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Dos críticas de Hierba, de Raúl Perrone (Competencia Argentina)
Reseña 1, por Diego Batlle
Creo que a Raúl Perrone le sientan mejor las películas de alrededor una hora (como es el caso de Hierba) que cuando rondan las dos (como en la anterior Samuray-s). No es que al Perro le falten ideas, pero la experimentalidad radical de sus últimos trabajos torna un poco tortuosa la experiencia de largo aliento y, sí, hay un claro riesgo de repetirse ya no sólo de un film a otro sino incluso dentro de la misma película.
Por eso -siempre según mi teoría sin otro fundamento que mi sensibilidad- Hierba funciona bien. La nueva película (se) plantea varios dispositivos y reglas bastante estrictas en cuanto a formatos, imágenes, efectos visuales, actuaciones y uso del sonido y la música.
Pantalla cuadra con ángulos redondeados y bordes blancos, imágenes superpuestas de manera que siempre se note el artificio, los actores (maquillados al extremo y ampulosos en plan expresionista) incrustados sobre fondos pintados que remiten a las pinturas de Monet, Manet y Renoir (a ellos está dedicada la película), sonidos de la naturaleza sobre una base de fritura y una ominipresente banda musical que va de lo clásico a la ya habitual cumbia dub/electrónica.
En la línea de Favula (la película con la que tiene mayores conexiones), Hierba remite por momentos al cine mudo (uno de los veinte actos en que se divide el relato parece incluso un homenaje a los pioneros cómicos tipo Chaplin y a la pantomima) y en otros al cine histórico que abordan con algunas técnicas similares otros realizadores experimentales como Raya Martin o Guy Maddin.
La historia (hay media docena de personajes) tiene que ver con la violencia (en especial contra la mujer), pero también con el cine de aventuras clásico y el melodrama de deseos que no pueden contenerse y angustias existenciales en una historia de época (imprecisa) con excesos (alcohol, sexo violento) y algunos momentos de notable inspiración y esplendor visual.
Tras la para mi bastante fallida Samuray-s, Hierba significa un regreso del incansable Perrone a los mejores aspectos de su cine. Una película hecha con rigor, creatividad, lirismo y potencia. Corta y contundente.
Reseña 2, por Josefina Sartora
Si ya las categorías ficción y documental han perdido definición y diferencias, si las fronteras entre géneros son cada día más lábiles, ahora podemos afirmar que las artes también están perdiendo su especificidad clásica, en el cruce que se produce entre literatura y fotografía, teatro y narrativa, escultura y escritura, y los híbridos instalación, performance, etc. Raúl Perrone, siempre permeable a las transformaciones estéticas, siempre indagando en nuevas maneras para el tratamiento del film, no queda ajeno a estas tendencias. Si en las películas que le vimos en 2015 en el anterior BAFICI y en el último Festival de Mar del Plata ya concretaba un homenaje al cine mudo o silente, en Hierba experimenta con el cruce entre cine y pintura.
Homenaje a la obra de Édouard Manet Almuerzo sobre la hierba, el film pone en escena ese cuadro, lo recrea con actores y un decorado que se le asemejan, pero no se queda sólo allí, la película dura 65 minutos. Dichos personajes van transitando –primero individualmente, luego acompañados- por distintos –y bellos, si bien lindando con el kitsch- planos que tienen cada uno una escenografía diferente, con paisajes de estilo romántico y post-romántico. Si hay una historia en ellos, es el eterno drama del hombre que cae rendido bajo la seducción de la mujer, y su imposibilidad por controlar el deseo y sus consecuencias.
Una elaborada banda de sonido acompaña estas viñetas sin diálogo: música vibracional, ladridos, cantos de los pájaros, fluir del agua, todo muy trabajado, con reiteraciones y mezclas, logrando un clima de ambigüedad acorde con la imagen y la narración apenas sugerida. Otro Perrone tan auténtico como radical.
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