Festivales
Guía de reseñas de la sección Autores - #33MDQFilmFest
Esta selección es de las más esperadas cada año en la cita marplatense, ya que ofrece un amplio panorama de lo mejor que se ha visto en el circuito festivalero durante los últimos meses. Aquí 22 críticas de esta muestra sobre un total de 28 largometrajes (más un panorama de cortos).
-Asako I & II, de Ryûsuke Hamaguchi (Japón, 119') ★★★½
Hamaguchi llamó mucho la atención con Happy Hour, película de más de cinco horas que fue una de las revelaciones de Locarno 2015. El director japonés llegó a la sección principal de Cannes con un film mucho más pequeño en duración y ambiciones, aunque con algunas búsquedas bastante sorprendentes dentro del género de la tragicomedia romántica.
La antiheroína del film es Asako (Erika Karata), una joven a la que seguiremos durante casi una década. Ella tendrá primero una apasionada relación con un muchacho (Masahiro Higashi) con tendencia a desaparecer de las formas más absurdas hasta que finalmente la deja. Varios años más tarde -ya lejos de su bucólico pueblo y radicada en Tokio- comenzará un nuevo romance, aparentemente más tranquilo y estable con otro joven que luce... ¡igual que el anterior!
Nunca quedará del todo claro si se tratan de vidas paralelas, de diferentes dimensiones, pero el tema del doble y de la proyección están presentes en este film intrigante, ligero y fluido sobre los dilemas, las contradicciones y tentaciones del universo femenino, que escapa al estilo de películas ambiciosas, solemnes y sobre temas “importantes” que suelen abundar en la Selección Oficial de Cannes. DIEGO BATLLE
-A Land Imagined, de Yeo Siew Hua (Singapur / Francia / Holanda, 95') ★★★★✩
Crítica completa por Diego Batlle
-Ash is Purest White, de Jia Zhang-ke (China, 141') ★★★★✩
Crítica completa de Diego Batlle
-Burning, de Lee Chang-dong (Corea del Sur, 148') ★★★★½
Crítica completa de Diego Batlle
-Dead Souls, de Wang Bing (Francia / Suiza, 495')
Los documentales de Wang Bing dedicados a diseccionar la realidad de la China contemporánea suelen exceder las duraciones habituales. Este último, Dead Souls, evoca los campos de reeducación a los que la Revolución Cultural envió a aquellos sospechosos de no cumplir las premisas maoístas. En dos partes de cuatro horas cada una, presenta entrevistas a los ancianos sobrevivientes de aquella ola represiva. Campos de reeducación fue el eufemismo para hablar de centros de detención, tortura y trabajos forzados, de los cuales muy pocos volvieron. Se trata de un film muy duro: largos planos fijos de 20 o 30 minutos con un sobreviviente contando sus recuerdos de aquellas experiencias, evocando a los muertos, no son fáciles de asumir. Esporádicamente, alguna anciana aparece a espaldas del entrevistado. El temor a la muerte por hambre, extenuación, trabajos forzados y presión psicológica ha dejado sus marcas en esos hombres. Con el rigor que Wang aplica a su investigación sobre la esencia china, presenta un amplio espectro con un mensaje unívoco. JOSEFINA SARTORA
-Doubles vies, de Olivier Assayas (Francia, 107') ★★★★½
Se requiere de mucho talento y oficio para hacer una comedia con apariencia liviana pero que en realidad no lo es. Tal vez la seguridad de quien no tiene nada que demostrar ayuda a no temerle al humor y a huir a la pretensión de la manera en la que lo hace el director de Irma Vep, Los destinos sentimentales, Clean, Las horas del verano y Personal Shopper en su nueva película.
Doubles vies es una película sofisticada en su contenido pero sencilla en su forma de plantearlo. Tiene enredos amorosos y gente linda en escenarios elegantes, pero también largas discusiones sobre los cambios que la tecnología trajo al mundo editorial y el futuro de los libros. Los diálogos son inteligentes y divertidos, ya sea que se traten sobre estas cuestiones más teóricas o los problemas personales de los protagonistas.
