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Crítica de “El hombre que amaba los platos voladores”, película de Diego Lerman con Leonardo Sbaraglia (Competencia Oficial) - #SanSebastián2024
Diego Lerman regresó a la Competencia Oficial de San Sebastián, donde ya había participado con Una especie de familia (premio a Mejor Guion en 2017) y El suplente (Concha de Plata a Mejor Interpretación de Reparto en 2022) con un producción para Netflix en la que hace gala de un buen uso del humor absurdo para reconstruir parte de la historia del periodista sensacionalista José de Zer.
El hombre que amaba los platos voladores (Argentina/2024). Dirección: Diego Lerman. Elenco: Leonardo Sbaraglia, Sergio Prina, Osmar Núñez, Renata Lerman, María Merlino, Agustín Rittano, Norman Briski, Daniel Aráoz y Mónica Ayos. Guion: Diego Lerman y Adrián Biniez. Fotografía: Wojciech Staroń. Música: José Villalobos. Edición: Federico Rotstein. Dirección de de Arte: Marcelo Chaves. Sonido: Leandro de Loredo. Duración: 107 minutos. En Competencia Oficial. Exclusivamente en Atlas Caballito desde el 26 de septiembre. Estreno en Netflix (todo el mundo): 18 de octubre.
Para quienes éramos adolescentes en 1986 la figura de José de Zer fue parte esencial del ecosistema mediático. No había Internet, ni YouTube ni redes sociales donde canalizar nuestro consumo irónico, pero para quienes ya mostrábamos cierto interés por el periodismo y nos la dábamos de intelectuales, ese periodista era -desde la admiración por su osadía o desde la burla por su coqueteo con el ridículo- parte esencial del debate. Nadie había logrado hasta entonces picos de más de 50 puntos de rating en un noticiero como Nuevediario y menos aún con informes sobre temas como la posible presencia extraterrestre en la zona del cerro Uritorco, en Capilla del Monte.
De Zer (interpretado por el cada vez más dúctil y desenfadado Leonardo Sbaraglia) y su camarógrafo Carlos "Chango" Torres (Sergio Prina, en un lucido secundario) crearon una dupla con una impronta, un estilo, una dinámica y un sello propios que los llevó a convertirse en figuras de inmensa popularidad. El periodista construyó (inventó) un universo y logró que decenas de personas participaran de los montajes y millones de argentinos los consumieran cada noche. Esta es, por lo tanto, la reconstrucción de la historia de un fabulador, un manipulador con indudable talento para convencer a propios y extraños, un chanta querible, un loco lindo, un extraño seductor, un mitómano encantador, un pionero de las fake news.
José era durante la primavera alfonsinista un cronista de espectáculos, un notero de cierto éxito, pero no será por sus romances con vedettes (simpática participación especial de Mónica Ayos) que saltará a la fama. Cuando recibe la propuesta de viajar al pueblo minero de Candelaria, solo encontrará en ese paraje cordobés (en verdad se rodó en San Luis) un pastizal quemado en medio de los colinas. Y ese simple círculo será el punto de partida para su ridícula y al mismo tiempo fabulosa invención.
Lo veremos primero convencer a sus jefes en el noticiero (Osmar Núñez) y en el canal (Norman Brisky) para luego cambiar por completo la dinámica de un programa de información por entonces más serio y que él convirtió en un show de inmenso alcance popular.
Más allá de la eficaz narración y de la lograda reconstrucción de época “ochentosa”, el principal aliado de Lerman es, sin dudas, Sbaraglia, quien se permite jugar al absurdo, dar rienda suelta a su expresividad (hasta canta temas como A esa, del dúo Pimpinela; y A partir de mañana, de Alberto Cortés) y la cada vez más amplia variedad de recursos para el humor (es un actor al que la madurez le ha sentado mucho mejor que una juventud en la que parecía desesperado por demostrar que era un intérprete de prestigio).
Siempre disfrutable, El hombre que amaba los platos voladores se maneja en un tono medio y algo superficial que hace extrañar por momentos algo más de riesgo, ya sea yendo hacia zonas más sórdidas y dolorosas (sus adicciones y enfermedades, cabe recordar que De Zer murió con tan solo 56 años) o bien hacia extremos aún más ridículos o provocadores.
De todas maneras, el director de Tan de repente (2002), Mientras tanto (2006), La mirada invisible (2010) y Refugiado (2014) no solo sale airoso del desafío sino que suma a su paleta cinematográfica un virtuoso trabajo sobre el humor, el gag físico y verbal, que no había sido demasiado transitado hasta ahora en su filmografía. Además del imperio del plano secuencia, desde el dispositivo visual se permite utilizar lentes anamórficos que distorsionan la imagen o viejas cámaras U-matic que nos transportan al imaginario estético de aquella época.
Entre temas ochentosos de Sumo (Hello Frank), Charly García (No me dejan salir) y Viudas e Hijas de Roque Enroll (Estoy tocando fondo); imágenes de las telenovelas con Arnaldo André, citas a Titanes en el Ring y la recuperacón de frases y muletillas que hicieron historia (“Seguime Chango, seguime”, “El lado oculto de la realidad”), El hombre que amaba los platos voladores nos propone un tragicómico y nostálgico viaje al pasado que hoy puede verse como demasiado inocente pero también como una experiencia singular y, en varios de sus pasajes, fascinante.
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