Festivales

Guía de la sección Hora Cero (8 críticas)

Cine de género (y/o con actitud) en la muestra para los noctámbulos amantes de lo extremo.

Publicada el 14/11/2016

-Eat that Question: Frank Zappa in His Own Words (Francia / Alemania, 2016, 93'), de Thorsten Schütte 

Confesión de entrada: nunca me interesó demasiado la música de Frank Zappa. A lo largo de mi “educación musical” tuve muchos amigos y conocidos que intentaron, infructuosamente, adentrarme en ese inexplorado y vasto territorio. Pero no había forma. Lo que escuchaba o veía –tampoco era tan sencillo en los ochentas, pre-YouTube, pre-Spotify– no me generaba demasiada empatía o interés. Era excéntrico, por momentos simpático, sentía que era una de esas cosas que te tenían que gustar para ser respetado en ciertos círculos (algo parecido me pasaba con King Crimson) pero no había forma de que me movilizara musicalmente por más originales que me parecieran sus propuestas.

Sigue, sinceramente, sin movilizarme demasiado. Lo que sí es movilizador –y eso es lo extraordinario de Eat That Question...— es escucharlo hablar con una claridad y una inteligencia demoledora no solo sobre su arte sino sobre casi cualquier tema. La música de Zappa nunca fue muy popular, y menos aún en Estados Unidos, pero su figura –su look, sus letras cargadas de referencias sexuales, su ironía e incorrección, sus posturas políticas– siempre despertaron controversias y parece haber sido un imán para entrevistadores, de los solemnes hasta los “hipsters” de cada momento y lugar. Y él iba y respondía con una lucidez inusual: frontal, directo, inteligente. Es uno de esos casos –para mí, insisto– donde escucharlo hablar se me hace más interesante que escuchar un disco suyo.

El documental, auspiciado por la propia familia de Zappa, consiste en un compilado de muchas entrevistas que el músico dio a lo largo de casi 30 años, shows en vivo, apariciones televisivas, noticieros, conferencias de prensa, reportes de viajes por Europa donde era adorado y mucho más reconocido que en su país de origen y así. No hay demasiado espacio para la música –casi que habla más de su música de lo que se la escucha– ni tampoco hay una cronología clásica para los no iniciados. Se asume, al ver Eat That Question..., que el espectador tiene una idea aunque sea mínima de quien fue Zappa (que murió de cáncer en 1993, a los 52 años) y del resto que se ocupe Google, Wikipedia, Spotify, YouTube y otros…

Si bien soy de la idea de que los documentales sobre músicos tienen que ser fundamentalmente sobre su música y no sobre su vida, en este caso haría una excepción. ¿Por qué? Porque el material de archivo no es sobre su vida personal sino sobre sus ideas, no es “amarillista” ni busca escándalos a lo Amy, sino que pone en primer plano al Zappa pensador, analista, que puede hablar de todo tipo de música (compuso música clásica e hizo cine, además de pop, jazz, rock experimental y algo que combina todo lo previo y solo puede definirse como propio) pero que también es un lúcido observador de la sociedad en la que vivió. Además, Zappa tuvo una vida, aparentemente, bastante menos escandalosa de lo que se cree –desde prohibir el consumo de drogas a los miembros de su banda a estar casado con la misma mujer por muchísimos años y tener con ella cuatro hijos–, por lo que tampoco tendría demasiado sentido profundizar en eso.

Eat That Question... ganó el Premio a Mejor Película de la sección Zabaltegi del Festival de San Sebastián y habiendo visto otros de los filmes en esa sección tal vez no lo merecía, es un premio que le queda un tanto grande. Pero no desmerece para nada los logros de un film que evita todas las trampas del documental biográfico (entrevistas a terceros, narración en off, un repaso por los grandes momentos y así) y que presenta una figura que no es demasiado conocida fuera del ámbito de sus cuantiosos, celosos y acérrimos fans. No sé si para ellos esta película ofrecerá muchas novedades (tengo la impresión que sí, que muchas de las entrevistas son inéditas), pero no hay duda que para los que conocíamos a Zappa muy por arriba nos quedamos con una imagen mucho más compleja y completa del músico y de la persona.

Después de verla, más allá de algunas excepciones, sus discos siguen sin gustarme demasiado. Pero eso es lo de menos… DIEGO LERER



-Headshot (Indonesia, 2016, 117'), de Kimo Stamboel y Timo Tjahjanto

Uno de los países asiáticos del que tengo menos referencias en lo que respecta al cine de acción es Indonesia. Y a juzgar por esta intensa, brutal y extraordinariamente filmada película de Stamboel y Tjahjanto podemos estar hablando o bien de un nuevo polo de cine de género o de dos directores que no tardarán nada en pasarse a Hollywood. Hacía mucho tiempo que no veía un filme de género asiático que funcionara de principio a fin, casi sin momentos sobrantes o de esos que uno “tolera” porque sabe que antes y después vendrán granes y acrobáticas coreografías de acción.

