Festivales
Las críticas de la competencia oficial (2)
Todas las reseñas publicadas durante la cobertura del festival para el diario La Nación.
Para la apertura de su 61» edición, el principal festival del mundo eligió una coproducción internacional en la que participaron talentos provenientes de casi todo el mundo. Ensayo sobre la ceguera (Blindness es su título internacional), transposición de la novela del portugués José Saramago, es un ejemplo contundente de la creciente globalización de la industria cinematográfica y, también, de los alcances de su poder alegórico, ya que diversos análisis compararon aquí esta historia sobre las luchas de poder dentro de una suerte de prisión donde son encerradas las víctimas de una epidemia que provoca la pérdida de la visión con otras tragedias recientes, como las del huracán Katrina, las hambrunas de Somalia o los excesos en la guerra de Irak.
El film -recibido tras la función de prensa matinal en la sala Debussy con llamativa frialdad- fue financiado por una veintena de compañías e instituciones de todo el mundo, fue rodado en locaciones canadienses y en ciudades latinoamericanas como San Pablo y Montevideo, fue dirigido con diálogos en inglés por el brasileño Fernando Meirelles y fue protagonizado por actores de los más diversos orígenes: Estados Unidos (Julianne Moore, Mark Ruffalo y Danny Glover), México (Gael García Bernal), Brasil (Alice Braga), Canadá (Don McKellar, también responsable del guión) y hasta Japón (Yosuke Iseya y Yoshino Kimura).
Con la excepción de Ruffalo, todo el elenco acompañó ayer al director de Ciudad de Dios y El jardinero fiel en la multitudinaria conferencia de prensa y, algunas horas más tarde, en la tradicional caminata por la mítica alfombra roja y las escalinatas de la sala Lumière del Palais du Festival antes de la función de gala.
La película arranca con imágenes del habitual caos de tránsito en una urbe como San Pablo (en ningún momento del film hay referencias concretas temporales ni espaciales) y, en ese contexto, uno de los personajes (Kimura) pierde de manera súbita la visión. En pocos minutos, el virus se extiende de forma arrasadora y las autoridades militares establecen una rígida cuarentena que incluye el encierro -en condiciones infrahumanas- de todos los infectados. A ese ámbito sórdido y desolador llegan contingentes cada vez más numerosos y violentos. Entre ellos hay una mujer (Moore), la esposa de un oftalmólogo interpretado por Ruffalo, que es la única que no ha perdido la vista, ya que ha ingresado de incógnito para ayudar a su esposo. La creciente degradación física y psicológica desemboca en el caos más absoluto (humillaciones, violaciones, enfrentamientos y asesinatos), especialmente cuando un grupo liderado por un barman (Bernal) empieza a dominar la distribución del escaso alimento disponible y exige todo tipo de sacrificios a cambio.
Más allá del indudable profesionalismo (con un impactante diseño de producción de corte apocalíptico) y de los desafíos asumidos por Meirelles (hay gran cantidad de imágenes viradas casi al blanco, con leves sombras y mucho trabajo con el fuera de foco), la película resulta bastante obvia en su presentación de un universo sórdido y en su denuncia de la manipulación, la miseria y la precariedad de la sociedad contemporánea. Además, tampoco alcanza a transmitir los climas y la emoción que llevó a la novela original publicada en 1995 por el ganador del Premio Nobel a la consideración mundial.
2- Waltz with Bashir (Israel), de Ari
Folman
Más allá del interés por su tema (las memorias del
propio director sobre su participación como soldado en la invasión del ejército
israelí al Líbano en 1982), lo que distingue a Waltz With
Bashir es su propuesta artística, ya que se trata de un documental de
animación (dos búsquedas aparentemente contrapuestas) en el que el director va
registrando testimonios de sus viejos compañeros de ruta y luego va
reconstruyendo (muchas veces con escenas oníricas y surrealistas) los excesos y
abusos cometidos.
