Columnistas
“Lo que el viento se llevó” y otras cancelaciones: Cuando la corrección política se transforma en censura
Por Diego Batlle
La remoción del clásico de 1939 del catálogo de HBO Max es solo la punta del iceberg de una tendencia muy preocupante.
Clásicos como Lo que el viento se llevó, series como Little Britain, shows del australiano Chris Lilley (Angry Boys, Summer Heights High, We Can Be Heroes y Jonah From Tonga), programas policiales como Live PD y Cops... Cual tsunami, los programadores de Netflix, HBO Max, BBC, Paramount Channel y otras plataformas y señales van levantando decenas de títulos “inconvenientes”, según el filtro de la corrección política. Porque hay “blackfaces”, porque hay violencia policial, porque la mirada puede ser considerada racista...
El caso de Lo que el viento se llevó es paradigmático por lo burdo, torpe y ridículo ¿Tiene sentido cancelar un clásico de clásicos, la película más taquillera de la historia y ganadora de 8 premios Oscar (Hattie McDaniel fue además la primera actriz negra en ganar la estatuilla), porque desde la perspectiva actual, como sostiene el comunicado oficial de HBO Max, tiene “representaciones racistas” y “describe algunos de los prejuicios étnicos y raciales que, desafortunadamente, han sido comunes en la sociedad estadounidense”? Si así fuera, si la dictadura de la corrección política analizara todas y cada una de las películas y series producidas hace 20, 50 o 100 años, probablemente habría que prohibir la mitad de las mismas. Los parámetros actuales, está claro, son muy distintos a los que se manejaban antes.
Soy de los que creen que el público debe tener la posibilidad de ver todo lo que se haya hecho en los distintos períodos históricos: las películas dirigidas por Woody Allen y por Roman Polanski, las series de Louis C.K., las producciones de Harvey Weinsten. Sí, todo. Hay obras mayúsculas allí y cada uno debe apelar a la responsabilidad personal, debe hacerse cargo de consumir o no esos trabajos según su sensibilidad y su visión del mundo. Al mismo tiempo, me parece perfecto que desde la intelectualidad se siga reinterpretando la historia del cine, desde el periodismo y el documental se continúen investigando los abusos de distintos artistas y desde la Justicia se prosigan con todas las causas en marcha en medio del bienvenido fenómeno del movimiento #MeToo. Pero no estoy dispuesto a aceptar que un líder de opinión (lean este texto de John Ridley, guionista de 12 años de esclavitud, en el diario L.A. Times) o un programador decida por mí, que me diga lo que puedo o no puedo ver, que me quite tal o cual título de mi abono. La corrección política se transforma así en Inquisición y practica lisa y llanamente la censura.
No debemos quedarnos callados ante estos atropellos ni -como ocurre por estas horas en distintos ámbitos- pedir por más y más cancelaciones. La reacción de los cinéfilos ha hecho repensar a los ejecutivos de HBO Max y, tras el enojo e indignación que muchos manifestamos en las redes, ahora están analizando la idea de devolver Lo que el viento se llevó a la plataforma “enmarcada en una discusión del contexto histórico y con la denuncia de esas representaciones”. Organicen todas las mesas redondas que les parezca, escriban todos los ensayos que consideren necesarios, hagan todas las denuncias penales que correspondan, pero -¡por favor!- no censuren buena parte de la historia del cine y la televisión.
Actualización al 24 de junio: Dos semanas después de haber sido levantada, Lo que el viento se llevó volvió a la plataforma de streaming HBO MAX con el agregado de dos videos (uno de 4 minutos y otro de una hora) que analizan el contexto histórico y debaten sobre sus elementos racistas.
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Diego, estoy completamente de acuerdo con tu opinión. Los que hemos vivido la época de la censura sabemos de los horrores y errores de la misma. Creo en la libertad y en la responsabilidad de cada individuo.No necesito que nadie me indique lo que debo o no debo ver o leer. Esa es una cuestión librada a la libertad personal.