No. Aquí es un tren que, una vez que se pone en marcha, no se detiene nunca. Suerte de Jason Bourne asiático, el protagonista (sabremos luego que se llama Abdi) se levanta en una cama de un hospital tras estar dos meses en coma sin recordar nada de su pasado. A la vez, vemos a un peligroso asesino salir de la cárcel liquidando con ingenio y descomunal violencia a presos y guardias por igual. Sus caminos se cruzarán, obviamente, ya que están relacionados en el pasado de un modo que no es muy difícil de adivinar. Pero para llegar a ese encuentro Abdi deberá atravesar una serie de previos cruces en el camino, todos ellos violentísimos enfrentamientos de artes marciales, golpes y armas de inusitado impacto.

La trama es clásica (hay una chica en peligro a la que él debe salvar y eso lo lleva a ir al encuentro de su “rival”, encargado de secuestrarla) y sencilla de seguir. Los directores parecen más dedicados a encontrar mil maneras posibles de encarar combates entre nuestro protagonista y todo lo que se le ponga enfrente: en comisarías, en selvas, en el mar, en calles atestadas, en hospitales, en donde sea y con los elementos a disposición. No se busca la comedia ni se usan cables ni casi cámara lenta. Muchos planos secuencia muy cerca de la acción, montaje propulsivo que no falla ni una décima de segundo y una concentración narrativa y geográfica que permite que todo sea clarísimo para el espectador: lo que sucede, cómo sucede y por qué sucede. Eso es todo lo que le hace falta a una gran película de acción. Y Headshot lo es. DIEGO LERER







-The Wailing (Corea del Sur, 156'), de Na Hong-Jin

Asesinatos seriales. Baños de sangre. Policías torpes y desconcertados. Un hombre que trata de salvar a su hija. Paranoia creciente en un pueblo rural. Fenómenos paranormales. Presencias diabólicas. Estos son algunos de los elementos que maneja el genial director de The Chaser (2008) y The Yellow Sea (2010) en la no tan genial The Wailing, una película que se pierde en su propia desmesura (esos innecesarios 156 minutos), en la acumulación de capas y de referencias genéricas. Con elementos que remiten a Memories of Murder, Fargo y El exorcista, Na Hong-Jin construye un thriller virtuoso y vistoso, con una gran puesta en escena y algunos momentos notables, pero la sensación de grandilocuencia y desborde juegan aquí a la contra. Así, lo que podría haber sido otra obra maestra del cine de género coreano es sólo una aceptable propuesta que se disfruta de a ratos. DIEGO BATLLE



-Tenemos la carne (México, 2016, 80'), de Emiliano Rocha Minter 

Apadrinado por Alejandro González Iñárritu y producido por Carlos Reygadas, el osado debut de Emiliano Rocha Minter lleva escrita la palabra ‘violencia’ desde el inicio hasta su delirante final. La película no esconde sus cartas, declara su sadismo desde el comienzo, demostrando una honestidad que a veces se echa de menos en el cine de la joven generación de cineastas griegos –Tenemos la carne podría verse como una versión mexicana de Canino, de Yorgos Lanthimos–. Aquí, la ciudad –un México D.F. menos post-apocalíptico de lo que parece– se ha convertido en un vórtice de perversión y lujuria que arrastra a dos hermanos, Lucio (Diego Gamaliel) y Fauna (María Evoli), hacia el epicentro de dicho espiral. Asimismo, el foco de la maldad es una casa donde vive un hombre (Noé Hernández) obsesionado por convertir su sótano en una cueva. Tentados por una suerte de encarnación de Lucifer, estos nuevos Adán y Eva se iniciarán en el mundo del pecado.