La pareja de Juliette Binoche, que interpreta a una actriz que está trabajando en una serie policial, y Guillaume Canet, su marido editor, es indudablemente atractiva de ver pero además Assayas les da mucha tela para cortar en cuanto a lo que sucede con su matrimonio y las relaciones paralelas que mantienen. Vincent Macaigne se destaca como un comediante eficaz a cargo de un papel que le queda perfecto: el de un escritor abocado a tener romances y contar demasiado sobre su propia vida en sus libros. MARÍA FERNANDA MUGICA
-Hotel by the River, de Hong Sang-soo (Corea del Sur, 96') ★★★★✩
Crítica completa por Diego Batlle
-El infiltrado del KKKlan / BlacKkKlansman, de Spike Lee - Estados Unidos - 2018 - 145’ ★★★★½
Crítica completa de Diego Batlle
-The Trial, de Sergei Loznitsa (Holanda, 127')
Durísima, implacable, esta película de Loznitsa registra dos horas de archivo del juicio que en 1930 se les realizó en la Unión Soviética a los miembros de un grupo de científicos y técnicos conocidos como el Partido Industrial, acusados de contrarrevolucionarios. Todos reconocieron sus culpas por atentar contra la integridad de la URSS, en actos de sabotaje contra la industria y el transporte en connivencia con ex propietarios, bancos y gobiernos extranjeros.
El film sigue los testimonios del juicio, las declaraciones autocondenatorias de cada uno de los implicados, con un rigor abrumador. Por otro lado, en la calle, registra las manifestaciones populares que se llevaban a cabo pidiendo la condena de los implicados, sin especificar si fueron una o varias las protestas. El aspecto más escalofriante, después de ver dos horas de autoincriminaciones y de condenas a fusilamiento, es la revelación final de que los cargos fueron una de las muchas falsificaciones fraguadas por Stalin, en este caso una farsa kafkiana armada para justificar una crisis económica. Todo lo cual pone en tela de juicio el proceso completo, y la película. JOSEFINA SARTORA
-Infinite Football, de Corneliu Porumboiu (Rumania, 70') ★★★½
Admiradores como somos de su cine de ficción (Bucarest 12:08, Policía, adjetivo, Cae la noche en Bucarest, El tesoro), Porumboiu parece estar desarrollando a la par una filmografía ligada a los documentales sobre (o a partir del) fútbol. Tras el notable El segundo juego, rodó Fútbol infinito, que en verdad es más una historia de vida (y una mirada a la burocrática Rumania) que un film deportivo.
El protagonista absoluto es Laurențiu Ginghină, un hombre que supo jugar al fútbol de chico hasta que una patada mal dada lo fracturó, esa lesión no se soldó bien y derivó en una serie de calamidades físicas que el cuenta con desgarradores detalles. Ginghină se recibió de sociólogo, tuvo distintos trabajos administrativos en Vaslui, pequeña ciudad de la que es oriundo Porumboiu, poca fortuna en la vida y una obsesión: cambiar las reglas del fútbol para convertirlo en algo más dinámico y moderno (sus teorías al respecto igual dejan bastante dudas).
Porumboiu -también un apasionado del fútbol- aparece casi todo el tiempo en pantalla escuchando o discutiendo con Ginghină, un tipo bastante gris pero perserverante en sus búsquedas que hasta tienen un basamento filosofico e incluso político. El fútbol debe ser más justo, debe evolucionar y sus apuestas van en ese sentido. Pero cuando Porumboiu, por ejemplo, organiza un partido en el que se aplican las reglas de Ginghină nadie parece demasiado convencido de sus bondades. El director rumano, de todas formas, se basa en el caso individual, quijotesco, de un auténtico perdedor (intentó varias veces sin suerte vivir en el exterior) para hablar de ciertos sueños y frustraciones generacionales en el seno de una sociedad insatisfecha que aprendió a cumplir las reglas que le impusieron desde el poder. Como en el fútbol, claro. DIEGO BATLLE
-Le Cahier Noir, de Valeria Sarmiento (Francia / Portugal, 103') ★★★✩✩
La directora chilena radicada en Francia rodó con producción de Paulo Branco esta película de época sobre amores torturados y diferencias de clase que tiene como eje la intensa relación entre una joven criada de origen italiano (Lou de Laâge) y un niño huérfano que queda como protegido de un marqués (Niels Schneider). Sin embargo, esa unión que parecía inseparable entre un chico que había encontrado una especi de madre sustituta se complica cada vez más con el correr de los años.
