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Críticas de “So Long, My Son”, de Wang Xiaoshuai; y “Synonymes”, de Nadav Lapid (Competencia Oficial) - #Berlinale2019
Cerramos la cobertura del festival alemán con las reseñas de las dos películas más premiadas de esta 69ª edición: la del israelí Lapid, ganadora del Oso de Oro y del galardón de la FIPRESCI; y la del chino Wang Xiaoshuai, que obtuvo las dos distinciones de actuación por parte del jurado encabezado por Juliette Binoche.
-So Long, My Son / Di jiu tian chang (China/180'), de Wang Xiaoshuai ★★★★½
La última obra de este pionero del cine independiente chino de la década de 1990 (recordemos Frozen, So Close to Paradise o más recientemente Suburban Dreams, Shanghai Dreams e In Love We Trust), llegó sobre el final de la competencia y eso llevó a que no pudiéramos hacer referencia a ella hasta ahora.
Los dos premios a los protagonistas (Wang Jingchun y Yong Mei) son absolutamente justificados, pero pueden dar una idea errónea de lo que es esta película. En efecto, el potente componente melodramático de la historia acerca la propuesta al culebrón, en el que las mentiras y medias verdades, los ocultamientos familiares y descubrimientos sorprendentes son tan excesivos como convincentes en el marco del clima que la narración va construyendo.
En ese sentido, y frente al habitual reclamo (que se multiplica aún más en los festivales) en torno a la pretendidamente excesiva duración de algunos films, este es un muy buen ejemplo de aquellos casos en los cuales ello está perfectamente justificado. ¿Película larga o corta con respecto a qué? En todo caso, cada film dura lo que tiene que durar. Y en este supuesto, la necesidad de seguir la vida de los protagonistas, desde la década del '80 y el impacto de las políticas de la llamada Revolución Cultural hasta el nuevo siglo, tomando el pulso del cambio cada vez más cercano al capitalismo del gigante asiático, requiere de ese tempo, de esa oportunidad para que lo privado y lo público, lo individual y lo colectivo dialoguen y encuentren su lugar en la trama. En ese sentido, las elipsis, los flashbacks, los fueras de campo (que son distintos para cada uno de los personajes que habitan la película) nos hablan de una estructura narrativa para nada lineal, que se aleja de los lugares comunes del culebrón.
El mundo (China) va cambiando ante nuestros ojos. Los protagonistas, atravesados por el dolor de una tragedia que marca sus vidas, en algún momento se proponen, simplemente, esperar mansamente su muerte. Pero el impulso de los cambios es tan fuerte, la vida es tan incierta, que ni esa voluntad puede llevarse a cabo en los hechos.
Enormemente triste, atenta a cada detalle para dar carnadura y profundidad a todos los protagonistas, So Long, My Son, deja en claro su mirada política sobre los acontecimientos públicos sin cantinelas reiterativas ni denuncias subrayadas. Basta alejarse de los discursos y las abstracciones para posar la lupa en cómo esos acontecimientos y decisiones impactan en algunas personas que sentimos reales; concreta y fatalmente.
-Synonymes (Francia/Israel/Alemania/123’), de Nadav Lapid ★★★★✩
El director de Policeman y La maestra del jardín siempre dejó en claro su mirada crítica respecto de la política de su país natal, Israel. Postura que tiene que ver con lo público, pero que no se centra en el ejercicio del poder sino en la estructura misma de la sociedad. Lapid evita el tranquilizador y demagógico discurso en virtud del cual son sólo quienes detentan el poder los responsables de la situación retratada; el asunto es un poco más complejo, los grises abundan, y no es tan fácil cargar con todas las culpas a un pretendido “mal absoluto”.
En Synonymes el realizador, afincado en Francia, vuelve con todo (ese todo que incluye, como de costumbre, una inquietante virulencia en algunos pasajes) sobre aquellos temas y se mete también con su país de acogida. Yoav, el protagonista (y, entendemos, alter ego), literalmente “aparece” en París, donde es despojado de todas sus pertenencias y es “adoptado” por una pareja burguesa. El esfuerzo por manejar el francés, la resistencia a comunicarse en hebreo, su relación con otros judíos, todo lleva a analizar las implicancias del migrar, el asimilarse a otra cultura. En particular, Lapid parece preguntarse qué es o qué implica ser francés (o convertirse en francés). En su aparente contundencia y linealidad ese interrogante esconde una profunda introspección que indaga, sociológica y filosóficamente, también en su impacto sobre el proceso creativo.
¿Cuánto de ese cine de directores japoneses o iraníes, rumanos o israelíes que vemos en festivales o, en nuestro país menos habitualmente, en salas comerciales, llega a realizarse gracias al apoyo de Francia? Ese sistema de apoyo al cine que admiramos, ese espejo en el que en muchos aspectos querríamos mirarnos, tiene otros matices y efectos cuando no se trata de producciones estrictamente locales. ¿Qué queda en el camino? ¿Qué hay que dejar atrás? Incluso con las mejores intenciones, ¿cuánto hay que dejarse homogeneizar en el proceso de integración? Estos son temas que atraviesan la película, en una deriva cargada de exabruptos y momentos de humor que llegan a territorios casi propios del (aparente) sinsentido.
Un buen jurado puede mejorar una competencia. El presidido por Juliette Binoche en esta 69° Berlinale ha sabido distribuir con sensibilidad e inteligencia los premios. He aquí un irreprochable Oso de Oro.
Otra crítica de "Synonymes" por Víctor Esquirol
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