Denuncia antibélica (por momentos, algo explícita),
retrato social de una época que cambió para siempre con el asesinato del líder
libanés Bashir Gumayel, lograda incursión en la animación artesanal (conviven
elementos en 3D, en 2D y en la simple tecnología flash), Waltz With
Bashir renueva la forma en que el cine israelí reflexiona sobre su
conflictivo pasado, aunque no se queda en un retrato complaciente y, por eso,
termina con sus únicas imágenes de archivo: los cadáveres de las decenas de
víctimas de la masacre en el campo de refugiados de Sabra y Shatila.
3- Un conte de Noël (Francia), de Arnaud
Desplechin
Con Un conte de Noël, el aquí
reverenciado realizador de La sentinelle , Esther
Khan y Reyes y reina ofrece otro ambicioso retrato
coral sobre una familia tan caótica y disfuncional como, en definitiva,
querible. El film arranca con la tortuosa descripción de un caso médico: la
madre, interpretada por la gran Catherine Deneuve, necesita un trasplante
urgente de médula ósea y el único donante compatible es el más díscolo de sus
tres hijos (Mathieu Amalric), pero luego opta por una mirada más intimista sobre
el reencuentro de los padres con sus hijos, nietos y una amplia galería de
sobrinos, novios y amantes para los festejos de Navidad, ambientados en Roubaix,
la ciudad natal de Desplechin.
Como en todo el cine de este director de
47 años, hay una sofisticada puesta en escena, lúcidas observaciones, diálogos
muy trabajados, logradas actuaciones (además de Deneuve y Amalric aparecen
Jean-Paul Roussillon, Emilie Berling, Chiara Mastroianni, Emmanuelle Devos,
Melvil Poupaud y Anne Consigny) y una clara búsqueda por eludir el
sentimentalismo y la sensiblería propia de ese subgénero, que conforman las
películas de Navidad.
4- Three Monkeys (Turquía), de Nuri Bilge Ceylan
Tres monos, el más reciente trabajo del director turco
Nuri Bilge Ceylan (Nubes de mayo, Distant y Climates), resultó
una enorme decepción. No se trata de una película despreciable ni mucho menos
(estamos ante un cineasta con sensibilidad, talento y vuelo propio), pero este
melodrama sobre un triángulo amoroso con derivaciones policiales y vinculaciones
con la política resultó demasiado obvio y alargado. Sin duda, el film menos
logrado de una carrera que, hasta ahora, era incuestionable.
5- Linha de passe (Brasil), de Walter Salles y Daniela
Thomas
El director de Estación Central
y Diarios de motocicleta se reunió con Thomas (con quien ya
había filmado Tierra extranjera ) para narrar las vivencias cotidianas de los
integrantes de una familia de clase baja de San Pablo: una mujer soltera y
embarazada, y sus cuatro hijos (un aspirante a futbolista profesional, un
motociclista que reparte correspondencia y luego se dedica a los arrebatos, un
evangélico que se gana la vida en una estación de servicio y un niño que está
obsesionado con manejar un ómnibus y extraña la figura paterna). La primera
mitad del film está muy bien construida, pero poco a poco los directores van
cediendo a las convenciones y lugares comunes del film coral de denuncia social
for export en la línea de Babel y de otros trabajos del
mexicano Alejandro González Iñárritu. La recepción, de todas maneras, fue muy
calurosa.
6- 24 City (China), de Jia Zhang-ke
Los
aplausos fueron injustamente escasos tras la proyección de 24 City , nueva
descripción de Jia Zhang-ke (ganador del Festival de Venecia con Still
Life) de las profundas consecuencias sociales de los cambios en la
política y la economía de su país. La película narra el desmantelamiento de la
Fábrica 420, una industria estatal dedicada a la fabricación militar que tuvo su
época de gloria, para la construcción de 24 City, un complejo de viviendas de
lujo.