Hay en esta transposición de la clásica novela de Camilo Castelo Branco envenamientos varios, viajes a Portugal, Italia e Inglaterra, vueltas de tuerca inesperadas que cambian las realidades de los principales personajes y el trasfondo sangriento de la Revolución Francesa. La realizadora de Linhas de Washington se las ingenia para sacar el mejor provecho de los recursos disponibles para la ambientación (un poco al estilo de Eric Rohmer en La dama y el duque) y, aunque al film le falte un poco del ingenio de ese subgénero de intrigas palaciegas a-la-Relaciones peligrosas, la puesta en escena resulta tan inteligente como virtuosa y en varios pasajes fascinante. DIEGO BATLLE
-Quién te cantará, de Carlos Vermut (España / Francia, 122') ★★★½
Crítica completa de Diego Batlle
-Seduçao da carne, de Júlio Bressane (Brasil, 70')
La última vez que Júlio Bressane pisó Locarno fue hace dos años, para presentar Beduino. En aquel entonces, el veterano cineasta brasileño (autor de títulos memorables como Filme de amor o A Erva do Rato) tenía un mensaje en mente y muchas energías para difundirlo. A su parecer, el cine había muerto, y lo había hecho a causa de la mediocridad generalizada de nuestros tiempos. Preguntado por posibles soluciones a tan lamentable panorama, el maestro se limitó a encogerse de hombros y a reafirmarse en el Apocalipsis. “Nada”, dijo, “no podemos hacer nada”. Su aparición en la edición de este año del festival suizo fue mucho más comedida y conciliadora. Ahora afirmaba traer una película simplemente para “experimentar; para sentir”, en lo que algunos ingenuos interpretamos como una amable invitación a una segunda oportunidad. ¿Habría mejorado el mundo desde entonces? ¿Habría resucitado el séptimo arte? Respecto a lo segundo, se mantiene el misterio; respecto a lo primero, no. Después del primer pase de Sedução da carne, Bressane volvió a arremeter contra los pocos estímulos que, según él, ofrece nuestra época. Clamó contra el cielo de forma más calmada, sí, pero clamó. Sobre todo a través de su película.
En Sedução da carne, la muerte volvió a reclamar su cuota de protagonismo. Un hombre agarra una cámara (digital) y empieza a recorrer el mundo. Una serie de tomas de bosques alpinos nos llevan, al poco rato, a una playa remota. Ambos lugares están conectados por la mirada de quien los mira… alguien más preocupado en filmarse a sí mismo. Cuando el cine parece que le está cogiendo el gusto al (discutible) arte del selfie, una bandada de pájaros ataca a la cámara y entonces, cesa la filmación. Corte, y vuelta a un lugar familiar dentro del universo bressaniano: espacio negro, mínimo, teatral, llenado por una mesa, una silla y una jaula. Del estudio del egocentrismo al cine de la representación: una mujer, un plato de carne cruda (evidente metáfora visual de la propuesta artística de este autor) y un papagayo. A la postre, una aproximación a la perversión de naturaleza, o la rescisión del contrato de respeto que debía unir a las personas con el mundo que las envuelve.
