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Entrevista a Alejandro Fadel, director de ”Muere, monstruo, muere” (Un Certain Regard) - #Cannes2018
Tras su elogiado debut con Los salvajes, el realizador mendocino regresa a Cannes -ahora en sección oficial- con una película rodada también en su provincia natal y que sigue trabajando su amor por los géneros clásicos (en este caso el horror), aunque desde una perspectiva muy poco convencional.
-Por su título, porque hay un monstruo sanguinario o porque hay muchos efectos visuales cualquiera podría pensar que hiciste una película de género ¿Con qué se va a encontrar en verdad el público?
-Terminamos hace pocos dias con la imagen y el sonido y finalmente tenemos la primera copia. Terminado el camino, me pareció que si, que estábamos frente a una película de género. Quizás el acercamiento sea lateral, algo distanciado, pero allí están los elementos. Sin dar demasiadas claves de cómo acercarse a la película, me gustaría pensar que se trata de un film de horror que en un su interior contiene otro extraño que intenta trabajar ciertas ideas sobre el miedo, la paranoia y el control. También, como en las películas clásicas de terror que amo, espero esté presente el humor.
-¿Cómo fue la experiencia de volver a rodar en tu Mendoza natal y qué características tuvo la filmación sabiendo que luego iba a haber una importante postproducción con efectos visuales?
-A diferencia de nuestra película anterior, en esta había que filmar determinadas secuencias con extrema conciencia sobre el trabajo que llevaría el plano posteriormente. Cosas que desconocía y que poco a poco fui comprendiendo. En definitiva, era algo más de lo que se podía aprender, cosa que intento cuando comienzo a trabajar en algo nuevo. Sin embargo, la idea era contar con un monstruo analógico, trabajar cerca de la materia y la artesanía. Finalmente fue una combinación de tecnologías, pero creo que nuestro personaje se inscribe dentro de la tradición de los monstruos clásicos, buscando mantener cierta dosis de inocencia, de fe en las imágenes y el artificio.
Respecto a filmar en Mendoza, no había demasiadas preguntas: debía ser así. Las dos ficciones que realicé partieron de un elemento documental fuerte y tenía en claro al escribir que quería volver a ciertos lugares: un psiquiátrico, un regimiento de frontera, un monasterio, el río Tunuyán… La pregunta ahora era cómo filmar esos lugares que ya conocía con la misma potencia que se habían instalado en el recuerdo. Intentar que el lente y los micrófonos los volvieran nuevos, les devolvieran, al menos para mí, esa potencia espiritual.
-¿Te interesa el cine fantástico y el género de terror en particular? ¿Cuáles son tus referentes en este terreno y con quiénes vincularías a Muere, monstruo, muere?
-El acercamiento al terror fue mi primer acercamiento a la cinefilia. Recuerdo que fue con un VHS con Nosferatu; M, el vampiro negro; y Freaks (Fenómenos). No tenía aún nociones académicas sino que eran la libertad y la imaginación que aquellas imágenes desprendían lo que me generaba fascinación. También, en el caso de Freaks y de Nosferatu, me interesaba el aspecto evidentemente documental. Y sí, es un género que me gusta mucho. Prefiero los films de Tod Browning, James Whale, Jacques Torneur y Jack Arnold en la etapa clásica, los colores de la Hammer y de Mario Bava, pero sobre todo las películas de John Carpenter y David Cronenberg por su radicalidad al pensar el mundo, y por el trabajo sobre los cuerpos como organismos y como cuerpos sociales. Hay otras dos películas que particularmente me gustan mucho y siento que se acercan al terror de manera moderna: Un gato en el cerebro, de Lucio Fulci; y Fuera de Satán, de Bruno Dumont.
-Pasaron seis años desde Los salvajes, que estaba más ligada al western. ¿Cómo se vinculan -si es que se vinculan de alguna manera- aquella película con este nuevo film?
-En cuanto al diseño de producción, prácticamente en nada. Frente a la inmediatez de Los salvajes, aquí hubo un largo camino hasta poder encontrar la manera de sumar voluntades que nos permitieran llevar adelante la película que soñábamos. Un logro enorme e indiscutible de Agustina Llambi-Campbell. Si hiciéramos el intento de buscar algunos elementos que las unan, podríamos pensar, antes que nada, en el equipo que hizo ambas películas, gente amiga y colegas de un talento y generosidad enormes. En el aspecto formal, quizás cierto trabajo sobre la relación entre hombre y paisaje, la pregunta de cómo filmar aquello que está mas allá del lenguaje y, finalmente, intentar, a pesar de tener un esquema de producción mas pesado, encontrar un método similar de rodaje, que involucre los exteriores y las incertidumbres frente al clima, las locaciones poco visitadas, las caminatas largas… y el azar de la intemperie, esperándolo con los brazos abiertos para que logre meter en el plano aquello que no esperábamos encontrar.
-Con Los salvajes estuviste en la Semana de la Crítica. Ahora, participarás en sección oficial ¿Cómo vivís este salto y qué expectativas tenés con este nuevo viaje al principal festival del mundo?
-La proyección de Los salvajes en la Semana de la Crítica fue un evento hermoso, todos los que trabajan allí lo hacen con dedicación y cariño hacia las películas y hacia las personas. Que esta vez hayan elegido la película en seción oficial es una gran alegría. Si había un lugar donde queríamos mostrar nuestro trabajo por primera vez, era acá. Estamos contentos. Intuyo que será una buena manera de dar a conocer nuestra película en otros territorios, encontrar espectadores, diálogo. Espero también, con incertidumbre, claro, que pueda sumar para nuestro estreno en Argentina, donde a películas como esta les está siendo cada vez más difícil encontrar su lugar. Son sólo expectativas y preguntas, intento no tener muchas más para que la ansiedad no agarre el comando.
Más información:
Crítica de la película
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