El film está ambientado en la enorme ciudad de Chengdu -ubicada
muy cerca de la zona sacudida por el reciente terremoto que provocó miles de
muertos- y está construido a partir de testimonios (algunos reales y otros
ficcionalizados, con la participación de actores) de ex trabajadores de la
planta que recuerdan el apogeo del proyecto y sus historias de vida ligadas a la
Fábrica 420. Un minucioso retrato, tanto íntimo como social, con el sello de
este gran director chino.
7- Serbis (Filipinas), de Brillante Mendoza
La selección en competencia de Serbis
(Service), sexto largometraje que el joven director filipino
Brillante Mendoza rodó en menos de cuatro años, es toda una audacia para una
competencia oficial que, evidentemente, está buscando desde hace un par de años
renovar los apellidos, apostar a las nuevas tendencias y a una mayor dosis de
experimentación.
El realizador de Masajista,
Foster Child y Tirador (exhibida en el
reciente Festival de Buenos Aires) narra en Serbis las
tragicómicas vivencias de la familia Pineda, de los empleados y de los clientes
de un enorme, viejo y decadente cine de Manila, dedicado a proyectar viejas
películas eróticas en programas dobles. Con un ritmo avasallante (marca de
fábrica del cineasta), largos planos-secuencia, que transmiten una sensación de
urgencia y situaciones extremas que incluyen hasta osadas escenas de sexo
explícito, Mendoza describe un universo tan sórdido como fascinante, un lugar
con características y reglas propias que parece suspendido en el tiempo.
8- Gomorra (Italia), de Matteo Garrone
Otra
incorporación de la competencia de Cannes de este año es el italiano Matteo
Garrone (El embalsamador), que presentó con
Gomorra una ambiciosa y sangrienta épica sobre la camorra
napolitana. Muy bien filmada, aunque un poco larga (135 minutos), la película
resulta una combinación entre El padrino, Buenos muchachos
y Ciudad de Dios que muestra, a través de una gran cantidad de
personajes (adultos, jóvenes y niños), la guerra brutal entre facciones y los
negocios sucios (tráfico de drogas, desechos tóxicos, indumentaria) que provocan
cientos de muertes al año y generan miles de millones de euros de ganancias. La
película está basada en hechos reales y el coguionista y autor de la novela
original (Roberto Saviano) vive desde hace años dentro del sistema de protección
policial para aquellos que están amenazados por la mafia.
9- Le silence de Lorna (Bélgica-Francia), de Jean-Pierre y Luc
Dardenne
Los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, dos veces
ganadores de la Palma de Oro por Rosetta (1999) y El niño (2005),
presentaron ayer en la competencia oficial El silencio de
Lorna, una nueva demostración de su inmenso talento narrativo y de su
sensibilidad para retratar la contracara social de la Europa poderosa y
opulenta.
Recibida con aplausos, aunque con menos entusiasmo que sus
trabajos previos, El silencio de Lorna tiene como
protagonista a la joven del título (la actriz kosovar Arta Dobroshi), una
albanesa que está enamorada de un compatriota suyo, pero que se casa con un
muchacho belga adicto a la heroína (Jérémie Renier) sólo para obtener la
nacionalidad, mientras trabaja al servicio de un gánster de la ciudad de Lieja
con conexiones con la mafia rusa, dedicado a armar este tipo de matrimonios por
conveniencia para que inmigrantes de Europa del Este consigan sus pasaportes. El
film tiene varias vueltas de tuerca (algunas, bastante arriesgadas), pero se
sostiene gracias a la habitual austeridad y rigor con que los directores suelen
evitar cualquier exceso de sentimentalismo y la denuncia obvia.