En éstas que Bressane resucita un puñado de grabaciones del mismísimo Georges Franju. Pequeños clips en blanco y negro que nos llevan al horror de los mataderos. Ahí donde los animales van a morir de forma indigna, descuartizados y trinchados ad eternum. Violencia en blanco y negro que es correspondida con el truco más simple, y quizás por ello, efectivo: volvemos a esa sala, con esa mujer, con ese pájaro y con ese filete… y todo ha cambiado. Nuestra percepción (y juicio) de cada elemento, así como de las relaciones que les unen, pasan ahora por la imagen emborronada de un velo negro que lo recubre todo. Se tapa el objetivo de la cámara y despierta con ello la conciencia. Muerte, sexo, Thanatos llama a Eros, y éste, a la región salvaje que late en nuestro interior. La mujer y el papagayo advierten que no son más que carne, de modo que se seducen y se dedican a darse mutuas alegrías al cuerpo. Si la civilización nos llevó a lo que apuntaba el prólogo y a lo que ya descubría Franju, entonces lo mejor es volver atrás, a ese estado primitivo que tan bien casa con el cine de Bressane. Al final, la película decide enloquecer porque locos están los tiempos que la han visto crecer. No es mediocridad, es carroña, parece decir ahora el artista brasileño. VÍCTOR ESQUIROL
-Sophia Antipolis, de Virgil Vernier (Francia, 98') ★★★★✩
Con el mediometraje Orléans (2012) y con su ópera prima Mercuriales (2014), Vernier ya había llamado la atención, pero con Sophia Antipolis consigue una película notable, que sintoniza como pocas con estos tiempos contradictorios de la sociedad francesa (y no solo de su país). Ambientado en la extraña zona de un polo tecnológico situado al noreste de Antibes y al sureste de Niza al que alude el título, el film apela a un sofisticado torrente narrativo con situaciones y personajes que van mutando, pero que en la acumulación ofrecen un panorama desolador sobre el estado de las cosas. Con elementos propios de la ficción y del documental, este híbrido trabaja con personajes/actores no profesionales para una apuesta coral, un devenir que va sumando conflictos cada vez más espesos.
Todo comienza en una clínica de cirugías estéticas a la que concurren muchas jóvenes para, a través de implantes, aumentar el tamaño de sus senos, luego aparecerán una joven viuda de origen vietnamita, una madre con su hija adolescente que deben lidiar con la inentendible desaparición de otra hija (y hermana), un par de agentes de seguridad privada devenidos en vigilantes justicieros (luego la cosa crece incluso hacia un grupo de mercenarios de derecha que conforman una milicia en defensa de la ciudadanía aplicando métodos violentos). En efecto, la frustración, los excesos, el racismo, la xenofobia y la violencia van brotando de manera incontrolable.
El film va de lo íntimo y lírico a lo sórdido y alucinatorio en un entramado desconcertante, provocador e imprevisible (con algo del primer Michael Haneke y el cine de Nicholas Klotz), pero con una aproximación todavía más deforme e inquietante. Virgil Vernier, un director para seguir muy de cerca. DIEGO BATLLE
-The Wild Pear Tree, de Nuri Bilge Ceylan (Turquía / Francia / Alemania / Bulgaria, 188') ★★★★✩
Crítica completa de Diego Batlle
-Monrovia, Indiana, de Frederick Wiseman (Estados Unidos, 143')
Desde Boxing Gym (2010) hasta Ex Libris: The New York Public Library (2017), la etapa “tardía” de la filmografía de Wiseman –seguramente el más grande documentalista estadounidense vivo– perfila el retrato de una América plétoricamente multicultural, en la que las instituciones garantizan la conservación del legado cultural y donde la ciudadanía participa activamente en la construcción de una identidad comunal. En relación a este fresco utópico, Monrovia, Indiana –el viaje de Wiseman a la América profunda y pueblerina– surge como una suerte de contrapunto escéptico. En los 143 minutos de este metódico y exhaustivo escaparate de estampas cotidianas, hay lugar para la cara más noble de la engrasada maquinaria social: los trabajadores públicos velan por la seguridad y bienestar de su gente, mientras las tradiciones (desde las charlas de cafetería a los pintorescos rituales de una logia masónica) mantienen ensamblada a la comunidad.
