Festivales
Críticas de “La hija de un ladrón”, de Belén Funes; y “Rocks”, de Sarah Gavron (Competencia Oficial) - #67SSIFF
En la sección principal se presentaron dos historias sobre jóvenes desamparadas, pero al mismo tiempo dueñas de una portentosa fuerza interior, que están ambientadas en las zonas menos glamorosas de dos grandes ciudades como Barcelona y Londres, y que constituyen valiosas e intensas miradas de y sobre mujeres.
-LA HIJA DE UN LADRÓN, de BELÉN FUNES (ESPAÑA). Intérpretes: Greta Fernández, Eduard Fernández, Àlex Monner y Tomás Martín ★★★★✩
Con su corto Sara a la fuga (2015), la barcelonesa Belén Funes ganó varios premios en festivales y su debut en el largometraje es una suerte de ampliación del universo trabajado en aquel film.
De raigambre claramente dardenniana (la mirada humanista, el protagonismo femenino, un ambiente desprovisto de todo pintoresquismo y glamour, el acercamiento hiperrealista a los conflictos con una cámara en mano muy cercana a los personajes), La hija de un ladrón se desarrolla en una Barcelona gris y proletaria, alejada por completo de la arquitectura modernista y los brillos turísticos del Passeig de Gràcia.
La protagonista del film es Sara (Greta Fernández en un papel consagratorio), una muy joven madre de un bebé que subsiste con empleos temporarios (en especial de limpieza) y cuenta con algo de ayuda social para resolver también de manera muy precaria el tema de la vivienda. La relación con Dani (Àlex Monner), padre del pequeño, es por momentos tirante, pero lo que más la desestabiliza son los inconstantes, espasmódicos, contradictorios y generalmente irritantes comportamientos de su padre Manuel (Eduard Fernández), esos hombres que aparecen y desaparecen cuando quieren, que prometen y terminan mintiendo o huyendo, que generan expectativas que nunca terminarán de cumplir. Un drama adicional la perturba: ¿Qué hacer con su hermano mucho menor? Ella apenas pueda ocuparse de sí misma y de su niño, pero tampoco está dispuesta a regalarle la tenencia a un padre ausente, abandónico. En ese entorno económica, psicológica y afectivamente tan endeble e inestable intenta Sara armar algo que trascienda la lucha por sobrevivir en el día a dia.
La hija de un ladrón (que tiene algunos puntos de contacto con la argentina Alanis, de Anahí Berneri) es una pequeña maravilla dentro del cine social. La “denuncia” jamás está en primer plano sino que forma del trasfondo, los personajes están definidos con inteligencia, a partir de pequeñas observaciones y reacciones, nunca desde lo discursivo o el subrayado aleccionador. Los conflictos, los diálogos, la duración de los planos, el entramado dramático funciona como un mecanismo tan aceitado que cuesta creer que se trate de un primer largometraje. Que Eduard y Greta Fernández sean padre e hija también en la vida real podría ser un dato morboso o de color, pero la intensidad que ambos le ponen a esa relación cautiva, conmueve y fascina.
-ROCKS, de SARAH GAVRON (REINO UNIDO). Intérpretes: Bukky Bakray, Kosar Ali, D'angelou Osei Kissiedu, Shaneigha-Monik Greyson, Ruby Stokes, Tawheda Begum, Anastasia Dymitrow, Afi Okaidja y Sarah Niles ★★★½
Si en La hija de un ladrón seguimos las desventuras de Sara, en este nuevo trabajo de la directora de Village at the End of the World (2013) y Suffragette (2015) la heroína se llama Rocks (la extraordinaria Bukky Bakray), una adolescente mitad jamaiquina, mitad nigeriana que vive en unos monoblocks con su pequeño hermano Emmanuel (el encantador D’angelou Osei Kissiedu, bienvenido comic relief de este drama). Todo ya es bastante complicado para ella, una chica negra y de cuerpo voluminoso en un South London donde conviven no siempre con armonía todo tipo de etnias inmigratorias, pero la cosa se pone todavía mucho peor cuando su madre depresiva (Layo-Christina Akinlude) las abandona dejándoles apenas una nota y unas pocas libras. Con entereza, nobleza y dignidad, ella hará todo lo posible para sostener lo insostenible, pero el deterioro, la degradación no tardarán en aparecer.
Cómo se resolverá el conflicto central no es tan importante como la exaltación de ciertos rasgos de solidaridad, de esas lealtades femeninas que afloran incluso (o especialmente) en los momentos más desesperantes. Aunque uno pueda apreciar huellas del cine social británico o incluso de las miradas a las dificultades (y riquezas) en la integración multicultural de varias películas del francés Laurent Cantet como Entre los muros y El atelier, el mayor logro de Gavron pasa no tanto por las problemáticas ya abordadas por muchos films ingleses sino por la naturalidad, el encanto y la empatía que se desprende de estas jóvenes, muchas de ellas actrices no profesionales.
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