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Dos críticas de “Sinónimos: Un israelí en París”, de Nadav Lapid
-Ganadora de nada menos que el Oso de Oro y del premio FIPRESCI de la crítica internacional en el Festival de Berlín 2019, esta nueva película del siempre audaz y provocativo director de Policeman y La maestra del jardín narra las desventuras de un joven israelí suelto en la fascinante capital francesa y decidido a desconectarse por completo de sus orígenes. Un sorprendente relato sobre el desarraigo, la adaptación y las contradicciones íntimas de un inmigrante.
-El estreno en salas de CABA, GBA, Rosario, Córdoba y Mendoza cuenta con el apoyo de OtrosCines.com
Sinónimos: Un israelí en París (Synonymes, Israel-Francia/2019). Dirección y Guion: Nadav Lapid. Elenco: Tom Mercier, Quentin Dolmaire, Louise Chevillotte, John Sehil, Chris Zastera, Jonathan Boudina, Gaël Raes. Fotografía: Shai Goldman. Distribuidora: Maco Cine. Duración: 123 minutos. Apta para mayores de 16 años. Salas: 11 (Arte Multiplex Belgrano, Cinépolis Recoleta, Atlas Patio Bullrich, Lorca, Showcase Belgrano, Showcase Norcenter, Cinema Paradiso de La Plata, Showcase Rosario, Cines Del Centro de Rosario, Showcase Córdoba y Cine Universidad de Mendoza).
Reseña 1, por Víctor Esquirol
En su primera noche en París, el joven Yoav descubre que la decisión de hacer las valijas y abandonar de mala manera su Israel natal será correspondida con una beligerancia similar por parte de su nuevo entorno. Después de meterse en un piso abandonado, un desconocido aprovecha su primer despiste para dejarle sin nada. Literalmente desnudo. En el momento en el que vemos a Yoav tapándose los genitales mientras baja por las escaleras advertimos que no deberíamos tomarnos al pie de la letra las imágenes. Primera invitación a salir de la literalidad y abrazar lo metafórico. Que, a posteriori, Yoav acepte su condición de personaje (casi cartoon) al mostrar una fidelidad casi religiosa a su indumentaria (pensemos, por ejemplo, en la emblemática gabardina de Monsieur Hulot) es otra pista que despeja dudas.
Sinónimos: Un israelí en París es una película de marcado carácter autobiográfico, pero Nadav Lapid se enfrenta a sus propias vivencias con la actitud del paciente que se estira en el diván. Es, para entendernos, un ejercicio de memoria que, sobre el papel, podría remitir a Vals con Bashir, experimento de Ari Folman para consigo mismo, en el que los recuerdos documentales se mezclaban y confundían con las pesadillas animadas. Era aquella película una libre conjunción e interpretación de géneros o, directamente, formas de entender el cine. Pues bien, en su nuevo trabajo, Lapid lleva mucho más allá esa sensación de libertad. Justamente la que su álter ego busca con desesperación. Tanto, que llega a considerar su nacionalidad como una enfermedad a la que debe aplicarse una terapia de shock. Avergonzado por su origen israelí –un país que a su entender, ha confundido el amor propio con el odio a los demás; el orgullo con la provocación–, el hombre decide apostarlo todo a la triple promesa francesa de igualdad, fraternidad y la tan cacareada libertad. Para ello, jura no volver a pronunciar jamás una sola palabra en hebreo.
Sinónimos: Un israelí en París se mueve con la inseguridad de quien teme estar destruyendo las reglas gramaticales que está empleando. En este sentido, su actor protagonista, Tom Mercier, da una lección magistral de adaptación a un medio en el que, para hacer la jugada aún más redonda, es un recién llegado. Su acento, su gesticulación, su caligrafía, su mirada… todo lo que propone su cuerpo es el fiel reflejo de una película que observa con la curiosidad, el arrojo y el miedo de quien apenas está aprendiendo a observar. Sinónimos: Un israelí en París surge del desarraigo, de la pérdida de una identidad que exige ser sustituida por otra, pese a la resistencia de la memoria. La película se articula a través de la invocación de los recuerdos del protagonista: historias de argumento y naturaleza imprevisibles. En una escena, presenciamos una revolución fallida en una embajada de Israel; en la siguiente, una metralleta se pone a cantar el tema Sympathique, de la orquesta Pink Martini.
