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Crítica de “El sonido del metal” (“Sound of Metal”), de Darius Marder, con Riz Ahmed y Olivia Cooke (Amazon Prime Video)
Una ópera prima tan potente como angustiante con una descomunal actuación de Ahmed como un baterista de heavy-metal que pierde la audición.
El sonido del metal (Sound of Metal, Estados Unidos-Bélgica/2020). Dirección: Darius Marder. Elenco: Riz Ahmed, Olivia Cooke, Paul Raci, Mathieu Amalric y Lauren Ridloff. Guion: Darius Marder y Abraham Marder. Fotografía: Daniel Bouquet. Edición: Mikkel E.G Nielsen. Música: Nicolas Becker y Abraham Marder. Duración: 120 minutos. Disponible en Amazon Prime Video.
El inglés Riz Ahmed ya había demostrado su talento en la notable serie The Night Of y en películas como Four Lions y Primicia mortal, pero nunca había tenido un protagónico tan decisivo (está en prácticamente todos los planos) y exigente como el de El sonido del metal.
En la ópera prima como director de Darius Marder, cuyo principal antecedente era el de haber trabajado como coguionista de The Place Beyond the Pines (Derek Cianfrance ahora figura como coproductor de El sonido del metal), Ahmed es Ruben, baterista de Blackgammon, un dúo de heavy metal junto a su novia Lou (Olivia Cooke, vista en Yo, él y Raquel y Ready Player One: Comienza el juego). Ambos recorren Estados Unidos en una casa rodante y tocan casi todas las noches a pura distorsión.
Todo marcha razonablemente bien a nivel musical y afectivo hasta que Ruben empieza a perder la audición. La degradación es bastante rápida y pronto queda prácticamente sordo. Su pareja vuelve a París (su padre, como descubriremos en la segunda mitad del film, está interpretado por nada menos que Mathieu Amalric) y él se instala en una residencia para gente que debe lidiar con la pérdida de la audición que regentea una suerte de profeta budista llamado Joe (Paul Raci), mientras se empieza a encariñar cada vez más con un grupo de chicos sordos. Por un lado, el protagonista empieza a comunicarse con lenguaje de señas, pero por otro averigua la alternativa de apelar a un muy costoso tratamiento que podría devolverle al menos en parte la capacidad de escuchar.
El sonido del metal es un tratado sobre la identidad y la aceptación, un film potente e inteligente, provocador, incómodo y angustiante, que tiene un mejor diseño de sonido que puesta en escena (algo chata y con demasiado plano-contraplano), pero la forma en que indaga en las contradicciones íntimas de su protagonista (con sensibilidad, sin demagogia) y la brillante interpretación de Ahmed permiten sortear esas limitaciones formales para convertirse, en definitiva, en un drama lleno de humanismo y nobleza.
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