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Crítica de “Dulces sueños”, de Marco Bellocchio
El nuevo film del mítico cineasta italiano -responsable durante más de cinco décadas de gemas como I pugni in tasca, El diablo en el cuerpo, La nodriza, Vincere y Buongiorno, notte- es una transposición de la exitosa novela autobiográfica de Massimo Gramellini sobre una infancia marcada por la tragedia y sus implicancias en la vida adulta. Valerio Mastandrea y la argentina Bérénice Bejo protagonizan esta película presentada en la apertura de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, cuyo estreno local cuenta con el auspicio de OtrosCines.com
Dulces sueños (Fai bei sogni, Italia/2016). Dirección: Marco Bellocchio. Elenco: Valerio Mastandrea, Bérénice Bejo, Fabrizio Gifuni, Guido Caprino, Linda Messerklinger, Ferdinando Vetere y Barbara Ronchi. Guión: Valia Santella, Edoardo Albinati y Marco Bellocchio, basado en la novela de Massimo Gramellini. Fotografía: Daniel Cirpì. Música: Carlo Crivelli. Edición: Francesca Calvelli. Distribuidora: Mirada Distribution. Duración: 132 minutos. Apta para mayores de 13 años. Salas: 28.
Dulces sueños se estrenó en Cannes en simultáneo con Julieta, de Pedro Almodóvar, y uno sospecha que los protagonistas de ambas películas podrían entenderse bien, pues ambos están afectados por un dolor sordo y sostenido, provocado por la ausencia de un ser querido. En el film de Marco Bellocchio no hay hijas desaparecidas, pero sí una madre que, tras desearle a su hijo Massimo dulces sueños, se quita la vida. Aunque las causas de la muerte parecen obvias, la familia rodea al niño de un círculo de mentiras y eufemismos (“ella llevaba mucho tiempo rezando a Dios para que la dejara subir con él y convertirse en tu ángel de la guarda”, le dice sin mucha convicción un párroco) que lo acompañará hasta la vida adulta.
De apariencia más asumible que la inmediatamente anterior Sangre de mi sangre, Dulces sueños esconde numerosas audacias bajo su traje melodramático, viajando por los recuerdos de Massimo (el personaje y, también, Massimo Gramellini, autor de la novela de aire autobiográfico en que se basa el film) en un constante trajín de tiempos y edades, que apenas nos da tiempo a familiarizarnos con las distintas situaciones y personajes.
Como también sucede en Julieta, los caracteres que aparecen en el film no definen su peso por el tiempo que aparecen en pantalla, sino por el rol determinante que juegan en un preciso instante de la existencia del protagonista. Así, vemos desfilar a amigos, novias y familiares que, de un modo u otro, acaban remitiendo al espectro de la madre; un vacío intolerable que Massimo trata de llenar por varios medios: utilizando la religión con fines ingenuamente prácticos, encomendándose a la figura de Belphégor (villano de un serial televisivo que le da órdenes y le protege), y desarrollando una desatada pasión por el calcio (el piso donde vive su niñez está justo enfrente del estadio del Torino, y es la fiebre de las gradas el primer estímulo que contrasta con su luto) que, una vez adulto y con las fatigadas facciones de Valerio Mastandrea, lo llevará a dedicarse al periodismo, saltando de la sección de deportes a actuar como corresponsal de guerra, y haciéndose célebre mediante la respuesta a una carta de un lector que afirma sentir deseos de matar a su madre.
Todos estos paliativos imaginativo-profesionales quedan elocuentemente resumidos en la pared de la habitación infantil de Massimo, donde el crucifijo aparece rodeado de las distintas alineaciones del equipo de su vida. Al fin y al cabo, no es casual que Massimo sea tifosso del Torino, un conjunto cuya existencia también está marcada, todavía hoy, por el duelo hacia su mítica plantilla de 1949, que murió al estrellarse su avión en Superga, a las afueras de Turín.