Además, me parece una infradotez que recién ahora, se dan cuenta de que una película de año 30 y pico esa racista: yo vi "Lo que el viento se llevó" hace más de 15 años y ya en ese momento me daba cuenta de que era racista, como deberia haberlo hecho cualquiera con 2 dedos en la frente. Todos estos años y no dijeron nada, ahora salta todo por un hecho que ocurrió que demuestra que Estados Unidos jamás dejó de ser racista aunque ya no exista el Ku Kux Klan, y que todo lo que ocurre en esa sociedad no se lo pueden achacar al cine.
Estamos ante un brote de censura preocupante. Recuerdo una nota que escribió en la época de Videla la gran María Elena Walsh que se llamaba "Desventuras en el país-jardín de infantes". Quienes dirigen HBO Max deberían ir a un psicoanalista a tratar el tema de la culpa frente a los años que guardaron silencio frente al mensaje racista de miles de series donde los narcos eran latinos, los villanos eran negros y los vengadores anónimos hacían justicia por mano propia. No debe confundirse esto con una dictadura pero no hay dudas que frente al autoritarismo de HBO Max hay que gritar bien fuerte NO A LA CENSURA.
Un nuevo Código Hays, qué barbaridad. Pero nadie nunca dijo que por ej. en la película "Tiempo de matar" que quiere mostrar el racismo y la falta de justicia para con la población negra, termina justificando la justicia por mano propia porque el hombre negro que mata a los violadores blancos de su hija no va preso, cuando de hecho, debería haber pasado eso en la realidad y tmb obviamente los blancos; pero como es negro, la película ve como "justicia" que no vaya preso. O tampoco nadie se qeujó de cómo trataba a la mujer en "Kramer vs Kramer", que fue una película laureada y de hecho tiene una postura muy de mierda con la mujer. La corrección política solo funciona para algunos grupos o algunas películas/directores, porque por ej la comedia de Apatow (que, personalmente no me gusta nada) es bastante misógina, pero no pasa nada. A mí no me gusta pero de ahí a salir a decir que no se pasen o que se prohiban, me parece exagerado.
Completamente de acuerdo Diego. Además, algunas películas, como es el caso de Lo que el viento se llevó, muestran los prejuicios, pensamientos y prácticas comunes de una época. ¿Será que son politicamente correctos o que no quieren que la pantalla muestre lo que hacían y lo que hacen los norteamericanos? ¿O será -hilando más fino- que la corrección política sirve para dormir tranquilos sin modificar nada de la realidad espantosa que viven ciertos colectivos?
Me hace pensar en una muy buena película de Sam Fuller: Perro blanco (1982). Fue incomprendida en su época y censurada. Les dejo algunos fragmentos de un artículo escrito por Pedro Paunero (del blog www.correcamara.com.mx). (...)Paramount Pictures, ante el triunfo alcanzado por Fuller, le otorgó todas las facilidades para hacer lo que quisiera. Fuller leyó una novela, que lindaba con su gusto por el periodismo amarillista, sobre perros entrenados para atacar y matar a personas de raza negra y se puso manos a la obra con tal material de odio y asombrosa furia. El resultado fue "Perro blanco" (White Dog, 1982), material tan colérico que nadie quiso o supo qué hacer con él, a tal grado de suponer un fracaso estrepitoso. La película comienza con una actriz, Julie Sawyer (Kristy McNichol), que encuentra a un perro pastor alemán, al que ella ha herido al atropellarlo, de color blanco, en plena carretera. Lo lleva a curar, lo salva, va con él a casa y lo cuida. El perro, aunque ella, en un principio, intenta devolverlo a su dueño mediante anuncios, termina por volverse en su fiel mascota y la defiende, incluso, de un intento de violación. A través del metraje, este hermoso ejemplar canino se va ganando las simpatías del espectador que no deja de preguntarse a quién podrá pertenecer. Pero, como debemos recordar, esta es una cinta de Fuller, así que nada es lo que parece a primera vista. El perro comienza a reaccionar de