El resultado de todo esto es tan estimulante como potencialmente frustrante, pues en muchas ocasiones Lapid parece dirigirse exclusivamente a los suyos, o a él mismo… quizás para no olvidar. Dicho de otra manera, Sinónimos: Un israelí en París se formula como un video-collage memorístico en el que el autor parece emular al mejor Nanni Moretti. La narración luce como una amalgama de momentos que se vivieron, que se desearía haber vivido y que se están viviendo. El director y Yoav se desnudan por igual para desnudar aquello que están mirando. Sinónimos: Un israelí en París no se conforma con ser un diario autobiográfico, sino que aspira a hablar en plural gracias a la universalidad de sus temas y a la importancia geopolítica de un escenario que deviene personaje. La Marsellesa se canta descompasadamente, con acento vietnamita, se suceden las carreras en el metro con sirenas de fondo y el laicismo se destapa como otra religión con posibles derivaciones fanáticas. Francia, ese melting pot, como vanguardia de Europa; como banco de pruebas de un mundo que debe mostrarse responsable ante su obligación casi moral de acoger, y de entender que todo ser humano es sinónimo del que está a su lado.
Reseña 2, por Fernando E. Juan Lima
El director de Policeman y La maestra del jardín siempre dejó en claro su mirada crítica respecto de la política de su país natal, Israel. Postura que tiene que ver con lo público, pero que no se centra en el ejercicio del poder sino en la estructura misma de la sociedad. Lapid evita el tranquilizador y demagógico discurso en virtud del cual son sólo quienes detentan el poder los responsables de la situación retratada; el asunto es un poco más complejo, los grises abundan, y no es tan fácil cargar con todas las culpas a un pretendido “mal absoluto”.
En Sinónimos: Un israelí en París el realizador vuelve con todo (ese todo que incluye, como de costumbre, una inquietante virulencia en algunos pasajes) sobre aquellos temas y se mete también con su país de acogida. Yoav, el protagonista (y, entendemos, alter ego), literalmente “aparece” en París, donde es despojado de todas sus pertenencias y es “adoptado” por una pareja burguesa. El esfuerzo por manejar el francés, la resistencia a comunicarse en hebreo, su relación con otros judíos, todo lleva a analizar las implicancias del migrar, el asimilarse a otra cultura. En particular, Lapid parece preguntarse qué es o qué implica ser francés (o convertirse en francés). En su aparente contundencia y linealidad ese interrogante esconde una profunda introspección que indaga, sociológica y filosóficamente, también en su impacto sobre el proceso creativo.
¿Cuánto de ese cine de directores japoneses o iraníes, rumanos o israelíes que vemos en festivales o, en nuestro país menos habitualmente, en salas comerciales, llega a realizarse gracias al apoyo de Francia? Ese sistema de apoyo al cine que admiramos, ese espejo en el que en muchos aspectos querríamos mirarnos, tiene otros matices y efectos cuando no se trata de producciones estrictamente locales. ¿Qué queda en el camino? ¿Qué hay que dejar atrás? Incluso con las mejores intenciones, ¿cuánto hay que dejarse homogeneizar en el proceso de integración? Estos son temas que atraviesan la película, en una deriva cargada de exabruptos y momentos de humor que llegan a territorios casi propios del (aparente) sinsentido.
Más información:
Nuestra entrevista con el director Nadav Lapid
Toda la información sobre OtrosCines/Club y cómo sumarse a nuestra comunidad cinéfila
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'El laicismo se destapa como otra religión con posibles derivaciones fanáticas'. Qué buena esa observación.
Un desastre. "La Maestra del Jardín" es extraordinaria pero esto parece una parodia sin gracia del cine onanista de los festivales. Chicos ricos con tristeza y tiempo libre para pajazos aburridos con citas solemnes. Dos horas tiradas a la basura.
Hasta hoy no habia podido decir nada sobre esta peli. Si bien iba con mucha espectativa porque me encanto LA MAESTRA DE JARDIN con esta obra no pude empatizar nada. Creo que yo no estaba en un dia para ver una pelicula como esta. A los 50 minutos abandone la proyección.....entiendo que habia algo que colisionaba conmigo porque no no suelo que me pasen estas cosas.....sera el misterio inasible del cine en nuestros corazones....?
Sinònimos me pareciò una pelcula notable! Difícil ,y áspera pero valiente .Tiene una difícil "continuidad" pero las actuaciones son fantásticas.lLas películas sobre las identidades y planteadas "en carne viva" mueven las entrañas .Es una película de Festival de cine. Ideal para un Bafici Además expone aspectos del "ser francés" que son para destacar. Excelente película
Sinonimos, pesima pelicula, no verla de ninguna forma
Me dejó sin comentarios. La forma en que el protagonista troza y destroza la comunidad francesa mientras destroza su propia comunidad en Israel. Me gustó por la inquietante propuesta.-
Sinonimos. HORRIBLE... Tal vez leyendo todas las explicaciones se pueda ver. Otra película más de un director hecha sobre si mismo. Además atrasa 50 años.
LA MAESTRA DE JARDIN me encantó... Es una gran película.