Sin embargo, a medida que se acumulan las escenas, es posible ir divisando conductas y escenarios algo más siniestros: las vastas extensiones agrícolas son explotadas de manera industrial, los supermercados aparece atiborrados de comida procesada, el sobrepeso parece ser la norma y los animales sufren amputaciones por motivos puramente estéticos. Estos ácidos apuntes dibujan una realidad dominada por la sobreabundancia consumista y por un individualismo amable: la noción de “sostenibilidad” clama por su ausencia. Sin embargo, fiel a sus principios observacionales y a la confianza que siempre deposita en el espectador, Wiseman nunca adopta una postura recriminatoria: el maestro prefiere la sugerencia al manifiesto. Dotada de una ironía punzante y de un profundo respeto por sus personajes, Monrovia, Indiana permite imaginar cómo podría ser una distopía wisemaniana. MANU YÁÑEZ
-I Do Not Care If We Go Down in History as Barbarians, de Radu Jude (Rumania / República Checa / Francia / Bulgaria / Alemania, 140')
El rumano Jude (premiado en Mar del Plata por Scarred Hearts) continúa investigando el pasado de su país, en este caso la masacre que el ejército rumano acometió sobre los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, un genocidio que aún hoy sigue ocultándose. Una directora de teatro es comisionada para organizar la puesta en escena pública de hechos de la época y, cuando los funcionarios se enteran de que desea abordar este tema tan negado, todo se altera. Lo que el pueblo desea es expresar el rechazo al comunismo que le fue impuesto durante años por la Unión Soviética: todos los silbidos son para Rusia. En cambio, muy pocos conocen la verdad sobre el colaboracionismo con los nazis: del nazismo rumano no se habla.
Con un registro cuasi documental, y múltiples citas, muy discursiva, en tono de comedia negra, en largos planos se discute el sentido y la utilidad de representar la masacre. ¿Se evitarían así otras masacres? La frase “Nunca más” en castellano es mencionada varias veces, no sin cierta ironía.
Esta película mereció el premio mayor en Karlovy Vary. Al presentarla en Viena, el director advirtió que el público tal vez no estaría informado sobre el hecho histórico, pero lo mismo sucede en su país. Sin embargo, nos es muy cercana a los argentinos. El negacionismo no es privativo de nuestro país, por lo visto y lo más terrible, dice la directora, es cómo el público hoy aplaude cuando queman a los judíos. JOSEFINA SARTORA
-Roi Soleil, de Albert Serra (España / Portugal, 62')
Después de la extraordinaria La muerte de Luis XIV, Serra hace morir nuevamente al Rey Sol. En una performance realizada en Lisboa, su actor fetiche Lluís Serrat (el Sancho de Honor de cavalleria) hizo otra versión de la muerte real en una sala vacía, iluminada por una inquietante luz roja. Tirado (desparramado) en el piso, con sus piernas enfermas vendadas, con sólo unas almohadas, un espejo y una fuente de tres pisos de petits fours, el rey gime, se desplaza, protesta, se acicala, acomoda su enorme peluca, y continúa gimiendo en una agonía de dolor, hasta que finalmente muere y allí queda, inmóvil, muerto, mientras los espectadores se retiran de la sala. Como en la corte del Rey Sol, cuando los cortesanos se reunían a su alrededor para verlo vestirse, comer, o morir. Minimalismo ultra. JOSEFINA SARTORA
-Your Face / Ni de Lian, de Tsai Ming-liang (Taiwán, 76')
Lo último de Tsai es radical: 12 primeros planos fijos de rostros anónimos, con un fondo indefinido, un 13º de su compañero y actor fetiche Lee Kang-sheng y un último plano de un salón vacío, con dos arañas y algunas ventanas. ¿Qué criterios se usaron para la selección de esos rostros, casi todos de adultos mayores? ¿Por qué algunos cuentan detalles de su pasado y otros callan? ¿Cuándo decide suspender la toma? ¿Qué significa ese largo plano del salón? ¿Que sólo perduran los espacios y la humanidad se desvanece? Nada de esto queda explicitado. Lo mejor, la música delicada, sutil, de Ryuichi Sakamoto. Por supuesto, vienen a la memoria los rostros de Shirin, de Abbas Kiarostami. Pero este film está muy lejos de aquel. También queda lejos de las historias que sabe contar Tsai, esta vez inclinado a la abstracción. Son más las preguntas que las respuestas que deja este film críptico. O tal vez, sea mejor no preguntarse nada. JOSEFINA SARTORA
-Can You Ever Forgive Me?, de Marielle Heller (Estados Unidos, 107') ★★★★✩
