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Entrevista a Luis Ortega, director de ”El Ángel” (Un Certain Regard) - #Cannes2018
En 1999, con apenas 19 años, sorprendió en el panorama del Nuevo Cine Argentino con la artesanal y experimental Caja negra. Pasaron casi dos décadas y Luis Ortega se convirtió en uno de los realizadores más exitosos de la TV (Historia de un clan, El marginal) y ahora enfrenta el desafío de estrenar en Cannes (y el 9 de agosto en las salas comerciales) esta ambiciosa reconstrucción de la carrera delictiva del joven asesino serial Carlos Robledo Puch con un elenco encabezado por el debutante Lorenzo Ferro, Chino Darín, Peter Lanzani, Mercedes Morán, Daniel Fanego, Cecilia Roth y el chileno Luis Gnecco.
-¿Cómo ves hoy en perspectiva tu carrera, desde aquellas primeras películas muy experimentales y autogestivas como Caja negra o Monobloc hasta llegar a El Ángel, producida por grandes compañías locales como Underground y K&S más el apoyo desde el exterior de, por ejemplo, El Deseo, de los hermanos Almodóvar?
-Digamos que fracasé lo suficiente en un esquema muy pequeño, casi de producciones caseras, y por otro lado aprendí lo suficiente como para incursionar en la TV y en el cine más industrial. Parece extraño en un principio, pero luego resulta lógico en el devenir de alguien que pasó 20 años haciendo todo casi solo. Aprendí también a pedir una inversión ajena importante para financiar una idea propia. El paso por la televisión me entrenó mucho en la escritura y en llevar a buen puerto proyectos cada vez más ambiciosos para lograr que los productores confiaran más en uno y así poder hacer películas, que es lo que yo quiero. La verdad es que no veo series, no me engancho, no entiendo la dinámica. Pero no puedo negar que fueron las series las que me permitieron llegar a trabajar en un film de la escala de El Ángel.
-¿Sentís que los lenguajes del cine y las series son tan diferentes? Porque hoy se habla de un límite muy impreciso entre lo que es cine puro y TV pura, como que ambos “bandos” se fueron contaminando mutuamente...
-En televisión hay mucho menos tiempo y se permiten muchos más deslices, hay más indulgencia porque en definitiva lo ves en una pantalla mucho más pequeña y con un sonido cien veces inferior al de una sala. Por lo tanto, la postproducción tampoco requiere la perfección ni tiene las exigencias del cine. Y por más esfuerzo que hagan las series su esencia es la televisión, entonces lo que uno siente todo el tiempo es el guión afectando a los personajes. Veo el momento preciso en que te quieren contar determinada cosa, y cómo te la repiten por si acabás de llegar a la serie, los finales de cada episodio con cliffhangers. Todo está muy estudiado, es más claramente de laboratorio. El tiempo no lo hacen los personajes sino los guionistas, está todo demasiado manipulado.
-¿Pero no sentís que en mucho cine también impera la fórmula y la manipulación?
-Sí, en muchos casos el cine está peor que las series, pero su esencia es más noble. Igual todo es relativo: Novecento estaba pensado como un proyecto para televisión y es una obra maestra. Cada plano de Bernardo Bertolucci es genial y no podían terminar limitados al ámbito de la TV, por lo que finalmente quedó una película de más de cinco horas. Hay casos excepcionales. Con Historia de un clan tratamos de darnos la mayor libertad posible, no editar todo rápido por temor a aburrir, no caer siempre en el plano y contraplano. Y musicalizar como se nos dio la gana hasta que pasó a Netflix, donde la arruinaron completamente: es que por un problema de derechos se la dieron a un tipo y le dijeron: “Reproducí todo lo que está ahí”. Pero hizo algo espantoso. Lo lamento muchísimo pero arruinó toda la serie.
-Historia de un clan, El marginal, El Ángel... ¿Por qué te siguen interesando o te siguen ofreciendo historias ligadas con el mundo del hampa, de la delincuencia?
-El hampa, el delito como transgresión, como mundo oscuro, no me interesa, pero sí cuando está teñido de un aspecto religioso. Cuando terminamos Historia de un clan hablamos con Rodolfo Palacios, de quien ya había leído su libro, y casi naturalmente surgió la idea de filmar la historia de Carlitos, que claramente no es Carlos Eduardo Robledo Puch porque está tan ficcionado como Historia de un clan. Está inspirado muy libremente en el personaje y su historia. La verdad es que es mucho más fácil acercarte a un productor y decirle que querés hacer la historia de Robledo Puch que explicarle un proyecto desde cero. Luego está el ingenio o la capacidad de meter tu propio mundo en el marco de una historia conocida y atractiva. Me parece también que inclina un poco la balanza en momentos en que ves al Poder Ejecutivo felicitando a tipos que matan menores de edad por la espalda. Y eso lleva a que se repita, con policías matando cada vez pibes más chicos de un tiro en la cabeza. Cuando estábamos en medio del rodaje se debatía lo de los chicos criminales, creo que la película aporta una mirada con cierta pureza sobre el tema. El Ángel, de todas maneras, no es una película excesivamente violenta ni sádica, no hay un regodeo. Yo no lo conocí, pero el expediente es terrible.
-¿Sentís que hay un riesgo de que la película sea vista como la glorificación de un asesino serial? Más allá de la locura y la inconsciencia, hay facetas del personaje que evidentemente te sedujeron...