10- Changeling / The Exchange (Estados Unidos), de Clint
Eastwood
Eastwood es uno de los cineastas más admirados en
Francia y, si bien presentó aquí varios films durante su carrera e incluso fue
presidente del jurado, nunca ganó la Palma de Oro. Aquí, más allá de la
controversia que generó la designación de su amigo Sean Penn como cabeza del
jurado de esta edición, muchos apuestan a que esta leyenda viviente podría
conquistar uno de los pocos premios que aún le resta agregar a su vitrina.
Changeling está basada en un caso real que conmovió a
la sociedad californiana a fines de los años 20 y tiene como protagonista a
Jolie en el papel de Christine Collins, una madre soltera que deja en la casa a
su hijo de nueve años para ir a trabajar como supervisora de una compañía
telefónica y, cuando regresa, descubre que el niño ha desaparecido.
Este
melodrama épico describe durante casi dos horas y media la infatigable lucha de
esta mujer por descubrir la verdad; su enfrentamiento con las autoridades
policiales encargadas de la investigación, que hasta la encierran por la fuerza
en un hospital psiquiátrico para obligarla a abandonar su búsqueda; y su lucha
mediática y judicial con la ayuda de un pastor (John Malkovich) hasta concluir
con la reconstrucción de los juicios y el abordaje de temas delicados como la
pedofilia y la pena de muerte.
Si bien
Changeling no se ubica entre las mejores de su carrera,
tiene la solidez narrativa, el rigor dramático y la mirada humanista que
Eastwood ha cultivado en los últimos años de su carrera como director y sirve,
al mismo tiempo, de vehículo para la reivindicación cinéfila, para la exaltación
de los pilares y valores tradicionales de la democracia norteamericana en medio
de un estado de violencia y de corrupción generalizada, y para que Jolie
componga en pantalla a una heredera de las grandes heroínas de la historia del
séptimo arte.
11- Two Lovers (Estados Unidos), de James
Gray
James Gray, uno de los pocos directores que han
presentado todas sus películas en la competencia oficial (estuvo aquí
con Cuestión de sangre, La traición y Los dueños de la
noche), sorprendió con un cambio de género -del thriller al drama
romántico- que le valió una respuesta bastante dividida. Two Lovers parte de
varios tópicos tradicionales del drama romántico (una familia judía de Brooklyn,
un triángulo sentimental, personajes de treinta y pico que se comportan como
adolescentes tardíos y excesos propios del amour fou ) para luego trascenderlos
y complejizarlos. El film tiene como protagonista a Joaquin Phoenix, a esta
altura una suerte de álter ego del guionista y director, como un muchacho de
tendencia suicida que se autodefine "bipolar", divide su atención entre el amor
pasional que siente por una conflictuada vecina (Paltrow), que a su vez mantiene
un affaire con un abogado casado y que en principio sólo lo quiere como amigo y
confidente, y una simple y querible joven judía (Vinessa Shaw) por la que
apuestan sus intrusivos familiares. Una historia sensible y honesta que muestra
una nueva faceta en la siempre interesante filmografía de James Gray.
12- La mujer sin cabeza (Argentina), de Lucrecia
Martel
El cine sutil, climático, virtuoso, profundo y
decididamente anticonvencional de Lucrecia Martel no está pensado para la mirada
superficial ni concebido con la habitual demagogia de muchas películas que
buscan conseguir, como sea, la adhesión inmediata, la emoción directa y el
aplauso fácil. Pero incluso sabiendo de las muy diversas reacciones que la
directora salteña suele generar, hasta los productores de La mujer sin
cabeza se asustaron cuando algunos pocos acreditados silbaron durante
la proyección de prensa de anteayer y, todavía más, cuando algunos cables de
agencias de noticias internacionales, como EFE o DPA, lo amplificaron
injustamente citando un "abucheo masivo" que no fue tal.