manera agresiva ante la presencia de gente negra y he aquí que entendemos el equívoco del título de la película pues lo que Julie ha encontrado es un "perro blanco", no por el color del animal, sino por haber sido entrenado como perro racista, siempre atento a atacar a cualquier individuo afroamericano que se le atraviese. Julie lleva al perro a El arca de Noé, un centro dirigido por Carruthers (Burl Ives), el entrenador de animales para el cine, quien le advierte sobre el entrenamiento de su perro y que tiene en la persona de Keys (Paul Winfield), a un socio de raza negra en su negocio, y que se impone la obsesiva tarea de dar marcha atrás en la anómala programación del animal. Los momentos más emocionantes de la película, en cuanto a suspenso y agresividad fulleriana, se suceden en las escenas en las que Keys intenta re programar al animal. Pero, en el proceso de reeducación de este perro blanco, nos quedaremos con una última sensación de desolación, aunada a la escena en la que un dulce viejecito, acompañado de sus nietas de corta edad, reclama el perro como suyo. Película de una inteligencia atroz, que elude el fácil alegato anti racista, fue mal entendida en su tiempo, tachándola precisamente de aquello que terroríficamente señalaba, fue adaptada por Curtis Hanson (responsable del guion y dirección de la premiada "L. A. Confidential"), sobre la novela del suicida Romain Gary, cuyo final alentador se invierte en la cinta. Gary había escrito el libro basándose en hechos reales de los que, se cuenta, como resultado se había podido reprogramar al perro en un ejemplar que atacaba personas de raza blanca. Existe un paralelismo especular entre uno de los personajes de Corredor sin retorno y el pastor alemán de este film. En el manicomio de la primera película Trent, uno de los internos, un estudiante de raza negra, había sido admitido en una escuela sureña como parte de los intentos de integración racial del gobierno, pero que en el sanatorio se enseñorea del corredor del título, anunciando que él es un miembro más del Ku Klux Klan. Notamos que Trent vive "detrás" del espejo, en la región de los reflejos invertidos, mientras el perro blanco habita "este" lado, el de las conciencias torcidas. Perro blanco se rodó en 44 días, se estrenó primero en Francia el 7 de julio de 1982 y el 12 de noviembre en los Estados Unidos, y obligó a los productores a enlatarla ante los alegatos que se alzaron contra ella y a los temores que les había despertado. Fuller expresó, amargamente, en dicha ocasión: ?Aplazar la película sin que nadie la vea. Me quedé sin habla. Es difícil expresar el dolor de tener una película terminada encerrada en una bóveda, y no ser seleccionada para una audiencia. Es como si alguien pusiera a su bebé en una prisión de máxima seguridad para siempre.? Director total de celosa autoría, gracias a su independencia de los grandes estudios, fue alabado y vitoreado y ejerció una poderosa influencia en grandes directores cuyas obras se mantienen como paradigmas del cine independiente o de autor: Léos Carax, John Cassavettes, Rainer Werner Fassbinder, Abel Ferrara, Jean-Luc Godard, Monte Hellman, Sergio Leone, Sam Peckinpah, Martin Scorsese, Quentin Tarantino o Wim Wenders, y de quien Francois Truffaut expresó que era un primitivo, un director de la rudeza, y de un cine directo, que tanto admiraba, todavía tuvo vida posterior tras haber rodado esta singularidad que es Perro blanco, tan imperfecta como tantas otras en su filmografía pero crudamente sincera, con películas como Calle sin retorno (Street of no Return, 1989), su última película gansteril, que narra la historia de otra venganza encarnizada, pero había dado ya todo de sí y había escrito su testamento en el cine a través de esta dura reflexión sobre el racismo y que nos permite comprender una de sus sentencias más esclarecedoras: "Odio la violencia, lo que no me impide utilizarla en mis films".
Por favor, dejen de usar la palabra "dictadura" con tanta liviandad.