Crítica completa de Diego Batlle
-Happy New Year, Colin Burstead., de Ben Wheatley (Reino Unido, 92') ★★½
A esta altura estoy tentado a decir que Ben Wheatley (Kill List, Turistas, High-Rise, Fuego cruzado) es uno de los directores más sobrevalorados del cine británico (y mundial). Sus películas virtuosas y pirotécnicas le han valido miles de fans que ya lo tienen como un realizador de culto, pero cada vez me convenzo de que hay bastante de regodeo, manipulación y muy poco de profundidad y sustancia en sus obras. En este caso, apuesta a un relato coral para narrar el reencuentro de una familia ampliada en una casona de lujo para fin de año. La llegada -tras cinco años de ausencia- de la oveja negra generará inevitables encontronazos. Vertiginosa en su puesta en escena (mucha cámara en mano y cortes abruptos e incesantes), Happy New Year, Colin Burstead. tiene algunos pocos momentos punzantes en los que se lucen los integrantes de un auténtico dream team actoral, pero en líneas generales esta mixtura entre Cuatro bodas y un funeral y La celebración resulta una tragicomedia cínica, sádica, superficial y bastante poco divertida. DIEGO BATLLE
-La favorita / The Favourite, de Yorgos Lanthimos (Estados Unidos, 120')
Entre otras cosas, La favorita, la nueva película de Yorgos Lanthimos, demuestra que, en ocasiones, un cineasta necesita distanciarse de su zona de confort, de sus costumbres y latiguillos fílmicos, para encontrar la verdadera esencia de su obra. En su nuevo retablo sobre la incomunicación humana, el director de Canino y Langosta asordina alguno de los estilemas que le han convertido en uno de los más reputados enfants terribles del cine contemporáneo: adiós al quietismo de sus intérpretes, adiós a la declamación impersonal, adiós a las premisas surrealistas…
Y, sin embargo, el nuevo trabajo del autor griego conserva intacta su apuesta por el distanciamiento, que aquí se despliega a través de un opulento y embriagador trabajo de puesta en escena que toma a Stanley Kubrick como padrino estético y espiritual. Entre suntuosos travellings, una estructura por capítulos, grandes angulares, sublimes y prolongados fundidos encadenados, efectos de ojo de pez y violentas panorámicas –puro derroche brechtiano–, el director de Alps construye una torrencial sátira social que parece hibridar los imaginarios de Barry Lyndon y Teléfono rojo: Volamos hacia Moscú, aunque el cinismo característico de Kubrick se ve aquí contaminado por el doliente y furioso sentido trágico de El sirviente, de Joseph Losey.
La acción de La favorita transcurre en el palacio de la Reina Anne de Inglaterra a principios del siglo XVIII, pero su historia de alianzas y traiciones adquiere una dimensión intemporal gracias a un inspirado trabajo con los anacronismos: las coreografías palaciegas las impone la Madonna de Vogue, mientras los diálogos parecen salidos de una comedia screwball de la era dorada de Hollywood, a gran velocidad, siempre al borde del precipicio del absurdo.
La favorita explora la psicología de sus protagonistas (Emma Stone, Rachel Weisz y una monumental Olivia Coleman) de un modo relativamente tradicional, al margen del hermetismo que poblaba hasta la fecha el trabajo de Lanthimos. Una atención a las emociones de los personajes que permite la evolución de numerosas y fructíferas subtramas: de las múltiples seducciones a las negociaciones para prolongar o acabar con la guerra con Francia, de los complots y traiciones al descubrimiento progresivo de flaquezas y traumas. Así, La favorita termina brillando como una absorbente exploración de la búsqueda del amor, un severo estudio del modo en que unos anhelos primitivos son destruidos por una estructura social proclive a la corrupción política, la violencia social (¡habemus lucha de clases!) y una endiablada guerra de sexos en la que termina prevaleciendo el todos contra todos. MANU YÁÑEZ
También se exhibieron los siguientes largometrajes:
-Communion Los Angeles, de Peter Bo Rappmund y Adam R. Levine (Estados Unidos, 68')
-Corsario, de Raúl Perrone (Argentina, 68')
-Through Black Spruce, de Don McKellar (Canadá, 111')
-The Great Pretender, de Nathan Silver (Estados Unidos, 72')
-The Most Beautiful Country in the World, de Zelimir Zilnik (Austria / Croacia / Eslovenia / Serbia, 101')
-Paul Sanchez est revenu!, de Patricia Mazuy (Francia, 110')
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