Lo cierto es
que, si bien la recepción que se podía palpar a la salida de la sala Debussy era
dividida, también lo es que varios de los críticos más prestigiosos del mundo
(desde J. Hoberman hasta Kent Jones) y los enviados de importantes medios, como
Silvana Arantes, de Folha de Sao Paulo, defendían con
entusiasmo esta arriesgada nueva propuesta de Martel. Y, más allá de la
inevitable polémica, queda claro que este tercer largometraje de la directora
salteña es absolutamente coherente y consecuente con las búsquedas de La
ciénaga y La niña santa, y que su creadora no ha
dejado en el camino ni un milímetro de su talento.
Cada plano de
La mujer sin cabeza es una obra de arte en sí mismo, un
deleite visual, una reflexión llena de significado sobre las posibilidades
expresivas del cine, una virtuosa interacción entre múltiples texturas de imagen
y capas de sonido. Hay muy pocos autores, no sólo en la Argentina sino también
en el resto del mundo, capaces de alcanzar semejante dimensión.
Como ya
había ocurrido también en 2005, cuando compitió por la Palma de Oro con
La niña santa, varios periodistas, especialmente de medios de
la industria, como Variety y Screen
International, cuestionaron la falta de una narración más clásica que
resuelva de forma satisfactoria cada uno de los enigmas que se plantean. Por
eso, algunos hablaron de regodeo esteticista y se sintieron frustrados por la
manera en que Martel redondea este thriller psicológico sobre Verónica
(excelente trabajo introspectivo, lleno de matices y de contradicciones íntimas
de María Onetto), una odontóloga que cree haber atropellado a alguien con su
auto y que tras el choque, queda en estado de shock, confusa, frágil, disociada
de la realidad, casi ausente pese a que continúa con su vida cotidiana y sus
relaciones afectivas.
13- Che (España-Estados Unidos-Francia), de Steven
Soderbergh
Che, que en todo el mundo se
estrenará como dos películas separadas (El argentino, sobre la
revolución cubana, y Guerrilla, sobre la trágica experiencia
boliviana), se exhibió aquí de manera conjunta, con un intervalo que incluyó un
reparador refrigerio a cargo de la producción (los periodistas bautizaron las
bolsitas con comestibles que se entregaban a cada espectador "la cajita feliz
del Che").
Lo mejor que puede decirse de Che es que se
trata de una nueva demostración del profesionalismo de un cineasta
increíblemente prolífico y diverso como Soderbergh. La película se sigue con
bastante interés, está bien narrada, tiene una producción cuidada, no cae en
importantes errores históricos ni en demasiadas licencias propias de las biopics
hollywoodenses, evita los golpes de efecto, las frases grandilocuentes y la
exaltación elegíaca, pero al mismo tiempo le cuesta salir de una medianía
general, de una corrección que por momentos resulta casi intrascendente.
En la multitudinaria conferencia de prensa de ayer, Soderbergh estuvo
acompañado por la productora Laura Bickford, por el guionista Peter Buchman, por
el consultor histórico Jon Lee Anderson y por parte del multinacional elenco: el
puertorriqueño Benicio del Toro (que encarna a Ernesto Guevara), el cubano Jorge
Perugorría (Joaquín), el mexicano Demián Bichir (Fidel Castro), el brasileño
Rodrigo Santoro (Raúl Castro), la colombiana Catalina Sandino Moreno (Aleida
Guevara), el chileno -nacido en Venezuela- Santiago Cabrera (Camilo Cienfuegos)
y la alemana Franka Potente (Tania). En cambio, no pudieron viajar hasta la
Costa Azul otros actores que aparecen en ambos relatos, como Unax Ugalde,
Joaquim de Almeida, Eduard Fernández, Jordi Mollà, Lou Diamond Phillips ni
Gastón Pauls (que interpreta a Ciro Bustos), única presencia argentina en el
film, además del tema Zamba de Valderrama, con interpretación
de la gran Mercedes Sosa, que acompaña las imágenes finales.
