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Crítica de “Oranges sanguines” (“Bloody Oranges”), de Jean-Christophe Meurisse (Sección Oficial - Fuera de Competencia - Midnight Screenings) - #Cannes2021
El director de Apnée (2016) presentó en las funciones de medianoche una película que pelea palmo a palmo con Titane por ser la más extrema de esta 74ª edición.
Oranges sanguines / Bloody Oranges (Francia/2021). Dirección: Jean-Christophe Meurisse. Guion: Yohann Gloaguen, Jean-Christophe Meurisse y Amélie Philippe. Elenco: Alexandre Steiger, Christophe Paou, Lilith Grasmug, Denis Podalydès, Lorella Cravotta, Olivier Saladin, Fred Blin, Blanche Gardin y Vincent Dedienne. Fotografía: Javier Ruiz Gomez. Edición: Flora Volpelière. Duración: 105 minutos.
El segundo largometraje del director Jean-Christophe Meurisse se llama Oranges sanguines. Cuesta encontrar un motivo para vincular el nombre de un tipo de naranjas con una película. Más aun cuando aquí hay de todo, menos frutas. Pero esa especie –conocida en español como “roja” o “sanguina”– es el resultado de una mutación natural, un híbrido entre el pomelo y la mandarina. Una especie mutante como título de una película mutante, marciana: ahora sí tiene un poco de sentido.
Programada en el apartado Midnight Screenings, Oranges sanguines es una comedia brutal y salvaje, atravesada por el desparpajo y el absurdo –como referencia asoma Quentin Dupieux, aunque aquí todo es mucho más venenoso–, por una mezcla de subnormalidad y malicia palpable en todos los personajes que se relacionan entre sí a través de distintas situaciones cada cual más disparatada que la anterior.
La mecánica narrativa se clarifica bien avanzado el metraje. Es allí que queda clara la propuesta coral de Meurisse. En la primera escena, el jurado de un concurso de rock discute acaloradamente sobre los criterios a utilizar. Muy acaloradamente. Una de las parejas de bailarines tiene un hijo abogado, que a su vez está conectado con el Ministro de Finanzas de Francia, que a su vez termina vinculado con un psicópata, el mismo que ataca a una jovencita luego de que ella tenga su primera vez con el chico que le gusta en una fiesta.
Si hay algo que no tiene Meurisse, son límites. Violaciones, psicópatas, concursos de bailes, suicidios, deudas, debuts sexuales, castraciones, políticos que para aumentar la recaudación proponen que tributen los abortos: todo es falible de utilizarse como motivo humorístico en esta comedia donde la lógica es que no haya lógica, donde cada escena puede culminar de la forma menos pensada. Hay explicitud, tontería e inventiva. No es poco en épocas de películas que eligen autolimitar su potencial humorístico en pos de ahorrarse escándalos.
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