Para certificar la creciente presencia de la violencia en México, Rocha Minter idea una representación estilizada de un universo donde el incesto, la necrofilia, el canibalismo o los asesinatos son celebrados. Y cabe decir que los dos hermanos no son los únicos que quedan atrapados en el relato macabro, vampírico e hipersexual que plantea el film: el espectador, seducido por la inigualable fotografía de Yollótl Alvarado, también les acompaña en su descenso a las tinieblas. Se trata, pues, de un infierno idéntico al de Post Tenebras Lux, tanto por su dimensión simbólica como por la belleza de sus espacios alterados –ora lúgubres y oscuros, ora iluminados con luces de neón–, dignos de ser comparados con el brillante trabajo de Alexis Zabe en el largometraje de Reygadas. CARLOTA MOSEGUÍ



-Gimme Danger (Estados Unidos, 2016, 108'), de Jim Jarmusch 

Jarmusch sólo aparece en pantalla en la primera escena con una confesión que lo dice todo: “Los Stooges fueron la mejor banda de rock de todos los tiempos”. Luego será James Osterberg (más conocido como Iggy Pop) quien reconstruirá con lujo de detalles y mucho sentido del humor aquellos tiempos salvajes, aunque también hay valiosos testimonios de los otros integrantes que pasaron pel grupo en sus distintas etapas (la mayoría ya muertos).

Lejos de la experimentalidad o de cualquier atisbo de excentricidad, Gimme Danger es un film en el que Jarmusch deja de lado sus delirios artísticos para ponerse al servicio de Iggy. Es un trabajo si se quiere didáctico, pero siempre riguroso, atrapante, sensible, divertido y emotivo.

La escasez de filmaciones de las primeras épocas se compensan con un brillante trabajo de documentación, de fotos y hasta de animación con una furiosa edición para un verdadero ensayo sociológico, cinéfilo, histórico y, claro, melómano: los pasos por Detroit, Los Angeles, Nueva York (con estancia en el Chelsea Hotel incluida) y Londres, las influencias de MC5 y Velvet Underground, las relaciones con Nico y David Bowie, las grabaciones de los tres discos originales entre 1969 y 1973 (The Stooges, Fun House y Raw Power), los caóticos recitales con botellazos y vuelos hacia el público, los sucesivos regresos en este nuevo siglo y hasta un repaso de tantos músicos que fueron marcados por el espíritu rebelde y contestatario de The Stooges son algunos de los ejes de las casi dos horas del documental.

“No quiero ser del punk, no quiero ser del hip hop, no quiero ser del reggae, no quiero ser de la industria, no quiero ser de la TV... simplemente quiero ser”, dice Iggy en la última escena de un rockumental que está a la altura de su historia y su legado. DIEGO BATLLE



-Supersonic (Reino Unido, 2016, 122'), de Mat Whitecross 

No es la primera vez que incursiona en el rockumental (ya había filmado Sex & Drugs & Rock & Roll, sobre Ian Dury), pero Whitecross es un documentalista con múltiples inquietudes (codirigió, por ejemplo, Camino a Guantánamo, con Michael Winterbottom). En este caso, realizó un muy buena reconstrucción de tres años (1993-1996) en la vida de una de las bandas más brillantes (y conflictivas) de la década de 1990 como Oasis: desde la grabación del disco Definitely Maybe hasta los dos multitudinarios (260.000 personas) shows de Knebworthx. Con un notable uso de los materiales de archivo más los testimonios de los hermanos Noel y Liam Gallagher y de gente allegada a ellos (incluida la madre de ambos) y al grupo se desvelan varios aspectos inéditos (o poco conocidos) de unos artistas que -más allá de sus declaraciones altisonantes y sus enfrentamientos mediáticos- marcó tendencia desde Manchester al mundo. DIEGO BATLLE



-1974 (México, 2016, 82'), de Víctor Dryere

Uno podría pensar que el género de terror basado en el falso “found footage” ya debería estar agotado, cancelado por tantas historias y secuelas con cada vez peores resultados. Pero 1974 prueba que todavía hay vida en el subgénero. ¿Cuál es el secreto? En principio, la película estéticamente funciona muy bien ya que el “material encontrado” está filmado en Súper 8 y eso, acompañado por la estética de la época, le da una característica particular. El Super 8, además, tiene un limitado tiempo de filmación, lo cual hace que lo que vemos “salte” todo el tiempo, perdiéndose pedazos en el camino, lo que le da a los sucesos un clima aún más inquietante.

Lo que sucede en sí no sale de las conocidas historias de terror y posesión, pero aquí el efecto 8mm hace crecer mucho el impacto. El filme se centra en una pareja de recién casados que see muda a una nueva casa y la filman con su camarita, felices de su “nidito de amor”. Pero pronto la mujer, Altair, empieza a mostrar comportamientos extraños y sueños intensos. ¿Qué es lo que le sucede?