Los
disímiles orígenes de los intérpretes y la velocidad con que se filmó esta
coproducción mayoritariamente franco-española hicieron que los acentos (incluido
el de Benicio del Toro) poco tengan que ver con la forma en que se habla en
Cuba, la Argentina o Bolivia, pero -más allá de este tipo de detalles y del
inevitable didactismo- Che es una película irreprochable desde
su aspecto formal.
La primera parte está contada a través de varias
líneas temporales que abarcan el período 1955-1964. El relato salta de forma
constante de la planificación en México de la invasión de la isla por parte del
Che y Fidel Castro (1955) a la larga batalla librada contra la dictadura de
Fulgencio Batista (1956-1959) y el discurso ante las Naciones Unidas que el por
entonces ministro de Industria dio en Nueva York en 1964.
El segundo
film arranca en 1965, con la renuncia de Guevara a sus cargos políticos en Cuba,
y luego reconstruye de forma minuciosa y con una narración más clásica la
fallida experiencia revolucionaria en Bolivia, que terminó con su captura y
fusilamiento en octubre de 1967.
14- La frontière de l'aube (Francia), de Philippe Garrel
El caso de Philippe Garrel es paradigmático de la vieja
lucha cinéfila que Francia sufre desde la irrupción de la nouvelle vague.
Mientras los defensores de la línea impulsada por la revista Cahiers du
Cinéma exaltan el cine de este director, los opositores se dedican a
fustigarlo. Así, se entiende que la proyección de La frontière de
l'aube -primer film de Garrel que es elegido para la competencia
oficial de Cannes en sus cuatro décadas de carrera- haya terminado con una
guerra entre aquellos que la ovacionaban y otros tantos que la abucheaban.
Rodada en blanco y negro -como la mayoría de las películas de Garrel-,
se trata de una trágica historia de amor con elementos fantásticos que describe
la relación pasional entre Carole (Laura Smet), una bella y popular actriz
casada con un director que prácticamente la ha abandonado para radicarse en
Hollywood, y Francois (Louis Garrel, hijo del director), un fotógrafo al que
conoce durante una sesión de retratos. Carole empieza a sufrir crecientes
trastornos psíquicos y termina suicidándose. Tras ese prólogo, la acción salta
un año y ahora Francois inicia una relación con Eve (Clémentine Poidatz). Todo
parece marchar bien hasta que irrumpe un fantasma que no es otro que la muy
celosa Carole. Una película extraña y fascinante con el sello inconfundible del
creador de Inocencia salvaje y Los amantes
regulares.
15- Adoration (Canadá), de Atom Egoyan
El
canadiense Atom Egoyan (Exótica, El dulce porvenir ) presentó
Adoration , un ambicioso y pretencioso drama coral que vincula la tragedia
familiar de un adolescente que ha perdido a sus padres en un accidente
automovilístico con el terrorismo globalizado y los efectos nocivos de las
nuevas tecnologías. Uno de los films menos logrados de una competencia oficial
que, de todas formas, ha tenido hasta ahora bastantes más hallazgos que
decepciones.
16- Entre les murs (Francia), de Laurent Cantet
El festival suele reservar para los tramos finales de la
competencia por la Palma de Oro unas cuantas sorpresas. En la penúltima jornada
de la sección oficial, apareció una de ellas. Se trata de Entre les murs ,
notable cuarto largometraje del director francés Laurent Cantet, que retrata con
enorme sensibilidad y rigor las experiencias cotidianas, la intimidad y los
conflictos que se producen en una escuela pública durante todo un ciclo lectivo.
En su primera incursión en la competencia oficial, el realizador
de Recursos humanos, El empleo del tiempo y Bienvenidas
al paraíso se basó en hechos reales que François Bégaudeau, profesor de
francés en una escuela secundaria, protagonista y coguionista del film, recogió
en el libro homónimo.
