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Crítica de “Dolor y gloria”, de Pedro Almodóvar, con Antonio Banderas, Penélope Cruz y Leonardo Sbaraglia (Competencia Oficial) - #Cannes2019
Por Diego Batlle, desde Cannes
Esta es la sexta película de Pedro Almodóvar que compite en el principal festival del mundo. Además, inauguró Cannes -fuera de concurso- en 2004 con La mala educación, integró dos veces el jurado oficial (en 2017 incluso fue el presidente), ganó el premio a Mejor Guion por Volver y el de Mejor Director por Todo sobre mi madre ¿Será Dolor y gloria, quizás el film más personal, más visceral de toda su carrera, el que finalmente le dé la Palma de Oro que tanto se le ha negado y al mismo tiempo tanto merece? Méritos, en esta oportunidad, no le faltan.
Dolor y gloria narra la historia de Salvador Mallo (Antonio Banderas, en una de las mejores actuaciones de su carrera, como una suerte de alter-ego almodovariano), un director que ha conocido épocas de gloria y hoy está prácticamente retirado, mientras lucha -entre otros flagelos- contra insoportables dolores en la espalda y la cabeza que lo han sumido además en una profunda depresión que lo ha inmovilizado en más de un sentido.
A partir de la presentación en la Filmoteca de Madrid de una copia restaurada de Sabor, un film suyo rodado 32 años atrás y revalorizado como un clásico, se reencuentra con Alberto Crespo (Asier Etxeandia), a quien no había visto desde aquel caótico rodaje. A pesar de las viejas peleas, ambos empiezan a compartir algunos proyectos laborales (como un monólogo escrito por Salvador que Alberto monta solo en un pequeño teatro off), pero también el uso de heroína (todo un tema para la generación de la “movida” española).
Dolor y gloria es una historia dura y emotiva, poderosa e intimista a la vez, que aborda cuestiones como la degradación física, la vejez, la relectura y resignificación de distintos momentos clave de la vida personal (desde las experiencias iniciáticas de la infancia hasta la forma de lidiar con la muerte de la madre) y la posibilidad de reencontrarse con los demás y con uno mismo.
Si esta descripción parece propia de un libro de autoayuda, lo cierto es que Almodóvar aborda estas temáticas con sutileza, austeridad emocional, múltiples matices y una inteligencia que ubican a Dolor y gloria entre las mejores películas de su dilatada carrera que ya supera las cuatro décadas. Un film de una solidez, una precisión y una convicción insoslayables (con algo de Ocho y medio, de Federico Fellini) a cargo de un director en plena madurez artística.
Como dato de color, la película tiene múltiples conexiones con la Argentina: desde el esencial papel de Sbaraglia (un ex amante de Salvador durante tres años en su juventud) hasta una participación especial de Cecilia Roth, el diseño de Juan Gatti, la dirección de arte de María Clara Notari y hasta un fragmento de La niña santa, de Lucrecia Martel, que los protagonistas ven en televisión. En principio, no habrá que esperar demasiado para que los cinéfilos argentinos descubran estos y otros guiños: Dolor y gloria tiene el estreno previsto en nuestro país para el próximo 6 de junio.
(Esta reseña se publicó en otra versión en el diario La Nación del 17/5/2019)
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Gracias Almodóvar. Platea una historia común a muchos humanos. Solemos crecer, inclusive tener éxito ,dándole la espalda a nuestro pasado. Nos convertimos en fantasmas de nosotros mismos,hasta que podemos reconciliarnos, dejar el camino recto hacia adelante ,y volver hacia nosotros mismos, aceptándonos y aceptando nuestro pasado.Nutriendo de esta forma el presente para, ahora sí, proyectarnos en integridad hacia el futuro.
Por favor almodovar, no más películas autobiográficas! Sírvase dictar un libro de memorias, pero no haga más catarsis ansiolitica a través de la pantalla grande. Quien dijo que la vejez trae sabiduría? Un opio inexplicable e indigno de semejante genio.
La pude ver hace un mes en Barcelona en su primera semana. Lo que me llamó la atención es que éramos 6 personas en el cine. Y lo que después mas me sorprendió es la película. Llena de lugares comunes, actuaciones desparejas que solo me llevaron al bostezo. De los 6 que éramos en el cine, solo 5 la vimos, ya que uno durmió plácidamente, ojalá soñando con algún Matador o algunas mujeres al borde de un ataque de Nervios. Por ende no entiendo cómo acompañan semejante bodrio.
Tal lo dicho en la critica..."insoportables dolores de espalda. degradacion fisica, vejez, relectura y resignificacion...." y yo con mis 80 años al hombro...ya iré juntando fuerzas para verla...