Eso es lo que 1974 trata de resolver en su desarrollo. Se trata de una película de muy bajo presupuesto que, con una trama bastante sólida y un recurso estético bien manejado, logra darle algo de vida a un género en vías de agotamiento. Las inquietantes y nerviosas imágenes con las que vamos viendo resquebrajarse la situación emocional de Altair y la desesperación de Manuel, su marido, por entender qué sucede, resultan convincentes, en lo que finalmente también podría ser un drama matrimonial envuelto en el ropaje de una película de terror de época. DIEGO LERER



-Under the Shadow (Jordania / Qatar / Reino Unido, 2016, 84'), de Babak Anvari

La representante británica a los Oscars es una película que podría pasar por iraní, solo que por motivos que serán obvios apenas vean el filme jamás habría podido realizarse allí. Si bien no es la primera película reciente que transcurre en Teheran (aunque fue rodada en Jordania e Inglaterra) y que tiene elementos sobrenaturales, el filme de Anvari los integra a una trama con elementos políticos más evidentes, ya que trascurre durante la guerra entre Irán e Irak que se extendió por toda la década del ’80.

La guerra es omnipresente y el padre de la familia protagonista, que es doctor, debe ir al frente de combate. Los misiles caen en la capital iraní y la madre (una ex militante contra la revolución cultural a la que no le permiten volver a estudiar medicina) se queda en la casa con su hija pequeña. Pero la niña empieza a tener pesadillas sobre fantasmas y criaturas que la acechan por la noche y se aferra a su pequeña muñeca para soportar el miedo. La madre está convencida que la causa de las perturbaciones de la niña es el stress por la situación, pero pronto empezará a parecer que los elementos sobrenaturales pueden no solo estar en su imaginación.

Así, mientras la madre intenta huir de la casa ante la caída de misiles, la niña se rebela contra ella: un poco por la supuesta influencia de estos espíritus y, por otro, porque su muñeca ha desaparecido y está aterrorizada con la idea de irse sin ella. Así, entre fantasmas que se hacen cada vez más presentes –y que tienen su origen en mitos de la cultura iraní– madre e hija intentarán afrontar la situación en una película que se vuelve muy intensa en su última parte (la influencia del cine de Polanski es clara) y que tiene la inteligencia  de poner en primer plano el subtexto político que rodea estas apariciones, reales o no, causadas por el miedo y la ansiedad o por misteriosos espíritus.

La película no ofrece respuestas sino que elige preguntarnos y preguntarse cuánto afecta a los pequeños este tipo de conflictos bélicos y separaciones que no alcanzan a comprender y que acaso sublimen creando un universo de criaturas fantasmagóricas. Y no solo los pequeños. Al final de esta muy buena película, los adultos también estarán dudando sobre lo que sucede a su alrededor. Quién sabe, acaso lo de Trump no sea otra cosa que una manifestación física del miedo y la ansiedad, y no algo real. Bueno, no, me temo que no, que esa criatura camina entre nosotros… DIEGO LERER



También se exhiben en esta sección:

-Blanco o negro (Argentina, 2016, 135'), de Matías Rispau
-Downhill / Cuesta abajo (Chile, 2016, 82'), de Patricio Valladares
-El mago de los vagos (Argentina, 2016, 80'), de Pedro Otero
-El mundo de los vampiros (México, 1961, 83'), de Alfonso Corona Blake
-Drácula en Campana, 1972 (Argentina, 1972, 20'), de Titi Ramírez
-En busca del muñeco perdido (Argentina, 2016, 82'), de Hernán Biasotti y Facundo Baigorri
-Hermosos Perdedores Pop (Argentina, 2016, 60'), de Agustín Arévalo
-Hipersomnia (Argentina, 2016, 90'), de Gabriel Grieco
-Madraza (Argentina, 2016, 93'), de Hernán Aguilar
-No Money, No Future (Corea del Sur, 2016, 100'), de Dong-woo Lee
-Pepo: La última oportunidad (Argentina, 2016, 75'), de Juan Irigoyen y Cristian Jure
-Relicto. Un relato mesopotámico (Argentina, 2016, 94'), de Laura Sánchez Acosta
-Ruido. Historias del vinilo en Buenos Aires (Argentina, 2016, 58'), de Lucila Melfi y Nicolás Visentín
-Seoul Station (Corea del Sur, 2016, 92'), de Sang-ho Yeon
-The Greasy Strangler (Estados Unidos, 2016, 93'), de Jim Hosking
-The Man from Mo´Wax (Reino Unido, 2016, 108'), de Matthew Jones
-The Sad & Beautiful World of Sparklehorse (Reino Unido / Estados Unidos, 2016, 83'), de Alex Crowton y Bobby Dass
-Transformación (Argentina, 2016, 69'), de Iván Wolovik


Más críticas de esta sección por Diego Lerer en nuestro blog Micropsia

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