-Sí, pero de ahí a creer que estamos justificando a un asesino serial sería una mirada muy corta. En realidad, planteamos algo así como Alicia en el País de las Maravillas en un mundo que tiene sus consecuencias. Es un personaje para el que matar no es algo real, porque ni siquiera él se percibe como algo real. Tiene que ver con el impacto que le genera la civilización. Un artificio, una mentira tan grande que lo lleva a descreer de cosas tan naturales como la vida y la muerte. Visto desde el lugar de un chico todo esto es como una obra de teatro, como un chiste. Es complejo de entender, pero se trata de la mente de un chico, aunque luego se va dando cuenta de los efectos, de que va matando gente. Es alguien desapegado de las emociones. Linda lo patológico, por supuesto, pero yo me reconozco en muchas cosas del personaje de Carlitos sin haber llegado nunca tan lejos, por supuesto.
-En El Ángel no hay tanta explicación ni justificación psicológica, no se desarrolla en detalle los entramados familiares como en Historia de un clan. ¿Esa fue la idea?
-Hay cosas que no tienen explicaciones. Hay gente que nace con habilidad para, digamos, la música y otros que se encuentran a los 11 años metiéndose en casas y robando. Y no sabe por qué lo hace. Los que tenemos familias grandes sabemos que los hermanos fuimos criados de la misma manera, pero somos muy distintos. Hay como un bagaje prenatal, una “misión” que venís a cumplir. Hay algo inevitable en su accionar y por eso Robledo va y confiesa todo y agrega detalles que los investigadores ni siquiera sabían. Todo eso está muy bien descripto por Norman Mailer en el Gary Gilmore en La canción del verdugo.
-¿Tuviste la intención de conocer a Robledo Puch?
-Yo tuve la ingenuidad de escribirle una carta endulzándole un poco el oído para ver si me podía conceder una entrevista porque yo sabía que él no quería saber nada. Me interesaba escuchar su versión antes de meterme de lleno en el guión, pero él desde hace años dice que no hizo nada. No quiso recibirme. Y creo que al final fue mejor. Quizás si lo conocía, no hacía la película. Porque no es sobre Robledo Puch en verdad. Queremos aportar algo, no simplemente recrear lo que pasó. No me interesa la oscuridad. Rodolfo Palacios lo entrevistó 12 veces y le costó muchos años salir del residuo que le dejó que el tipo lo esté mirando a los ojos durante tantas horas.
-¿Por qué te planteaste el desafío de elegir un protagonista sin experiencia alguna en actuación y que además está todo el tiempo en pantalla?
-No fue fácil porque Toto (Lorenzo Ferro) no era actor, no había pisado ni siquiera una clase de teatro. A ningún productor le puede gustar la idea de montar semejante producción sin un actor famoso al frente. Yo lo conocí y siempre supe que era él. Después vinieron mil más, pero yo ya escribía pensando en su carita. Se me respetó la propuesta y se me dieron seis meses para ensayar fuertemente todos los días con él. Cada jornada, desde las 10 de la mañana, nos juntábamos en mi departamento y nos la pasábamos bailando, actuando, repasando las escenas con el aporte de Alejandro Catalán, gran profesor de actores. Para un pibe de 16 años era lógico pensar: “¿Qué hago acá?”. Frente a semejante rigor otro pibe habría abandonado, pero él demostró ser un tipo con mucho talento, se puso la película al hombre, se la bancó: estaba en su destino hacerla. Debo decir que los productores confiaron mucho en mí.
-Los años '70 fueron una década particularmente politizada, explosiva y contradictoria. Si bien la historia transcurre entre 1971 y 1972, antes de que se desatara la violencia armada en toda su dimensión, hay una cierta impronta de esos años en el contexto y sobre todo en la música ¿Es una época que te interesaba particularmente?
-Me interesa la época y me encanta la música de Billy Bond, Manal, etc. Hice una investigación muy minuciosa. La policía en general no cachea a un rubiecito lindo de ojos celestes. Sus amigos del barrio nos contaban que al último que miraban con cara de sospechoso era a Robledo, el estereotipo de la época era propio de las teorías lombrosianas: tipos feos, negros, nariz aguileña, frente amplia, dientes deformes, orejudos. Que un asesino serial fuese hermoso era algo que la sociedad no podía concebir. Algo similar sigue pasando hoy. Carlitos vivía en un mundo tan de fantasía que podía pasar por al lado de un control policial y no sentir nada. Todo era parte de una película, sin consecuencias en la realidad. Por eso la película no acentúa tanto el mundo exterior.
-¿Cómo estás viviendo la experiencia de Cannes y luego la del estreno comercial?
-Bien, aunque todavía no caí del todo. Me encantaría hacer otra película con estos productores, se portaron muy bien conmigo, me dieron mucha libertad y devoluciones excelentes que hicieron crecer mucho el libro, empezando por mi hermano Sebastián, que es al primero que le llevé la idea. Sebastián sumó de inmediato a K&S y luego K&S trajo a Fox y a Almodóvar. No puedo pedir más, no me interesa trabajar en otro país. Es muy difícil encontrar un equipo así que soltarlo sería una estupidez. Ahora solo me queda seguir evolucionando en el contenido.
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Crítica de El Ángel
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