laurent Cantet, que retrata con enorme sensibilidad y rigor las experiencias cotidianas, la intimidad y los conflictos que se producen en una escuela pública durante todo un ciclo lectivo.

En su primera incursión en la competencia oficial, el realizador de Recursos humanos, El empleo del tiempo y Bienvenidas al paraíso se basó en hechos reales que François Bégaudeau, profesor de francés en una escuela secundaria, protagonista y coguionista del film, recogió en el libro homónimo.

Cantet escogió personalmente a 25 chicos de 14 y 15 años entre los alumnos del propio colegio retratado y trabajó el guión con otro prestigioso director como Robin Campillo y con el propio Bégaudeau. "Más allá de que todas las situaciones y los diálogos estaban precisamente indicados en el libreto, dejamos abierta la puerta para la improvisación. Cada mañana, antes de filmar una nueva clase, nos tomábamos dos horas para discutir lo que íbamos a hacer, pero luego el proceso iba modificándose con los aportes espontáneos de François y los muchachos. El resultado final está bastante alejado de lo que estaba escrito, pero creo que es mucho más rico", indicó el realizador.

En efecto, Entre les murs es una película de una fluidez, una riqueza, una gracia, una sinceridad y una credibilidad infrecuentes a la hora de retratar la vida adolescente desde la ficción (aunque, claro, aquí hay también una fuerte impronta documental).

"Hace mucho tiempo que quería hacer algo sobre la educación porque creo que sirve como microcosmos de la sociedad en general, con sus diferencias de clase y la integración racial", explicó Cantet, que transitará la alfombra roja de la sala Lumière, acompañado por Bégaudeau y los 25 encantadores intérpretes no profesionales, varios de ellos de origen africano.

La película elude por completo los grandes discursos, los golpes de efecto o la mirada tranquilizadora. El film se sumerge en los problemas de indisciplina, la violencia latente, los conflictos raciales, las inseguridades y la poca autoestima de muchos adolescentes; las constantes provocaciones y faltas de respeto que sufren muchas veces los maestros; los exabruptos de los propios profesores y los dilemas de las autoridades a la hora de sancionar las faltas con actitudes demasiado represivas.

La profundidad e inteligencia con que Cantet describe las contradicciones del sistema educativo no implican que Entre les murs sea un film aburrido ni didáctico. La película tiene mucho humor, diálogos y situaciones punzantes, y observaciones de gran sutileza. Tras el enorme éxito que tuvo aquí el documental Ser y tener, de Nicholas Philibert, que también se acercaba con sensibilidad a la actividad pedagógica, es muy probable que Cantet consiga el mayor suceso comercial de toda su carrera.

17- Synecdoche, New York (Estados Unidos), de Charlie Kaufman

Considerado uno de los guionistas más talentosos y creativos de su generación (es el autor de aclamados trabajos como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, Confesiones de una mente peligrosa y ¿Quieres ser John Malkovich?), este artista próximo a cumplir los 50 años debutó en la dirección con Synecdoche, New York, una tragicomedia de grandes ambiciones y resultados mixtos que se sustenta en un gran despliegue visual, en bruscos y constante cambios de género, de climas y de registros, y en el aporte de un gran protagonista (Philip Seymour Hoffman), acompañado por un amplio elenco de figuras como Catherine Keener, Samantha Morton, Emily Watson, Michelle Williams, Jennifer Jason Leigh, Hope Davis, Tom Noonan y Dianne Wiest.

Kaufman retoma la línea absurda y delirante de sus guiones para Spike Jonze (productor del proyecto) con la historia de un director de teatro neurótico e hipocondríaco que es abandonado por su familia y decide montar una obra épica que incluye la reconstrucción de una suerte de Nueva York en miniatura para recrear allí los dramas de su caótica existencia. "Hace tiempo que venía madurando la idea de dirigir, y creo que llegó el momento. Lo más complicado fue poder filmar las 204 escenas del guión en apenas 45 días de rodaje y con un presupuesto de unos 20 millones de dólares aportado sólo por productoras independientes", indicó el ahora realizador.

