Críticas

Justicia a cualquier precio, de Andrew Lau

Vigilar y castigar

El debut del realizador hongkonés Andrew Lau (Asuntos infernales/Infernal Affairs) en Hollywood es un film tan derivativo como desabrido, en el cual una pareja de agentes encargados de aconsejar y vigilar a ex convictos acusados de cometer crímenes sexuales termina persiguiendo a un grupo de psicópatas asesinos. El silencio de los inocentes se encuentra con 8MM., aunque los resultados distan mucho de ser satisfactorios.
Estreno 06/11/2007
Publicada el 30/11/-0001
Justicia a cualquier precio (The Flock, Estados Unidos/2007). Dirección: Andrew Lau. Con Richard Gere, Claire Danes, KaDee Strickland y Avril Lavigne. Fotografía: Enrique Chediak. Música: Guy Farley. Edición: Tracy Adams y Martin Hunter. Diseño de producción: Lester Cohen. Distribuidora: CDI Films. Duración: 105 minutos. Para mayores de 16 años con reservas. Salas: 19. No es este el tiempo ni el lugar para intentar una teoría acerca de por qué algunos realizadores ganan peso, confianza y jerarquía artística al dejar su país natal y comenzar una nueva carrera en la autoproclamada Meca del Cine, mientras que otros pierden sustancia e idiosincrasia con cada nuevo proyecto. El tiempo dirá para qué lado se inclinará la balanza en el caso de Andrew Lau (Lau Wai-keung es su nombre de nacimiento), experimentado director hongkonés con una extensa filmografía y que, hace algunos años, logró un éxito impensado con la trilogía Asuntos infernales/Infernal Affairs, co-dirigida junto a su coterráneo Alan Mak. El primer film de la saga, rehecho por Martin Scorsese con el título Los infiltrados, fue su puerta de entrada a Hollywood, y el cruce más allá del zaguán se llama Justicia a cualquier precio. Lo cierto es que, a juzgar por esta primera película norteamericana, en la que casi todo parece estar mal, Lau va en camino de convertirse en otro director asiático perdido en las oficinas y despachos comerciales de Los Ángeles.

Richard Gere y Claire Danes interpretan a sendos agentes civiles encargados de monitorear, aconsejar y, en última instancia, vigilar a todos aquellos ex convictos acusados de cometer crímenes sexuales. El hombre maduro tiene casi dos décadas de experiencia laboral encima, lo cual le permite pronunciar citas de Nietzsche con ánimos didácticos y enseñarle a la joven aprendiz todos los gajes del oficio. La cátedra de Gere parece indicar que entre el hábito de alguna práctica sadomasquista y el crimen sexual a lo Clan Manson hay una línea muy delgada (el famoso: empecé por un porro…), y que el que nace sexópata, sexópata muere, sin posibilidad de que la reeducación y el condicionamiento social logren algún cambio en la persona. Y el film no hace más que darle la razón.

Luego de un primer acto donde el reconocimiento del terreno va acercando a los personajes, el guión dispara la presencia de un grupo de psicópatas criminales -alumnitos ellos de Hannibal Lecter y de los productores de películas snuff de 8MM.- para quienes una noche de placer no debería excluir la lenta mutilación de un ser humano vivo y consciente. Así las cosas, la dupla protagonista se olvida del manual del buen asistente y se dispone a hacer aquello que la policía parece incapaz de llevar a cabo: perseguir y desenmascarar a los victimarios, afortunadamente sin caer plenamente en la justicia a cualquier precio del título.

Derivativa desde la primera hasta la última imagen que aparece en pantalla, aunque decenas de efectos de posproducción intenten darle un look aggiornado, las escenas de Justicia a cualquier precio se suceden previsiblemente hasta su desenlace último, en el cual se deduce, entre otras cosas, que Nietzsche no tenía razón. Si el film de Lau roza y se frota a gusto con el ridículo es, paradójicamente, la seriedad que lo recubre la que termina por arruinar cualquier atisbo de interés. Quizás un film más descerebrado y menos solemne, condimentado con una pizca de irreverencia, hubiera logrado que el debut de Andrew Lau en las ligas del cine norteamericano se disfrutara con el placer que evidencian los villanos de la película, en lugar de sufrirse con la frigidez constreñida de los agentes.

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