Cantet escogió personalmente a 25 chicos de 14 y 15
años entre los alumnos del propio colegio retratado y trabajó el guión con otro
prestigioso director como Robin Campillo y con el propio Bégaudeau. "Más allá de
que todas las situaciones y los diálogos estaban precisamente indicados en el
libreto, dejamos abierta la puerta para la improvisación. Cada mañana, antes de
filmar una nueva clase, nos tomábamos dos horas para discutir lo que íbamos a
hacer, pero luego el proceso iba modificándose con los aportes espontáneos de
François y los muchachos. El resultado final está bastante alejado de lo que
estaba escrito, pero creo que es mucho más rico", indicó el realizador.
En efecto, Entre les murs es una película de una
fluidez, una riqueza, una gracia, una sinceridad y una credibilidad infrecuentes
a la hora de retratar la vida adolescente desde la ficción (aunque, claro, aquí
hay también una fuerte impronta documental).
"Hace mucho tiempo que
quería hacer algo sobre la educación porque creo que sirve como microcosmos de
la sociedad en general, con sus diferencias de clase y la integración racial",
explicó Cantet, que transitará la alfombra roja de la sala Lumière, acompañado
por Bégaudeau y los 25 encantadores intérpretes no profesionales, varios de
ellos de origen africano.
La película elude por completo los grandes
discursos, los golpes de efecto o la mirada tranquilizadora. El film se sumerge
en los problemas de indisciplina, la violencia latente, los conflictos raciales,
las inseguridades y la poca autoestima de muchos adolescentes; las constantes
provocaciones y faltas de respeto que sufren muchas veces los maestros; los
exabruptos de los propios profesores y los dilemas de las autoridades a la hora
de sancionar las faltas con actitudes demasiado represivas.
La
profundidad e inteligencia con que Cantet describe las contradicciones del
sistema educativo no implican que Entre les murs sea un film
aburrido ni didáctico. La película tiene mucho humor, diálogos y situaciones
punzantes, y observaciones de gran sutileza. Tras el enorme éxito que tuvo aquí
el documental Ser y tener, de Nicholas Philibert, que también
se acercaba con sensibilidad a la actividad pedagógica, es muy probable que
Cantet consiga el mayor suceso comercial de toda su carrera.
17- Synecdoche, New York (Estados Unidos), de
Charlie Kaufman
Considerado uno de
los guionistas más talentosos y creativos de su generación (es el autor de
aclamados trabajos como Eterno resplandor de una mente sin
recuerdos, Confesiones de una mente peligrosa
y ¿Quieres ser John Malkovich?), este artista próximo a cumplir
los 50 años debutó en la dirección con Synecdoche, New York,
una tragicomedia de grandes ambiciones y resultados mixtos que se sustenta en un
gran despliegue visual, en bruscos y constante cambios de género, de climas y de
registros, y en el aporte de un gran protagonista (Philip Seymour Hoffman),
acompañado por un amplio elenco de figuras como Catherine Keener, Samantha
Morton, Emily Watson, Michelle Williams, Jennifer Jason Leigh, Hope Davis, Tom
Noonan y Dianne Wiest.
Kaufman retoma la línea absurda y delirante de sus
guiones para Spike Jonze (productor del proyecto) con la historia de un director
de teatro neurótico e hipocondríaco que es abandonado por su familia y decide
montar una obra épica que incluye la reconstrucción de una suerte de Nueva York
en miniatura para recrear allí los dramas de su caótica existencia. "Hace tiempo
que venía madurando la idea de dirigir, y creo que llegó el momento. Lo más
complicado fue poder filmar las 204 escenas del guión en apenas 45 días de
rodaje y con un presupuesto de unos 20 millones de dólares aportado sólo por
productoras independientes", indicó el ahora realizador.