Es muy posible que en unas manos menos sabias que las de Bellocchio, Dulces sueños resultase un empacho apolillado, pero su delicadeza a la hora de enlazar recuerdos con un montaje de gran musicalidad, repleto de rimas e intuiciones (el salto en trampolín o la caída de un objeto por la ventana son resonancias del precipicio materno), y su control de los volúmenes tonales (y también acústicos: el “¡No!” que grita el padre al saber de la muerte de su esposa es uno de los más terribles que se han escuchado recientemente en un cine) logran que la película caiga casi siempre de pie (el casi correspondería a algún segmento, como el de la Sarajevo destruida por la guerra, que no acaban de encontrar su encaje, o su rima, con el resto del metraje), haciendo de ella, en última instancia, una obra que concibe a la Madre como un misterio. No hay mejor ejemplo de ello que ese primer plano, uno de los mejores que ha dado el Festival de Cannes 2016, en que en el rostro de la actriz Barbara Ronchi la sonrisa se junta con las lágrimas.
Crítica de Diego Batlle en el diario La Nación
Otra reseña por Manu Yáñez
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Lástima que en el primer párrafo de la crítica se revela algo que el protagonista descubre recién al final.... Más cuidado muchachos!
Recuerdo pese al tiempo transcurrido como me impactó "I pugni in tasca" del genial y transgresor Marco Bellocchio, de ahí que temía que una nueva vision de otro título reciente de su autoría me defraudara o rompiera ese recuerdo idealizado, por suerte no ha sido así, y he disfrutado a mares otra obra de arte para plusvalizar mi carpeta de imperdibles. Salud al viejo y renovado cine italiano que nos regala joyas como ésta.
Bellocchio muestra una vez más porqué en los 70 se transformó en el niño terrible del cine italiano filmando ?Con los Puños en el Bolsillo? y más tarde, en uno de los directores más destacados del cine actual. Autor, actor, político, director de más de 40 largometrajes, sus films han mostrado como pocos la evolución de la sociedad italiana en los últimos 40 años. De la misma manera, ha evolucionado su maestría narrativa para llegar a este film que deja literalmente sin aliento al espectador para colocarse entre sus obras cumbres. Dotado de un excelente libro, grandes actores, un montaje muy preciso que permite un ir y venir en el tiempo sin caer en baches narrativos, y una fotografía que utiliza mucho el ocre para dar calidez al relato, reflexiona sobre la identidad y deja a ?Dulces Sueños? muy cercana en calidad a ?Vincere? y en el mismo nivel de ?Buenos Días, Noche?. Su equilibrio narrativo construye un péndulo que va y viene en el tiempo para narrar con delicadeza y calidez las vicisitudes de una orfandad que no encuentra consuelo sin caer ni en el dramón televisivo ni el drama clásico. Dulces Sueños es una película extraordinaria, moderna, muy bien realizada que lleva el símbolo de calidad de un gran maestro del cine. Comentario Completo: www.thecharlysmovies.blogspot.com.ar
Es nuevamente Bellocchio, quuien en la mitad del año, aparece con una obra que estará entre las peliculas del cine que más importa, de toda la temporada. Es que este realizador coloca sobre sus espaldas en la actualidad, toda la dignidad humanistica y sensorial del magnífico cine italiano de otrora,con quienes muchos hemos forjado nuestra educación sentimental y existencial. Es ahora que entrega una bellisima y profunda indagación sobre el vínculo fundante de nuestra existencia,del que muy pocos salen indemnes y otros muchos encontraran resonancias propias. Su estilo conserva la ferocidad emocional que lo caracteriza, y con la elegancia formal y belleza de imágenes al servicio de la creación de climas ambiguos y misteriosos, siempre pertinentes. Conviven algunos momentos algo sentimentaloides -se los puede perdonar- con otros muy sobrecogedores y también conmovedores que no dejarán indiferentes a los espectadores.
Película plena de ternura y nostalgia. El talento de Marco Bellocchio hace que el cuento levante vuelo.-
Aguante Bellocchio vieja!