18- Palermo Shooting (Alemania), de Wim Wenders

Wim Wenders presentó la bochornosa Palermo Shooting, un patético thriller onírico-metafísico-romántico sobre un exitoso fotógrafo de modas (Campino, líder del popular grupo de punk rock Die Toten Hosen) que termina vagando por la ciudad de Palermo, cuna de la mafia italiana. Dennis Hopper, que se reencuentra con el director de El amigo americano después de 30 años, interpreta a la Muerte, mientras que la italiana Giovanna Mezzogiorno encarna a la bella Flavia, el amor que redimirá al atribulado protagonista.

Filmada como si se tratara de una larguísima publicidad de dos horas, con una apuesta tan solemne como absurda y pretenciosa, este primer largometraje que Wenders rodó en Alemania en los últimos 12 años resultó otro despropósito (junto con las películas de Fernando Meirelles y de Atom Egoyan) que presentó una más que digna competencia oficial, pero que se desinfló un poco en sus últimas jornadas.

Más allá de algunos planos-secuencia muy virtuosos y de una excelente y omnipresente banda sonora que incluye decenas de temas de Portishead, Nick Cave, Bonnie "Prince" Billy y The Velvet Underground (Lou Reed tiene un cameo en el film), entre otras bandas y solistas, no hay prácticamente nada rescatable en este nuevo descenso a los infiernos del cine de autor de quien alguna vez fue la gran promesa del nuevo cine alemán y ganador de la Palma de Oro en 1984 por París, Texas.

19- Il Divo (Italia), de Paolo Sorrentino

Con Il Divo, film de Paolo Sorrentino sobre la vida del siete veces presidente del Consejo y 25 veces ministro Giulio Andreotti, se completó una participación italiana que estuvo centrada en momentos clave de la historia de ese país. Mientras Gomorra, de Matteo Garrone, se sumergió en el submundo de la camorra napolitana, y la discreta Sanguepazzo, de Marco Tullio Giordana (La mejor juventud), se centró en el fusilamiento de las estrellas cinematográficas Osvaldo Valenti y Luisa Ferida -ligadas al fascismo- a pocas horas del fin de la Segunda Guerra Mundial, Il Divo apuesta por una biopic provocadora y delirante sobre este dirigente democristiano que dominó durante más de décadas la política peninsular.

Il Divo está muy lejos de ser un retrato concesivo y halagador -el diario La Repubblica publicó que el senador vitalicio, de 89 años, se retiró ofuscado durante una función privada del film- y también de ser una película lograda. Sorrentino es un director de indudable talento para la construcción de sofisticados planos-secuencia, pero al mismo tiempo es un narrador muy afecto a la exageración, al efectismo y a la manipulación del espectador. Aquí, vincula a Andreotti con casos de corrupción, asesinatos políticos, la mafia, el Vaticano, las logias masónicas y otros grupos de poder. Toni Servillo lo interpreta como una mezcla entre marionetista y demonio tenebroso que domina la vida de Italia desde las tinieblas de su despacho. Un film que, más allá del inevitable escándalo que ya ha generado en su país, no parece tener demasiados atributos para llamar la atención en el resto del mundo.

20- Delta (Hungría), de Kornél Mundruczó

Otro director que propone un cine visualmente muy cuidado y una narración bastante exigente es el húngaro Kornél Mundruczó, que debutó en la competencia oficial con su tercer largometraje, Delta, un melodrama que se sumerge en el tabú de una relación amorosa entre dos hermanos. Más allá de la indudable categoría de su apuesta formal y de la provocativa temática, el film resulta demasiado frío, distante y artificial.

Nota: No se incluye la reseña de Leonera, de Pablo Trapero (ya fue estrenada en la Argentina y aquí se puede leer la crítica de Diego Batlle en La Nación y aquí la de Diego Brodersen en este sitio), mientras que vimos pero no alcanzamos a reseñar My Magic (Singapur), de Eric Khoo, que de todas formas nos resultó muy decepcionante.

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