18- Palermo Shooting (Alemania), de Wim
Wenders
Wim Wenders presentó la bochornosa Palermo
Shooting, un patético thriller onírico-metafísico-romántico sobre un
exitoso fotógrafo de modas (Campino, líder del popular grupo de punk rock Die
Toten Hosen) que termina vagando por la ciudad de Palermo, cuna de la mafia
italiana. Dennis Hopper, que se reencuentra con el director de El amigo
americano después de 30 años, interpreta a la Muerte, mientras que la
italiana Giovanna Mezzogiorno encarna a la bella Flavia, el amor que redimirá al
atribulado protagonista.
Filmada como si se tratara de una larguísima
publicidad de dos horas, con una apuesta tan solemne como absurda y pretenciosa,
este primer largometraje que Wenders rodó en Alemania en los últimos 12 años
resultó otro despropósito (junto con las películas de Fernando Meirelles y de
Atom Egoyan) que presentó una más que digna competencia oficial, pero que se
desinfló un poco en sus últimas jornadas.
Más allá de algunos
planos-secuencia muy virtuosos y de una excelente y omnipresente banda sonora
que incluye decenas de temas de Portishead, Nick Cave, Bonnie "Prince" Billy y
The Velvet Underground (Lou Reed tiene un cameo en el film), entre otras bandas
y solistas, no hay prácticamente nada rescatable en este nuevo descenso a los
infiernos del cine de autor de quien alguna vez fue la gran promesa del nuevo
cine alemán y ganador de la Palma de Oro en 1984 por París,
Texas.
19- Il Divo (Italia), de Paolo Sorrentino
Con
Il Divo, film de Paolo Sorrentino sobre la vida del siete veces
presidente del Consejo y 25 veces ministro Giulio Andreotti, se completó una
participación italiana que estuvo centrada en momentos clave de la historia de
ese país. Mientras Gomorra, de Matteo Garrone, se sumergió en
el submundo de la camorra napolitana, y la discreta
Sanguepazzo, de Marco Tullio Giordana (La mejor
juventud), se centró en el fusilamiento de las estrellas
cinematográficas Osvaldo Valenti y Luisa Ferida -ligadas al fascismo- a pocas
horas del fin de la Segunda Guerra Mundial, Il Divo
apuesta por una biopic provocadora y delirante sobre este
dirigente democristiano que dominó durante más de décadas la política
peninsular.
Il Divo está muy lejos de ser un retrato
concesivo y halagador -el diario La Repubblica publicó que el
senador vitalicio, de 89 años, se retiró ofuscado durante una función privada
del film- y también de ser una película lograda. Sorrentino es un director de
indudable talento para la construcción de sofisticados planos-secuencia, pero al
mismo tiempo es un narrador muy afecto a la exageración, al efectismo y a la
manipulación del espectador. Aquí, vincula a Andreotti con casos de corrupción,
asesinatos políticos, la mafia, el Vaticano, las logias masónicas y otros grupos
de poder. Toni Servillo lo interpreta como una mezcla entre marionetista y
demonio tenebroso que domina la vida de Italia desde las tinieblas de su
despacho. Un film que, más allá del inevitable escándalo que ya ha generado en
su país, no parece tener demasiados atributos para llamar la atención en el
resto del mundo.
20- Delta (Hungría), de Kornél Mundruczó
Otro
director que propone un cine visualmente muy cuidado y una narración bastante
exigente es el húngaro Kornél Mundruczó, que debutó en
la competencia oficial con su tercer largometraje, Delta, un
melodrama que se sumerge en el tabú de una relación amorosa entre dos hermanos.
Más allá de la indudable categoría de su apuesta formal y de la provocativa
temática, el film resulta demasiado frío, distante y artificial.
Nota: No se incluye la reseña de Leonera, de Pablo Trapero (ya fue estrenada en la Argentina y aquí se puede leer la crítica de Diego Batlle en La Nación y aquí la de Diego Brodersen en este sitio), mientras que vimos pero no alcanzamos a reseñar My Magic (Singapur), de Eric Khoo, que de todas formas nos resultó muy decepcionante.
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